lunes, 27 de agosto de 2018

En el río Pilcomayo la contaminación enferma y mata

Hay preocupación por tumores que se atribuyen a la acumulación de metales pesados. También están bajo la lupa pozos con arsénico. Se mezquinan informes sobre las aguas.

por Antonio Oieni

Hugo Villagrán, cacique de Santa María, tiene a su hija bajo tratamiento en la ciudad de Salta por un tumor en la cabeza.

La hija de Julio Díaz, cacique de Alto La Sierra, fue hospitalizada con una seria dolencia en la vejiga.

Uno de los jefes wichí vive en la costa del Pilcomayo y el otro, monte adentro, pero los dos apuntan a la misma causa: el agua.

Villagrán y Díaz no son los únicos que están preocupados y quieren conocer los resultados de los análisis que distintos organismos realizaron en los pozo de aguas, las fuentes superficiales, los sedimentos, los suelos de las áreas de inundación y los peces del Pilcomayo.

El sábalo es la base de la cadena trófica y la principal dieta de más de 65.000 indígenas que viven en sus orillas en Tarija, Salta y Formosa.

Huella tóxica

Se sabe por diferentes estudios y monitoreos que se realizaron en los últimos veinte años que muchos pozos del extremo noreste de la provincia tienen concentraciones de arsénico que superan hasta en 75 veces los valores máximos recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

También está probado que las aguas del Pilcomayo siguen siendo receptoras de grandes volúmenes de metales pesados (plomo, cadmio, mercurio) desechados por cerca de 40 explotaciones mineras de Potosí. Las medidas que se dispusieron tras los gigantescos derrames de barros tóxicos producidos en 1996, 2003 y 2014, moderaron las descargas, pero diques de cola que se construyeron hace una década agotaron sus ciclos de utilidad y el vertido de aguas ácidas mineras que contienen elevadas concentraciones de metales pesados sigue siendo incesante.

Hace dos años, la Oficina Técnica Nacional (OTN) de Bolivia detectó 1.800 puntos de contaminación en el Pilcomayo superior. Antes, la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA)) había registrado en las aguas de la alta cuenca niveles de arsénico cinco mil veces superiores al límite de seguridad fijado por la OMS. En las mismas muestras se determinaron niveles de plomo de hasta 99 miligramos por litro, cuando el máximo tolerable es de 0,05 mg/l.

Sábalo con plomo

Antes de la desastrosa rotura del dique de cola de la minera potosina Santiago Apóstol, en 2014, especialistas de la Comisión de Investigaciones Científicas de Buenos Aires, la Administración de Parques Nacionales y el Centro de Investigaciones del Medio Ambiente de la Universidad Nacional de La Plata detectaron en los tejidos musculares y las espinas de sábalos capturados en Misión La Paz (Salta) valores de plomo de 3,27 y 15,94 miligramos por kilo. El máximo permitido por el Código Alimentario Argentino es de 2 mg/kg.

En los sedimentos

Los últimos muestreos publicados por la Subsecretaría de Recursos Hídricos de la Nación, hace cuatro años, advirtieron sobre concentraciones máximas de arsénico (26,6 mg/kg), plomo (127 mg/kg) y cadmio (6,4 mg/kg) en los sedimentos de fondo de Misión La Paz. En todos los casos, los valores se ubicaron muy por encima de los niveles medidos en El Colorado (río Bermejo) y de los límites de seguridad fijados por normas internacionales.

Los metales pesados se acumulan en los sedimentos y se transfieren a la cadena trófica con serias consecuencias en la salud de las poblaciones ribereñas. “El silencio es más fuerte que la verdad, las huellas tóxicas quedan y las muertes pasan al olvido”, resumió, en una síntesis perfecta de la tragedia del Pilcomayo, el biólogo Raúl Montenegro, premio Nobel Alternativo de 2004.

Bajo llave

¿Cómo están las cosas hoy en el Pilcomayo y los pozos de agua del chaco salteño? Para responder a esa pregunta, desde la redacción de El Tribuno hemos insistido a lo largo de la semana por los informes de los muestreos más recientes, pero los organismos técnicos de Argentina, Bolivia y Paraguay se mantienen herméticos con los datos de interés publico. También enviamos los formularios que pide llenar la Comisión Trinacional del Río Pilcomayo. “Se ha recibido su solicitud de acceso a Calidad de Aguas. La misma será respondida a la brevedad”, respondió la Comisión Ejecutiva desde Sucre. La información nunca se entregó.

El silencio de las estructuras burocráticas, que insumen fortunas en cargos y honorarios para resolver poco o nada, dice mucho. Si los nuevos registros fueran alentadores, qué motivos habría para tenerlos bajo llave?

Evidencias científicas del daño a la salud

Diversos estudios científicos describen patrones de mortalidad por cáncer asociados a diferentes metales pesados. En un trabajo publicado en abril último, epidemiólogos españoles encontraron relaciones entre el número de muertes por tumores de esófago con el plomo, de tumores cerebrales con el arsénico y del cáncer de vejiga con el cadmio.

Pablo Fernández Navarro, doctor en medicina de la Universidad Autónoma de Madrid, remarcó que las exposiciones crónicas a plomo, cadmio, zinc, manganeso y cobre se asocian, estadísticamente, con una mayor mortalidad por cánceres del sistema digestivo en hombres. La de cadmio, a su vez, tiene prevalencia en el cáncer de encéfalo en mujeres.

Otros estudios vinculan al plomo, arsénico cadmio y mercurio con cánceres de sangre (leucemia), huesos, pulmón y mama; retrasos madurativos, daños al sistema nervioso central y al sistema inmunológico; diarreas, afecciones gastrointestinales y afectaciones al riñón.

Leucemia y tumores asociados a metales pesados

Preocupan cánceres de sangre y digestivos diagnosticados en niños y adultos.

En los servicios de salud de Santa Victoria Este, Tartagal y la capital salteña hay preocupación por niños, jóvenes y adultos que llegan desde comunidades originarias de Santa Victoria Este con diagnósticos de leucemia y tumores cancerígenos que sorprenden a agentes sanitarios, enfermeros y médicos.

Las derivaciones oncológicas más complejas confluyen en los hospitales de la ciudad de Salta, donde profesionales miran con atención no solo los factores genéticos, sino también las elevadas concentraciones de arsénico que tienen muchos pozos del Chaco salteño y la contaminación de las aguas, sedimentos y peces del río Pilcomayo con plomo y otros metales pesados.

Operadores del servicio de salud de Santa Victoria Este, que pidieron reservas de identidad por temor a perder sus fuentes laborales, se manifestaron sorprendidos por las leucemias, los cánceres de esófago y estómago y otros infrecuentes tumores diagnosticados en niños, jóvenes y adultos de ambos sexos en la zona del Pilcomayo.

Por estos días especialistas de los hospitales Británico e Italiano, de Buenos Aires, cooperan con médicos de la Provincia en el área de los lotes 55 y 14, convertidos por la descomunal inundación del último verano en zonas de desastre. A más de seis meses del retiro de las aguas, muchos puestos criollos y comunidades originarias siguen en crítica situación ambiental, social y sanitaria. Tras el éxodo aborigen se acentuaron los trastornos gastrointestinales, las diarreas e infecciones respiratorias. A la par, se incrementaron las derivaciones hacia el hospital cabecera de Tartagal. Fuentes sanitarias de la zona señalaron que solo desde Santa Victoria Este se realizan hasta tres traslados diarios en ambulancias hacia Tartagal.

Desde el hospital de Alto la Sierra, una comunidad de 700 personas distante a 60 kilómetros de Santa Victoria, también son incesantes las derivaciones. En un par de semanas su ambulancia hizo 14 traslados. En esa localidad médicos que colaboran con Cultura Nativa, la fundación del consagrado artista Jorge Rojas, desarrollan una encomiable labor de diagnóstico, asistencia y derivación de pacientes que necesitan tratamientos en centros hospitalarios de mayor complejidad.

"Hace más o menos un mes la gente de Edesa vino y nos cortó el suministro eléctrico de la bomba que teníamos en el pozo de nuestra comunidad. El agua que estamos tomando ahora es de otro pozo. A veces sale medio marrón y otras veces medio blanca. Tenemos a muchos chicos y personas de la comunidad con diarreas y otros problemas de salud", puntualizó el cacique wichi de Alto La Sierra, Julio Díaz.

En Santa Victoria muchos vecinos también están indignados. Las obras de la red de agua, ejecutada con recursos del Plan Hábitat, no están terminadas, pero recibieron abultadas boletas de Aguas del Norte (en algunos casos dos facturas juntas) y no entienden por qué empezaron a cobrarles el servicio. "De nuestras canillas sigue saliendo la misma agua de siempre, a veces turbia y con mal olor", aseguran en el pueblo.

El problema no es exclusivo de ese municipio. En Rivadavia Banda Norte, poblaciones campesinas de Morillo, Los Blancos y otras localidades ubicadas sobre la ruta nacional 81 consumen agua salitrosa y con arsénico.

Christian Herrera, reconocido cantante y compositor de Morillo, insiste en las redes sociales con el reclamo de agua segura y otras soluciones para las familias rurales de Banda Norte. La abogada Sarah Esper lo acompaña en las denuncias de los estragos que causa el arsénico, un lento veneno que acecha en muchos pozos del Chaco salteño y que achica las expectativas de vida de infinidad de niños salteños.

En la zona, como en todo el departamento de Rivadavia, es alta la incidencia del cáncer de cuello de útero y de mama por el bajo nivel de acceso y respuesta a controles preventivos regulares.

Marca tóxica en el cabello

Un equipo integrado por científicos de Inglaterra, Holanda y Bolivia detectó altas concentraciones de metales pesados en el cabello de los pobladores ribereños del Pilcomayo, atribuibles al consumo de pescado y del agua del río contaminada con desechos mineros.

Entradas relacionadas:
Residuos contaminan el río Pilcomayo
Fuentes:
Antonio Oieni, En el río Pilcomayo la contaminación enferma y mata, 26/08/18, El Tribuno. Consultado 27/08/18.
Leucemia y tumores asociados a metales pesados, 26/08/18, El Tribuno. Consultado 27/08/18.

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