“Conversé con
muchas personas y nadie oyó la sirena de alarma “, explica Carlos
Diniz, un trabajador que espera noticias de su esposa. Las
autoridades confirman la muerte de 34 personas.
por Heloísa
Mendonça y Naiara Galarraga Gortázar
Brasil vive la
repetición de una catástrofe humana y ambiental ya conocida. De
nuevo, la presa de residuos de una mina cedió, creando un descomunal río de lodos que arrasó todo lo que encontró a su paso, incluido
el comedor de los trabajadores de la instalación. Lenilda, la esposa
de Carlos Diniz, trabajaba en la cantina y es una de los 254
empleados a los que nadie ha logrado contactar desde el viernes. “Los
compañeros me contaron que, a la hora de la rotura, ella salió
corriendo, pero el lodo le atrapó las piernas”, relata Diniz este
sábado ante el centro de operaciones instalado en una universidad de
Brumadinho, municipio en el que se ha producido la tragedia. Se
desconoce qué originó la rotura del dique de la explotación
minera, operada por la empresa Vale.
Un suceso similar
hace tres años, en una instalación cercana, también en el Estado
minero de Minas Gerais y en la que también operaba la misma compañía
minera, causó la mayor catástrofe ambiental del país sudamericano.
Diniz, que
trabaja desde hace 20 años en tareas de mantenimiento de Vale (la
mayor compañía minera de Brasil) es uno de las decenas de
familiares que buscan información. Su turno empezaba a las cuatro de
la tarde, poco después de que la presa se derrumbara. “La última
vez que vi a mi mujer fue por la mañana antes de que ella saliera a
la mina. Mis hijas no dejan de preguntar por la madre”, explica con
ojos mareados. Supuestamente había un sistema de alarma pero existen
dudas de si funcionó. A Diniz los colegas a los que ha consultado le
dicen que no. “Conversé con muchas personas y nadie oyó la sirena
de alarma “, explica. Las instalaciones tenían los permisos
pertinentes en regla, según la secretaria de Medio Ambiente de Minas
Gerais.
El gobernador de
Minas Gerais, Romeu Zema, es pesimista. “Desgraciadamente, las
probabilidades de encontrar supervivientes son mínimas en este
punto. Seguramente solo rescataremos cadáveres” ha declarado. El
panorama es desolador. Un mar de lodo rojizo ha inundado una enorme
extensión.
Las autoridades
han confirmado este sábado por la tarde la muerte de 34 personas y
han contabilizado 296 empleados de Vale con los que no han tenido
contacto desde el suceso y unos 180 a los que han logrado localizar.
Los números han variado a lo largo de las horas, por lo que todavía
no se sabe con exactitud cuánta gente sigue desaparecida.
Todavía no hay
estimación de si el derrame de los más de 12 millones de metros
cúbicos de desechos férricos contenidos en tres balsas afectó a
aldeas cercanas a las instalaciones de la mina. Brumadinho tiene casi
40.000 habitantes. Los equipos de rescate tienen localizados cuatro
puntos en los que creen que puede haber supervivientes, según ha
explicado el teniente coronel Godinho, coordinador adjunto de Defensa
Civil de Minas Gerais. Los bomberos han hallado con vida a 15
familias en la zona afectada.
Desde el instante
en que llegaron las primeras noticias de lo ocurrido en Minas Gerais,
todos en Brasil pensaron en la catástrofe de mina Mariana. Incluido
el presidente de Vale, Fabio Schvartsman, que lo mencionó en su
comparecencia el viernes, horas después del suceso, mientras las
acciones de la empresa caían fuertemente en Bolsa. “¿Cómo puedo
decir que aprendimos después del accidente de Mariana?”. La rotura
en 2015 del dique de residuos de aquella mina, cercana a la de
Brumadinho, derramó 40 millones de metros cúbicos de residuos (casi
cuatro veces más que ahora) que mataron a 19 personas. Pero aquella
lengua de lodo fue especialmente letal con el medio ambiente porque
recorrió 600 kilómetros hasta que desembocó en la costa de
Espírito Santo. Mina Mariana era propiedad de Samarco, una firma
participada por Vale y el grupo BHP. Las operaciones en mina Mariana
siguen paralizadas a la espera de obtener una nueva licencia. Las
empresas que explotaban la instalación lograron un acuerdo judicial
para pagar 20.000 millones de reales (4.600 millones de euros),
paralizando demandas civiles que les reclamaban una cantidad varias
veces superior.
El desastre
aumenta además el recelo con el que las organizaciones
ambientalistas perciben al Gobierno de Jair Bolsonaro que, aunque
finalmente ha decidido no retirarse del acuerdo de París contra el
cambio climático, sopesó desmantelar el Ministerio de Medio
Ambiente para fundirlo con el de Agricultura. La técnica utilizada
para construir la presa colapsada es, según los expertos, la más
barata y menos segura. “Si la ley prohibiera la construcción de
represas ascendentes (hechas con los propios residuos) por encima de
las comunidades humanas, como hacen muchos países, tendríamos menos
desastres”, afirma Guilherme Meneghin, fiscal responsable del caso
del desastre de Mariana.
El presidente
Bolsonaro, que sobrevoló este sábado la zona afectada, ha tuiteado
que es "difícil estar ante este panorama y no emocionarse".
Y ha añadido una promesa: "Haremos todo lo que esté a nuestro
alcance para atender a las víctimas, minimizar daños, averiguar lo
ocurrido, que se haga justicia y prevenir nuevas tragedias como las
de Mariana y Brumadinho por el bien de los brasileños y del medio
ambiente". Los ministros de Medio Ambiente, Minas y Energía, y
Desarrollo regional viajaron el viernes a Brumadinho para evaluar los
daños.
“La empresa no
puede salir impune, estoy orgulloso de trabajar en el valle, pero la
gente necesita pagar por ello", sostiene Diniz mientras sigue
buscando algún indicio sobre el paradero de Lenilda. “Siempre hubo
miedo de que algo sucediera en la represa”, añade.
Brasil ha sufrido
en las últimas décadas varias catástrofes como esta de Brumadinho.
Solo en el Estado de Minas Gerais existen 450 presas de contención
de residuos de la minería de los que 22 no tienen la estabilidad
garantizada, según la secretaría de Medio Ambiente regional.
La presa que
colapsó el viernes obtuvo en diciembre pasado la autorización
oficial para el reaprovechamiento de los residuos y el
desmantelamiento del depósito, según Medio Ambiente de Minas
Gerais. El máximo ejecutivo de Vale, la propietaria, ha explicado
que las instalaciones fueron auditadas periódicamente por firmas que
avalaban su estabilidad. Una de las auditoras fue la alemana Tüv
Sud, según Schvartsman.
Con los ojos
hinchados de llorar, Bianca busca información sobre su marido,
Fauler Douglas, que trabajaba para una subcontrata de Vale. No logra
encontrar el nombre de su esposo en ninguna de las listas. La
enfermera María Cristiane, empleada de la empresa minera, intenta
calmarla y ayudarla. Cristiane, que entraba a trabajar a las siete de
la tarde, no ha podido dormir pensando en los colegas desaparecidos.
“Perdí la esperanza por los que trabajaban en el consultorio
conmigo y estaban allí a la hora de la tragedia. El lugar fue uno de
los primeros en ser alcanzados por el lodo”, revela.
Con información
de Afonso Benites desde Brasilia, Carla Jiménez y Joana Oliveira
desde São Paulo.
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Fuente:
Heloísa Mendonça, Naiara Galarraga Gortázar, Brasil busca a 254 empleados de una mina devorada por toneladas de residuos, 27/01/19, El País. Consultado 28/01/19.
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