Escapó camino al matadero y se escondió durante dos meses en un bosque al norte de Holanda. Conmovió a miles de personas y nos brindó la oportunidad de reflexionar sobre nuestra propia humanidad.
por Laura Borse
Pocas veces un
animal en la vida real se transforma en el protagonista de una
historia de aventuras que llega a millones de personas alrededor del
mundo. Esta vez fue una vaca que logró evitar su destino de cadáver
a la mesa, la que conmovió a miles de personas y nos brindó la
oportunidad de reflexionar sobre nuestra propia humanidad.
Hermien es una
vaca que se escapó en el camino al matadero y se escondió durante
dos meses en un bosque del norte de Holanda. Una vez encontrada, y
gracias a la presión social que incluyó una campaña en las redes
sociales y una colecta de dinero del Partido Animalista de Holanda
que logró juntar casi 50 mil euros, la vaca fue trasladada a la
granja de la asociación De Leemweg, en la ciudad de Zandhuizen, que
recibe vacas que dejan de ser productivas y funciona solo con
donaciones. A raíz de este caso, una columna de Juan Arias en el
diario español El País se pregunta si no seremos todos un poco
Hermien: “La sociedad se descubre cada día más castrada en su
identidad, en su libertad de pensar y de crear, de ser más que un
número y una ficha en el ajedrez anónimo de los poderes fácticos
que nos vigilan, nos dominan y nos domestican para que seamos un
producto que puede ser vendido y consumido”.
Es cierto que
quizá la historia de esta vaca que luchó por su vida y su libertad
nos toca algún nervio que permanece un tanto anestesiado pero no
muerto, especialmente en estos tiempos difíciles, cuando muchos nos
sentimos avasallados por el sentimiento de que lo único que importa
en este mundo es hacer dinero, y que la gran mayoría solo somos el
instrumento para que algunos pocos consigan más riqueza a costa de
nuestras vidas.
Sin embargo, esta
reflexión está dejando afuera a la protagonista principal: la vaca.
Ya es historia vieja que el pensamiento antropocéntrico niega a los
animales cualquier tipo de razón y capacidad de habla. Pero a estas
falaces ideas también se les rebela Hermien cuando decide huir del
matadero. Tal vez la historia de la vaca luchadora pueda ir más allá
de hacernos pensar en nuestra búsqueda de libertad y realización
personal, y sirva para poner en cuestión los modos como los seres
humanos nos relacionamos con los demás animales que habitan el
planeta, especialmente aquellos que fueron creados para satisfacer
necesidades (o caprichos) de generaciones pasadas.
Efectos
ambientales de la ganadería
La ganadería
industrial es responsable de una enorme emisión de gases de efecto
invernadero. Según la organización internacional GRAIN, “las
veinte principales compañías de carne y lácteos emitieron en 2016
más gases con efecto de invernadero que toda Alemania, el país más
contaminante de toda Europa, por mucho”. Mientras que para
Greenpeace, “la ganadería es responsable de la emisión del 14,5 %
de los gases de efecto invernadero (GEI), superando las emisiones
mundiales del tráfico rodado. Entre los gases emitidos se encuentran
el CO2, pero especialmente el metano y el óxido nitroso, dos gases
de efecto invernadero mucho más potentes que el CO2”. A este
respecto también se pronunció la FAO alertando que la producción
ganadera amenaza no solo el cumplimiento del Acuerdo de París, sino
que esta industria trae consigo problemas graves de acceso al agua, y
es una de las principales causas de pérdida de biodiversidad a nivel
mundial. Para peor, el acceso a los beneficios de la producción
ganadera no es equitativamente distribuido, la producción de carne
es exportada desde los países productores a los países ricos y los
territorios pobres son quienes pagan los costos ambientales y
sociales.
A consecuencia
del modelo ganadero industrial la deforestación y los conflictos
territoriales están creciendo en América Latina. Argentina,
Paraguay, Colombia y Brasil pierden sus bosques aceleradamente para
dar paso a la ganadería y a los cultivos transgénicos de soja y
maíz, los cuales a su vez son utilizados en gran parte para
alimentar ese ganado. Otro componente más que podemos sumarle al
problema es la utilización de todo tipo de antibióticos y químicos
en estos animales para engordarlos con mayor rapidez, y también
porque el vivir hacinados y en pésimas condiciones los hace
vulnerables a las enfermedades, tratándose en consecuencia como un
gran riesgo para la salud humana. Según un estudio del Centro para
la Dinámica, Economía y Política sobre Enfermedades en Washington
DC, publicado en la revista Science, “esta escalada en el uso de
antibióticos, principalmente como sustituto de una buena
alimentación e higiene en la producción ganadera, es simplemente
insostenible y echará por tierra todos los esfuerzos para conservar
la eficacia de los actuales antibióticos”, y ven necesaria una
reducción de al menos un 80 % en el empleo de antibióticos para
engorde de ganado para el año 2030.
Y tampoco podía
faltar el daño a la salud mental de los trabajadores de la industria
de la carne, algo señalado en el recomendado documental mexicano
Matadero, lo que la industria cárnica esconde, del fotoperiodista
Aitor Garmendia.
La columna de
Juan Arias concluye: “Es como si la sociedad se preguntara a sí
misma si, con nuestro conformismo ante los poderes y las ideologías
que pretenden decidir autoritariamente nuestro destino, no sería
preferible saltar del camión de la muerte para redescubrir nuestra
dignidad humana”. Podríamos agregar que saltar del camión para
vivir junto a los demás animales sin explotarlos ni condenarlos a
una vida miserable de sufrimiento también es parte de nuestra
dignidad humana, que respetarlos y cuidarlos es también asegurar una
vida digna, tanto para animales no humanos como para animales
humanos.
Fuente:
Laura Borse, Hermien, la vaca que logró su libertad y la dignidad humana, 28/02/18, La Izquierda Diario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario