En el marco de la
crisis económica, crecen las experiencias en Alta Gracia y
alrededores de huertas domiciliarias y compras comunitarias bajo el
paradigma del “comercio justo”.
por Adrián
Camerano
Es el mediodía y
es intenso el movimiento en el Mercado de Productos Agroecológicos y
Caseros de Alta Gracia. Los puesteros, los clientes y los transeúntes
se mezclan en este espacio, en pleno centro, al lado de la
Municipalidad.
“Imaginate, si
para nosotros ya es complejo vender nuestros productos, cómo será
en el contexto económico actual”, dice a La Nueva Mañana el
puestero Walter Moroni, que ofrece algunas de las 4 mil aromáticas,
crasas y cactáceas que atesora en su vivero-casa de Villa La Bolsa.
Es que si bien ha crecido la conciencia acerca de la importancia de
comer rico y sano, también es cierto que los productos orgánicos
suelen ser algo más caros que los de cualquier comercio tradicional,
y que en el contexto actual, la posibilidad de elección de los
clientes se achica cada día.
Claramente no
encontraremos aquí a aquel personaje de Serú Girán llamado José
Mercado, que compra “todo importado”.
Nos vemos en el
mercado
San Marcos
Sierras y Villa Las Rosas son las localidades señeras en ferias o
mercados de este tipo. También la capital provincial, que desde hace
años tiene su propia movida agroecológica en Ciudad Universitaria.
Este año Alta Gracia y alrededores se conformaron como zona de
referencia en el tema, con un sinnúmero de charlas, capacitaciones,
emprendimientos individuales y tres grandes espacios de venta de
productos al público.
“Nosotros un
poco surgimos para replicar la experiencia de Córdoba”, confiesa
Moroni en el Mercado Agroecológico, mientras regala algunos de sus
conocimientos sobre plantas que fue adquiriendo en los últimos
veinte años, cuando tras las explosiones en su Río Tercero “colgó”
la arquitectura, armó las valijas y eligió una filosofía de vida
más armónica con la naturaleza.
Historias
similares cuentan prácticamente todos los puesteros del Mercado, que
arrancó este año como un punto de encuentro fijo, en el que cada
jueves los vecinos saben que allí pueden acceder a productos de
calidad, con escasa o nula intermediación y si se quiere
exclusivamente a la venta en ese lugar.
El predio es
tributario de las ferias agroecológicas que desde hace un par de
años se realizan en Alta Gracia, organizadas por Cadena Orgánica y
la Municipalidad y que aglutina productores locales y de todo el
país.
Mientras ofrece
peras y manzanas Mariana, la verdulera que sólo vende productos
“orgánicamente certificados”, cuenta que aquella experiencia “de
algún modo nos resultaba insuficiente, porque era vender un par de
veces al año. Entonces surgió la necesidad de establecer este punto
fijo, que fomenta también la producción local sin intermediarios y
se encuentra en pleno centro de la ciudad”.
Además de frutas
y verduras, en el Mercado es posible encontrar esencias, miel,
plantas nativas y elementos de tocador.
Un stand que se
destaca es el de la Fundación Espacios, organización que lleva
décadas trabajando con la discapacidad y que montó la primera
cafetería food truck inclusiva del país, atendida por sus
concurrentes. Lo particular del puesto es que se ofrecen productos
terapéuticos naturales e hipoalergénicos, elaborados desde el
minuto cero: plantan las semillas, obtienen y cuidan la planta, la
cosechan, la secan, producen macerados y finalmente esencias, que
emplean para elaborar cremas, bálsamos, desodorantes y sprays.
Fran Sejas
Butori, de la Fundación, cuenta que la experiencia comenzó “hace
tres años, primero con la elaboración de té, y luego con cremas y
otros productos”. Son unas veinte las personas involucradas en el
proyecto, que cuenta con un equipo de producción y otro de venta,
abarcando así el ciclo completo.
Al ladito del
stand de Espacios, Luisa ofrece chorizos veganos, hechos con
lentejas, garbanzos o porotos. Una verdadera rareza, que acomoda
sobre el brasero y que invita a degustar tanto como sus chutneys,
mermeladas y milanesas de vegetales. “Hay que entender lo
importante que es comer más sano”, alecciona, arrimándose al
brasero en el mediodía polar.
Conciencia y
cultura
Bajo la misma
filosofía funciona el otro gran polo agroecológico de Paravachasca,
la feria mensual que lleva adelante El Cañito Cultural. Ubicado en
la calle El Cañito al 100, muy cerca de la terminal de ómnibus,
este centro cultural le agrega a su propuesta agroecológica una
impronta artística, revalorizando no solo a los productores, sino a
los promotores culturales locales.
“Mientras mejor
comemos mejor pensamos, y por eso creemos que la comida agroecológica
tiene que estar más accesible a la población” señala Lula
Cravero, referente del espacio en el que también funciona la radio
comunitaria Tortuga.
La Feria
Agroecológica Familiar de El Cañito “surge porque la alimentación
consciente y saludable es uno de nuestros pilares, siempre en nuestro
buffet se puede degustar comida vegetariana o vegana, o panificados
con harinas integrales, o huevos caseros, y nos pareció interesante
hacer más extensiva esta propuesta. Nos parecía que lo necesitaba
la ciudad”, completa.
En la Feria se
consiguen productos alimenticios (verduras, panificados, harinas,
dulces, mieles, semillas, frutas, yerba, azúcar), cosméticos
(jabones, repelentes, cremas), de limpieza, semillas para huerta,
flores y plantines; todos elaborados en armonía con el ambiente. Y
se presentan cantautores, bandas de rock y se proyectan películas
alusivas, como ocurrió tiempo atrás con el documental “Agroecología
en Cuba”, presentado por su propio director, Juan Pablo Lepore.
En la feria
participan productores de Paravachasca, Punilla, Traslasierra y
Córdoba capital, y también algunos revendedores de productos
naturales oriundos de otras provincias. Algunos de los puesteros
también participan del Mercado Agroecológico, y todos militan y
fomentan la apertura de cada vez más bocas de expendio que les
permitan comercializar sus productos.
“Nuestra meta
es acerca estos productos al vecino y achicar la brecha entre el
productor y los consumidores, sin que el alimento no pase por tantas
manos” cierra, destacando también los intercambios de saberes que
se dan en cada encuentro, los segundos domingos de cada mes.
Un rincón de
Anisacate
La Feria
Anisacate es única en su tipo, al menos en la región: a los
productos naturales les suma artesanías, talleres y hasta un rincón
del usado. El espacio funciona desde hace más de tres años y tiene
sede en el solar denominado Rincón Criollo, a la vera de la ruta 5.
Se trata de una
apuesta a la promoción del consumo local y los productores de la
zona, que presentan un sinfín de productos: alimentos, juguetes,
libros y artesanías, sin que la reventa se encuentre permitida. Los
puesteros tienen un sistema de admisión, mediante el cual “los
interesados primero muestran lo que producen y se verifica que la
fabricación sea artesanal y propia”, asegura Leandra Fernández,
que expone sus vistosos juguetes de madera.
El fuerte del
espacio son los alimentos agroecológicos, y puntualmente la verdura,
que en ocasiones se agota. Otro plus consiste en la realización de
talleres y de un Rincón del Libro, pensados para darles
participación a personas que no son productores ni artesanos, pero
que están interesadas en que el espacio siga creciendo. Y hasta se
animaron a montar una radio abierta, en la que cada domingo se leen
clasificados, se comenta la oferta del día y novedades locales que
los hacen sentir más comunidad, más unidos, menos expuestos a la
intemperie.
Fuente:
Adrián Camerano, Se consolidan las ferias agroecológicas en el valle de Paravachasca, 24/09/18, La Nueva Mañana.
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