sábado, 4 de mayo de 2019

Reduciendo los desperdicios de alimentos por un clima mejor

Un tercio de todos los alimentos termina en la basura, especialmente en los países industrializados. Esto no solo desperdicia recursos valiosos, sino que también daña gravemente el clima. Pero, ¿qué alternativas existen?

por Kerstin Palme

Es sábado a mediodía y la panadería Falland, al sur de Leipzig, está a punto de cerrar. Llueve a cántaros y Jonas Korn ha venido a rescatar productos horneados antes de que acaben en el cubo de la basura. La vendedora ha alineado cinco bandejas de hornear con pasteles, donuts y rebanadas de fruta en un largo mostrador en la zona de la entrada. Detrás de ella, están apiladas diez cajas con panecillos, croissants y panes. "Si pusiéramos todo esto en un cubo de basura, se llenaría y contendría 120 litros de desechos”, reflexiona en voz alta el estudiante de 26 años.

Para asegurarse de que los productos de panadería sobrantes se distribuyan de forma eficiente, en lugar de acabar en la basura, Jonas ha venido con tres compañeras de campaña de la organización "Foodsharing” (Compartiendo alimentos). La plataforma online conecta a más de 50.000 rescatadores de alimentos con empresas que quieren regalar sus alimentos sobrantes, en lugar de tirarlos a la basura.

Los desperdicios alimentarios fomentan el cambio climático

"Según las estimaciones de 2011, un tercio de todos los alimentos producidos en el mundo terminan en la basura”, cuenta Rosa Rolle, líder del proyecto que se ocupa de la pérdida y desperdicio de alimentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés). Esto equivale a 1.300 millones de toneladas de alimentos al año que no se consumen. La FAO estima que colectivamente estos residuos alimentarios tienen una huella de CO2 de 3,6 gigatoneladas de dióxido de carbono. Estas cifras no incluyen las emisiones de CO2 producidas por la tala de bosques para la cría de animales o para el cultivo de soja y palma aceitera. Si la producción de alimentos fuera un país, sería el tercer emisor de CO2 más grande del mundo después de los Estados Unidos y China.

Los que tienen mucho, tiran mucho

La mayor parte de los desperdicios de alimentos son producidos por los países industrializados de altos ingresos. Según las estimaciones de la FAO, los europeos tiran unos 95 kilogramos de alimentos per cápita al año. En los países africanos de bajos ingresos, al sur del Sahara, la cifra es de tan solo 6 kilogramos.

Algunos grupos de alimentos consumen más recursos que otros. La carne es el peor ejemplo para el clima. Sobre todo porque el ganado y otros rumiantes generan grandes cantidades de metano, un gas de efecto invernadero que es 25 veces más dañino para el clima que el CO2. En el caso de las vacas, son varios cientos de litros de gas al día. Como resultado, se liberan aproximadamente 13 kilogramos de CO2 por kilogramo de carne de vacuno, según la organización ecologista Greenpeace. En comparación, para la producción de una barra de pan integral se liberan solo 0,75 kilogramos de CO2.

La carne que se tira es, por lo tanto, mucho más contaminante desde el punto de vista medioambiental que la mayoría de los demás alimentos vegetales, sobre todo, porque el 20 por ciento de la carne y de las salchichas que se producen terminan en la basura. Eso equivale a 75 millones de vacas al año, según la FAO.

¿Qué hacer con las montañas de residuos de alimentos?

"A pesar de algunos progresos y de las buenas iniciativas de redistribución, demasiados alimentos terminan en vertederos de basura, liberando aún más gases a la atmósfera, que son nocivos para el clima”, explica Rolle. Independientemente de si es pan o carne lo que termina en los vertederos, sigue contribuyendo al cambio climático, ya que los residuos orgánicos se pudren allí y liberan gas metano que daña el clima.

"En la Unión Europea, por ejemplo, este sigue siendo el caso de la pequeña isla de Malta”, afirma Stefanie Siebert, de la Red Europea de Compostaje (ECN, por sus siglas en inglés), una asociación de empresas europeas del sector de los biorresiduos. Los gases de metano de los vertederos pueden ser capturados y utilizados para generar electricidad, pero esto solo es posible cuando el vertedero es un recinto cerrado. "Mientras los residuos sigan siendo transportados al vertedero, los gases que dañan el clima escapan a la atmósfera sin impedimentos”, dice. Entonces, ¿cuáles son las alternativas?

Alimentos como materia prima para generar electricidad verde

"Tenemos que tratar de evitar, sobre todo, el desperdicio de alimentos”, dice Siebert. Pero, en última instancia, el reciclaje ecológico de los residuos de alimentos debe producirse no solo entre las personas, sino también a nivel industrial. Esto puede ocurrir, por ejemplo, en las plantas de biogás. En este caso, el gas producido por la descomposición de los residuos alimentarios puede utilizarse de forma mucho más eficaz que en el vertedero. La electricidad y el calor se generan de forma continua, y esto se puede emplear para alimentar la red en función del sistema.

Lo que sobra es el producto de la fermentación: "este producto residual de las plantas de biogás es muy líquido”, explica Siebert. Junto con materiales de madera, puede ser utilizada para hacer un compost de alta calidad. Pero hasta ahora, solo el 17 por ciento de los residuos orgánicos de la UE son compostados o fermentados.

El futuro de nuestros residuos alimentarios

Este también es el caso de Leipzig, entre otros, pero para Jonas Korn y sus tres compañeras no es razón para desperdiciar comida. "Entonces se podría incluso tirar todo el supermercado a la planta de biogás”, bromea Korn. Los cuatro transportan bolsas llenas fuera de la pequeña panadería. "Yo misma como algunas de las cosas y el resto las distribuyo entre mi círculo de amigos y conocidos”, dice Carolina, una joven que también ha estado empaquetando sigilosamente. Pero Korn subraya que son las instituciones sociales las que deben liderar el camino.

Korn comprueba de nuevo para ver si todas las bolsas están bien aseguradas en el remolque de la bicicleta. La lluvia no ha cesado. "Espero que no se mojen”, dice brevemente y se aleja en bicicleta.

(ar/er)

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Fuente:
Kerstin Palme, Reduciendo los desperdicios de alimentos por un clima mejor, 23 abril 2019, Deutsche Welle. Consultado 4 mayo 2019.

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