por Juan Grabois
Pocos porteños
se enteraron que, de triunfar los planes del Ejecutivo porteño,
vamos a volver a quemar la basura. La legislatura se apresta a votar
una ley que va a llenar de dioxinas cancerígenas y ceniza tóxica la
incauta Buenos Aires. La iniciativa amenaza con destruir uno de los
pocos programas socioambientales exitosos del país: el sistema de
gestión social para la recolección diferenciada mediante
cooperativas de cartoneros. Se ponen en riesgo seis mil puestos de
trabajo directos y más de veinte mil indirectos.
Dijo una vez el
Papa Francisco que todo eufemismo esconde un crimen. Esta operatoria
de marketing lingüístico se está haciendo costumbre en Argentina.
Ahora, incineración se llama "termovalorización". Poco se
habló del tema. Los cartoneros, con la dignidad que los caracteriza,
han liderado esta lucha casi en soledad, apoyados por unas pocas
organizaciones ambientalistas y legisladores, con la fuerza de sus
convicciones ecológicas y sociales. Es comprensible que en esta
sociedad indiferente pocos se preocupen por la suerte de los
cartoneros, pero extraña que a ningún porteño le importe respirar
aire contaminado por las emanaciones de miles de toneladas de
residuos que se quemarán cada día. Por más que vayan a colocar la
planta entre los pobres de Lugano, la polución llegará también a
los ricos de Recoleta. No se trata ya de una cuestión de
solidaridad, sino de autodefensa.
El bloqueo
informativo tiene en este caso una explicación indignante.
Operadores oficiales ejecutaron con maestría una campaña de
desinformación masiva, hostigamiento a organizaciones ambientalistas
y prebendas para ablandar periodistas críticos. Las filtraciones que
revelaron Enrique Viale y Myriam Bregman dan cuenta con lujo de
detalles cómo se pergeñó esta estrategia de dudosa legalidad en
base a pauta publicitaria disuasiva y "tours pedagógicos"
a Europa. Este operar expone que el oficialismo avanza con campañas
públicas de difamación contra las organizaciones y sus miembros
cuando no se callan, intentando desacreditarlas y silenciarlas en la
denuncia pública de los proyectos regresivos en materia social y
ambiental.
Dentro de este
contexto, es estruendoso el silencio del diputado Juan Carlos
Villalonga, quien a pesar de haber sido parte de Greenpeace cuando se
aprobó la Ley de Basura Cero, no se manifiesta expresamente contra
la incineración, lavando así las pretensiones del gobierno de la
Ciudad y agrediendo a las organizaciones que defienden el interés de
todos, no el de unos pocos.
El argumento
central del gobierno para impulsar esta tecnología del descarte es
el colapso de los rellenos sanitarios, triste realidad derivada de la
falta de planificación estratégica y la inexistencia de una
política metropolitana de recolección diferenciada y reciclado. En
efecto, aún hoy no existen planes nacionales ni regionales de
recolección diferenciada, reciclado social, reutilización,
reducción de envases, promoción ambiental ni ninguna de las
políticas universalmente aceptadas como necesarias para tener
ciudades más limpias y sustentables.
Entonces, cuando
la cosa se pone fea, aparece la solución fácil, mágica,
demagógica, cortoplacista, espasmódica, que reafirma la concepción
del ser humano como un consumidor irresponsable, el Estado como un
gestor bobo de problemas emergentes y el modelo económico como un
sistema de descarte de cosas y personas. El contrato ambiental que
nos propone este proyecto es comprar, usar, tirar y quemar. Sin
culpas, sin responsabilidades. Alguien hará "desaparecer"
el descarte en el fuego de una hoguera. No importa si esa "basura"
puede ser materia prima para la industria nacional y puestos de
trabajo para los descartados del sistema. Es mejor que sus partículas
se dispersen con el viento, casi imperceptibles. Para reciclar, para
cuidar el ambiente, hay que pensar mucho, planificar a largo plazo,
valorar al ser humano, gestionar sistemas complejos, enfrentar las
corporaciones. Quemar es más fácil, aunque la OMS alerte sobre la
muerte de seis millones de personas al año por contaminación del
aire.
La incineración,
dicen también, es un sistema de probada eficiencia en Europa. Eso
les contó un funcionario a algunos periodistas mientras cenaban en
algún coqueto restaurante de Viena. La cuenta la pagó el Estado. No
les contaron que esas mismas ciudades se están sacando de encima
tecnología obsoleta debido a que las regulaciones de la Unión
Europea son cada vez más restrictivas en el uso de incineradores.
El problema, como
vemos, no es simplemente que se pretenda importar acríticamente
soluciones extranjeras que no necesariamente son buenas ni adecuadas
al contexto nacional. Es peor. Con mentalidad de patrón bananero,
nuestros funcionariado quieren vendernos la modernización con
tecnología que el primer mundo está descartando. Vamos a pagar
varios cientos de millones de dólares por plantas de incineración
que ningún intendente de un país desarrollado aceptaría.
La agenda
ambiental del gobierno argentino es nula. Ha decidido sacar de la
agenda de la reunión del G20, presidida este año por el Ingeniero
Mauricio Macri, el capítulo vinculado al cambio climático con la
intención de no chocar con la administración Trump. Salvo
excepciones, la prensa local no se ha hecho eco ni de esto ni de las
consecuencias que este drama global está teniendo hoy en nuestro
país: inundaciones recurrentes, temperaturas elevadísimas y la
terrible sequía que sufre el campo argentino. Estas consecuencias
las sufren siempre aquellos que están en situación de mayor
vulnerabilidad: los campesinos, las comunidades indígenas, los
desplazados, los habitantes de barrios populares. Este proyecto
incinerador es un crimen ambiental y social que se inscribe en el
contexto de la indiferencia generalizada de nuestro Gobierno y
desinformación masiva de nuestro pueblo en esta temática crucial
para el futuro de la humanidad y nuestros hijos.
El autor es
dirigente social y abogado de la Federación Argentina de Cartoneros
y Recicladores (CTEP).
Fuente:
Juan Grabois, Proyecto de incineración de basura: un crimen ambiental y social, 02/05/18, Infobae. Consultado 03/05/18.
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