El
pasado 14 de julio se produjo una fuga de agua pesada en la central
nuclear Atucha II que obligó al apagado de la planta. Los medios
periodísticos de la zona informaron que debieron paralizar la
actividad para evitar la contaminación del río Paraná.
A
raíz de la difusión del incidente, Nucleoeléctrica Argentina
(NASA), la operadora de la planta, emitió un comunicado en el que
aclaraba “que en ningún momento hubo ni hay posibilidad de
contaminación del río Paraná” ya que “la única función que
cumple el río Paraná en la Central Nuclear Atucha II es la de
condensar el vapor que se utiliza para mover las turbinas. Este vapor
no posee ningún tipo de radiación contaminante”.
Sin
embargo, el otro yo de Nucleoeléctrica Argentina S.A, reconoce en el
“Informe de avance del monitoreo ambiental del segundo semestre de
2017” la abundante presencia de tritio radioactivo en las aguas del
lago embalse, en Córdoba, como así también en las muestras de
aguas de lluvia a 17 km de la Central Nuclear homónima.
Es
harto conocida la escasez de tritio (que es radiactivo y peligroso)
en estado natural y que la mayoría del tritio generado en el mundo
proviene de Centrales Nucleares modelo CANDU canadiense, moderadas
con agua pesada, que son precisamente del tipo de nuestras centrales
nucleares.
El
activista antinuclear cordobés, Cristian Basualdo, rememora una
dolorosa verdad reconocida en los estudios previos a la construcción
de la central Embalse, la evaluación radiosanitaria del año 1979
decía: “Los efluentes radiactivos líquidos serán eliminados a
las aguas del lago Embalse diluídos con el agua de refrigeración de
la central”.
Y
en la página 199 del Informe de Impacto Ambiental (EIA) de la
extensión de vida de la Central Nuclear Embalse, dice textualmente:
“Durante la operación de la CNE se generan una serie de
radionucleídos como resultado de la reacción de fisión y
activación de sustancias contenidas en el medio refrigerante, en los
materiales estructurales y en el aire que circula en la proximidad de
los campos neutrónicos. Estas emisiones, a efectos de comparación y
conforme a sus características, se agrupan en gases nobles,
aerosoles, tritio, yodo y emisores gamma, según se trate de
efluentes gaseosos o líquidos. Parte de esos elementos radiactivos
llegan al ambiente exterior mediante emisiones controladas y
monitoreadas, a efectos de precisar la actividad descargada de cada
uno de ellos”.
Entonces,
si la Central Nuclear Embalse posee una tecnología similar a la de
Atucha II ¿por qué NASA afirma con tanta seguridad que el vapor del
circuito de condensación “no posee ningún tipo de radiación
contaminante”?
Nuestra
respuesta es porque sencillamente quieren ocultar la incómoda verdad
de que las centrales nucleares argentinas realizan emisiones
radiactivas en forma rutinaria y que esas emisiones tienen picos de
aumento ante cada falla, cada fuga e incidente, como el ocurrido el
14 de julio pasado en Lima.
Numerosos
informes oficiales alrededor del mundo reconocen el aumento de casos
de leucemia y cánceres en general en cercanías de las plantas
nucleares que se encuentran funcionando “normalmente”.
Tal
el caso del “Informe Gardner”, encargado por el gobierno
británico en la década de los años ochenta, que descubrió que
todos los trabajadores de la planta que eran padres habían
transmitido a sus hijos un riesgo adicional de dos veces y media de
adquirir leucemia, o el estudio publicado en diciembre de 2007 en
Alemania por KiKK (Kinderkrebs in der Umgebung von KernKraftwerken)
que halló un aumento del 120 % de leucemia en niños menores de 5
años que viven dentro de los 5 km de todas las centrales nucleares
de Alemania.
En
Argentina no existen estudios epidemiológicos independientes ni
oficiales sobre el impacto en la salud de la población circundante a
las tres plantas nucleares presentes en nuestro país. Una deuda
enorme del Estado nacional que debería ser encarada con urgencia. La
población merece saber que sucede.
A
nuestro entender, la continuidad del plan nuclear argentino -incluido
el cierre de las centrales nucleares- debería someterse a un
plebiscito nacional, independiente de cualquier contienda electoral.
Las centrales nucleares de Atucha y Embalse, son la caja de Pandora
abierta para accidentes de la magnitud de Chernobyl. El país entero
está en riesgo. La decisión debería ser de tod@s l@s argentinos.
Pablo
Lada, Movimiento Antinuclear del Chubut
Fuente:
Pablo Lada, Refutando la aclaración de Nucleoeléctrica, 22 julio 2019, Movimiento Antinuclear del Chubut. Consultado 22 julio 2019.
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