En
el Corredor Seco Centroamericano, las comunidades se enfrentan a
condiciones meteorológicas cada vez más extremas. En Nicaragua, el
país más pobre de la región, los pequeños agricultores luchan por
la supervivencia.
por
Lise Josefsen Hermann
El
aire es seco y el calor intenso en el pueblo de La Grecia, al
noroeste de Nicaragua. La temperatura es un poco más fresca dentro
de la modesta casa de ladrillo rojo, donde Blanca Landero Betarco
muestra su pequeña cosecha de frijoles rojos.
La
mujer de 60 años vive de la agricultura de subsistencia, al igual
que lo hicieron sus padres, y anteriormente sus abuelos, cultivando
frijoles, arroz, maíz y trigo. Pero en los últimos años el país
ya no produce lo necesario para vivir.
"No
sé cuántos años más podré sobrevivir en esta tierra, en estas
condiciones, quién sabe, puede que acabe muriéndome de hambre”,
lamenta Betarco en entrevista con DW. "Eso es lo que esta tierra
podría depararnos: la muerte”, anuncia.
La
Grecia se encuentra en la región de Chinandega y forma parte del
Corredor Seco Centroamericano, una franja de territorio que se
extiende a lo largo de la costa del Pacífico de América Central, a
través de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua.
Cuando
El Niño la azotó entre 2014 y 2016, la sequía causó enormes
pérdidas de cosechas a lo largo de todo el Corredor Seco. Betarco y
su familia lograron sobrevivir con el poco dinero que dos de sus
cuatro hijos ganaron trabajando en una fábrica local, pero el hambre
se convirtió en una realidad cotidiana.
"Perdimos
todo durante esos años, toda nuestra cosecha de frijoles, arroz y
maíz”, cuenta. "A veces nos saltábamos una o dos comidas
para que los alimentos duraran más. No sé cómo nos las arreglamos
para sobrevivir”, explica. Para algunos, la vida en la aldea se
volvió insostenible. "Hubo quien murió de hambre y quien
adelgazó mucho”, dice. "Esos años fueron muy duros. Mucha
gente tuvo que emigrar a Costa Rica, Panamá y España”, cuenta.
Migración
nicaragüense
En
2016, según la ONG local, Centro Humboldt, en Nicaragua se perdieron
el 90 por ciento de las cosechas de maíz y el 60 por ciento de las
de frijol. Otra ONG, Germanwatch, mientras tanto, clasifica a
Nicaragua entre los países más vulnerables al cambio climático.
Las precipitaciones en el país más pobre de América Central son
cada vez más irregulares.
"Las
condiciones para la producción agrícola en el Corredor Seco ya no
son adecuadas debido al cambio climático”, dice Víctor Campos,
director del Centro Humboldt. "Eso conduce a una escasez de
alimentos, y si no hay otro tipo de ingresos disponibles para las
familias, finalmente a la hambruna”.
Según
ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, más de 55.500
personas han huido de Nicaragua hacia la vecina Costa Rica durante el
último año. Los disturbios políticos son citados como la principal
causa de la migración, pero el cambio climático es cada vez más
reconocido por organizaciones internacionales como las Naciones
Unidas como un factor de fuga en América Central.
Tania
Guillén, científica nicaragüense del Centro de Servicios
Climáticos de Alemania, también ve una relación entre la pérdida
de cosechas de los pequeños agricultores y la migración. La crisis
alimentaria podría ser "un factor decisivo para que la gente se
vea obligada a emigrar a otros países”.
Apoyo
con transferencias bancarias extranjeras
El
hijo de 25 años de Betarco, Norlan Alberto Martínez Silvia, también
abandonó su casa debido a la prolongada sequía extrema. No veía
futuro para sí mismo en Nicaragua. Ahora trabaja como guardia de
seguridad en una escuela privada en Cartago, no lejos de San José,
la capital de Costa Rica. Su turno de noche termina a las seis de la
mañana. "Vine a Costa Rica en busca de mejores condiciones
económicas. Antes trabajaba con mi madre, pero eso no nos permitía
ganar lo suficiente para alimentarnos bien”, cuenta.
Ahora
puede contribuir más a los ingresos de su familia. Su salario en la
planta procesadora de alimentos era de unos 177 euros (200 dólares)
al mes. En Costa Rica gana 532 euros (600 dólares) y envía la mitad
a su madre. Para Betarco fue dura la marcha de su hijo, pero el
dinero que le transfiere cada mes es esencial: "me envía dinero
para poder sobrevivir”.
Luchando
por adaptarse
El
Corredor Seco tocó fondo con El Niño, pero los años posteriores
tampoco fueron fáciles. Las últimas investigaciones del Centro
Humboldt indican que las temperaturas están aumentando y es probable
que lleguen a niveles extremos con una frecuencia cada vez mayor.
Betarco
puede confirmarlo. Sus dos últimas cosechas apenas han sido mejores
que las de 2016. Teme que los daños ambientales puedan ser
permanentes: "Una vez tuvimos un gran y hermoso río en
Chinandega. Pero hoy ya no hay río, sino más bien un charco”.
Además, la escasez de agua potable le dificulta cada vez más el
cuidado de sus animales.
A
pesar de los ríos casi secos, las inundaciones son cada vez más
frecuentes en todo el Corredor Seco. Hace diez años, llovía el
doble de días al año que hoy. Pero el exceso de precipitaciones en
un corto período de tiempo es un problema importante. En mayo de
este año, por ejemplo, en tan solo cinco días llovió tanto como en
todo un año. Como consecuencia, es muy probable que se pierda la
primera cosecha del año, según los expertos de Centro Humboldt.
Esta
incertidumbre es uno de los mayores desafíos para los pequeños
agricultores como Betarco. No pueden planificar cuándo sembrar, ya
que las plantas no pueden prosperar en suelos demasiado áridos o
húmedos. "El cambio climático ha afectado gravemente a nuestra
producción. Hoy está lloviendo, pero mañana no. Y luego hace
demasiado calor”.
Blanca
Landero Betarco ha medido los niveles de lluvia todos los día desde
2016, mediante un pluviómetro, un instrumento que se emplea para la
recogida y medición de las precipitaciones. Presta mucha atención
al comienzo de la temporada de lluvias y mide el suelo para
determinar cuándo será mejor realizar la siembra. Con ello cree
estar mejor preparada contra la incertidumbre. Sin embargo, con el
pronóstico de las condiciones para el próximo año, que no parece
bueno, solo cabe esperar que la cosecha supere las expectativas:
"todavía tenemos que esperar y ver lo que nos depara este año”.
(ar/cp)
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Fuente:
Lise Josefsen Hermann, Entre inundaciones y sequías: pequeños agricultores de Nicaragua afrontan el futuro con preocupación, 11 junio 2019, Deutsche Welle.
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