En
la época del accidente había disposiciones separadas para responder
a las emergencias nucleares y desastres naturales.
por
Noemí Graciela Maldonado
En
enero de 2017 se expusieron en la 16a Conferencia Mundial de
Ingeniería Sísmica los resultados encontrados por la IAEA
(Organización Internacional de Energía Atómica) con motivo del
accidente nuclear generado después del terremoto de Japón de 2011.
En
ese cónclave se formularon diversas recomendaciones, elaboradas por
180 especialistas, a los países que mantienen plantas de energía
nuclear emplazadas en zonas de alto riesgo sísmico. También en el
mismo evento se presentó lo hecho en Argentina a partir de estos
resultados.
Episodios
simultáneos
El
movimiento sísmico del 11 de marzo de 2011 en Japón ha dejado
importantes enseñanzas en el tema de riesgos y ha puesto en
evidencia que se pueden producir sucesos simultáneos, en algunos
casos generados por la naturaleza o indirectamente por el hombre. El
concepto de evento extremo en una instalación nuclear corresponde a
uno de muy baja frecuencia anual de ocurrencia (típicamente 10-4 en
un periodo de recurrencia de 10.000 años) y con un alto impacto de
sus consecuencias sobre la gente y el ambiente.
En
Fukushima se produjo una serie de eventos extremos externos a la
central nuclear: un terremoto M=9, el tsunami generado por el
terremoto, la inundación del sitio de la central nuclear y la
pérdida del suministro de energía externa. Al no disponer de una
fuente de alimentación de emergencia interna o externa de corriente
la central nuclear se apagó, pero al no contar con agua de
refrigeración disponible, el combustible nuclear se fundió y tres
vasijas de contención se fracturaron, generando explosiones de
hidrógeno y contaminación nuclear al medio ambiente y al mar. Al
accidente nuclear se sumaron los efectos de las réplicas del
terremoto y un tifón.
Protecciones
que faltaron
¿Por
qué sucedió? Primeramente porque el riesgo de tsunami fue
subestimado en el diseño original y aunque se venían realizado
nuevas evaluaciones desde 2002, las protecciones no se implementaron.
El peligro sísmico y las olas de tsunami de 5 metros, se habían
evaluado sobre la base de los registros sísmicos históricos y de
los datos sobre tsunamis recientes en el país asiático. En esta
evaluación originaria no se tuvieron suficientemente en cuenta
criterios tectónico-geológicos y no se realizó ninguna revaluación
de dichos criterios. La Fosa de Japón es una zona de subducción con
terremotos frecuentes de magnitud M=8 pero los científicos japoneses
no consideraban creíble que se pudiera producir un terremoto de M=9
frente a la costa de la prefectura de Fukushima. Sin embargo, en
diferentes zonas del mundo con entornos tectónicos parecidos, se
habían registrado terremotos de magnitudes de ese orden o superiores
en los decenios precedentes. Por ello la seguridad de las centrales
nucleares debe revaluarse periódicamente para tener en cuenta los
adelantos en los conocimientos, y las medidas correctivas o
compensatorias necesarias que deben adoptarse con prontitud.
El
programa de evaluación de la experiencia operativa en la central
nuclear accidentada no condujo a cambios en el diseño que tuvieran
en cuenta la experiencia internacional en relación con las
inundaciones (olas de 14 metros). La inundación resultante del
tsunami inutilizó simultáneamente los tres primeros niveles de
protección de la defensa en profundidad, lo que provocó fallos de
causa común de los equipos y sistemas. Incluso en esta situación
los operadores fueron capaces de aplicar estrategias de mitigación
eficaces, aunque con retraso.
Falla
de capacitación
Además,
los requisitos impuestos por el órgano regulador para que las
entidades explotadoras tuvieran en cuenta la posibilidad de que se
produjeran accidentes severos eran limitados. Los operadores no
estaban plenamente preparados para la pérdida del suministro
eléctrico en múltiples unidades y la pérdida de la refrigeración
causada por el tsunami. Aunque la Tepco (Tokyo Electric Power
Company) había elaborado directrices para la gestión de accidentes
severos, estas directrices no abarcaban la combinación improbable de
sucesos. Así pues, los operadores no habían recibido la
capacitación adecuada, ni participaron en ejercicios pertinentes de
simulación de incidentes severos, y el equipo de que disponían no
era apropiado en las condiciones degradadas de la central.
En
la época del accidente, había disposiciones separadas para
responder a las emergencias nucleares y desastres naturales a nivel
nacional y local pero no existían disposiciones coordinadas para
responder cuando se produjeran simultáneamente.
Respecto
a la población las disposiciones vigentes antes del accidente
incluían criterios para la emisión de la orden de permanecer en
espacios interiores, la evacuación y el bloqueo de la tiroides con
yodo, expresados en términos de dosis proyectadas, pero no de
cantidades mensurables y no había criterios para la reubicación de
los habitantes.
Las
medidas adoptadas para proteger a la población durante el accidente
incluyeron la evacuación con radio de 2 kilómetros desde la
central. Se inició a la tarde del 11 de marzo, se amplió a 3, 10 y
20 kilómetros al atardecer del día siguiente y hasta 30 kilómetros
el 15 de marzo. La administración de yodo estable no se aplicó de
manera uniforme, por falta de disposiciones pormenorizadas y hubo
grandes dificultades para sacar a los pacientes de los hospitales y
las residencias geriátricas situados dentro de la zona de evacuación
de 20 kilómetros.
En
caso de emisión accidental de sustancias radiactivas al medio
ambiente, es preciso cuantificar y caracterizar sin demora la
cantidad y composición de la emisión. Cuando se trata de emisiones
importantes, se requiere un programa amplio y coordinado de
monitorización ambiental a largo plazo para determinar la naturaleza
y el alcance de los efectos radiológicos en el medio ambiente a
nivel local, regional y mundial. Es de gran importancia estabilizar
el emplazamiento y preparativos para la clausura de la central, la
gestión del material contaminado y desechos radiactivos y la
restauración de zonas afectadas por el accidente fuera de la
central, con integración de las partes interesadas para la
recuperación, tarea que llevará más de 30 años.
Contramedidas
En
setiembre de 2012 se estableció a la IAEA como la Autoridad de
Reglamentación Nuclear (ARN) que formuló nueva reglamentación para
las centrales nucleares con el fin de proteger a las personas y el
medio ambiente. Estas reglamentaciones reforzaron las contramedidas
para prevenir la pérdida simultánea de todas las funciones de
seguridad debido a una causa común, incluida la revaluación de los
efectos de sucesos externos tales como terremotos y tsunamis. También
se introdujeron contramedidas nuevas en la respuesta a accidentes
severos para evitar daños al núcleo y a la vasija de contención y
la difusión de material radiactivo.
Si
bien Argentina figura en la bibliografía atómica mundial con el
primer y único accidente nuclear de Sudamérica en 1983, la ARN ha
realizado los estudios para determinar los márgenes de seguridad de
todas las centrales nucleares argentinas teniendo en cuenta los
eventos iniciantes concebibles, pérdidas de funciones de seguridad,
aspectos relacionados a la gestión de accidentes severos y manejo
interno de las emergencias.
Noemí Graciela Maldonado es doctora ingeniera UTN-Fac. Regional Mendoza
Fuentes:
Noemí Graciela Maldonado, Medio ambiente: enseñanzas del accidente nuclear de Fukushima, 6 julio 2019,Los Andes.
La obra de arte que ilustra esta entrada es "The Great Wave of Fukushima", del artista Matthew Costello.
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