por Daniel Díaz Romero
Sala de Prensa Ambiental
Medardo Ávila Vázquez es médico pediatra y neonatólogo, profesor en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
El médico nos
recibe en su consultorio de la Maternidad Nacional que se muestra
repleta de madres, padres y abuelos con niños en brazos. Algunos
están despeinados y descalzos.
Las caras que
reinan en el lugar son de aflicción por parte de las madres y de
tedio en los pequeños que buscan con mil argucias huir del lugar.
En un largo
pasillo, contenido dentro de la imponente estructura del viejo
hospital nos recibe el médico, que luce su tradicional guardapolvo
mientras termina de completar las planillas de algunos pacientes.
“Como médico,
he tenido que hacer investigaciones epidemiológicas porque no hay
otro que haya querido hacerlas, ya que estos problemas son nuevos y
no están descritos; recién ahora estamos viendo qué ocurre y
cuáles son las soluciones”, comienza diciendo Ávila Vázquez,
abriendo un diálogo que será tan intenso como directo.
“Empezamos a
ver impactos que desconocíamos en la salud”
Medardo Ávila
Vázquez fue Subsecretario de Salud de la capital cordobesa en el
periodo 2007- 2009, cuando tomó contacto con lo que sucedía en
Ituzaingó Anexo, un barrio cordobés que desnudó en la opinión
pública el drama de las pulverizaciones con agrotóxicos en los
campos de soja, conocidas hoy como fumigaciones: “Los problemas
ambientales vinculados a agrotóxicos no están en los libros de
medicina. Con las semillas transgénicas se disparó -en los últimos
15 años- el uso masivo de plaguicidas haciendo que las personas
entren en contacto y queden expuestas a los agrotóxicos. Desde
entonces, empezamos a ver un impacto en la salud que desconocíamos”
explica el médico, quien afirma que los efectos de los agrotóxicos
son un tema nuevo: “En Argentina, hay 12 millones de personas
expuestas ambientalmente a los agroquímicos que son fumigadas con
dosis cada vez más altas. Un fenómeno nuevo que estamos estudiando
y por eso reclamamos urgentes restricciones para su aplicación”,
explica Ávila Vázquez -quien es uno de los coordinadores de la Red
Universitaria Ambiente y Salud (REDUAS)-.
“En un contexto
de crisis económica y social, donde la problemática del empleo y la
supervivencia diaria es lo más grave, los problemas ambientales
pasan casi a un segundo plano, pero no dejan de existir”, alerta el
facultativo “ y por eso decimos que no hay que fumigar, realmente
no hace falta porque podríamos cultivar sin agrotóxicos. No es una
necesidad y técnicamente está demostrado que no es necesario”,
advierte Ávila Vázquez.
Veneno sobre el
mantel
¿Qué son los
agrotóxicos?
“Son venenos
que se usan en agricultura para controlar plantas o insectos; tóxicos
que actúan sobre el resto de los seres vivos. Si nos comparamos con
las plantas tenemos que una célula humana, comparada con la del
maíz, tiene similitudes en un 40 % de los genes. Entre un 65 % y 70 %
de los genes de una cucaracha son iguales a los de un humano y con
las ratas compartimos el 95 % de la genética. Los plaguicidas son
venenos que matan seres vivos que forman parte de una misma plantilla
de desarrollo que la de los seres humanos”, sentencia el
especialista.
“En la década
del ’60 comenzaron a utilizarlos y en Argentina se aplicaban 3
millones de litros anuales sobre los cultivos; actualmente se emplean
400 millones de kilos de agrotóxicos por año”, detalla el Dr.
Ávila Vázquez y agrega: “Una cosa es usar poca cantidad porque
tenés que controlar una plaga de langostas, y otra es decir: aplico
por las dudas llegue a venir algún bichito. Existe una pauta de uso
masivo de agrotóxicos que la industria ha impuesto a lo largo de los
años sobre la base de que los plaguicidas no son tóxicos, que no
hacen nada porque son seguros”.
“Del glifosato,
el agrotóxico más usado en el mundo, decían que si no tocaba el
suelo se desactivaba. Todavía algunos ingenieros agrónomos dicen
que es biodegradable pero no lo es, permanece activo durante 2 meses
en la tierra y cuando llueve se concentra en los arroyos y ríos”,
sentencia el medico cordobés y agrega que “hay quienes llegan a
asegurar que se puede tomar un vaso de Roundup sin consecuencias para
la salud; he oído a agrónomos decir esa barbaridad cuando asistimos
a conferencias en los pueblos”.
¿Ocupa un lugar
importante en la agenda sanitaria el tema?
“En Argentina,
las zonas rurales tienen 3 veces más cáncer que las urbanas, esto
es un dato que nadie puede negar y en la ciudad de Córdoba, 2 de
cada 1000 personas van a tener cáncer este año. En cambio, en el
sector rural van a ser 6 de cada 1000 pobladores. En el caso de niños
malformados, 2 de cada 100 nacen con malformaciones en zonas urbanas
y en los pueblos fumigados 5 o 6 de cada 100 nacimientos”.
¿Por qué
entonces, esta problemática es ignorada por gran parte de la
población?
Esta temática
está ubicada geográficamente en el interior del interior del país;
no se manifiesta en las grandes capitales como Buenos Aires, Córdoba
o Rosario, sino que avanza en pequeños pueblos donde no hay difusión
de los casos: el agronegocio -que los enferma- es la actividad que da
movimiento económico a esos lugares, entonces el reclamo de los
afectados choca con el poder económico y político en el lugar”,
asegura el Dr. Ávila Vázquez.
Los cuatrocientos
Frente a ese
panorama, el médico destaca que desde el año 2010, centenas de
pueblos han promulgado ordenanzas poniendo límite a las
fumigaciones; limitando la circulación de los máquinas mosquitos
pulverizadores y prohibiendo la instalación de depósitos de
agroquímicos dentro de las localidades: “Cuatrocientos pueblos es
mucho y eso se logró a partir de una disputa local que no trasciende
demasiado mientras la política de los gobiernos trata de voltear
ordenanzas que le ponen una restricción que sólo disminuye la
ganancia del agronegocio en un 1%, dejando a los pueblos tranquilos y
sintiéndose seguros. Estos empresarios están urdiendo todo el
tiempo la manera de voltear estas ordenanzas o de tumbar leyes
promoviendo sus buenas prácticas agrícolas, que son un engaño para
poder fumigar al lado de tu casa”.
“Las ordenanzas
que tienen menos limitaciones son de 500 metros pero ellos promueven
fumigar a 100 metros”, afirma Ávila Vázquez.
¿Y qué sucede
si fumigan a 100, en vez de 500 metros?
“Ocurre que la
exposición a los venenos es más alta. En el caso de Ituzaingó
Anexo -que ni siquiera era un barrio sojero- no había depósitos de
agroquímicos, no circulaban los aplicadores por sus calles, ni
tenían silos enclavados en el barrio pero fumigaban a 100 metros de
las viviendas y en esa población de 5000 personas encontramos 200
enfermos de cáncer. Es decir, la fumigación a 100 metros te expone
y te pone en contacto con los agrotóxicos de una manera sistemática
y repetida todos los años, donde cada vez las dosis son más altas”.
Bayer y Monsanto:
Carrasco lo sabía
“Cuando Bayer
compró a Monsanto quedó demostrado lo que el doctor Andrés
Carrasco planteaba desde el año 2010, cuando veía en su laboratorio
la dependencia que generaban las semillas transgénicas con los
agrotóxicos, que cada vez se aplicaban más”, afirma Ávila
Vázquez.
El Dr. Carrasco,
aseveraba que los agrotóxicos impactaban en la salud de la población
contaminando el agua, el suelo y el aire. “Todo este negocio viene
de la mano de las semillas transgénicas”, retoma el médico
agregando que “la idea es adaptarlas para resistir glifosato.
Monsanto aseguraba que se iban a necesitar cada vez menos agrotóxicos
y que los rendimientos iban a ser mayores, sin embargo la realidad es
que, cada vez, hacen falta mayores dosis de agrotóxicos y los
rendimientos son menores. Les fallaron los pronósticos porque la
naturaleza no respondió como los experimentos en laboratorio”,
indica el médico quien explica que “los cultivos se fueron
adaptando y requiriendo más agrotóxicos. Si vemos la evolución de
las ventas del mercado mundial de semillas nos damos cuenta que el
comercio se mantiene constante o disminuyendo, en cambio, la venta de
plaguicidas no deja de aumentar todos los años. Entonces, la
ganancia en el negocio de la agricultura está en los plaguicidas y
no en las semillas. Por eso Bayer, que es una industria química a la
que no le interesaba la fabricación de semillas -pero controlaba el
mercado de los agrotóxicos- termina engullendo a Monsanto que quedó
como un área secundaria: Bayer va a producir semillas para vender
plaguicidas, aunque parezca increíble” sentencia el médico de la
REDUAS.
“Nos hicieron
creer que podíamos producir alimentos con veneno”
“La propaganda
y el marketing nos hicieron creer que podíamos producir alimentos
con veneno. Es una locura ¿cómo puede ser eso?”, se pregunta el
Dr. Ávila Vázquez y continúa diciendo: “en la yerba, en el
azúcar y en el vino… ¿Cómo fue que se naturalizó eso? Porque
nos hicieron creer que podíamos usar veneno para cultivar. Si vos
tenés tu huerta y cultivás tu lechuguita no le vas a poner veneno a
una ensalada antes de prepararla con aceite y vinagre”, dispara el
médico cordobés.
… Pero si está
todo envenenado y estamos ingiriendo alimentos envenenados ¿Cómo es
que aún estamos vivos?
“Tenemos muchos
problemas si comparamos nuestras poblaciones en términos de salud;
complicaciones de desarrollo de los niños. Por ejemplo: autismo, TGD
o hiperactividad están muy vinculados a los residuos de plaguicidas
en bajas cantidades, aunque en dosis repetidas. El glifosato se
elimina en un día y medio dicen, pero cuando hacés las pruebas
médicas la gente tiene glifosato en su organismo, es decir, que lo
estás ingiriendo directamente; no se trata de que alguien pasaba por
un campo que estaban fumigando hace 15 días y le quedó el
agrotóxico en sangre, a eso ya lo eliminó pero lo está comiendo en
el pan, en la leche o en el mate, a diario”, asevera el facultativo
de la UNC.
¿Crecen las
tasas de mortalidad por cáncer?
“Tenemos tasas
de cáncer que van en aumento. También, de Alzheimer,
hipotiroidismo, tumores… todos problema de salud con sospechas que
cada vez están más demostradas. Sucede que en el tema de los
agrotóxicos no podés hacer una prueba de causa-efecto contundente
porque las personas están expuestas a muchas cosas y a los efectos
tóxicos los ves sólo con estudios epidemiológicos: hay que tirar
pruebas sobre pruebas y sobre más pruebas en esta temática, todo el
tiempo”.
La insoportable
levedad del glifosato
“Hay
aplicadores de glifosato que no tienen mayores problemas de salud
pese a su actividad y hay vecinos que están afectados con pronóstico
reservado”, subraya Ávila Vázquez y completa diciendo que “esto
se debe a que también depende de la capacidad individual de resistir
a esa agresión, como una gripe que le agarra muy fuerte a uno y a
otro no le hace nada. Cuando algunos dicen: ¡ah, pero no está
demostrado!…sí, está demostrado: la evidencia epidemiológica
mundial en el tema del glifosato demuestra que produce cáncer,
hipotiroidismo y que los insecticidas que usan para la verdura
producen trastornos de tipo autista”. Respecto de historias
trágicas relacionadas con las fumigaciones, Ávila Vázquez señala
que “la situación tiene un alto impacto, pero que es silencioso
cuando afecta a una familia que puede ser la de cualquiera de
nosotros y esto es una responsabilidad unívoca del Estado, que tiene
que prohibir esto porque no es lógico producir alimentos con
veneno”.
¿Ha conversado
con algún productor que haya cambiado su modo de producir, sin
agrotóxicos?
“Sí, con
muchos”, responde Ávila Vázquez y completa diciendo: “en la
localidad cordobesa de Monte Maíz nos decían que ellos querían
buscar otras posibilidades para producir pero no sabían cómo,
porque fumigar con agrotóxicos era la única posibilidad que le
indicaban los agrónomos”.
“En cambio,
otros no, a pesar que tuviesen su mujer con cáncer y un hijo con TGD
(Trastorno generalizado del desarrollo). Imaginen la siguiente
situación, que es real: 100 hectáreas de soja requieren 12 jornadas
de trabajo por año. El trabajo de un solo peón rural emplea 1 día
de siembra y otro de cosecha, pero demanda 10 días de fumigaciones.
Es decir, casi todo el tiempo de la actividad se emplea para aplicar
agrotóxicos: el productor argentino -con este modelo de producción-
está todo el tiempo aplicando venenos y comprando químicos”.
¿Se siente
cuestionado por ciertos sectores de universidades que ponen en duda
estas denuncias?
“A todos los
que criticamos la producción de alimentos, con base en las
fumigaciones con agrotóxicos, nos ningunean porque el stablishment
académico está vinculado al poder. Nuestra Universidad, como todas,
está vinculada a los intereses económicos y el agronegocio no es
solamente Monsanto, sino también todos los grupos que hoy toman las
decisiones económicas en Argentina.
En el Ministerio
de Agroindustria, por ejemplo, las asociaciones de sojeros tienen un
peso económico y político muy grande, al igual que en las
universidades”, señala el médico y agrega que “en Córdoba, la
Facultad de Agronomía está en manos del agronegocio que inculca, a
todos los futuros ingenieros agrónomos, a usar venenos. Esos mismos
profesores de agronomía ahora están en el Rectorado, esto es así.
En Medicina pasa
lo mismo: el jefe de Oncología de la provincia que me cuestiona,
experimenta con medicamentos para un laboratorio vinculado a Bayer.
¿Cómo puede cuestionarme si él es un empleado de Bayer?. El ex
decano de mi Facultad también recluta pacientes por dinero para
probar medicamentos en ensayo de Big Pharma”, dispara Medardo Ávila
Vázquez y agrega: “No me lo tomo como algo personal aunque en algo
molesta, porque no me están agrediendo a mí sino lo que intentan
hacer es que lo que decimos no sea valorado y nosotros manifestamos
que la gente se enferma porque está expuesta a los agrotóxicos, que
tenemos el triple de cáncer, que la mitad de la gente que se muere
en los pueblos sufre de esa enfermedad y a eso ya no lo pueden
ocultar. En toda la ciudad de Córdoba, sólo el 20 % se muere de
cáncer. En barrio Ituzaingó Anexo se moría el 33 %”.
“Nos dicen que
nuestros estudios están mal hechos, que no son válidos, que no son
científicos pero después de 3 o 4 años son publicados en revistas
científicas. El que hicimos en la localidad de Monte Maíz lo
descalificaron, pero el año pasado se publicó uno y el anterior
otro y este año vamos a publicar otro más; hablamos de papers
científicos con tribunal que lo evalúa”, explica el facultativo
cordobés: “nuestros estudios no están mal: no les gustan a ellos
y ese es el problema”.
El ensayo cometa
y el ADN de los agrotóxicos
“Es más grave
vivir al lado de un depósito de agrotóxicos que de un campo
fumigado, según hemos visto en varios pueblos” asegura Ávila
Vázquez y agrega: “cuando hicimos las mediciones, en las veredas
de los depósitos había 3000 micras de glifosato y en los campos
medimos 40, esto indica que hay más agrotóxicos adentro de los
pueblos”.
Parte de los
estudios citados por Ávila Vázquez están basados en una técnica
llamada “Ensayo Cometa”: el linfocito es un tipo de célula
inmunitaria elaborada en la médula ósea que se encuentra en la
sangre y en el tejido linfático. Medardo Ávila Vázquez explica:
“en el microscopio, el núcleo del linfocito se ve entero como si
fuera una luna llena. Cuando el ADN está lastimado se ve similar a
la figura de un cometa y en la ciudad de Marcos Juárez, por ejemplo,
el 95% de la gente tiene el ensayo cometa alterado. En Río Cuarto,
sólo el 1% porque no están expuestos a agroquímicos”.
Respecto del
“Ensayo Cometa”, el médico explica que “el glifosato rompe el
ADN y la molécula se ve disgregada: cuando está rota, saltan
pedacitos que van formando como una cola de un cometa. Esa célula
impactada por el glifosato tiene 3 posibilidades: la primera
posibilidad es que se cure, es decir que el mismo organismo reemplace
remediando las cadenas que están rotas y, por lo tanto, la célula
sigue viva. Eso está demostrado porque después que pasan las
fumigaciones más intensas a lo largo del año -de septiembre a
marzo- la población tiene el ensayo cometa alto y en invierno va
bajando hasta hacerse normal. Cuando llega la época de fumigaciones
intensas, el ensayo cometa vuelve a dar positivo en gente que está
sana. La mayor parte está reparando el daño y lo repara todo cuando
dejan de fumigar”, expone el médico cordobés y completa diciendo:
“la segunda opción es que no se pueda reparar el ADN porque faltan
pedazos muy grandes, que no se pueda re-sintetizar y unir nuevamente
la cadena. Entonces, como el ADN es el que da toda la instrucción de
cómo funciona la célula, cuando está muy roto ésta se destruye
naturalmente.
Pero también,
puede pasar que -como la destrucción o el suicidio natural de la
célula también es un mecanismo genético- esté dañado el sistema
de información que le indica a la célula que se tiene que suicidar
y la célula no puede eliminarse; es como si tuviese el revólver y
no le gatilla porque tiene roto el percutor: sobrevive la célula sin
repararse y sin destruirse, se une todo mal y se transforma en célula
mutante que, en vez de ser redondas, tienen deformaciones; empiezan a
reproducirse y escapan a todo control invadiendo el organismo: eso es
el cáncer. Se trata de una célula que mutó y se volvió
independiente, adquirió autonomía, empezó a crecer, busca nutrirse
y te mata.
Si se trata de un
espermatozoide o de un óvulo, tiene todo el ADN cambiado y cuando
hay una fecundación nace un chico con Síndrome de Down o con
malformaciones cardíacas, por ejemplo. Todo esto explica lo que
vemos en los estudios epidemiológicos y en los laboratorios: la
gente que vive en Monte Maíz y pasa por la calle tiene 3000 micras
de glifosato, es decir tiene ensayo cometa positivo: están vivos
pero con daño genético y sus organismos se lo están tratando de
arreglar”.
El ensayo cometa
en Dique Chico
Dique Chico es
una pequeña comuna que se encuentra a 14 kilómetros de la ciudad de
Alta Gracia y a 50 de la capital cordobesa. Los vecinos del lugar,
especialmente preocupados por la situación de fumigaciones muy
cercanas a una escuela, recibieron la asistencia de Ávila Vázquez:
“Un grupo del CONICET hizo el estudio de ensayo cometa en los niños
de esta escuela asediada por las fumigaciones y al 100 % de los chicos
les dio que tienen daño genético: esos niños están en riesgo de
padecer una leucemia, por ejemplo. El hijo de la maestra de la
escuela falleció por esa enfermedad y ella tiene cáncer de mama”.
¿Así de
preciso: el 100 % de los chicos?
“Tienen esa
alarma encendida porque el ensayo cometa de daño genético determina
riesgo de cáncer. Es un pre-cáncer”.
¿Qué es lo peor
que ha visto en este tema?
“Atiendo
pacientes recién nacidos muy afectados por agrotóxicos. Hace 3 años
atendimos un caso que tenía una gastrosquisis”. El Dr. Ávila
Vázquez, por primera vez en la entrevista establece una pausa para
mirar a su alrededor como buscando aire y murmura para sus adentros:
“me pone mal esto”, tras lo cual recuerda: “El bebé tenía
abierta la pared abdominal: afuera el intestino y el hígado, todo
expuesto; una malformación que está vinculada a los agrotóxicos
desde la década del ’60. Operamos al bebé practicándole 4
cirugías, todas muy dolorosas. Estuvimos 4 meses atendiéndolo hasta
que se curó”, cuenta Ávila Vázquez y prosigue: “creció, lo
salvamos de todas las infecciones que tuvo, pudo volver a
alimentarse, empezó a engordar y le dimos de alta. Una experiencia
hermosa con final feliz, por lo que le pedimos a la madre que no
volvieran a vivir al campo donde trabajaban; váyanse a vivir a otro
lugar, le dije a la mamá.
Al bebé, lo
siguieron trayendo a control y estaba perfecto, pero pasados 2 meses
la mamá me llamó por teléfono para decirme que el niño había
muerto en la cuna, muerte súbita. Yo dije: ¡La puta madre, con todo
lo que pasamos! y antes de finalizar la llamada, le pregunté:
- ¿Estás
viviendo en Río Tercero?
- No doctor, me
tuve que volver al campo por el trabajo.
- ¿Y qué pasó,
estuvieron fumigando?
- Sí doctor,
el día anterior que muriera estuvieron fumigando.
Ese bebé, desde
antes de nacer, no se bancaba los agrotóxicos, no podía
resistirlos. Fumigaron el rancho de esta pobre gente y se murió”.
¿Qué
satisfacciones le ha dado este camino recorrido?
Siento
satisfacción cuando podemos acompañar a los médicos de los pueblos
que están muy solos, porque cuando empiezan a hablar de este tema
los aprietan y les significa tener que irse o ganarse muchos
problemas si se quedan. En Monte Maíz, estuvieron 2 meses
discutiendo una ordenanza después que nosotros publicamos nuestro
trabajo y, finalmente, la aprobaron.
Esa es nuestra
satisfacción, poder acompañarlos”, concluye el Dr. Ávila
Vázquez.
Fuente:
Daniel Díaz Romero, Agrotóxicos: del campo al camposanto, 08/02/19, Sala de Prensa Ambiental.
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