Hoy hace 33 años la explosión de Chernobyl, en la entonces Unión Soviética, sacudía al mundo entero. En el considerado el peor accidente industrial y medioambiental de la historia. La explosión del reactor nuclear, ocurrida un 26 de abril de 1986, causó la muerte instantánea de 50 personas, pero miles de habitantes del este de Europa están desde entonces afectados de cánceres causados por exposición a la radiación.
por Patricia
Ynestroza
Ciudad del Vaticano
Ciudad del Vaticano
Según
cálculos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de
nueve mil personas en todo el mundo morirán, eventualmente, de
cánceres causados por la radiación de Chernobyl.
Según
Nacho Narváez, de PastoralSJ, ese día, sacudió la explosión a los
“50 mil habitantes de Prípiat, construida en 1970, nació junto a
la central nuclear 'Lenin' para albergar a los constructores,
trabajadores e ingenieros de ésta. Era una ciudad joven: la edad
media era de 26 años. La natalidad era altísima, casi 1000 niños
nacían cada año. La ciudad contaba entonces con un cine, un hotel,
gimnasios, piscinas y varios restaurantes, un verdadero lujo para
cualquier ciudad soviética de la época. Todo limpio, ordenado,
moderno, joven, eficiente. La central nuclear y la ciudad: un éxito
socialista”.
Esa
noche, fueron sacudidos todos por el reactor número 4 de la central
nuclear, que saltaba por los aires. “La radiación equivalente a
500 bombas de Hiroshima estaba convirtiendo el aire en puro veneno. A
la 1:24 de la madrugada lo que pretendía ser una sencilla prueba de
seguridad provocó una explosión que destapó la cubierta de uno de
los reactores de la central. Pocos minutos después comenzaron a
llegar bomberos de toda la región para frenar el desastre. Había
que intentar parar el fuego para que el reactor nº 3 no estallara
también. Horas después consiguieron apagar el fuego. Algunos
bomberos comentaban extrañados que «el aire sabía a metal».
Muchos murieron días después. El resto falleció a lo largo de dos
semanas debido a las enormes dosis de radiación recibidas. Las
entonces autoridades soviéticas, tardaron 36 horas en evacuar a la
población de Prípiat. Hasta tres días y medio duró la evacuación.
Mientras tanto, la población recibía dosis de radiación
tremendamente elevadas.
“Seguidamente,
el gobierno de la URSS convocó a miles de personas para ayudar a
paliar las consecuencias del accidente. Fueron 600.000 personas. Los
llamaron 'liquidadores'. Esa multitud estaba en su mayoría
compuesta de soldados, pero también había muchísimos voluntarios:
médicos, trabajadores, científicos, campesinos, mineros –miles–,
estudiantes, policías, etc. Muchos de ellos iban con la esperanza de
recibir alguna compensación económica o laboral. Otros, la gran
mayoría, llegaron desde toda la Unión Soviética con el único
objetivo de salvar a su país de la catástrofe nuclear. Aseguraron
el edificio del reactor 4, limpiaron el área de basura radiactiva y
construyeron el sarcófago que aún cubre gran parte de la central.
Realizaron un trabajo mortal: hoy día se discute el número de
víctimas, pero se calcula que de las 600.000 personas antes
mencionadas, 60.000 murieron, mientras que 160.000 quedaron inválidas
para siempre”.
Juan
Pablo II: el cierre de Chernobyl «un signo de esperanza»
Catorce
años después de ese desastre humano y ecológico, el gobierno
ucraniano decidió cerrar la central, en virtud de los compromisos
internacionales asumidos en conformidad con el Memorándum de Ottawa
en 1995. Con este motivo, San Juan Pablo II envió un mensaje al
presidente de Ucrania, Leonid Kuchma, en donde le escribió que es
“alentador que su país haya dado un paso significativo hacia la
paz, ofreciendo así a sus conciudadanos del mundo entero un signo de
esperanza para un mundo más seguro y fraterno”.
Según
Zenit, Se han atribuido 3,4 millones de muertes desde 1986 a las
radiaciones, aunque es casi imposible de calcular el número real de
víctimas, pues hay que considerar las «muertes invisibles», dijo
en Roma el día de la noticia, la embajadora de Ucrania ante la Santa
Sede, Nina Kovalska. «Decenas de miles de personas han caído
enfermas tras los efectos de las radiaciones –añadió–. En el
caso de los adultos, se han establecido estas consecuencias, pero
después los niños han sufrido las consecuencias. En Ucrania se
experimenta una elevada mortalidad infantil».
El
Papa Francisco en el Viernes Santo del pasado año dijo que «a pesar
de todas las miserias, las injusticias y la monstruosidad existentes
sobre la tierra, en Jesús se ha inaugurado ya el orden definitivo
del mundo». Como dijo Naváez, la imagen de los 'liquidadores', con
su escasa protección, luchando sin descanso contra la radiación en
un acto casi suicida nos recuerda que, 2000 años después, el amor y
la vida siguen siendo mucho más fuertes que la muerte.
Fuente:
Patricia Ynestroza, 33 aniversario de la explosión de Chernobyl un desastre humano y ecológico, 26 abril 2019, Vatican News.
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