por Emilio Godoy
FELIPE CARRILLO
PUERTO, México, 9 ene 2019 (IPS) - “No pude sembrar la milpa en
mayo, porque llovió antes. Perdí todo”, lamentó el indígena
maya Marcos Canté al contar los estragos que el cambio climático
ocasiona en este municipio de la costa caribeña de México.
El fenómeno,
causado por las actividades humanas relacionadas especialmente con la
quema de combustibles fósiles, ha alterado las prácticas
ancestrales indígenas que vaticinan el tiempo de sequía y de lluvia
para trabajar la tierra para la milpa, el cultivo conjunto de maíz,
calabaza, frijol y chile (ají o pimiento), tradicional desde el
centro de México hasta el norte de Nicaragua.
Ello mismo ha
variado la práctica de “roza, tumba y quema”, como se denomina
localmente la remoción de vegetación en un terreno, su incineración
y la preparación para la siembra.
Canté,
representante de la cooperativa ecoturística Xyaat (un tipo de
palma, en lengua maya), aseguró en diálogo con IPS que “el cambio
climático afecta mucho, el clima va cambiando demasiado. La
agricultura ya no da”. Mientras, se prepara para la nueva temporada
de siembra, con la esperanza de que el cielo llore y riegue los
surcos.
El productor maya
vive en el ejido Señor, parte de este municipio, Felipe Carrillo Puerto (FCP), en el sudoriental estado de Quintana Roo. En Señor
viven unos 450 ejidatarios, bajo este sistema tradicional azteca de
tierras de explotación colectiva que pueden venderse.
Este estado y sus
vecinos Campeche y Yucatán componen la península de Yucatán y son
altamente vulnerables a las secuelas del cambio climático, así como
los estados de Tamaulipas, Veracruz y Tabasco, contiguos al Golfo de
México que, con el mar Caribe, forman parte de la costa atlántica
mexicana.
Entre esas
consecuencias aparecen el aumento de la temperatura, huracanes y
tormentas más intensas y frecuentes, la subida del nivel del mar por
el derretimiento del océano Ártico, sequías y pérdida de
biodiversidad.
La península de Yucatán está poblada por 4,5 millones de habitantes, en un país
con una población de 129 millones, y suma 151.515 kilómetros
cuadrados y una costa caribeña de1.766 kilómetros cuadrados.
Además, esta
región peninsular padece la mayor tasa de deforestación en el país,
sin que los subsidios gubernamentales haya revertido esa condición,
según el informe “Subsidios forestales sin rumbo”, divulgado en
diciembre por el no gubernamental Consejo Civil Mexicano para la Agricultura Sostenible.
La península
alberga el macizo selvático más importante de América Latina,
después de la Amazonia, y un área clave en la conservación de la
riqueza natural en México, que ocupa el puesto 12 entre los países
más megadiversos del planeta.
La indígena
María Eugenia Yam, también residente en FCP, un municipio de 81.000
habitantes, coincidió con Canté en resaltar a IPS con preocupación
que “las lluvias ya no son las de antes y la milpa ya no da”.
Yam, empleada de
la cooperativa Síijil Noh Há (donde brota el agua, en maya),
propiedad del ejido Felipe Carrillo Puerto, en el municipio homónimo,
lamentó que la producción agrícola esté decayendo, en detrimento
de los campesinos de la zona que también siembran yuca y cultivan
miel.
Los tres estados
de la península aportan una cuota baja de emisiones, donde el mayor
contaminador es Campeche, con 14,5 millones de toneladas de gases de
efecto invernadero (GEI), responsables del recalentamiento
planetario. Le sigue Yucatán (10,9 millones) y Quintana Roo (3,48 millones), según las últimas mediciones realizadas por cada una de
sus gobernaciones.
En 2016, México
emitió a la atmósfera 446,7 millones de toneladas netas de GEI,
estableció el estatal Instituto Nacional de Ecología y Cambio
Climático (INECC).
Dentro de la
península, el estado de Yucatán cuenta con 17 alcaldías
vulnerables al cambio climático, Campeche, 10, y Quintana Roo, tres,
entre ellas la de FCP. En total, 480 municipios mexicanos están
especialmente expuestos al fenómeno, de los 2.457 en que se divide
el país, según un informe del INECC.
En Campeche, el
Programa Estatal de Acción ante el Cambio Climático 2030 presagia
un incremento de entre 2,5 y cuatro grados centígrados entre 1961 y
2099, con impactos sobre las comunidades, las actividades económicas
y la riqueza natural.
Asimismo, el
estudio de 2012 “Impactos del incremento en el nivel medio del mar en la zona costera del Estado de Campeche, México”, elaborado por
el Banco Mundial y el gobierno estadal, alerta de que la
vulnerabilidad por la subida del nivel del mar afecta a 440.000
personas, más de la mitad de la población local- están bajo
vulnerabilidad por la subida del nivel del mar.
“El cambio
climático incrementará la inundación y erosión costera en un
futuro” y se producirá una vigorización en la probabilidad de
mareas por tormenta extremas sobre las costas, según el análisis,
que predice una crecida de la línea de agua de 0,1 a 0,5 metros en
2030 y de 0,34 a un metro en 2100.
En Quintana Roo,
la lluvia anual será cada vez más irregular. El periodo de
precipitaciones se acortará entre 5 y 10 por ciento en 2020,
mientras que oscilará entre un aumento de 10 por ciento y una caída
de 20 por ciento en 2080. Además, la temperatura se calentará entre
0,8 y 1,2 grados centígrados en 2020 y entre 1,5 y 2,5 grados en
2080.
En el estado de
Yucatán enfrenta un panorama similar, con un caldeamiento de la
temperatura anual de entre 0,5 y 0,8 grados para el período
2010-2039. Las precipitaciones anuales alternarán caídas de hasta
casi 15 por ciento y ascensos de uno por ciento en ese lapso.
Si bien los tres
estados cuentan con instrumentos para contraponerse al fenómeno,
como leyes de cambio climático –a excepción de Campeche-,
programas especiales e incluso un plan regional, la perspectiva
difiere en el plano local, pues muchos municipios carecen de esas
medidas.
La Estrategia de Cambio Climático de la Península de Yucatán, elaborada por los
tres gobiernos estadales, aspira a desarrollar una estrategia
regional de adaptación, la ejecución del programa regional de
reducción de emisiones provenientes de la deforestación y la
degradación del bosque, así como la creación del fondo climático.
El plan busca
reducir las emisiones de esta región en 20 por ciento en 2018 y en
40 por ciento en 2030, con base en los niveles de 2005.
La región lanzó
en septiembre de 2017 el Fondo Climático de la Península de Yucatán, pero apenas empieza a operar.
Hasta ahora, el
escrutinio de las acciones aplicadas resulta complejo.
La “Evaluación estratégica del avance subnacional de la política nacional de cambio climático”, publicada por el INECC en noviembre y que
indagó en tres municipios de la península, concluyó que las
autoridades estadales y municipales reportan múltiples acciones de
adaptación, pero sin acreditar cómo se abate la vulnerabilidad.
Por ello,
considera “necesidad urgente” la creación y fomento de
capacidades para enfrentar el cambio climático.
“Tenemos que
hacer todo más sostenible, pero es un esfuerzo local. Si los que
gobiernan y toman decisiones tuvieran más conciencia, lo
lograríamos”, planteó Canté.
Por su parte, Yan
propuso reforestar, reducir la generación de basura, conservar la
biodiversidad y educar a la niñez sobre la importancia del cuidado
ambiental. “Mantener la selva es una buena medida de adaptación.
Pero los municipios deben tener programas climáticos y nombrar a
funcionarios que sepan” del tema, sugirió.
Edición:
Estrella Gutiérrez
Fuente:
Emilio Godoy, Cambio climático amenaza la costa atlántica mexicana, 09/01/19, Inter Press Service. Consultado 16/01/19.
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