Hay preocupación
por tumores que se atribuyen a la acumulación de metales pesados.
También están bajo la lupa pozos con arsénico. Se mezquinan
informes sobre las aguas.
por Antonio Oieni
Hugo Villagrán,
cacique de Santa María, tiene a su hija bajo tratamiento en la
ciudad de Salta por un tumor en la cabeza.
La hija de Julio
Díaz, cacique de Alto La Sierra, fue hospitalizada con una seria
dolencia en la vejiga.
Uno de los jefes
wichí vive en la costa del Pilcomayo y el otro, monte adentro, pero
los dos apuntan a la misma causa: el agua.
Villagrán y Díaz
no son los únicos que están preocupados y quieren conocer los
resultados de los análisis que distintos organismos realizaron en
los pozo de aguas, las fuentes superficiales, los sedimentos, los
suelos de las áreas de inundación y los peces del Pilcomayo.
El sábalo es la
base de la cadena trófica y la principal dieta de más de 65.000
indígenas que viven en sus orillas en Tarija, Salta y Formosa.
Huella tóxica
Se sabe por
diferentes estudios y monitoreos que se realizaron en los últimos
veinte años que muchos pozos del extremo noreste de la provincia
tienen concentraciones de arsénico que superan hasta en 75 veces los
valores máximos recomendados por la Organización Mundial de la
Salud (OMS).
También está
probado que las aguas del Pilcomayo siguen siendo receptoras de
grandes volúmenes de metales pesados (plomo, cadmio, mercurio)
desechados por cerca de 40 explotaciones mineras de Potosí. Las
medidas que se dispusieron tras los gigantescos derrames de barros
tóxicos producidos en 1996, 2003 y 2014, moderaron las descargas,
pero diques de cola que se construyeron hace una década agotaron sus
ciclos de utilidad y el vertido de aguas ácidas mineras que
contienen elevadas concentraciones de metales pesados sigue siendo
incesante.
Hace dos años,
la Oficina Técnica Nacional (OTN) de Bolivia detectó 1.800 puntos
de contaminación en el Pilcomayo superior. Antes, la Agencia de
Cooperación Internacional de Japón (JICA)) había registrado en las
aguas de la alta cuenca niveles de arsénico cinco mil veces
superiores al límite de seguridad fijado por la OMS. En las mismas
muestras se determinaron niveles de plomo de hasta 99 miligramos por
litro, cuando el máximo tolerable es de 0,05 mg/l.
Sábalo con plomo
Antes de la
desastrosa rotura del dique de cola de la minera potosina Santiago
Apóstol, en 2014, especialistas de la Comisión de Investigaciones
Científicas de Buenos Aires, la Administración de Parques
Nacionales y el Centro de Investigaciones del Medio Ambiente de la
Universidad Nacional de La Plata detectaron en los tejidos musculares
y las espinas de sábalos capturados en Misión La Paz (Salta)
valores de plomo de 3,27 y 15,94 miligramos por kilo. El máximo
permitido por el Código Alimentario Argentino es de 2 mg/kg.
En los sedimentos
Los últimos
muestreos publicados por la Subsecretaría de Recursos Hídricos de
la Nación, hace cuatro años, advirtieron sobre concentraciones
máximas de arsénico (26,6 mg/kg), plomo (127 mg/kg) y cadmio (6,4
mg/kg) en los sedimentos de fondo de Misión La Paz. En todos los
casos, los valores se ubicaron muy por encima de los niveles medidos
en El Colorado (río Bermejo) y de los límites de seguridad fijados
por normas internacionales.
Los metales
pesados se acumulan en los sedimentos y se transfieren a la cadena
trófica con serias consecuencias en la salud de las poblaciones
ribereñas. “El silencio es más fuerte que la verdad, las huellas
tóxicas quedan y las muertes pasan al olvido”, resumió, en una
síntesis perfecta de la tragedia del Pilcomayo, el biólogo Raúl
Montenegro, premio Nobel Alternativo de 2004.
Bajo llave
¿Cómo están
las cosas hoy en el Pilcomayo y los pozos de agua del chaco salteño?
Para responder a esa pregunta, desde la redacción de El Tribuno
hemos insistido a lo largo de la semana por los informes de los
muestreos más recientes, pero los organismos técnicos de Argentina,
Bolivia y Paraguay se mantienen herméticos con los datos de interés
publico. También enviamos los formularios que pide llenar la
Comisión Trinacional del Río Pilcomayo. “Se ha recibido su
solicitud de acceso a Calidad de Aguas. La misma será respondida a
la brevedad”, respondió la Comisión Ejecutiva desde Sucre. La
información nunca se entregó.
El silencio de
las estructuras burocráticas, que insumen fortunas en cargos y
honorarios para resolver poco o nada, dice mucho. Si los nuevos
registros fueran alentadores, qué motivos habría para tenerlos bajo
llave?
Evidencias
científicas del daño a la salud
Diversos estudios
científicos describen patrones de mortalidad por cáncer asociados a
diferentes metales pesados. En un trabajo publicado en abril último,
epidemiólogos españoles encontraron relaciones entre el número de
muertes por tumores de esófago con el plomo, de tumores cerebrales
con el arsénico y del cáncer de vejiga con el cadmio.
Pablo Fernández
Navarro, doctor en medicina de la Universidad Autónoma de Madrid,
remarcó que las exposiciones crónicas a plomo, cadmio, zinc,
manganeso y cobre se asocian, estadísticamente, con una mayor
mortalidad por cánceres del sistema digestivo en hombres. La de
cadmio, a su vez, tiene prevalencia en el cáncer de encéfalo en
mujeres.
Otros estudios
vinculan al plomo, arsénico cadmio y mercurio con cánceres de
sangre (leucemia), huesos, pulmón y mama; retrasos madurativos,
daños al sistema nervioso central y al sistema inmunológico;
diarreas, afecciones gastrointestinales y afectaciones al riñón.
Leucemia y
tumores asociados a metales pesados
Preocupan
cánceres de sangre y digestivos diagnosticados en niños y adultos.
En los servicios
de salud de Santa Victoria Este, Tartagal y la capital salteña hay
preocupación por niños, jóvenes y adultos que llegan desde
comunidades originarias de Santa Victoria Este con diagnósticos de
leucemia y tumores cancerígenos que sorprenden a agentes sanitarios,
enfermeros y médicos.
Las derivaciones
oncológicas más complejas confluyen en los hospitales de la ciudad
de Salta, donde profesionales miran con atención no solo los
factores genéticos, sino también las elevadas concentraciones de
arsénico que tienen muchos pozos del Chaco salteño y la
contaminación de las aguas, sedimentos y peces del río Pilcomayo
con plomo y otros metales pesados.
Operadores del
servicio de salud de Santa Victoria Este, que pidieron reservas de
identidad por temor a perder sus fuentes laborales, se manifestaron
sorprendidos por las leucemias, los cánceres de esófago y estómago
y otros infrecuentes tumores diagnosticados en niños, jóvenes y
adultos de ambos sexos en la zona del Pilcomayo.
Por estos días
especialistas de los hospitales Británico e Italiano, de Buenos
Aires, cooperan con médicos de la Provincia en el área de los lotes
55 y 14, convertidos por la descomunal inundación del último verano
en zonas de desastre. A más de seis meses del retiro de las aguas,
muchos puestos criollos y comunidades originarias siguen en crítica
situación ambiental, social y sanitaria. Tras el éxodo aborigen se
acentuaron los trastornos gastrointestinales, las diarreas e
infecciones respiratorias. A la par, se incrementaron las
derivaciones hacia el hospital cabecera de Tartagal. Fuentes
sanitarias de la zona señalaron que solo desde Santa Victoria Este
se realizan hasta tres traslados diarios en ambulancias hacia
Tartagal.
Desde el hospital
de Alto la Sierra, una comunidad de 700 personas distante a 60
kilómetros de Santa Victoria, también son incesantes las
derivaciones. En un par de semanas su ambulancia hizo 14 traslados.
En esa localidad médicos que colaboran con Cultura Nativa, la
fundación del consagrado artista Jorge Rojas, desarrollan una
encomiable labor de diagnóstico, asistencia y derivación de
pacientes que necesitan tratamientos en centros hospitalarios de
mayor complejidad.
"Hace más o
menos un mes la gente de Edesa vino y nos cortó el suministro
eléctrico de la bomba que teníamos en el pozo de nuestra comunidad.
El agua que estamos tomando ahora es de otro pozo. A veces sale medio
marrón y otras veces medio blanca. Tenemos a muchos chicos y
personas de la comunidad con diarreas y otros problemas de salud",
puntualizó el cacique wichi de Alto La Sierra, Julio Díaz.
En Santa Victoria
muchos vecinos también están indignados. Las obras de la red de
agua, ejecutada con recursos del Plan Hábitat, no están terminadas,
pero recibieron abultadas boletas de Aguas del Norte (en algunos
casos dos facturas juntas) y no entienden por qué empezaron a
cobrarles el servicio. "De nuestras canillas sigue saliendo la
misma agua de siempre, a veces turbia y con mal olor", aseguran
en el pueblo.
El problema no es
exclusivo de ese municipio. En Rivadavia Banda Norte, poblaciones
campesinas de Morillo, Los Blancos y otras localidades ubicadas sobre
la ruta nacional 81 consumen agua salitrosa y con arsénico.
Christian
Herrera, reconocido cantante y compositor de Morillo, insiste en las
redes sociales con el reclamo de agua segura y otras soluciones para
las familias rurales de Banda Norte. La abogada Sarah Esper lo
acompaña en las denuncias de los estragos que causa el arsénico, un
lento veneno que acecha en muchos pozos del Chaco salteño y que
achica las expectativas de vida de infinidad de niños salteños.
En la zona, como
en todo el departamento de Rivadavia, es alta la incidencia del
cáncer de cuello de útero y de mama por el bajo nivel de acceso y
respuesta a controles preventivos regulares.
Marca tóxica en
el cabello
Un equipo
integrado por científicos de Inglaterra, Holanda y Bolivia detectó
altas concentraciones de metales pesados en el cabello de los
pobladores ribereños del Pilcomayo, atribuibles al consumo de
pescado y del agua del río contaminada con desechos mineros.
Fuentes:
Antonio Oieni, En el río Pilcomayo la contaminación enferma y mata, 26/08/18, El Tribuno. Consultado 27/08/18.
Leucemia y tumores asociados a metales pesados, 26/08/18, El Tribuno. Consultado 27/08/18.
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