domingo, 23 de septiembre de 2018

El agua y los ritmos de la naturaleza - La Primavera


por Antonio Elio Brailovsky

Queridos amigos:

Como ustedes saben, estamos sometidos a continuas presiones para que olvidemos nuestros vínculos con el medio natural. Pero nada de lo que ocurre en el ámbito de la cultura masiva es casual. La depredación de nuestro ambiente ha sido posible por la inacción de muchas personas, que creyeron que gracias a la ciencia y la técnica ya no necesitábamos del aire puro y del agua limpia.

Por eso, la permanente insistencia en tener presentes los ritmos de las estaciones, como una manera de recordar nuestra pertenencia al mundo natural.

Este olvido de nuestro componente natural es el que permite la escasa atención que se presta a los problemas vinculados con el agua. El agua es el hilo conductor de la vida sobre la Tierra, forma las dos terceras partes de nuestro cuerpo y las políticas públicas vinculadas con el agua deberían ser la máxima prioridad para cualquier sociedad humana que intente sobrevivir.

Basta comparar la atención que le prestamos a las cuencas hídricas con la que le dedicamos al dólar para darnos cuenta del modo perverso en que han condicionado nuestros pensamientos.

Hay dos reflexiones que quiero compartir con ustedes sobre este tema esencial:

Uno de ellos es la síntesis de una información sobre el aumento de las grandes inundaciones en la cuenca del Amazonas y los desastres que pueden producirse cuando ocurre una crecida, para muchos de nosotros inimaginable, de 20 metros de altura. El Amazonas está vinculado a los sistemas climáticos del Pacífico (donde se originan gran parte de las lluvias que lo alimentan) y del Atlántico (donde desemboca). Nuestras sociedades se encuentran en continuo riesgo de desastres, debido a las conductas irresponsables que provocaron cambios en el clima del mundo y que muchos dirigentes políticos se niegan a reconocer. Pueden leer la reseña periodística del informe científico y encontrar el enlace para ese informe científico en: https://elpais.com/elpais/2018/09/19/ciencia/1537369024_964822.html?id_externo_rsoc=FB_CC

Por contraste, tenemos cada vez más sequías en las zonas áridas. Los caudales de los ríos de Mendoza, están afectados por una larga sequía. Comparen las cifras actuales con los promedios históricos para ver la magnitud de la emergencia. Por ejemplo, el río Mendoza tenía un caudal promedio histórico de 22 metros cúbicos por segundo y acaba de tener sólo 13. Con los demás ríos pasa lo mismo.



Pueden analizar las estadísticas detalladas en:

Sin embargo, a pesar de eso, se insiste en entregar la escasa agua de la Provincia a las petroleras para que extraigan hidrocarburos mediante el fracking. Como se ve en el cuadro de arriba, la zona más afectada por la sequía (es decir, la zona donde el caudal del río bajó más) es la de Malargüe, que es precisamente donde se hace esa extracción petrolera.

Se trata de una actividad sorprendentemente irracional, ya que las empresas que lo hacen son subsidiadas con miles de millones de dólares y con el agua que necesitan personal y cultivos. Existe el riesgo muy elevado de que causen una contaminación irreversible. Es decir, que a cambio de unos pocos años de petróleo, nos quedaríamos sin agua potable durante muchas generaciones. Agregamos que existe una tecnología para extraer petróleo por fracking pero que en el mundo no se ha desarrollado ninguna tecnología para controlarlo.

En esta entrega ustedes reciben:
Un texto de Juan José Saer, sobre el florecimiento de los árboles de la Ciudad de Buenos Aires en esta estación. Los utilicé en mi libro “Historia Ecológica de la Ciudad de Buenos Aires”, publicado por Maipué, del cual les agrego la referencia y el contacto con el editor.
La obra de arte que acompaña esta entrega tiene un título que tal vez nos suene a ironía en los difíciles tiempos que vivimos: “El año en primavera, todo anda bien en el mundo” del inglés victoriano Lawrence Alma Tadema.
Quiero saludarlos en el comienzo de la primavera (y del otoño para los amigos del Hemisferio Norte),

Un gran abrazo a todos.

Antonio Elio Brailovsky

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A diferencia de otras etapas históricas, el ambiente de la Buenos Aires de la globalización parece inspirar menos a los escritores que los ambientes de épocas anteriores. Su reflejo en las obras literarias ha sido, hasta ahora, más reducido. El siguiente texto de Juan José Saer, referido a los palos borrachos de la avenida 9 de Julio, transmite algunas vivencias del encuentro con esa naturaleza escasa en la ciudad:

Esa mañana, mi intención era dejar atrás el centro para inaugurar mi estadía con una visita al río, de modo que, bajando hacia el este por la avenida Belgrano, el taxi dobló por la avenida 9 de Julio y empezó a rodar hacia el norte.

El inmenso obelisco de cemento que la adorna en la intersección de la avenida Corrientes no constituye para mí su atracción principal, sino los palos borrachos, con sus troncos inflados y espinosos de un verde claro, árboles de los que no he podido todavía, mediante la observación directa, deducir el ciclo de floración, ya que he visto ejemplares florecidos en diferentes épocas del año, junto a otros completamente pelados, como si existiese un individualismo en el reino vegetal.

En las ciudades del litoral, tres grandes árboles se disputan el estrellato estético cuando avanza la primavera, y florecen en este orden: el lapacho, la acacia amarilla, lo bastante frecuente en Europa como para que el nombre latino que la identifica merezca ser mencionado, y el Jacaranda, llenando, sucesivamente, los parques, las plazas y las avenidas, de flores rosa fuerte, amarillas o lilas que cubren no solamente las copas de los árboles, en los que a veces ni siquiera hay hojas, sino sobre todo el suelo, de modo que en ciertas calles estrechas y arboladas se camina literalmente sobre una alfombra, de uno de esos colores, o a veces bicolor, ya que la floración de las acacias y de los jacarandáes es más o menos simultánea. En Caballito, las enormes acacias de la calle Pedro Goyena -a mi juicio, una de las más lindas de Buenos Aires- llenan la vereda y la calle, durante medio kilómetro, de una capa amarillo vivo, en tanto que la transversal que la corta, Del Barco Centenera -el primer poeta que cantó a la Argentina- opta, con abundancia idéntica, por el lila de los jacarandáes”.

Saer, Juan José: “El río sin orilla”, Buenos Aires, Alianza, 1991.

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Fuente:
Antonio Elio Brailovsky, El agua y los ritmos de la naturaleza - La Primavera, 23/09/18, Defensoría Ecológica.

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