por Emilio Godoy
WÖRRSTADT,
Alemania, 7 may 2018 (IPS) - “Me irritaba que una empresa de fuera
de la región ganara dinero con energía renovable y me preguntaba
por qué la gente no se involucraba” en el tema, rememora la
alemana Petra Gruner-Bauer, presidenta de la cooperativa Solix
Energie.
Por ello,
Gruner-Bauer, fundadora de la organización, empezó a concienciar a
sus vecinos en Wörrstadt, un municipio del occidental estado de
Renania-Palatinado, para que entendieran qué era una cooperativa, la
trascendencia de la participación ciudadana y los beneficios
comunitarios.
“Escribí en un
papel las cosas que había que cambiar y traté de convencer a la
gente, que se involucró. Es el poder que la gente tiene. Somos al
mismo tiempo los miembros y los emprendedores, nos concentramos en
que cada persona reciba energía renovable”, contó a IPS en una
entrevista.
La cooperativa,
de 116 socios, nació en 2011 y ya desarrolló dos proyectos de
paneles solares y un parque eólico, con una generación anual
superior a los siete millones de kilovatios-hora y en beneficio de
5.000 personas, en una localidad de 30.000 habitantes.
Para un miembro
potencial, la inversión mínima asciende a 1.022 dólares y este año
la tasa de retorno del capital equivale a menos de uno por ciento.
La agrupación es
una de las 42 de su tipo que opera en el rubro energético en
Renania-Palatinado, un estado pionero en el desarrollo de las
alternativas renovables en Alemania, lo que le genera 10.000 empleos
y una generación eléctrica regional de casi 50 por ciento basada en
fuentes perennes.
A nivel nacional,
las cooperativas energéticas engloban actualmente 900.200
integrantes y una inversión de unos 1.830 millones de dólares.
En 2016,
individuos y cooperativas germanas poseían 31,5 por ciento de las
instalaciones renovables, el mayor segmento inversor en el ramo
energético, según un estudio publicado en febrero por la
consultora alemana Agencia de Energías Renovables.
Las cooperativas
alemanas han sido fundamentales en el avance de la transición
energética de esta nación, al fomentar el poder ciudadano, producir
energía localmente, ser una fuente de bienestar socioeconómico y
reducir emisiones contaminantes.
De la cesta
alternativa, 36 por ciento de la generación eléctrica proviene de
fuentes imperecederas, que alimentan la eoloenergía, biomasa, solar,
hidroeléctricas y residuos.
La transición
energética, mediante la sustitución paulatina de los combustibles
fósiles por alternativas amigables con el ambiente, forma parte de
los mecanismos establecidos a nivel mundial para contener el
recalentamiento planetario.
“Las
cooperativas energéticas son una forma muy segura y sencilla de
participar en la transición energética, al invertir poco dinero.
Son altamente descentralizadas, ayudan a fortalecer la cadena de
valor local, fomentan el respaldo público a la transición y liberan
potencial financiero”, subrayó a IPS Verena Ruppert, presidenta de
la Red de Cooperativas Ciudadanas de Energía del Estado de Renania-Palatinado.
Ese colectivo
agrupa a 24 miembros, 22 de los cuales son cooperativas energéticas
y que a su vez aglutinan a 5.000 individuos y más de 200 empresas,
comunidades y organizaciones religiosas. Los cooperativistas han
invertido unos 85 millones de dólares en techos solares, granjas
eólicas, plantas de biogás y proyectos de acondicionamiento
residencial.
Esas cooperativas
energéticas tienen en Alemania un ambiente favorable, que facilitan
su liderazgo en este campo, como sucede también en Estados Unidos,
Dinamarca y Australia, los mayores modelos del sector.
Barreras al
despegue en América Latina
En contraposición
al contexto alemán, en América Latina esas cooperativas no han
despegado, salvo en una minoría de países, a pesar de los
beneficios del modelo.
En países como
México, Perú y Venezuela las leyes de cooperativas reconocen su
función en diversos sectores, como el energético, pero las
regulaciones eléctricas ponen barreras a su desarrollo.
La legislación
sí facilita ese desempeño en naciones como Argentina y República Dominicana, mientras que Bolivia, Colombia y Costa Rica cuentan
también con disposiciones orientadas a promover esa participación.
En Argentina, un
país con 44 millones de habitantes, las cooperativas energéticas se
remontan a los años 90 y ya abarcan 16 por ciento del mercado
nacional, con unas 500 cooperativas eléctricas y más de un millón
de asociados, según cifras de la Federación Argentina de Cooperativas de Electricidad y otros Servicios Públicos.
En 2016, el
gobierno de la norteña provincia de Santa Fe creó el Programa Prosumidores, que financia a los ciudadanos que pasan de ser solo
consumidores a ser también productores, al generar electricidad
para vender su excedente a la red.
Brasil, por su
parte, proporciona desde 2016 incentivos financieros a los sistemas
fotovoltaicos de pequeña escala distribuidos (descentralizados), con
el fin de que particulares y empresas se autoabastezcan de
electricidad.
En otra
perspectiva ambiciosa, Costa Rica ha impulsado ese modelo, con cuatro
cooperativas responsables de nueve por ciento de la distribución
nacional y seis por ciento de la generación eléctrica
costarricense.
Así lo destaca
un reporte publicado en septiembre de 2017, “Subastas de energías renovable y proyectos ciudadanos participativos: América Latina y el Caribe”, elaborado por la internacional Red de Políticas de Energía Renovable para el Siglo XXI (Ren21).
Esas entidades
costarricenses generan unos 400 megavatios -principalmente de
hidroeléctricas y un pequeño volumen eólico-, aglutinan a más de
200.000 socios, proveen del servicio a unos 400.000 clientes y
emplean a casi 2.000 trabajadores.
Chile también
fomenta desde 2015 la generación participativa con el programa
gubernamental Comuna Energética, que busca promover la eficiencia a
través del uso de energías renovables locales y para lo cual creó
un fondo comunitario.
Hasta ahora, la
iniciativa gestiona ocho proyectos en seis municipios y ya ha
organizado dos convocatorias por un monto superior a 112 millones de
dólares para beneficio de 34 comunidades.
La transformación
germana arrancó formalmente en 2011, sustentada sobre seis leyes que
favorecen la generación alternativa mediante un sobrecargo para los
productores, la ampliación de la red eléctrica para propiciar la
incorporación renovable y la cogeneración para aprovechar la
energía desperdiciada en las instalaciones de fuentes fósiles.
La reforma a Ley
de Energía Renovable, vigente desde enero de 2017, determinó la
tarifa fija para el sector – fundamental para el progreso renovable
experimentado- y la instauración de subastas para todas las fuentes.
Los cambios
premian a los generadores más baratos, imponen topes de generación
y limitan la permanencia de tarifa fija solo para las cooperativas y
los pequeños productores.
Pero en América
Latina, los emprendimientos energéticos comunitarios chocan contra
barreras legales, técnicas y financieras.
En México, la
Ley de la Industria Eléctrica, en vigor desde 2014, permite
desplegar proyectos locales menores a un megavatio, pero
prácticamente los excluye de las subastas eléctricas que el
gobierno ha organizado desde 2016.
Al menos 12
países de la región organizan subastas de energía renovable que,
por sus requisitos financieros, técnicos y empresariales, segregan a
las cooperativas, lo cual les impide una expansión mayor.
Es no sucede en
Alemania, donde ahora se apunta a un nuevo estadio.
“La transición
necesita de calefacción y transporte. No queremos enfocarnos solo en
la generación de energía, sino también en la protección
ambiental”, aseguró Gruner-Bauer, cuya organización incursiona
ahora en autos eléctricos compartidos, para disminuir el uso del
vehículo privado.
Por su parte,
Ruppert afirmó que pueden cooperar con organizaciones
latinoamericanas. “Pero es una decisión del consejo directivo.
Podemos ayudar, pero primero necesitamos conocer las necesidades de
las cooperativas”, indicó.
El informe de la
no gubernamental REN21 recomienda la reserva de una cuota para
proyectos ciudadanos participativos y facilitar el acceso a los
acuerdos de compra de energía, lo cual asegura la eficiencia de las
licitaciones y la efectividad de las tarifas garantizadas para esos
emprendimientos.
Además, propone
la instauración de una autoridad para proyectos ciudadanos, creación
de capacidades, promoción de energía comunitaria y el
establecimiento de metas nacionales específicas de energía para
esos emprendimientos.
Este artículo
fue posible gracias la beca CLEW 2018.
Edición:
Estrella Gutiérrez
Fuente:
Emilio Godoy, Cooperativas de energía, espejos empañados para América Latina, 07/05/18, Inter Press Service. Consultado 14/05/18.
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