por Juan Parrilla
Leucemia,
viviendas derrumbadas, sonidos insoportables, emisiones de gases
tóxicos, gastroenteritis, vómitos, derrames. El relato se repite de
vecino a vecino. Solo cambian las formas, pero las vivencias y
creencias son similares. Para las petroleras, en cambio, es un
ejemplo de una industria que genera unos 3 mil puestos de trabajo en
todo Río Negro y que el año pasado le dejó a la provincia 500
millones de pesos en regalías. Junto a un equipo de Greenpeace,
Infobae visitó Allen, la capital nacional de la pera, en Vaca
Muerta, donde los cultivos de frutas que se consumen en el resto del
país conviven con los pozos de fracking.
Allen es parte
del yacimiento Estación Fernández Oro, en el sector rionegrino de
Vaca Muerta. La explotación de hidrocarburos tiene varias décadas
en la zona, pero con la irrupción de la técnica del fracking los
pozos se multiplicaron en el área, donde el tight gas es la vedette.
Aunque ni siquiera están claras las consecuencias a largo plazo del
fracking sobre la salud y el medio ambiente, no hubo debate previo.
Alguien decidió que así iba a ser y la vida cambió para siempre.
La mayoría de los vecinos no quiere hablar, pero la regla tiene
varias excepciones. ¿Es posible la convivencia del fracking con los
cultivos si el gas y el petróleo pagan 10 veces más por hectárea?
¿Afecta la salud de los vecinos? ¿Y el medio ambiente?
"Simulacros"
Los accidentes en
los pozos de la zona están lejos de ser una excepción. La sucesión
es notable y contrasta con las afirmaciones del gobierno de la vecina
provincia de Neuquén, que tras el derrame de crudo que ocurrió el 19 de octubre en Bandurria Sur, informó que desde 2014 no había
habido problemas en la "zona". Esa declaración tenía una
intencionalidad: instalar la idea de que en todo Vaca Muerta no hubo
accidentes en los últimos años, y así lo comunicó buena parte de
la prensa local. Naturalmente, es mentira.
En el
Observatorio Petrolero Sur armaron una línea de tiempo de los
accidentes solo en Allen. En 2014 explotaron dos pozos y otro se
incendió y provocó llamas de hasta 15 metros de altura. El 2015 fue
el año de los derrames. Fueron cuatro. En uno de ellos, en julio,
los fluidos terminaron en una laguna que se conecta con otras que, a
su vez, desembocan en el río Negro. La empresa Yacimientos del Sur
(YSUR, subsidiaria de YPF) les ofreció a una veintena de vecinos de
Calle Ciega 10 una compensación de 44 mil pesos al año, pero les
exigió a cambio una cláusula de confidencialidad, la colaboración
con la empresa en caso de protestas y la renuncia a nuevos reclamos.
Ese año también
hubo una sucesión de explosiones en el pozo EFO 280, pero para el
gobierno rionegrino fue un mero "silbido". Tras la denuncia
de los vecinos, el secretario de Energía, Marcelo Echegoyen, fue
contundente. "Estoy viendo en Google Earth y acá no hay ningún
barrio", declaró.
Al año siguiente
se produjo el accidente más importante que se conoce en la zona,
cuando se fugaron 240 mil litros de la llamada "agua de
formación" de los pozos 360 y 362. Murieron animales y árboles
frutales.
Hubo más
incidentes. La mayoría de las veces, según los vecinos, les dicen
que son simulacros, lo que contrasta -de acuerdo a esos testimonios-,
con la cara de pánico de los trabajadores.
La polémica se
redobla cuando la encargada de controlar está íntimamente ligada a
la industria petroquímica. La secretaria de Ambiente de Río Negro,
Dina Migani, es una de las dueñas de Quinpe SRL, una empresa que se
dedica al transporte, almacenaje y distribución de productos
químicos y residuos relacionados con la extracción de
hidrocarburos; y entre sus clientes tiene a YPF, Petrobras,
Halliburton, TGS y Schlumberger, de acuerdo a una denuncia por
contaminación que presentó este año la Fundación Ambiente y
Recursos Naturales (FARN), por pedido del presidente del Concejo
Deliberante de Estación Fernández Oro, Claudio Correa.
Contaminación
invisible
Más allá de los
accidentes, la contaminación de los pozos de gas y petróleo muchas
veces no se puede ver. Eso es lo que buscó demostrar la ONG
Earthworks cuando visitó Estación Fernández Oro con una cámara
infrarroja traída desde los Estados Unidos para registrar gases
invisibles que son altamente tóxicos y potencialmente mortales,
conocidos como compuestos orgánicos volátiles (COVs), entre los que
se encuentran benceno, butano, etilbenceno, metano, propano, octano,
tolueno y xileno.
"Las
personas expuestas a la contaminación de COVs que hemos detectado en
Argentina pueden sufrir consecuencias a la salud al corto y al largo
plazo, incluyendo padecimientos de cáncer", explicó el
ambientalista Pete Dronkers, de la ONG.
Un video fue filmado el 29 de marzo en un pozo de fracking en el corazón
de la zona productiva de Allen, cerca del Río Negro. En las primeras imágenes no se ve nada raro, porque la
contaminación no es visible, pero una vez que se activa el sensor
infrarrojo, la enorme pluma de compuestos orgánicos volátiles queda
expuesta:
Sin registros
- ¿De dónde
sos?
- De Allen
- Yo también.
- Yo también.
El diálogo,
simplificado en este artículo, se dio en una sala de espera de un
hospital de Neuquén en la que varias madres se dieron cuenta de que
tenían dos denominadores en común: conviven con el fracking y los
agroquímicos, y sus hijos tienen leucemia. Entonces surgió una
sospecha que luego fue admitida por el ministro de Salud provincial,
Fabián Zgaib, a una periodista de Roca, y por su secretario a los
vecinos: que en Allen hay al menos 7 casos de leucemia, es decir,
entre tres y cuatro veces más de lo que estadísticamente es
esperable.
Poco después una
médica que pidió mantener su identidad reservada engrosó la cifra
y le confesó a los vecinos que en realidad eran 12 casos, pero que
como la mayoría estaban siendo atendidos en Neuquén, las
estadísticas de Río Negro no lo reflejaban. Oficialmente, para la
Provincia, hubo cuatro muertes y cinco internaciones por leucemia en
Allen entre 2013 y 2017.
Infobae solicitó
los datos duros a la cartera sanitaria, pero se encontró con muy
poca colaboración. Eso sí: no quisieron decir cuántos casos hay en
total ni desmintieron los siete denunciados por los vecinos.
"Desconozco", se limitó a aclarar un vocero. Al margen de
que la información no se pudo chequear, lo que queda al descubierto
es una constante de las zonas en las que hay proyectos extractivistas
sospechados de contaminación: el secretismo de las estadísticas
médicas.
Al respecto,
Allen tiene otro caso paradigmático, el de Rubén Ibáñez, que vive
con su esposa y uno de sus hijos en el barrio Costa Este. Era el
casero del Vivero El Alto, que ahora está abandonado. La dueña
-dice- aceptó una "ayuda" de YPF para que unas cañerías
pasen por debajo de sus tierras y dejó de lado el camino productivo.
Detrás de su casa, a unos 10 metros, hay un arroyo. Del otro lado
hay instalaciones petroleras de cuya existencia la familia Ibáñez
se enteró por el ruido, cuando levantaron la torre de fracking.
Nadie le avisó.
En la familia
Ibáñez están convencidos de que los problemas de salud de Rubén
empezaron de la mano del pozo AP.RN.EFE 141, que explotó a las 21
horas del 19 de marzo de 2014. "Saltaron las válvulas y se
produjo una llamarada. Todo alrededor tembló. Fueron muchas horas
con los gases tóxicos saliendo. Nadie nos vino a ayudar. La médica
que llegó después no quería ni bajarse de la ambulancia para
verme", repasó Rubén. "Yo empecé con asma y problemas
respiratorios, y al final me encontraron una mancha en el pulmón
derecho, pese a que nunca fumé", contó.
La palabra cáncer
no es parte de su relato. Pero su esposa es más cruda. "Tiene
un tumor", lanzó Zulema Campos mientras miraba su celular
gastado en la cocina de su casa. "El agua no sirve ni para regar
las plantas, porque sale contaminada. Todo es un desastre acá",
se quejó. Poco antes de recibir a Infobae habían sufrido otro
accidente de gran magnitud.
A Rubén no le
quisieron dar los resultados de sus estudios en el hospital de Allen
y, según denunció, tuvo que impulsar una acción judicial para
acceder a sus antecedentes. La fiscal Julieta Villa ordenó un
allanamiento en el que solo encontró la tapa de su historia clínica.
No había nada más. Alguien quiso ocultar el antecedente.
El caso de Allen
recuerda al de Bothel, un pequeño municipio alemán del estado de
Baja Sajonia en el que la tasa de cáncer duplica a la esperada en la
zona. En uno de sus pueblos, Bellen, uno de cada cinco vecinos tiene
cáncer. ¿Los más comunes? Leucemia y linfoma. ¿Las causas? No
están claras, pero ante la consulta de Infobae el médico local
Mathias Bantz dijo que sospechan de la extracción de gas a través
de fracking.
Determinar las
causas de los problemas de salud asociados al ambiente siempre es un
desafío. Y en el caso de Allen hay "por lo menos tres líneas
de acumulación" de contaminación, según advirtió a este
medio la socióloga Maristella Svampa, que acaba de publicar Chacra
51 (Sudamericana) sobre las transformaciones en Allen. "La
primera, que está ligada al uso de agroquímicos en la agricultura;
la segunda es la primera avanzada petrolera de los setenta en
adelante; y la tercera es el fracking, que es como el tiro del
final", indicó.
Fracking y salud
Quizás la falta
de claridad sobre la situación de la leucemia en Allen y el caso de
Rubén Ibáñez tengan que ver con los estudios que vinculan al
fracking con los problemas de salud. Lejos del discurso que rezan las
petroleras, una de las investigaciones más importantes sobre el tema
fue realizada por la Universidad de Yale en base a 624 pozos en el
Condado de Washington, en Pensilvania, y concluyó que la frecuencia
de los problemas de salud aumentan a medida que las personas viven
más cerca de los pozos. Las enfermedades que más encontraron fueron
erupciones cutáneas y problemas en las vías respiratorias.
Esos resultados
van en la misma línea de dos estudios que vinculan el fracking al
aumento de la tasa de hospitalizaciones en Pensilvania. Hay también
un estudio en Estados Unidos que detectó hasta un 600 % de aumento en
la mortalidad infantil en las zonas cercanas a los pozos, otro que
relaciona el fracking con el bajo peso al nacer y un tercero que lo
asocia a defectos congénitos de corazón y de tubo neural en recién
nacidos. También hay una investigación de la Universidad de
Massachusetts con ratones que lo vincula al cáncer de mama. Y en los
Estados Unidos encontraron que aumentaron las enfermedades de los
perros que viven en torno a las torres.
El propio
Departamento de Salud de Nueva York emitió un dictamen antes de
prohibir el fracking en el Estado de Nueva York que concluyó que hay
muchas lagunas de conocimiento hasta ahora, ya que los estudios son
pocos y limitados, pero aclaró que los resultados son "sugerentes".
Por eso la pregunta es si acaso en materia sanitaria la norma no
debería ser la prevención.
Agua, derrumbes y
sonidos insoportables
Aunque los
activistas antifracking suelen subrayar entre sus argumentos los
peligros del cambio climático, los vecinos no hablan de eso, sino de
problemas concretos. Su preocupación es otra. Estela Sánchez vivía
en Guerrico, a unos 12 kilómetros de Allen. Tuvo que abandonar su
casa porque el agua salía literalmente negra. Los análisis
solicitados por el Departamento Provincial de Aguas a los que accedió
Infobae detectaron la presencia de 0,10 miligramos por litro de
hidrocarburos en el agua que salía de sus canillas. También había
algunos químicos que no deberían haber estado en el agua, como
manganeso, hierro total y carbonatos. Otros valores dieron por encima
de lo aconsejable, como dureza total, bicarbonatos, sulfatos y el PH,
entre otros.
Estela cambió,
entonces, la chacra en la que plantaba peras y manzanas por una casa
en la ciudad de Allen. Sin embargo, como muchos de sus vecinos, sigue
comprando agua embotellada.
Roxana Velarde
llegó hace 20 años a Allen. Pero la vida, dice, ya no es igual. "Lo
primero que empezamos a notar son los problemas de salud. Vómitos,
dolores de estómago, dolor de cabeza, olor a azufre todo el tiempo;
vecinos con pancreatitis, dolores muy seguido", repasó.
Su caso está
entre los más extremos: su casa literalmente se vino abajo. Aclaró
que no es la única y recordó su nefasta experiencia. Comentó que
todo empezó cuando se hizo intenso el tránsito en la zona por los
camiones. El piso se empezó a levantar y las paredes, a rajar. Luego
arrancó el fracking y hace unos seis meses llegó su Día D.
"Estábamos todos afuera, tomando mate. Adentro estaban mi nieto
de 3 años y uno de mis hijos mirando la televisión cuando se cayó
el techo de una pieza y de la mitad del living. Ellos por suerte
estaban en la parte del comedor, si no los podría haber aplastado",
advirtió.
A pesar de que todos los testimonios tienen muchos lugares comunes, a diferencia de otros sitios en los que
hay conflictos ambientales, en Allen no hay una organización que
nuclee a los vecinos. Uno de los pocos que impulsa algún tipo de
lucha colectiva es Juan Carlos Ponce, miembro de la Asamblea por el
Agua.
"Defiendo la
tierra, porque me crié en las chacras", expuso Ponce, gasista
matriculado de profesión. "Acá en verano no se puede respirar.
Pero además de la contaminación, el ruido es insoportable. Nosotros
con un recurso de amparo logramos una multa de 2,5 millones de pesos
a unas torres por contaminación sonora", indicó.
RSE
Aunque para Juan
Ponce "la responsabilidad social empresaria es una coima",
en YPF la ven como una estrategia válida para relacionarse con la
comunidad en la que desarrollan sus actividades "orientados a
generar valor compartido, fortalecer la licencia social y el
compromiso de los empleados de la compañía", según explicaron
desde la empresa a Infobae.
La Fundación YPF
trabajó en el desarrollo del Plan Allen Sostenible. Además, desde
2014 realizó 26 capacitaciones en la zona, de las que participaron
484 alumnos que se especializaron en distintas áreas como
construcción, energía eléctrica y software.
Para los próximos
cuatro años, además, la empresa acordó con el gobierno provincial
y la municipalidad un plan de obras por más de 50 millones de pesos
para la construcción de una nueva terminal de ómnibus, la entrega
de asfalto para pavimentación de calles y el mejoramiento de
espacios verdes.
La petrolera,
además, ya realizó la conexión de 115 viviendas del barrio Costa
Este a la red troncal de gas. También entregó hornos, calefactores
y termotanques. La inversión fue de 15 millones de pesos. Y planea
construir un nuevo centro operativo de 1.200 metros cuadrados
cubiertos para concentrar toda su operación de la provincia de Río
Negro en Allen.
Petróleo en la
comida
Sin embargo, la
convivencia con los vecinos y la producción tiene sus límites. Con
la premisa de que el fracking y el cultivo de frutas, verduras y
hortalizas no son compatibles, en agosto de 2013, el Concejo
Deliberante de Allen aprobó una ordenanza que prohibía el fracking
en el ejido de la comuna y le pidió al gobierno provincial que
impulse en la justicia una medida de no innovar. Pero tres meses
después, el Superior Tribunal de Justicia de Río Negro declaró la
inconstitucionalidad de la norma, porque consideró que la provincia
tiene "competencia exclusiva" en materia hidrocarburífera.
Según explicaron
a Infobae tras un pedido de acceso a la información, el Servicio
Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) no mide la
presencia de sustancias relacionadas con la producción de
hidrocarburos en las frutas y hortalizas producidas en Allen, ya que
sus controles se centran en residuos de agroquímicos. La pregunta es
si los hidrocarburos o los elementos químicos que participan del
proceso de extracción pueden contaminar la producción. Y si acaso
el Senasa no debería controlarlo.
La Concerned
Health Professionals de Nueva York publica desde hace años un
compendio de hallazgos científicos sobre el fracking, cuyas autoras
estuvieron el año pasado en Allen. Un capítulo entero del texto
está destinado a las amenazas para la agricultura y la calidad del
suelo en base a lo que ocurrió en algunas zonas de los Estados
Unidos.
Algo que se
encuentra muy seguido -y está documentado en California- es que
varias compañías utilizan los pozos para eliminar las aguas
residuales del fracking (flowback), que se conectan con fuentes de
agua de calidad, en las que se detectaron arsénico, talio y
nitratos. Esta técnica que se usa en casi la totalidad de los pozos
en Vaca Muerta ha generado casos de contaminación, aunque las
empresas aseguran que es un método seguro que está sometido a
controles internos y externos.
"El
porcentaje de agua que retorna luego de su inyección en el pozo es
de entre un 25 y un 50 %. La misma es sometida a un proceso físico
químico de tratamiento para que alcance los valores del permiso de
vertido -inyección en pozos sumideros- que otorga la autoridad de
aplicación. Esto implica que el agua que se inyecta queda con una
calidad de agua como la que existen en esas profundidades, que no es
potable en su condición natural", explicaron desde YPF.
"Hoy casi la
totalidad de las aguas de flowback de no convencional son vertidas en
pozos sumideros muy profundos que en el caso de Vaca Muerta superan
los 1200 mts de profundidad. Los cursos de agua potable se encuentran
en esa zona por arriba de los 450 metros y se elige la formación que
está a 1200 mts para inyección porque hay un sello geológico que
la separa de los acuíferos usables. Por lo tanto es imposible que
esas aguas se mezclen", abundaron desde YPF.
No obstante, no
todos están de acuerdo con esa idea. "Cuando se haga la
fractura hidráulica el hidrocarburo buscará la superficie y en ese
camino está el acuífero. Entonces que haya 1700 metros de distancia
[entre la formación y la fuente de agua] no es impedimento para que
se contamine el agua, es solo cuestión de tiempo. Incluso los
riesgos pueden suceder cuando la compañía se haya ido",
advirtió el ingeniero en petróleo Eduardo D´Elía, citado por el
investigador Diego Rodil, en un estudio que fue censurado por el
Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria.
Hay otros
problemas detectados vinculados a la agricultura. Por ejemplo en
Dakota del Norte, por los derrames, algunos niveles de cloruros
fueron tan altos que superaron la capacidad de medición del
Departamento de Salud. En Pensilvania, el Departamento de Protección
Ambiental encontró que las fugas de las lagunas de aguas residuales
contaminaron el suelo y las aguas subterráneas. En un tercer
estudio, dos científicos de Colorado concluyeron que la restauración
de las zonas en las que hay pozos requiere décadas e intensos
esfuerzos. Por último está el problema de la contaminación
lumínica, ya que los pozos están iluminados las 24 horas del día.
Producción
En 2015 se
conoció una denuncia que tuvo amplia repercusión, cuando la
productora de frutas orgánicas Jessica Lamperti, de Allen, contó en
su cuenta de Facebook que un cliente del exterior le había dicho que
quería "fruta libre de fracking" y que ya no le iba a
comprar.
Según datos del
Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), en
2008 en Allen se plantaron 6.453,3 hectáreas de peras y manzanas. El
año pasado fueron 5.445 hectáreas, es decir, más de mil hectáreas
menos.
La explicación,
para Diego Rodil, es compleja. Dijo: "Hay multicausalidad, pero
las malas políticas hacia las economías regionales y la vía libre
al fracking, sin consulta a la ciudadanía, son las principales
responsables".
Fuentes:
Juan Parrilla jparrilla@infobae.com, Enfermedades, contaminación y derrumbes en Allen, el pueblo en el que los cultivos conviven con el fracking, 16/11/18, Infobae. Consultado 16/11/18.
La obra de arte que ilustra esta entrada fue realizada por el artista Chelo Candia.
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