Un pájaro vuela sobre la planta nuclear de Three Miles Island en Goldsboro, Pensilvania, Estados Unidos, 30 de mayo de 2017. Foto: Carlo Allegri / Reuters. |
La falla en la central de Three Mile Island, en Pensilvania, en 1979, obligó a una evacuación masiva. Los habitantes esperan el anunciado cierre de un reactor aún activo.
"Es hora de
cerrarlo": 40 años después del peor accidente nuclear en la
historia de Estados Unidos, muchos en los alrededores de la central
de Three Mile Island, en Pensilvania, esperan ansiosamente el
anunciado cierre del reactor aún activo, a pesar de los cientos de
empleos amenazados.
John Garver tenía
40 años cuando, el 28 de marzo de 1979, la falla de un mecanismo de
enfriamiento de la central nuclear de Three Mile Island (TMI) provocó
la fusión parcial del reactor número 2.
Ahora con 80, el
ex comerciante aún recuerda el "sabor metálico" en la
boca y el inusual "olor" que esa noche flotó en el aire de
esta zona montañosa de la costa este estadounidense.
"Nos
evacuaron por dos días. Cuando volvimos, nos pidieron quedarnos en
casa y cerrar las ventanas y la puerta, como si eso pudiera detener
la radiación", relata con una sonrisa tan amarilla como las
botas de protección que usó el presidente Jimmy Carter cuando se
trasladó al lugar para tranquilizar a la población.
Desde la garita
del club náutico que ocupa en Middletown, a orillas del río
Susquehanna, este anciano con la cabeza cubierta por una gastada
gorra de marinero mira con rencor las torres de refrigeración que, a
unos cientos de metros, arrojan al cielo despejado su vapor
incansable.
"Yo me opuse
a esta planta desde el principio, sigo oponiéndome hoy y espero ver
su cierre en vida", suspira. "Este deseo tal vez se me
conceda".
Exelon
Generation, propietaria de la planta, anunció su cierre para el 30
de septiembre de 2019 por falta de rentabilidad. Pero los
legisladores de Pensilvania, 40 % de cuya electricidad proviene de la
energía nuclear, planean aprobar un extenso plan de rescate en
nombre de la lucha contra las emisiones de CO2 y de los cientos de
puestos de trabajo en juego.
A los 58 años,
Frank Waple, jefe de operaciones de la sala de control, nunca ha
trabajado en ningún otro lugar que la planta de TMI. A su juicio, su
cierre tendría un "impacto consecuente en la economía" de
las pequeñas ciudades vecinas como Middletown, donde por todos lados
se ven carteles en los que se lee: "La energía nuclear alimenta
Pensilvania".
"El
municipio se queda con una gran cantidad de impuestos de la central,
que distribuye el dinero a centros para personas mayores,
asociaciones juveniles, bibliotecas, bomberos...", señala este
hombre preocupado por ver que Middletown vuelva a ser el "pueblo
fantasma" que fue alguna vez.
El cierre
definitivo del reactor número 1 equivaldría al fin de su carrera:
"Con casi 60 años, no es fácil recuperarse en este negocio",
lamenta.
Para su colega
más joven Nathan Grove, la jubilación no es una opción. "Soy
un padre soltero, por lo que sería difícil para mí ir a trabajar a
otro lugar. No puedo alejarme de mi hija, ella es todo para mí",
sostiene este electricista de 37 años conteniendo sus emociones.
Por ello, ha
decidido "luchar" para "hacer entender a la gente"
los beneficios de la energía nuclear, "una de las mejores
formas de mantener la pureza del aire". Un razonamiento que la
gente "empieza a escuchar", dice, a pesar de la "mala
imagen" de la industria nuclear en el país, sobre todo desde el
accidente de TMI.
Pocos kilómetros
río abajo, en la capital de Pensilvania, Harrisburg, Eric Epstein
echa por tierra el argumento social, una "fábula", para el
presidente del grupo de monitoreo TMI Alert, que asegura que "la
mayoría de los empleados" de la planta "serán
transferidos" a otros sitios administrados por Exelon.
Frente al
imponente Capitolio de Pensilvania, en el que se decidirá en las
próximas semanas el futuro de la planta de TMI, el activista cree
que "no tiene sentido querer seguir defendiendo una industria en
declive".
"El mundo
cambia, la vida continúa", sentencia. "Es una planta vieja
que no puede competir (económicamente), es hora de cerrarla y seguir
adelante".
En el club
náutico de Middletown, John Garver también desearía pasar la
página del accidente, que sospecha que fue el origen del cáncer que
se llevó a su tía. "Quién sabe", dice con resignación
entre dos bocanadas de un cigarrillo.
Pero entre líneas
de alta tensión y enormes chimeneas de concreto, aquella oscura
noche del 28 de marzo de 1979 parece perseguirlo.
Cuando regresó a
su casa a principios de esta semana, la televisión emitía "El
síndrome de China", una película sobre un accidente nuclear en
una central estadounidense que ocurrió, en la ficción, apenas unas
semanas antes del de TMI.
Fuente:
Los viejos fantasmas nucleares siguen vivos, 40 años después del peor accidente en la historia de Estados Unidos, 28/03/19, Clarín / AFP. Consultado 28/03/19.
No hay comentarios:
Publicar un comentario