Ludmila
Terreno sufre desde sus 20 meses de vida las consecuencias de vivir
en la pampa sojera: le detectaron glifosato en la sangre, lo que le
generó severas complicaciones de salud. Harto de los tiempos de la
justicia, su padre se encadenó a un depósito de agrotóxicos vecino
para que deje de funcionar.
Redacción
Canal Abierto | Bernardo de Irigoyen es un pequeño pueblo de Santa
Fe, a poco más de 100 kilómetros de Rosario y un tanto menos de la
capital provincial. Un poblado de alrededor de 30 manzanas inmerso en
la pampa sojera.
Ludmila
Terreno está cerca de cumplir los cuatro años. A sus 20 meses de
vida le detectaron un mal que aún los médicos no pueden definir con
precisión. Lo que sí saben es que tiene glifosato en sangre, que
han debido hacerle ya tres transfusiones, y que la pequeña, que este
año comenzó el jardín de infantes, debe utilizar barbijo para
circular por el pueblo. Lo que su familia sospecha, y la justicia le
dio la razón en forma preventiva, es que el depósito de agrotóxicos
de la firma José Pagliaricci e Hijos situado a menos de 50 metros de
su casa es la causa de su padecimiento.
En
noviembre de 2017, debido a la deshidratación que manifestó
asociada a un cuadro de vómitos severos “Ludmila tuvo un episodio
de desmayo en el patio de la casa. Sus padres la llevaron a un centro
de salud cercano donde le detectaron glifosato en sangre. Estuvo muy
complicada de salud, luego la trataron en el Hospital de Niños de la
ciudad de Santa Fe y según los especialistas, es la contaminación
por agrotóxicos la principal causa del cuadro. Los médicos también
advirtieron la posibilidad de que sufra leucemia”, señala la
abogada que desde hace un mes patrocina a la familia.
“En
el medio del pueblo de Bernardo de Irigoyen está este depósito de
agroquímicos y plaguicidas -entre otros-, a muy pocos metros de la
casa de la nena, y la familia entiende que es lo que ha generado la
toxicidad que Ludmila tiene en su torrente sanguíneo”, explica la
letrada. “Nosotros estamos evaluando iniciar una acción de daños
y perjuicios, para lo cual un profesional está elaborando un
diagnóstico de la niña. Independientemente de eso, intervenimos
para hacer cesar el daño, para impedir la utilización de ese
depósito de agroquímicos mediante una acción preventiva, que es
una acción nueva que nos otorga el Código Civil de la Nación
ahora. A través de esta acción frente al Tribunal de
Responsabilidad Extracontractual Nº 4 de Santa Fe la jueza determinó
inmediatamente -por la historia clínica de la menor y por un informe
de la comuna-, la clausura preventiva por el término de 3 meses,
sujeto a que el Ministerio de Agricultura, Industria y Comercio
provincial se expida sobre las condiciones del edificio y su
ubicación”.
Pese
a la disposición judicial de clausura, la familia denuncia que el
galpón se sigue utilizando. Esta semana, Waldo Terreno, el padre de
la niña, se encadenó frente a la puerta del galpón para impedir su
funcionamiento. “El siente que la Justicia es muy lenta. Ellos
hicieron todos los pasos que la ley prevé y con los instrumentos que
provee el Estado. Luego de hacer cinco denuncias penales, nunca
consiguieron nada. Hace un mes vienen conmigo y comenzamos a trabajar
pero, a pesar de que ahora creo que la jueza actuó con celeridad,
los tiempos de la justicia son muy lentos para la población. Él
entendió que había una suerte de burla a la salud de la niña.
Desesperado por lo que le está pasando a tu hija, vos podés hacer
cualquier cosa. Mi consejo fue que cesara en esa actitud, que puede
perjudicarlo”, explica la abogada, explicitando que Waldo depuso su
acción.
“Lo
que estamos haciendo son acciones cautelares preventivas para hacer
cesar el daño. Queremos parar esto. Nosotros estuvimos haciendo una
constatación judicial en el galpón durante dos horas y media y
estuvimos descompuestos, mi socio y yo, casi nueve horas, hay un
terrible olor y mucha toxicidad dentro del galpón, se ve que no
cumple con ninguna de las condiciones de seguridad que debe tener”,
concluyó la defensora.
Un
entramado de silencio, complicidades
Los
pueblos inmersos en la zona de sacrificio en que se ha tornado la
pampa húmeda, una prolífica productora de commodities, son apenas
un accidente para los capitales que manejan el agronegocio. Sus
habitantes se dividen entre víctimas y silenciosos cómplices que
dependen de que la rueda siga funcionando para obtener su sustento.
Cómo
en el caso de Fabián Tomasi, que se hizo mundialmente conocido, ser
parte de la rueda no te excusa de sufrir las consecuencias. El
trabajador de Basavilbaso, Entre Ríos, durante años hizo tareas de
carga y bombeo en una empresa de fumigación aérea, y la exposición
a los agrotóxicos le provocó una polineuropatía tóxica severa y
atrofia muscular generalizada hasta morir.
“Hay
muchos intereses económicos, muchos intereses creados”, describe
la letrada. “En la legislación de Santa Fe, la ley provincial
11.273 es la que regula el uso de productos fitosanitarios, establece
que el Ministerio de Agricultura es el órgano de aplicación que
convenia con los municipios para disponer el uso cauteloso de este
tipo de material. Lo que pasa es que fallan los órganos de control.
La comuna tiene poder de policía para clausurar el galpón y no lo
hizo. Debimos recurrir a un juzgado para hacer cesar ese daño”.
“Hay
mucha gente con miedo a hablar. Son localidades chicas cuya economía
local depende de estas cuestiones de la soja y del trabajo agrícola
y la gente, para cuidar su trabajo, no habla. Tuve testimonios de
vecinos que me dijeron que los días de calor o mucho viento no se
soporta el olor. Este galpón no es el único lugar que acopia
agrotóxicos, las mismas cooperativas locales tienen depósitos
enormes de glifosato en el medio del poblado, y esto se replica
pueblo a pueblo. La comuna tiene elementos para impedir esto y no
hace nada”. Una pincelada de realidad en el mar de soja.
Una
herramienta legal
La
abogada nos deja una pista para accionar en defensa de la salud. “La
reforma del Código Civil nos permite interponer acciones
preventivas, que son como una medida cautelar, para hacer cesar
inmediatamente el daño y darle intervención a los organismos
provinciales para que se expidan si eso puede seguir funcionando o
no. Antes vos tenías que ir directamente a una acción por daños y
perjuicios”, un trámite más difícil y con tiempos dilatados.
Cabe
recordar que en Santa Fe, la citada ley 11.273, llamada ley de
fitosanitarios, aprobada por unanimidad contra la salud del pueblo
santafesino, propone 500 metros libres de fumigaciones terrestres y
1.000 metros de aplicación área alrededor de las zonas urbanas,
pero deja abierta la posibilidad de que cada municipio o comuna pueda
modificar las distancias mediante una ordenanza… o aún sin ella.
Así las distancias se redujeron en más de la mitad de las
localidades, con mínimas de 0 a 100 metros. Serán muchas las
acciones preventiva a interponer.
Fuente:
Se encadenó a un portón para cuidar la vida de su hija, 26 julio 2019, Canal abierto. Consultado 26 julio 2019.
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