por Jorge Cuello y
Gustavo Fernández
Ayer el
oficialismo logró imponerse en la votación que aprobó por 36 votos
contra 22 el proyecto de ley enviado por el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta para autorizar la quema e incineración de la basura que a diario se genera en la ciudad de Buenos Aires.
La iniciativa
oficial estuvo orientada a modificar el artículo 7 de la Ley de
Basura Cero sancionada en 2005, la cual prohibía expresamente la combustión de residuos sólidos urbanos tanto en el territorio de la Capital como en el territorio de otras jurisdicciones y habilitó la
incineración de residuos mediante técnicas que permitan generar
energía.
Esta iniciativa
significa no solo poner en riesgo las condiciones ambientales y la
salud de las personas que viven en los barrios porteños o en los
distritos bonaerenses más pobres en donde se instalarán seguramente
en el futuro estas incineradoras de basura, sino que además
modificará diametralmente el paradigma que sustenta los criterios de
una verdadera gestión integral de residuos sólidos urbanos (Girsu).
Este paradigma,
basado en la regla de las tres R (reducir, reutilizar y reciclar),
fue abandonado a partir de ahora en la Ciudad de Buenos Aires, tras
el fracaso del gobierno porteño a lo largo de esta última década
en dar cumplimiento a las metas y objetivos fijados por la Ley 1.854,
la cual preveía una reducción en 2017 de un 75 % de los residuos
enviados a los rellenos sanitarios del Ceamse, la empresa estatal
dedicada al tratamiento de residuos urbanos en el área
metropolitana, tomando como línea de base 2004.
En otras
palabras, ya no habrá más razones para instrumentar medidas de
reducción de la cantidad de basura generada o acciones de
concientización o educación ambiental dirigidas a la ciudadanía
para separar y reciclar los residuos porque estas centrales de
incineración necesitan grandes cantidades de basura para poder
funcionar y generar la energía necesaria para justificar su
funcionamiento diario. Y no se llegará, incluso, a cumplir con las
nuevas metas fijadas por la nueva ley, orientadas a reducir en un 80 %
en 2030 los residuos depositados en rellenos sanitarios teniendo en
cuenta los volúmenes generados en 2012.
Las
externalidades negativas se extenderán sobre las más de 6 mil
familias que viven actualmente del reciclado y se harán sentir
también sobre las cuentas y arcas públicas. En primer lugar, por
los altos costos de recolección y transporte fijados en los pliegos
de licitación de la ciudad, los cuales toman como parámetro la
cantidad de toneladas de basura diaria que recolectan las empresas
concesionarias. Y, en segundo lugar, porque desde el punto de vista
económico - financiero, la inversión inicial y los costos
operativos para la instalación y funcionamiento de estas plantas son
muy elevados, incluso aún, mayores a los que ahora se destinan para
depositar los residuos en los rellenos sanitarios del Ceamse,
ubicados en el territorio bonaerense.
Mientras la
comisión europea viene desalentando la construcción de este tipo de
plantas y su uso se redujo en Estados Unidos y Japón, en la
Argentina actuamos a contramarcha de lo que pasa en el mundo y
terminamos convirtiéndonos en destinatarios junto a otros países
latinoamericanos y asiáticos de esta chatarra tecnológica.
Solo por citar un
ejemplo, hace poco tiempo fueron suspendidos los planes que
originalmente estaban previstos para el área metropolitana de
Madrid, a través del Plan Estratégico de Residuos, el cual
contemplaba la instalación de una incineradora en la localidad de
Pinto y se está avanzando ahora, tras las recomendaciones europeas y
las movilizaciones populares, en la prohibición de esta práctica en
dicha capital europea.
Para avanzar
hacia la instrumentación de una verdadera política de gestión
integral de los residuos resulta necesario que se adopten un conjunto
de medidas. Una es que apruebe en el Congreso nacional una ley que
obligue a las empresas a reducir el volumen de envases y envoltorios
de los productos que comercializan.
Por otra parte,
el gobierno porteño debe impulsar programas serios de capacitación
en las escuelas, estimular a la ciudadanía a fomentar la separación
en origen de residuos húmedos y secos y obligar a las empresas
concesionarias del servicio de recolección a que garanticen -junto a
los recuperadores urbanos - la inclusión de los residuos secos en el
circuito de recuperación y reciclaje.
Por último,
debería incrementar los controles y aplicar las sanciones
correspondientes a los consorcios de propiedad horizontal y a las
empresas, comercios, cadenas de comidas rápidas, restaurantes y
hoteles que no dispongan sus residuos de manera diferenciada en la
vía publica e instrumentar junto con el gobierno de la provincia de
Buenos Aires y el gobierno nacional un verdadero plan de gestión
integral de los residuos sólidos urbanos.
Fuente:
Jorge Cuello, Gustavo Fernández, Los efectos de quemar la basura en la Ciudad, 04/05/18, La Nación. Consultado 04/05/18.
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