Surge de un
estudio encarado por el Centro de Investigaciones del Medioambiente
(CIM), un organismo que depende de la UNLP y el CONICET. Las muestras
analizadas se focalizaron en el río Paraná y sus afluentes, tanto
en aguas superficiales como en sedimentos. El curso de agua presentó
las mayores concentraciones de este compuesto derivado de la
agricultura intensiva a base de químicos.
por Nicolás
Grande
Un estudio
realizado por el Centro de Investigaciones del Medioambiente (CIM),
organismo dependiente de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y
el CONICET, deja en evidencia las consecuencias negativas de la
agricultura intensiva en importantes cursos de agua, entre ellos el
río Luján. La presencia de glifosato, la estrella del modelo a base
de químicos, fue detectada en aguas superficiales y sedimentos.
El trabajo,
encarado a partir de distintas muestras tomadas años atrás, se
centra en el río Paraná y sus afluentes. Los resultados ponen en
evidencia que el peligroso agroquímico, señalado por múltiples
evidencias científicas como responsable de graves daños en la
salud, supera el ámbito de su aplicación para terminar afectando la
integralidad de los ecosistemas.
“Al fondo del
río el glifosato llega por dos procesos: cuando llueve todos los
campos tienen pendientes que van hacia los ríos o arroyos y el otro
es el atmosférico, la erosión eólica de los campos por lo que hoy
no hay sedimentos de los ríos de la región pampeana que no tengan
glifosato”, explicó a la agencia DIP Damián Marino, integrante
del CIM.
La investigación
buscó indicios de glifosato y de ácido aminometil fosfónico (AMPA
según sus siglas en inglés), definido técnicamente como un
metabolito ambiental exclusivo del glifosato. La detección de AMPA
indica que en ese lugar hubo rastros del herbicida.
Un párrafo del
trabajo da cuenta del impacto que ambas sustancias tienen en el río
Luján: “Los análisis de las muestras de sedimentos indican
niveles detectables de ambos compuestos (glifosato y AMPA),
principalmente en el medio y tributarios de tramo inferior de los
sectores de la cuenca bajo investigación. Las concentraciones medias
detectadas fueron 742 y 521 μg/kg, respectivamente. La mayor
concentración se detectó en el río Luján, que contiene más de
3000 μg/kg de glifosato y 5000 μg/kg de AMPA”.
Se agrega que “en
el río Luján, donde las concentraciones respectivas de los dos
compuestos se determinaron para todos compartimentos, los niveles de
glifosato eran de tres a cuatro veces mayor en los sedimentos que en
el agua completa”.
En definitiva, se
comprobó que la presencia del herbicida es detectable,
especialmente, en toda la zona gobernada por el Paraná que se
extiende desde la provincia de Santa Fe hasta la ciudad de Luján.
El trabajo
desarrollado por el Centro de Investigaciones del Medioambiente (CIM)
muestra que en la región estudiada la concentración de glifosato en
los sedimentos, unos 8 miligramos por litro, es entre dos y cuatro
veces superior a la detectada en un suelo cultivado con soja”.
El contexto
A partir de los
datos puntuales, expresados a través de una serie de cuadros, los
investigadores aportan el contexto que explican los resultados
obtenidos y exponen la complejidad de un sistema agrícola
caracterizado por su agresividad contra el medio ambiente. De esa
manera, se explica que en el caso de Argentina “el uso de
plaguicidas aumentó en las últimas décadas con la transformación
de la agricultura en un sistema de alta tecnología”. La
incorporación de cultivos transgénicos diseñados para tolerar la
aplicación del glifosato se incrementó en los últimos veinte años.
Hasta 2012, unas
22 millones de hectáreas de la tierra cultivada estaban ocupadas por
maíz y soja tolerantes al glifosato. Más superficie implica mayor
cantidad de litros de químicos tóxicos, eso sin contar la
resistencia que con el paso de los años generan algunos organismos
vegetales, lo que obliga a subir la dosis.
Marino explicó
que “el glifosato es una molécula muy pequeña que tiene la
función de ser un herbicida generalista porque no discrimina, sino
que mata todo aquello que sea verde a excepción de un organismo
genéticamente modificado como la soja, el maíz o el algodón”.
Sin embargo, con el paso del tiempo “algunas especies comenzaron a
hacerse resistentes, motivo por el cual decidió aumentarse la
cantidad del químico por hectárea”.
El especialista
destacó que “en los últimos 10 años entraron más de 1.000
millones de litros de glifosato”, un número que “pone a la
Argentina en el primer puesto a nivel mundial en la cantidad de uso
de plaguicidas por habitante por año (10 litros de plaguicidas por
habitante por año). En las distintas muestras ambientales que se
toman en nuestro país, se puede ver que el glifosato ocupa entre el
80 o 90 por ciento de la carga total de plaguicidas de la muestra.
Cuando arrancó hace 20 años el modelo de agroproducción extensivo
en base a transgénicos, se usaban en el país tres litros de
glifosato por hectárea por año. Hoy el promedio es de 15 litros de
glifosato por hectárea por año, y en el caso del algodón 40 litros
por hectárea por año. Las dosis han ido aumentando porque ya no
hacen el mismo efecto que hacían al principio y esto se debe a la
resistencia que van generando las distintas especies”, describió
Marino.
En cuanto a los
efectos sobre los ambientes, el integrante del CIM puntualizó que
“el glifosato está destruyendo los distintos ecosistemas,
produciendo una pérdida de la biodiversidad, ya que por ejemplo al
eliminar determinada planta también se elimina la especie animal que
depositaba sus huevos en esa planta y consecuentemente a la especie
que se alimentaba de ese bicho, lo que provoca la destrucción de la
flora y la fauna autóctona”.
Otro de los
trabajos orientados desde el CIM se encargó de comparar lagunas
patagónicas con iguales espejos de agua en la provincia de Buenos
Aires. En los primeros, las muestras no detectaron glifosato,
mientras que en los segundos sí.
Fuente:
Nicolás Grande, Glifosato: el río Luján alcanzado por el peligroso agroquímico, 10/07/18, El Civismo.
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