Un
tercio de todos los alimentos termina en la basura, especialmente en
los países industrializados. Esto no solo desperdicia recursos
valiosos, sino que también daña gravemente el clima. Pero, ¿qué
alternativas existen?
por
Kerstin Palme
Es
sábado a mediodía y la panadería Falland, al sur de Leipzig, está
a punto de cerrar. Llueve a cántaros y Jonas Korn ha venido a
rescatar productos horneados antes de que acaben en el cubo de la
basura. La vendedora ha alineado cinco bandejas de hornear con
pasteles, donuts y rebanadas de fruta en un largo mostrador en la
zona de la entrada. Detrás de ella, están apiladas diez cajas con
panecillos, croissants y panes. "Si pusiéramos todo esto en un
cubo de basura, se llenaría y contendría 120 litros de desechos”,
reflexiona en voz alta el estudiante de 26 años.
Para
asegurarse de que los productos de panadería sobrantes se
distribuyan de forma eficiente, en lugar de acabar en la basura,
Jonas ha venido con tres compañeras de campaña de la organización
"Foodsharing” (Compartiendo alimentos). La plataforma online
conecta a más de 50.000 rescatadores de alimentos con empresas que
quieren regalar sus alimentos sobrantes, en lugar de tirarlos a la
basura.
Los
desperdicios alimentarios fomentan el cambio climático
"Según
las estimaciones de 2011, un tercio de todos los alimentos producidos
en el mundo terminan en la basura”, cuenta Rosa Rolle, líder del
proyecto que se ocupa de la pérdida y desperdicio de alimentos de la
Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la
Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés). Esto equivale a 1.300
millones de toneladas de alimentos al año que no se consumen. La FAO
estima que colectivamente estos residuos alimentarios tienen una
huella de CO2 de 3,6 gigatoneladas de dióxido de carbono. Estas
cifras no incluyen las emisiones de CO2 producidas por la tala de
bosques para la cría de animales o para el cultivo de soja y palma
aceitera. Si la producción de alimentos fuera un país, sería el
tercer emisor de CO2 más grande del mundo después de los Estados
Unidos y China.
Los
que tienen mucho, tiran mucho
La
mayor parte de los desperdicios de alimentos son producidos por los
países industrializados de altos ingresos. Según las estimaciones
de la FAO, los europeos tiran unos 95 kilogramos de alimentos per
cápita al año. En los países africanos de bajos ingresos, al sur
del Sahara, la cifra es de tan solo 6 kilogramos.
Algunos
grupos de alimentos consumen más recursos que otros. La carne es el
peor ejemplo para el clima. Sobre todo porque el ganado y otros
rumiantes generan grandes cantidades de metano, un gas de efecto
invernadero que es 25 veces más dañino para el clima que el CO2. En
el caso de las vacas, son varios cientos de litros de gas al día.
Como resultado, se liberan aproximadamente 13 kilogramos de CO2 por
kilogramo de carne de vacuno, según la organización ecologista
Greenpeace. En comparación, para la producción de una barra de pan
integral se liberan solo 0,75 kilogramos de CO2.
La
carne que se tira es, por lo tanto, mucho más contaminante desde el
punto de vista medioambiental que la mayoría de los demás alimentos
vegetales, sobre todo, porque el 20 por ciento de la carne y de las
salchichas que se producen terminan en la basura. Eso equivale a 75
millones de vacas al año, según la FAO.
¿Qué
hacer con las montañas de residuos de alimentos?
"A
pesar de algunos progresos y de las buenas iniciativas de
redistribución, demasiados alimentos terminan en vertederos de
basura, liberando aún más gases a la atmósfera, que son nocivos
para el clima”, explica Rolle. Independientemente de si es pan o
carne lo que termina en los vertederos, sigue contribuyendo al cambio
climático, ya que los residuos orgánicos se pudren allí y liberan
gas metano que daña el clima.
"En
la Unión Europea, por ejemplo, este sigue siendo el caso de la
pequeña isla de Malta”, afirma Stefanie Siebert, de la Red Europea
de Compostaje (ECN, por sus siglas en inglés), una asociación de
empresas europeas del sector de los biorresiduos. Los gases de metano
de los vertederos pueden ser capturados y utilizados para generar
electricidad, pero esto solo es posible cuando el vertedero es un
recinto cerrado. "Mientras los residuos sigan siendo
transportados al vertedero, los gases que dañan el clima escapan a
la atmósfera sin impedimentos”, dice. Entonces, ¿cuáles son las
alternativas?
Alimentos
como materia prima para generar electricidad verde
"Tenemos
que tratar de evitar, sobre todo, el desperdicio de alimentos”,
dice Siebert. Pero, en última instancia, el reciclaje ecológico de
los residuos de alimentos debe producirse no solo entre las personas,
sino también a nivel industrial. Esto puede ocurrir, por ejemplo, en
las plantas de biogás. En este caso, el gas producido por la
descomposición de los residuos alimentarios puede utilizarse de
forma mucho más eficaz que en el vertedero. La electricidad y el
calor se generan de forma continua, y esto se puede emplear para
alimentar la red en función del sistema.
Lo
que sobra es el producto de la fermentación: "este producto
residual de las plantas de biogás es muy líquido”, explica
Siebert. Junto con materiales de madera, puede ser utilizada para
hacer un compost de alta calidad. Pero hasta ahora, solo el 17 por
ciento de los residuos orgánicos de la UE son compostados o
fermentados.
El
futuro de nuestros residuos alimentarios
Este
también es el caso de Leipzig, entre otros, pero para Jonas Korn y
sus tres compañeras no es razón para desperdiciar comida. "Entonces
se podría incluso tirar todo el supermercado a la planta de biogás”,
bromea Korn. Los cuatro transportan bolsas llenas fuera de la pequeña
panadería. "Yo misma como algunas de las cosas y el resto las
distribuyo entre mi círculo de amigos y conocidos”, dice Carolina,
una joven que también ha estado empaquetando sigilosamente. Pero
Korn subraya que son las instituciones sociales las que deben liderar
el camino.
Korn
comprueba de nuevo para ver si todas las bolsas están bien
aseguradas en el remolque de la bicicleta. La lluvia no ha cesado.
"Espero que no se mojen”, dice brevemente y se aleja en
bicicleta.
(ar/er)
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Fuente:
Kerstin Palme, Reduciendo los desperdicios de alimentos por un clima mejor, 23 abril 2019, Deutsche Welle. Consultado 4 mayo 2019.
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