por Juan Parrilla
La enorme mayoría
de los salmones rosados que consumen los argentinos no son rosados,
sino blancos. La apariencia es fruto del uso de colorantes. Vienen de
unas jaulas instaladas en el mar, al sur de Chile, donde la
salmonicultura tiene décadas. Ahora el gobierno de Cambiemos firmó
una acuerdo con Noruega para que se críen salmones exóticos en el
canal de Beagle, pero casi no hay información oficial. En la otra
vereda, en Tierra del Fuego se desarrolló un movimiento que nuclea
desde agentes de turismo y hoteleros hasta chefs y ambientalistas,
que alegan, entre otros problemas, que la presencia de pingüinos,
centollas y ballenas está en riesgo. Infobae recorrió la zona junto
a un equipo de Greenpeace.
Mientras
Cambiemos promueve la creación de áreas marinas protegidas y el
paradigma de conservación en el mundo apunta hacia otro ángulo, el
Gobierno se firmó a espaldas de la población el convenio con
Noruega para evaluar la factibilidad del desarrollo de la acuicultura
de salmones en el Canal de Beagle. Hasta ahora prácticamente nadie
lo defendió en público. Ni siquiera se conocen todos los anexos del
acuerdo. Infobae solicitó una entrevista con algún vocero del
Ministerio de Agroindustria, Ganadería y Pesca, pero apenas enviaron
un paper de un hoja con información básica. Algo similar ocurrió
en Tierra del Fuego, donde explicaron que no habrá declaraciones
hasta que finalice el estudio.
Según la
presidente de la Fundación Mane'kenk, Nancy Fernández, Noruega
aportará apenas 25 mil dólares al proyecto, mientras que otros 95
mil los abonará el gobierno fueguino para la investigación. "Ellos
dicen que estudian la capacidad de carga, que no es otra cosa que
saber cuántos bichos se pueden meter. Un estudio de factibilidad no
es un estudio de impacto ambiental", aclaró. Y remarcó que la
salmonicultura "afectaría el Convenio sobre la Diversidad
Biológica de las Naciones Unidas al que adhirió Argentina".
El paper que
divulgó el gobierno, en tanto, defiende la investigación. "El
estudio permitirá contar con un diagnóstico sobre las capacidades y
las condiciones de Tierra del Fuego para el desarrollo, o no, de la
acuicultura. Este estudio se encuentra actualmente en proceso y
esperamos en poco tiempo tener información detallada para evaluar el
potencial de la región para el desarrollo de la acuicultura",
precisó.
Las granjas
La salmonicultura
incluye tres proyectos en uno. Comienza con la llamada piscicultura,
que se realiza en tierra y con agua dulce, lo que busca reproducir el
ciclo natural del salmón, que se inicia en los ríos y continúa en
el mar. En general, se crean lagunas artificiales, aunque ha habido
experiencias en sitios naturales.
La segunda fase
es la más conocida, en el mar, donde se instalan los llamados
centros de engorde, las famosas "balsas", cada uno de los
cuales suele contener entre 8 y 10 jaulas con una profundidad
equivalente a unos 15 pisos. Ahí se produce el proceso más fuerte
de contaminación, donde se combinan las fugas de peces, el uso y
abuso de químicos, la acumulación de residuos en el fondo marino y
la propagación de enfermedades, entre otras cosas.
Y luego, cuando
se cosechan, los salmones se transportan en wellboats hacia las
plantas de proceso, una etapa que -como se verá- tampoco está
exenta de polémicas.
Esta metodología
que se busca importar es vieja. Fue creada hace más de tres décadas
y hoy existe una alternativa más segura. Esa fue una de las
principales razones por las que los científicos del Centro Austral
de Investigaciones Científicas (CADIC) -que depende del Conicet-
rechazaron participar de los estudios de los gobiernos de Argentina y
Noruega en el Canal de Beagle.
"Es una
tecnología obsoleta, como comprar un Dodge 1.500. La tercera
generación de los sistemas de cultivo de salmones son de
recirculación cerrada, en tierra, donde se controla todo, el agua
que entra es pura, por lo que no hay parásitos, no hay uso de
antibióticos y se reutilizan los desechos sólidos", explicó a
Infobae el investigador Gustavo Lovrich.
Razones
El Foro para la
Conservación del Mar Patagónico, que nuclea a más de veinte ONG,
preparó un documento que define los principales problemas
ambientales, económicos y sociales que genera la cría de salmones
exóticos. Son siete:
1. El escape de
salmones
Los salmónidos
exóticos que se escapan de las granjas depredan especies nativas de
insectos, crustáceos, moluscos y peces. Las fugas son la segunda
causa de pérdida de biodiversidad en Chile, ya que muy pocas
especies (apenas algunas aves y el lobo marino de un pelo) depredan
sobre los salmones.
Un caso
paradigmático ocurrió en Chile el pasado 5 de julio, cuando
escaparon unos 700 mil salmones Atlántico -el único que no está
asilvestrado- del centro Punta Redonda de la empresa noruega Marine
Harvest, una firma que había recibido un certificado de
sustentabilidad. Fue en medio de un temporal que no era
excepcional. Sólo recuperaron poco más de 5 %. Ahí radica parte del
problema: la falta de un método de contingencia.
Casi no hay
estudios sobre el tema. El más grande hasta el momento lo hicieron
en 1995 científicos y estudiantes de la Universidad Austral de Chile
(UACh), quienes determinaron que durante un año, entre 1994 y 1995,
se escaparon 4 millones de salmones cerca de Puerto Montt. A su vez,
una investigación del Núcleo Milenio de Salmónidos Invasores
determinó que el 20 % de los fugados contenían peces nativos en sus
estómagos.
Muy lejos de la
perspectiva chilena y el proyecto en Argentina, Washington sufrió en
2017 un escape de entre 160 mil y 263 mil salmones Atlántico de un
centro de engorde de la empresa Cooke en Puget Sound. Ocho meses
después, las autoridades detectaron salmones exóticos a 108
kilómetros de allí. Todo terminó con una ley que prohibió su
cultivo en el Estado una vez que se venzan las actuales concesiones.
¿El objetivo? Proteger las especies nativas.
En el caso de
Tierra del Fuego, la provincia tiene una basta experiencia en la
introducción de especies exóticas. La más conocida es el castor,
pero no es la única. También se probó con el visón, la rata
almizclera y los conejos. Y con los zorros grises, con los que se
buscó en vano eliminar a millones de conejos introducidos con fines
domésticos en los años 30. Al final al conejo se lo eliminó con el
virus de la mixomatosis que se importó desde Inglaterra y Alemania,
y hoy queda el zorro gris, que depreda a especies autóctonas.
El caso más
extremo sí es el del castor. En 1946 llegaron al país 20 parejas,
en principio con el fin de explotar sus pieles, aunque hay otras
versiones. Se estima que hoy son unos 100 mil. Pese a que en Tierra
del Fuego no tiene depredadores, para defenderse de ellos
instintivamente los castores construyen diques y arman su madriguera
en el medio del lago que se crea. ¿La consecuencia? Unas 30 mil
hectáreas de bosque nativo destruidas, lo que equivale a dos veces
la superficie de la Ciudad de Buenos Aires, ya que los árboles del
bosque patagónico, lengas, ñires, coihues y guindos, tienen un
crecimiento muy lento, no rebrotan y no suelen sobrevivir a las
inundaciones. Y si las resisten, los castores usan esa madera para
reforzar sus construcciones.
Pero la pérdida
de biodiversidad no sólo se asocia a los escapes de salmones.
Gustavo Lovrich está convencido que en el Canal de Beagle está en
riesgo la presencia de centollas, pingüinos y cormoranes, entre
otros animales que además son un atractivo turístico.
"El
sedimento que viene de los salmones y de la alimentación se acumula
en el fondo, las bacterias empiezan a reciclarlo y ese metabolismo
demanda mucho oxígeno. La salmonicultura, entonces, produce fondos
sin oxígeno y a las centollas no les gusta", explicó. "A
su vez, para matar al piojo de mar, a los salmones los bañan en un
pesticida llamado cipermetrina, que mata a todo el plancton, lo que
incluye a las larvas de centolla. El efecto es local, pero si tenés
muchas jaulas y los baños son frecuentes, todo alrededor se muere,
incluidas las especies comerciales, como la centolla o el mejillón",
advirtió.
"Los
pingüinos, los cormoranes y las ballenas jorobadas que son
visitantes frecuentes están en la zona porque hay comida, que
básicamente son sardinas y langostillas. Si por alguna razón que no
sabemos -porque no se estudió en Chile- desaparece su comida, es
posible que busquen otro lugar para anidar", agregó.
En esa línea,
para la Cámara de Turismo de Tierra del Fuego la mera presencia de
las granjas de cultivo afectará los paseos por el Canal de Beagle.
"Siempre son bienvenidas las inversiones, pero no estamos de
acuerdo con las industrias que afectan a otras. El impacto visual de
las jaulas sería horrible para los que van a los faros, a la isla a
los pájaros o a la de los pingüinos, a lo que habría que sumar el
impacto ambiental. Nuestro mayor atractivo es el recurso natural. No
podemos perder ese objetivo", planteó a Infobae el ex
presidente del ente y actual miembro de la Comisión Directiva,
Marcelo Lietti.
También el
sector gastronómico tomó nota, con especial foco en la centolla, la
vedette de la cocina fueguina desde la mirada de los turistas. La
cabeza visible es el chef Lino Adillón, dueño del restaurante
Volver, quien dejó de vender "salmón de plástico", como
llama al que antes compraba. "El sabor es diferente. El que
prueba un salmón fresco no vuelve al otro", dijo a Infobae
mientras mostraba las ostensibles diferencias entre ambos.
A unos 70
kilómetros de su restaurante está Puerto Almanza, el pueblo más
austral del país, donde la mayoría de sus pobladores vive de la
pesca artesanal de centolla, mejillones y otros moluscos. "Nadie
nos dice nada, no hay información, no sabemos qué van a hacer, pero
lo que nos contaron los hermanos chilenos es que las salmoneras le
van a hacer daño al medioambiente y a las centollas", se
indignó Diana Méndez, pescadora y propietaria del comedor Puerto
Pirata.
Eso que le
contaron los hermanos chilenos a Diana es una realidad. La
salmonicultura comenzó a desarrollarse en Chile a mediados de los
80, pero recién una década después empezó a explotar y
transformarse en lo que es hoy. Y los primeros en advertir los
cambios negativos fueron los pescadores, que empezaron a hallar menor
cantidad de las especies comerciales y más salmones, que ni siquiera
pueden vender porque es ilegal.
En la mesa del
comedor de Diana están Haydeé Águila Caro y Leticia Isabel Caro
Kogler, miembros de dos de las trece comunidades kawésqar de Punta
Arenas, en Chile. "Nosotros convivimos con la salmonicultura
durante mucho tiempo, pero como no la veíamos, porque las balsas
estaban lejos, sólo nos preocupaba que respeten nuestros
territorios. El pánico empezó después, porque empezaron a haber
eventos de muertes de peces, pájaros, lobos marinos y bancos de
bentónicos, y comenzaron a desaparecer róbalos, pejerreyes, se
mudaron los elefantes marinos. Y la segunda generación de nuestras
comunidades, más estudiadas, advirtieron que los salmones eran
depredadores", recordó Leticia.
"También
con el tiempo empezamos a ver cómo dejan la playa, el color negro de
la arena y el mar, el feo olor, y nos enteramos de los vertidos
ilegales, las balsas abandonadas. Los buzos nos decían que en el
fondo del mar no había nada vivo, que es todo pura cáscara",
completó Haydeé.
Hoy el salmón es
el producto de exportación más importante de Chile, después del
cobre, y ya supera los 4.500 millones de dólares al año. Se calcula
que genera unos 20 mil puestos de trabajo directos. También tiene
una altísima tasa de mortalidad entre sus empleados: casi uno por
mes. Entre noviembre de 2016 y abril de 2018 fallecieron 17
trabajadores: 10 buzos, tres tripulantes de embarcaciones y dos
transportistas.
2. El abuso de
antibióticos, antiparasitarios y otras sustancias químicas
La alta densidad
de las jaulas y su proximidad a otras granjas de cultivo favorecen la
propagación de enfermedades y parásitos. En 2015 en Chile, según
cifras oficiales, la industria salmonera utilizó 557 toneladas de
antibióticos, casi un gramo por kilo producido, lo que representa un
36.000 por ciento más que lo que se usa en Noruega, donde el salmón
es nativo.
El abuso de
antibióticos genera cepas bacterianas resistentes. De hecho, las
zonas dedicadas a la acuicultura son las de mayor desarrollo de
resistencia bacteriana y hay quienes temen que esto derive en
enfermedades incurables. También se documentaron casos de peces
nativos con trazas de antibióticos.
Al respecto, una
investigación realizada por la Universidad Argentina de la Empresa
(UADE) detectó a partir del análisis de muestras de salmón que se
venden en la Ciudad de Buenos Aires que "el 66 % de los casos
presenta restos de flumequina y, principalmente, clorhidrato de
oxitetraciclina, ambos compuestos de los antibióticos utilizados en
los criaderos de salmón". El estudio fue criticado por el
Senasa, que cuestionó la metodología usada.
Una de las ONG
que más activamente trabaja en Chile sobre el tema es Oceana. Su
directora ejecutiva, la veterinaria Lisbeth Van der Meer, se
especializó en acuicultura de salmón, pero no tardó en
desencantarse con los resultados de la industria en su país. La
especialista explicó a Infobae que buena parte del problema radica
en el florfenicol, el producto que se usa para combatir la SRS, una
enfermedad desarrollada por la bacteria intracelular Piscirickettsia
salmonis, que impide que los peces crezcan.
"En Chile se
usan 400 toneladas de florfenicol para hacer crecer al salmón. Esto
está causando resistencia de las bacterias al florfenicol en el
medio ambiente y esta resistencia se puede transmitir a los seres
humanos, a los que manipulan el producto y a los que viven cerca de
los centros de cultivo", advirtió.
Las consecuencias
fueron investigadas en profundidad por el microbiólogo Felipe
Cabello, quien explicó el problema de la resistencia bacteriana: si
hay una infección, las bacterias no se eliminan a través del uso de
antibióticos y las enfermedades son más difícil de tratar, lo que
incluso puede ser fatal.
Gustavo Lovrich,
del Cadic, también cree que el uso de agroquímicos puede afectar la
salud. "Si tomás algo con antibióticos al menos te afecta la
flora intestinal. A su vez, los salmones bañados con cipermetrina ya
tienen un efecto más intenso, porque se consume un agrotóxico y eso
en general se acumula en el cuerpo. Pero no se hacen experimentos en
humanos para ver qué pasa. En general sí se asocian ciertas
enfermedades con la acumulación de sustancias, pese a que las
empresas lo nieguen", explicó.
Por otra parte,
el abogado Alex Muñoz, director del Programa Mares Prístinos de
National Geographic para América Latina, hizo hincapié en la
"irresponsabilidad de los empresarios" al promover este
modelo. "El abuso de antibióticos es una estrategia de
crecimiento económico, porque es más rentable tener los salmones
hacinados en sus jaulas y usar los antibióticos de manera
profiláctica, que tener mejores condiciones sanitarias", señaló
a Infobae.
3. Introducción
y propagación de enfermedades y parásitos
La primera gran
crisis ambiental por la salmonicultura en Chile fue en 2007, a partir
de la propagación de la anemia infecciosa del salmón, conocida como
virus ISA, que se cree que fue introducido en 1996 a través de la
importación desde Noruega de ovas infectadas que luego mutaron, lo
que a la vez dejó al descubierto un grave déficit en los controles.
Otra teoría habla de problemas de hacinamiento. Lo cierto es que
produjo una masiva muerte de salmones y la pérdida de casi el 50 % de
los puestos de trabajo que generaba la industria, que provocó una
grave crisis económica y social.
4. La acumulación
de residuos sólidos y líquidos en el fondo marino
Se calcula que el
75 % del nitrógeno, el fósforo y el carbono que tienen los alimentos
que se arrojan a los salmones no son consumidos y terminan bajo las
jaulas y en sus alrededores.
El aumento de
nutrientes en el fondo marino provoca dos consecuencias directas: la
pérdida de biodiversidad y "el aumento de las concentraciones
de amonio liberado en los excrementos de los peces fomenta el
crecimiento de microalgas, incluyendo fitoplancton tóxico",
según explicaron las ONG que integran el Fondo par ala Conservación
del Mar Patagónico. Esa concentración puede favorecer el
florecimiento de algas que afectan a los salmones y las que provocan
la marea roja.
Sobre este tema
es paradigmático lo que ocurrió en la mayor crisis ambiental
provocada por la salmonicultura en Chile. Todo comenzó con un bloom
de algas a fines de 2015 que provocó una masiva mortandad de
salmones por asfixia. Las empresas lograron rescatar 37 mil toneladas
de peces muertos, parte de los cuales fueron llevadas a las plantas
de procesamiento. Pero la cantidad era tal, que se contrataron
embarcaciones de pesca artesanal para el traslado. ¿El problema? Los
pescadores se empezaron a quejar porque la grasa en descomposición
del salmón genera ácido sulfhídrico, tóxico y potencialmente
mortal. Por eso incluso algunos llegaron a abandonar barcos en el
medio del mar, debido al nivel de vómitos y mareos que sufrieron.
En ese marco, la
industria salmonera, a través de la asociación Salmón Chile, pidió
el 3 de marzo del año siguiente un permiso para tirar al mar 9 mil
toneladas de peces que ya no estaban en condiciones de ser tratados y
que en tierra significaban un riesgo para la salud. El Gobierno lo
autorizó en menos de 48 horas. Para eso se eligió una zona a unos
70 kilómetros de la isla de Chiloé. El tiempo demostraría que el
lugar no podía ser peor.
Menos de un mes
después empezaron a aparecer en las costas de Chiloé animales
muertos, desde crustáceos y moluscos, hasta aves y lobos marinos.
También 343 ballenas. Y se registraron lo que la vocera de la
campaña de océanos de Greenpeace, Estefanía González, definió
como "las mareas rojas más tóxicas y violentas que se hayan
documentado en Chile".
"Los
pescadores tomaron la isla y el mundo científico aseguró que era
una marea roja provocada por el cambio climático, pero un equipo de
Greenpeace fue a la zona a tomar muestras y analizó imágenes
satelitales. Sospechábamos porque está probado que una marea roja
no es tan tóxica ni se sostiene en el tiempo si no tiene nutrientes,
y el amonio que genera el salmón en descomposición es el nutriente
favorito de las microalgas de la marea roja", precisó González
a Infobae.
"Encontramos
que desde antes del vertido ya había microalgas en la zona del
vertido. O sea que no fue un mal lugar, sino el peor, donde había
condiciones para el desarrollo de marea roja. La pregunta es si no
miraron las imágenes satelitales o eligieron el lugar a propósito
para decir que la marea roja fue natural y proteger a la industria",
se preguntó la ambientalista, que no dudó en atribuir la crisis a
los "30 años de contaminación con salmonicultura, el cambio
climático, la corriente El Niño y el vertido".
Un estudio
oficial del gobierno chileno confirmó finalmente esa teoría:
detectó que el 21 de mayo, casi dos meses después, en el punto de
vertido todavía había amonio. Y la Justicia dio el jaque mate: este
año la Corte Suprema acogió el caso y declaró ilegal el vertido.
También se constató que hubo derrames ilegales.
5. Los desechos
contaminantes
Como toda
actividad industrial, la salmonicultura genera basura. Tras la crisis
del virus ISA, en Chile, muchas empresas abandonaron sus
instalaciones en medio del mar, lo que combina un riesgo para la
navegación con la destrucción escénica, algo particularmente
sensible en zonas turísticas, como Tierra del Fuego.
Además, la
pintura antiincrustante, conocida como antifouling, que se suele
adherir a las estructuras de las instalaciones salmoneras para que no
se adhieran organismos marinos, es tóxica. En la isla de Chiloé
hubo un derrame de 10 mil litros en un río y una laguna, que se
vieron contaminados y teñidos de rojo.
Cerca de allí,
un año antes se había hundido el wellboat Seikongen con unas 200
toneladas de salmones vivos que murieron por falta de oxígeno y
convirtieron a la nave en una bomba de tiempo. Estuvo ocho meses
allí, con peligro de explosión latente. La industria se lavó las
manos y culpó a la empresa transportista. Al final lo reflotaron,
pero ninguna región quería recibirlo, porque era pescado en
descomposición. Se presentaron numerosos recursos de protección y
terminaron descargándolo en Calbuco, en la Región de Los Lagos,
donde los ambientalistas denunciaron que varios vecinos que viven
cerca del puerto enfermaron. El incidente volvió a exponer las
deficiencias en los controles
6. Sobrepesca
El cultivo de
peces que comen otros peces silvestres puede llevar a la sobrepesca.
En el caso de los salmones, consumen pellets elaborados con harina y
aceite de pescado que en general se hacen con anchoveta y sardina,
aunque también con jurel y merluza, lo que ha llevado en algunos
casos a su sobreexplotación. Hace unos años se necesitaban entre 3
y 5 kilos de jurel para producir un kilo de salmón, aunque se estima
que esa relación ha mejorado con la introducción de componentes
vegetales en los pellets.
La organización
Oceana ha denunciado que el Consejo Nacional de Pesca de Chile asignó
cuotas de captura de jurel superiores a las recomendadas por el
Instituto de Fomento Pesquero. Se calcula que el stock de jurel en
aguas meridionales cayó de 30 a 3 millones en un par de décadas.
Esto no es consecuencia exclusiva de la salmonicultura, pero sí ha
sido una de sus causas.
7. La interacción
negativa con otros mamíferos marinos
El espacio físico
que usan las salmoneras coincide con el hábitat y la ruta migratoria
de muchos mamíferos. A ellos se suman las altas concentraciones de
nutrientes y materia orgánica, la contaminación química y
acústica, la circulación de embarcación y los desechos generados,
lo que ha llevado al desplazamiento de otros animales.
En Chile se han
registrado desde matanzas de lobos marinos que han atacado las
jaulas, hasta muertes por enredamiento en las redes loberas de
delfines y ballenas.
Falta mucho
Si avanza el
proyecto en Tierra del Fuego, se supone que falta mucho tiempo para
que avance. Tendrían que haber llamados a licitación, estudios de
impacto ambiental, audiencias públicas, etcétera. Pero al menos
hasta ahora no hay debate, porque no hay un ida y vuelta. La sociedad
se está moviendo y generando argumentos frente al silencio de luto
de la clase política. La discusión demanda seriedad en lugar de
eslóganes. El conflicto de fondo es serio y tiene que ver con el
tipo de desarrollo que se busca. La salida cortoplacista suele ser
más fácil y siempre está a la vista. Y para los que gobiernan es
una tentación.
Fuente:
Juan Parrilla jparrilla@infobae.com, Los 7 peligros del proyecto para criar salmones exóticos en el Canal de Beagle, 04/01/19, Infobae.
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