El fuego ha derribado la emblemática aguja del templo, construido entre los siglos XII y XIV.
por Marc Bassets
Era el final de
un día despejado, la hora en que los parisienses regresaban a casa
tras la jornada laboral o se agolpaban en los cafés, y los turistas
disfrutaban de la primavera de París, cuando estalló un incendio que quedará grabado en la historia gloriosa y trágica de esta
ciudad. El fuego devastó ayer la catedral de Notre Dame, símbolo de
la capital francesa, Patrimonio Mundial de la Unesco y uno de los
monumentos más visitados del mundo. La aguja y el techo se hundieron. Llegó a temerse un desastre total, pero hacia las 23.00
los bomberos aseguraron que la estructura y las torres estaban a
salvo. Nuestra Señora de París había sobrevivido a la destrucción,
pero reparar los destrozos puede llevar años.
Quienes a esa hora paseaban por las calles y millones de personas en todo el mundo
asistieron alucinados en vivo, o por televisión, en sus ordenadores
o móviles a la destrucción del edificio más conocido de la ciudad
junto a la Torre Eiffel, nueve siglos de piedras bajo las llamas que
todo lo devoran y que dejarán una herida que tardará en repararse.
Cerca de la
medianoche, cuando el fuego parecía controlado, el presidente
francés, Emmanuel Macron, acudió por segunda vez ayer al pie de la
catedral, y declaró: “Se ha evitado lo peor, aunque la batalla no
se ha ganado del todo”. “Gracias a la valentía [de los bomberos]
se han salvado las torres y la fachada”, añadió, antes de
anunciar una colecta nacional e internacional para la reconstrucción:
“Reconstruiremos Notre Dame, porque es lo que los franceses
esperan, lo que nuestra historia merece, nuestro destino profundo”.
El incendio se declaró hacia las 18.50. Su origen se encuentra en las obras de
renovación que se realizaban en el viejo templo, según las primeras
informaciones oficiales. Los turistas de la zona fueron desalojados.
Los obreros que trabajan en la restauración del edificio no se
hallaban en aquel momento. La Fiscalía de París ha abierto una
investigación por destrucción involuntaria por incendio. La
ausencia de víctimas mortales -solo un bombero sufrió heridas
graves en las operaciones de rescate- es la única buena noticia de
la noche de fuego y cenizas en la isla de la Cité, en el Sena, en el
corazón de la capital, el lugar al que ningún visitante puede dejar
de acudir, punto de encuentro entre las dos riberas de París,
kilómetro cero de Francia, epicentro de una urbe vibrante golpeada
en años recientes por atentados sangrientos, pero nunca por una
destrucción del patrimonio que puede recordar a los incendios de los
teatros del Liceo en Barcelona en 1994 y La Fenice en Venecia dos años después.
“Todo está
ardiendo. De la estructura, que data del siglo XIX por un lado y del
XIII por otro, no quedará nada”, dijo tras declararse el siniestro
André Finot, portavoz de Notre Dame, a la agencia France Presse.
“Está ardiendo un gran lugar de la fe católica”, señaló un
portavoz del arzobispado. “Mis colegas intentarán entrar dentro,
pero el objetivo es no perder hombres”, destacó un bombero, citado
por el mismo medio.
Cuando la aguja y el techo de Notre Dame se derrumbaron, cerca de una hora después de
que saltasen las primeras llamas y del tejado saliese una humareda
visible desde buena parte de la ciudad, lo que se hundió fue más
que una vieja iglesia gótica. Construida entre los siglos XII y XIV,
emblema del catolicismo francés y atracción turística que recibe
unos 13 millones de visitantes anuales, en sus naves se resumía una parte de la historia de París y Francia.
Era lo más
arcaico que quedaba hecho cenizas y, a la vez, ante las miradas de
todo el planeta, que seguía segundo a segundo el incendio como un
espectáculo siniestro en tiempo real. Una versión actualizada y,
por fortuna, sin la devastación humana de los ataques terroristas de
2001 en Nueva York. Unos 400 bomberos participaron en las tareas de
extinción. La isla de la Cité fue parcialmente evacuada.
Mensajes de
aliento
Macron anuló un discurso solemne que tenía previsto pronunciar anoche y se desplazó
hasta el lugar de los hechos. La canciller alemana, Angela Merkel,
lamentó la destrucción de “un símbolo de Francia y de la cultura
europea”, mientras que el presidente del Gobierno español, Pedro
Sánchez, manifestó su consternación ante tamaño desastre. La Casa
del Rey publicó un mensaje en su cuenta en Twitter: “El pueblo
francés la reconstruirá, la levantará de nuevo. Y estaremos ahí,
el mundo entero está y estará con Francia. La catedral de Notre
Dame resurgirá de sus cenizas”.
El presidente de
Estados Unidos, Donald Trump, propuso en un mensaje en esa misma red social
apagar el incendio desde el aire. La Seguridad Civil francesa precisó
que era peligroso lanzar agua desde un helicóptero o un avión, pues
la intensidad y la baja altura podría debilitar la estructura y
provocar daños colaterales en los edificios de los alrededores.
“No estamos
seguros de poder contener la propagación a la torre norte. Si se
derrumba, les dejo imaginar la importancia de los daños”, declaró
a los periodistas Jean-Claude Gallet, comandante de la brigada de
bomberos de París. Más tarde, volvió a comparecer para anunciar
que las torres se hallaban a salvo y que la prioridad era rescatar el
máximo de obras de arte.
El fuego todavía
no estaba apagado cuando se escucharon los primeros llamamientos para
la reconstrucción se evocaba la destrucción -esta bajo el fuego y
las bombas- de otra gran catedral francesa: la de Reims, al principio
de la I Guerra Mundial. Su reedificación fue una gran causa nacional
en el periodo de entreguerras, porque era un símbolo bélico,
patriótico y religioso. El de Notre Dame es un símbolo de la irradiación global de París y también de un país que, pese a
laicidad que es una parte constitutiva de la identidad nacional,
sigue teniendo en su menguante catolicismo un fundamento de su
identidad cultural. Fue bajo el reino de Luis VII, en 1163, que se
puso la primera piedra de Norte Dame.
Notre Dame, que
es propiedad del Estado francés, trascendió hace tiempo su carácter
religioso. Hoy es un icono de la cultura popular, inseparable del
perfil urbano de la capital, el skyline, si esta palabra inglesa
pudiese aplicarse a esta ciudad casi sin rascacielos ni edificios
modernos. La reconstrucción empieza hoy, y la asignación de
responsabilidades, también.
Al caer la noche,
el fuego todavía iluminaba el edificio. El 15 de abril de 2019, un
imborrable lunes de fuego y ceniza en el corazón de París y de
Europa.
Fuente:
Marc Bassets, Grave incendio en la catedral de Notre Dame de París, joya del gótico europeo, 16/04/19, El País.
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