Por su capacidad
de liberar oxígeno, retener agua y capturar dióxido de carbono, los
bosques son imprescindibles para combatir el cambio climático. Los
estados nacionales de todo el mundo deben enfrentar duramente el
devastador proceso de deforestación que no merma año tras año.
por Sergio
Federovisky
Las cifras del
último informe del Global Forest Watch sobre deforestación en el
mundo encendieron varias alarmas. El documento señala que el planeta
ha perdido más de 15 millones de hectáreas de bosque tropical
durante 2017. Se trata del segundo año con los peores datos
registrados en la pérdida de superficie forestal desde 2001.
Para poder
dimensionar esto hay que imaginar que en un año se perdieron todos
los árboles de una superficie equivalente a las provincias de Entre
Ríos y Corrientes juntas. Cuarenta canchas de fútbol por minuto
durante 12 meses seguidos. Casi siempre en nombre del "progreso".
Ese mismo año, a
pesar de la excusa de que la Amazonia sufrió una fuerte sequía, se
pudo comprobar que casi todos los incendios de esa región fueron
perpetrados por personas o empresas que quieren liberar la tierra
para destinarla a la ganadería o la agricultura.
Quizás en las
grandes urbes pueda creerse que esta pérdida es solo "moral"
y solo afecta a quienes viven cerca o dentro de un bosque. Esto pasa
porque la gente no se pregunta para qué sirve un bosque.
Si lo hiciera,
las respuestas son varias: los bosques sirven para dar sombra, para
liberar oxígeno mediante la fotosíntesis, para retener agua, para
impedir que las lluvias erosionen el suelo y para capturar dióxido
de carbono, que es casi como decir para combatir el cambio climático.
Cumplieron,
además, un rol histórico fundamental en el desarrollo económico
del país: fueron la fuente de abastecimiento para importantes obras
públicas que permitieron el desarrollo de la economía, tales como
los durmientes de todas las vías férreas, la leña para las
locomotoras, la construcción de vagones, la construcción de
muelles, la infraestructura agropecuaria. Proveyeron energía para la
industria y también para los argentinos pudieran cocinar sus
alimentos y calefaccionar sus hogares.
Los bosques
siguen siendo un sostén fundamental de las economías campesinas e
indígenas porque son los que las proveen de energía, alimento,
forraje para la ganadería, medicina y bienes de intercambio. Y en
muchas regiones son el motor más importante del desarrollo
turístico.
Por eso los
Estados tienen que protegerlos. La Argentina cuenta con varias
herramientas de promoción y protección, pero la voracidad de los
mercaderes nunca se calma.
El año pasado la
Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación en su
"Informe del estado del ambiente" señaló que la puesta en
marcha del Fondo Nacional para el Enriquecimiento y la Conservación
de los Bosques Nativos adjudicó durante 2017 más de 550 millones de
pesos, inversión que -según Sergio Bergman, titular de la cartera-
es "la más alta desde la sanción de la Ley de Bosques".
Sin embargo, en
el mismo informe se puede apreciar el problema a que se enfrenta el
Estado: aun con un abanico de herramientas de protección de los
bosques, la pérdida de tierras forestales para ese mismo año fue de
172 mil hectáreas.
Hay que
entenderlo de una vez: sin bosques, la vida en el planeta no está
asegurada. Los estados y la sociedad, pero principalmente, los
empresarios, deben tomar conciencia de ello.
Fuente:
Sergio Federovisky, Preservar los bosques nativos del planeta es tarea fundamental para garantizar la vida de todas las especies, 25/02/19, Infobae. Consultado 28/02/19.
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