El Laboratorio de Radiactividad Ambiental detectó yodo y cesio en el aire, pero en cantidades muy alejadas de resultar dañinas para la salud | La tragedia nuclear en Japón dejó su huella en la atmósfera de Cáceres, detalla una tesis doctoral de la UEx.
por Antonio J.
Armero
10.787 kilómetros
separan en línea recta a la ciudad de Cáceres de la central nuclear
de Fukushima. Catorce horas dura el vuelo directo de Madrid a Tokio,
y tres horas el trayecto en coche desde la capital japonesa hasta la
planta atómica que el 11 de marzo de 2011 protagonizó el accidente
nuclear más importante de la historia tras el del año 1986 en
Chernóbil (Ucrania). Distancias gigantescas que sin embargo, no
evitaron hace siete años que los restos de la nube radiactiva
llegaran desde Asia hasta la atmósfera de la región, según recoge
una tesis doctoral de la Universidad de Extremadura (UEx), elaborada
por Antonio Rodríguez Perulero y publicada el año pasado.
En ella se
recuerda que el 11 de marzo del año 2011, un terremoto de 8,9 grados
en la escala de Richter y con epicentro a 130 kilómetros de la costa
nipona, generó un tsunami que afectó a la central de Fukushima.
Varios fallos consecutivos propiciaron que la instalación liberara
sustancias tóxicas, que viajaron por el aire, cruzaron el océano
Atlántico y llegaron a la Península Ibérica.
«En España
-escribe Rodríguez Perulero en su trabajo-, las emisiones se
detectaron en primer lugar en la atmósfera de Cáceres». En
concreto, en las instalaciones del Laboratorio de Radiactividad
Ambiental de la Universidad de Extremadura (Laruex), que está en el
campus cacereño, en la facultad de Veterinaria. Allí hay unos
detectores (los captadores de aerosoles de alto flujo) que toman
muestras una vez a la semana. Y en la que va del 15 al 22 de marzo de
2011 registraron la presencia en la atmósfera de sustancias nada
habituales, entre ellas el yodo radiactivo, el cesio o el teluro.
Al advertir la
presencia de estos elementos, los responsables del laboratorio
avisaron al CSN (Consejo de Seguridad Nuclear), tal como establece el
protocolo, ya que la instalación extremeña forma parte de la Red
Espaciada de Vigilancia Radiológica Ambiental del CSN. A su vez,
España lo notificó a las instancias europeas correspondientes.
Alteración poco
importante
«Fue una
alteración. Poco importante pero una alteración», resume Antonio
Baeza, director técnico del Laruex y director junto a Javier Guillén
de la tesis doctoral de Antonio Rodríguez Perulero. «En el
laboratorio -amplía- tenemos unas bombas potentísimas, y el hecho
de que detectaran la presencia de estos isótopos procedentes de
Fukushima da una idea de su capacidad».
En gran medida,
esas máquinas «se pasan la vida midiendo ceros», resume de forma
ilustrativa el director del Laboratorio. Es decir, la mayor parte del
tiempo no detectan presencia de determinados elementos químicos en
cantidades reseñables. Los técnicos en este campo manejan un
concepto clave: la AMD (Actividad Mínima Detectable). Y en los días
siguientes al 11 de marzo de 2011, los captadores de aerosoloes
detectaron yodo radiactivo en dosis muy superiores a la AMD. También
muy inferiores a los niveles que pueden resultar perjudiciales para
la salud humana.
«Se puede
concluir -recoge la tesis doctoral de la UEx- que aún cuando los
niveles máximos de actividad para los radionucleidos objeto de
estudio (el yodo radioactivo y el cesio, entre otros) son varios
miles de veces superiores a nuestro AMD, la tasa de dosis inhalada
correspondiente a estos valores de actividad se encuentra en el rango
de dos mil a once mil veces por debajo de la dosis máxima permitida
por el reglamento sobre protección sanitaria contra radiaciones
ionizantes para la población, y por tanto, pueden considerarse
despreciables». De hecho, afirma el investigador, «se puede
garantizar que no representaron concentraciones peligrosas para el
ser humano».
Instrumentos
potentes
El hecho mismo de
haber obtenido estos datos «pone de manifiesto -reseña Antonio
Rodríguez Perulero- que la liberación de niveles traza de actividad
de radionucleidos artificiales, producida tras un accidente nuclear
ocurrido a varios miles de kilómetros de nuestra área de
observación en Cáceres, son perfectamente detectables si las
condiciones climatológicas son las adecuadas». Y esto es posible
gracias a la «enorme sensibilidad y utilidad» de los colectores de
aerosoles de alto flujo y otro instrumental que tiene el Laruex. «Si
hemos sido capaces de detectar esto, ocurrido en Japón, imagínese
si detectaríamos o no una hipotética anomalía en la central de
Almaraz», comenta de forma pedagógica Antonio Baeza.
La tesis que él
codirigió, titulada 'Estudio de la dinámica de la radiactividad atmosférica en Cáceres', detalla que las huellas de esta anomalía
radiológica permanecieron en el aire de la provincia casi un mes y
medio. En concreto, del 15 de marzo al 29 de abril, aunque la mayor
intensidad se dio del 15 al 30 de marzo. Su entrada en la atmósfera
de Cáceres, explica el autor del trabajo, se debió a la dirección
de los vientos de esos días, el mismo motivo que explica su salida.
El aumento en los niveles detectados en algunas sustancias se debió
a los vientos, pero también «al efecto de limpieza que se produjo
en la atmósfera de Cáceres por las precipitaciones ocurridas en
esos días, que favorecieron el depósito de una parte significativa
del material radiactivo».
Los mecanismos
que explican la llegada y dispersión de la nube radiactiva hacia la
Península Ibérica fueron estudiados por el Instituto de Técnicas
Energéticas (INTE) de Barcelona. En Cáceres, en cuanto los
captadores de alto flujo del Laruex advirtieron que en la atmósfera
había elementos inusuales, los responsables del Laboratorio
decidieron aumentar las tomas, para vigilar la evolución. En vez de
una muestra de polvo por semana, que es lo habitual durante todo el
año, se aumentó la frecuencia, hasta el punto de que llegaron a
hacerse varias mediciones en un mismo día.
Fuentes
Antonio J. Armero, El accidente de Fukushima se notó en Extremadura, 28/10/18, Hoy.es. Consultado 28/10/18.
La obra de arte que ilustra esta entrada es "Fuku 1" del artista Michael Proepper.
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