viernes, 29 de marzo de 2019

Los viejos fantasmas nucleares siguen vivos, 40 años después del peor accidente en la historia de Estados Unidos

Un pájaro vuela sobre la planta nuclear de Three Miles Island en Goldsboro, Pensilvania, Estados Unidos, 30 de mayo de 2017. Foto: Carlo Allegri / Reuters.

La falla en la central de Three Mile Island, en Pensilvania, en 1979, obligó a una evacuación masiva. Los habitantes esperan el anunciado cierre de un reactor aún activo.

"Es hora de cerrarlo": 40 años después del peor accidente nuclear en la historia de Estados Unidos, muchos en los alrededores de la central de Three Mile Island, en Pensilvania, esperan ansiosamente el anunciado cierre del reactor aún activo, a pesar de los cientos de empleos amenazados.

John Garver tenía 40 años cuando, el 28 de marzo de 1979, la falla de un mecanismo de enfriamiento de la central nuclear de Three Mile Island (TMI) provocó la fusión parcial del reactor número 2.

Ahora con 80, el ex comerciante aún recuerda el "sabor metálico" en la boca y el inusual "olor" que esa noche flotó en el aire de esta zona montañosa de la costa este estadounidense.

"Nos evacuaron por dos días. Cuando volvimos, nos pidieron quedarnos en casa y cerrar las ventanas y la puerta, como si eso pudiera detener la radiación", relata con una sonrisa tan amarilla como las botas de protección que usó el presidente Jimmy Carter cuando se trasladó al lugar para tranquilizar a la población.

Desde la garita del club náutico que ocupa en Middletown, a orillas del río Susquehanna, este anciano con la cabeza cubierta por una gastada gorra de marinero mira con rencor las torres de refrigeración que, a unos cientos de metros, arrojan al cielo despejado su vapor incansable.

"Yo me opuse a esta planta desde el principio, sigo oponiéndome hoy y espero ver su cierre en vida", suspira. "Este deseo tal vez se me conceda".

Exelon Generation, propietaria de la planta, anunció su cierre para el 30 de septiembre de 2019 por falta de rentabilidad. Pero los legisladores de Pensilvania, 40 % de cuya electricidad proviene de la energía nuclear, planean aprobar un extenso plan de rescate en nombre de la lucha contra las emisiones de CO2 y de los cientos de puestos de trabajo en juego.

A los 58 años, Frank Waple, jefe de operaciones de la sala de control, nunca ha trabajado en ningún otro lugar que la planta de TMI. A su juicio, su cierre tendría un "impacto consecuente en la economía" de las pequeñas ciudades vecinas como Middletown, donde por todos lados se ven carteles en los que se lee: "La energía nuclear alimenta Pensilvania".

"El municipio se queda con una gran cantidad de impuestos de la central, que distribuye el dinero a centros para personas mayores, asociaciones juveniles, bibliotecas, bomberos...", señala este hombre preocupado por ver que Middletown vuelva a ser el "pueblo fantasma" que fue alguna vez.

El cierre definitivo del reactor número 1 equivaldría al fin de su carrera: "Con casi 60 años, no es fácil recuperarse en este negocio", lamenta.

Para su colega más joven Nathan Grove, la jubilación no es una opción. "Soy un padre soltero, por lo que sería difícil para mí ir a trabajar a otro lugar. No puedo alejarme de mi hija, ella es todo para mí", sostiene este electricista de 37 años conteniendo sus emociones.

Por ello, ha decidido "luchar" para "hacer entender a la gente" los beneficios de la energía nuclear, "una de las mejores formas de mantener la pureza del aire". Un razonamiento que la gente "empieza a escuchar", dice, a pesar de la "mala imagen" de la industria nuclear en el país, sobre todo desde el accidente de TMI.

Pocos kilómetros río abajo, en la capital de Pensilvania, Harrisburg, Eric Epstein echa por tierra el argumento social, una "fábula", para el presidente del grupo de monitoreo TMI Alert, que asegura que "la mayoría de los empleados" de la planta "serán transferidos" a otros sitios administrados por Exelon.

Frente al imponente Capitolio de Pensilvania, en el que se decidirá en las próximas semanas el futuro de la planta de TMI, el activista cree que "no tiene sentido querer seguir defendiendo una industria en declive".

"El mundo cambia, la vida continúa", sentencia. "Es una planta vieja que no puede competir (económicamente), es hora de cerrarla y seguir adelante".

En el club náutico de Middletown, John Garver también desearía pasar la página del accidente, que sospecha que fue el origen del cáncer que se llevó a su tía. "Quién sabe", dice con resignación entre dos bocanadas de un cigarrillo.

Pero entre líneas de alta tensión y enormes chimeneas de concreto, aquella oscura noche del 28 de marzo de 1979 parece perseguirlo.

Cuando regresó a su casa a principios de esta semana, la televisión emitía "El síndrome de China", una película sobre un accidente nuclear en una central estadounidense que ocurrió, en la ficción, apenas unas semanas antes del de TMI.
Fuente:
Los viejos fantasmas nucleares siguen vivos, 40 años después del peor accidente en la historia de Estados Unidos, 28/03/19, Clarín / AFP. Consultado 28/03/19.

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