Cuatro días de
fuego impactaron sobre 6.500 hectáreas serranas. Relatos de la
angustia entre los vecinos de esa región. Cuando todo parecía haber
pasado, anoche se reiniciaba un foco en un sector ya quemado.
Los bomberos
entregando su sudor en las brasas, una joven huyendo en moto con su
bebé por las llamas, un grupo de amigos salvando del fuego la casa
rodante donde vivía una pareja, una biblioteca haciendo de
campamento base de voluntarios espontáneos, vecinos buscando en la
ceniza los animales que eran buena parte de su capital. Son algunas
de las historias que muchos vecinos del sur del valle de Traslasierra
recordarán de por vida del gigantesco incendio que arrasó en cuatro
días, unas 6.500 hectáreas de la ladera oeste de las Sierras
Grandes de Córdoba.
Gladys Palacios
(22) sonríe cuando cuenta lo que el incendio le ha llevado. No sabe
si ha llorado más por eso o por las llamas que ha sufrido de tan
cerca. Ahora que el fuego se fue, recuerda que huyó con su bebé y
su hermana sobre su moto enduro. Menos su casa, salvada en lo alto,
todo se ha quemado en el paisaje rural donde vivía y del que vivía.
No sabe cómo va a seguir. Pero dice que tiene esperanzas. Al día
siguiente del fin del fuego, anda buscando unos 500 metros de caños
plásticos de dos pulgadas para reponer la toma que llevaba agua
desde el arroyo hasta su casa, que comparte con su marido y su niño
de 18 meses.
Su casa está en
el parador Tía María, unos seis kilómetros arriba de La Población,
un ámbito de enorme belleza natural, que mutó de verde a gris, y
destino de turismo de aventura. Además de ofrecer provisiones y de
guiar contingentes, con su marido organizaba cabalgatas. “Teníamos
19 caballos, y hemos encontrado solamente cinco vivos”, se lamenta
Gladys. No sabe aún si perecieron en el fuego, como pasó con otros,
o si escaparon por sobre los kilómetros de alambrados quemados.
El fuego rodeó
la casa. Su marido y su amigo Elvio Gallardo, que subió con una
mochila de agua, hicieron un contrafuego desesperado. Ella auxilió a
su única vaca. “Estaba preñada, y la tapé con toallas mojadas
para que no se asfixie, la salvé, pero ahora no tengo pasto”,
comenta. Su hermana había subido para ayudar. Con ella y su niño
bajaron en la moto entre el humo denso y las llamas que arrebataban
el monte hasta la casa de una amiga. “Cuando volví ya se había
quemado todo, pero la vaca y la casa se salvaron, lo que no sé son
los años que tardará en crecer de nuevo el monte”, resume.
Leonardo Ovalle,
de La Travesía, también tiene su experiencia dramática. La casa
rodante de una pareja amiga, donde viven mientras construyen, estaba
rodeada por llamas de 10 metros, y ellos no estaban. “Llegamos en
moto con un amigo, llevábamos un machete y un chicote, después de
mucho pudimos romper la cadena que ataba a la garrafa, y la sacamos
de la zona caliente. En eso llegaron los bomberos”, relata. Entre
todos hicieron rodar la casa hasta el camino para salvarla.
Raúl Martínez,
jefe comunal de La Población, no puede disimular su cansancio. El
pueblo de 700 habitantes fue el centro del fuego. La plaza se
convirtió en centro de operaciones y la escuela, en el campamento
base de los bomberos llegados de toda la provincia. “Esto es
tremendo, vivimos del turismo y este daño ambiental es enorme”, se
lamenta Martínez. Pero rescata que no haya viviendas quemadas ni
gente herida.
Anoche volvía la
alerta con un foco reiniciado
Cerca de San
Javier, el fuego y los bomberos volvieron.
A las 19 de ayer,
se registró un nuevo fuego en un área ya afectada días antes. En
principio se creía acotado; pero dado el viento reinante anoche, se
reforzaba el envío de bomberos de varios cuarteles.
La biblioteca
hecha cuartel
La Travesía es
un caserío que forma parte de la comuna de Luyaba. Su Biblioteca
Popular es un espacio dinámico en conexión con los vecinos. Ahí,
una decena de voluntarios espontáneos trabajaron varios días casi
sin dormir. “La idea de ayudar surgió naturalmente, vino mucha
gente de todos lados a donarnos agua, alimentos y medicamentos para
llevar a los bomberos; estamos muy emocionados por esa actitud de la
gente”, dice Cintia Cano. Desde el lugar se llevaban provisiones en
motos, caballos y camionetas hasta el lugar donde los bomberos le
peleaban al fuego. También fabricaron chicotes caseros y se
repartieron las mochilas de lona fabricadas por Pablo Yedro, un
lonero de la vecina Los Hornillos.
Tanto lugareños
de siempre, como los llegados en los últimos años, con otras
tonadas, se unieron en la angustia y en el esfuerzo.
Ahora, en la zona
temen al impacto que sigue: cuando lleguen lluvias, las cenizas
complicarán a los ríos y arroyos.
Fuente:
Historias de temor y tesón entre las llamas en Traslasierra, 13/10/18, La Voz del Interior. Consultado 13/10/18.
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