Ilustración Enzo Rodríguez Suárez |
¿Por qué aparecen tantos ciervos muertos? ¿Será porque sus ancestrales refugios salvajes, desde Corrientes hasta San Isidro, hoy son estancias sembradas, piletas de natación, fábricas, rutas, incluso parques ecológicos? En esta crónica ganadora del Premio Leamos de “Basado en Hechos Reales", Celeste Orozco cuenta el rescate según una red colaborativa que incluye a científicos, vecinos y viejos cazadores convertidos en guardaparques.
por Celeste
Orozco
Tienen las manos
con sangre. A campo abierto acomodaron el cuerpo en una mesa de
campaña bajo la resolana del otoño, sobre un mantel y unos papeles
de diario. Lo apoyaron con suavidad sobre uno de sus lados. El pelo
cobrizo todavía le brillaba como si estuviera vivo. Por los ojos
chinos, dos rayas oscuras, gruesas, pareciera que duerme. Sobre la
frente tiene dos heridas, las marcas de las astas que se le cayeron
como puede despegarse una rama con la sudestada. En esa posición,
cuando lo abran, el rumen, que es el órgano que más espacio ocupa,
quedará hacia abajo y podrán ver mejor todo lo demás. Es mediados
de junio en el Litoral argentino. Estamos a poco de que invada la
lluvia.
Son dos mujeres y
un hombre de campo. Calzan botas y guantes de cirugía. Ahora una de
los tres le hunde el machete; desde el pubis va subiendo hasta que
asoman las vísceras. No es tanta la sangre como debería ser, en
este animal deshidratado y anémico. Le levantan la piel y vuelcan
hacia fuera las dos patas derechas, desarticulando las de atrás. Con
dos cortes al fondo de la garganta, le sacan la lengua, la laringe,
la tráquea, la tiroides, el esófago. Después le separan las
costillas y se detienen ante el cuerpo indefenso.
Toman fotos que
mandan por whatsapp a Buenos Aires, desde donde reciben instrucciones
y adonde enviarán las muestras. Antes de cortar el hígado
parasitado, le sacan sangre punzándole el corazón. A su alrededor
la naturaleza en silencio, inquebrantable. Anoche lo arroparon con
una manta para cubrirlo de la helada cuando lo encontraron echado
bajo un árbol, no tan lejos del casco. Le acercaron agua y alimento
que solo comió cuando se lo dieron en la boca. Lo veían hace días,
cosa extraña: dicen que el ciervo de los pantanos se esconde de los
hombres, que puede olfatearlos y por eso, si se lo quiere encontrar,
no hay que caminar en la misma dirección del viento. Sin embargo, lo
habían visto a éste días antes, mirándolos de lejos, primero
estático con las patas torcidas y después caminar tambaleándose
como un rengo. A la mañana siguiente lo encontraron muerto. Fue para
todos una noche muy larga.
¿Cómo será la
última noche correntina para un ciervo?
Lobodón Garra,
Río Abajo. 1955.
Dos de los ríos
más grandes de la tierra, el Paraná y el Uruguay, reunidos más
tarde para formar el Río de la Plata, el más ancho del mundo,
descienden trayendo su inmenso caudal de agua desde las más
distintas regiones de América del Sur […] Esta inmensa cuenca da
origen a las dos cuencas de agua mencionadas que fluyen hacia el
Atlántico, arrastrando en suspenso el Paraná, cada año, más de
600 millones de metros cúbicos de tierra de aluvión, producto de la
erosión ocasionada por las lluvias, lo cual da a sus aguas el
intenso tinte barroso que las caracteriza y que, al sedimentarse, han
provocado la formación de la multitud de islas del llamado Delta del
Paraná, el que avanza constantemente hacia el Sudeste.
* * *
- Viste cómo es
la isla.
Estamos en un
café cerca de la estación de trenes de Retiro, a la vuelta de la
Dirección Nacional de Fauna que gestiona Santiago D’alessio, lejos
del Delta que conoce bien. Todo el que fue alguna vez a las islas del
Paraná sabe que son como un sueño brumoso, lisérgico. A poco que
la lancha avanza río arriba crece el misterio: un lugar donde
perderse. El caudal que cortan las aspas se va convirtiendo en fango
hacia las orillas donde enraizan los juncos y las cortaderas, los
camalotes cierran el paso, se reproducen los mosquitos y se extiende
salvaje una vegetación que llega desde el trópico. Más adelante,
el ceibal y el monte blanco de la industria maderera.
- Hay gente que
no puede traspasar ese umbral inicial.
Las islas son
como una puerta.
- A muchas
personas el delta les da miedo, o tristeza.
El paisaje de la
cuenca se enrevesa y paraliza en sus peligros: el agua oscura, la
maciega impenetrable, el aislamiento, el pantano, el silencio.
- Te podés morir
atrapado en un pantano. Pero cuando te liberás de su terror y su
nostalgia, o incluso si empezás a convivir, y te animaste y te
quedaste y seguís, el Delta te atrapa y no te suelta.
Escondido en la
espesura y acompasado al vaivén de la marea vive el ciervo de los
pantanos, en el Delta del Paraná y también en la zona correntina de
la cuenca, en Paraguay, en Brasil y en las provincias de Chaco, Santa
Fe y Formosa. Sube por los terraplenes, se salpica en los esteros,
puede cruzar a nado los ríos anchos y elige para estar una zona
intermedia donde el agua sube e inunda, pero luego baja. Le dicen “el
ciervo anfibio”. Anda solo y es, para los isleños, como un
fantasma.
- Hay gente que
pasó toda su vida en la isla y jamás vio uno. Y vos te metés 50
metros adentro de su campo y encontrás huellas. El tipo ve las
huellas, pero al bicho no lo ve.
Su tono pardo
colorado se confunde con el medio y la cornamenta, con las ramas. Si
lo vieran vivo, sería de repente: como si apareciera por
encantamiento. Al ciervo de los pantanos se lo ve si está muerto.
Una crecida que lo ahoga o lo obliga a compartir con otros de su
especie ese único pedazo de tierra en altura, a alimentarse de
plantas que lo enferman, a beber el agua envenenada que baja desde
las industrias. Antiguamente era un lazo que lo atrapaba y dejaba por
días, agonizante, colgado de las patas en una rama. Hoy puede ser un
tiro en el fondo de un arroyo.
El Delta era
antes un ambiente virgen. Los pajonales y los bosques controlaban los
ríos. Cuando el hombre instaló sus forestaciones, su cultura
productiva, drenó la zona y la llenó de tierra: ahí plantó sus
árboles. Esto cambió la conducta de las aguas, las del ciervo y de
todas las especies.
Hacia los bordes
del río Paraná están sus barrancas y más allá la llanura
pampeana. En esas zonas altas hacia donde antiguamente corrían a
refugiarse los ciervos, ahora hay ciudades, barrios náuticos,
arsenales. Las torres de luz de Campana, Escobar, Tigre, Zárate, San
Isidro. Perros domésticos que por la noche, en jaurías, son
salvajes. Hombres, autos.
- Hemos ido a
sacar ciervos de adentro de canchas de tenis, de piletas de natación,
de galpones de fábricas- cuenta Javier Pereira, director del
Proyecto Pantano que estudia la historia natural del ciervo en el
Delta, su ecología y distribución.
Una noche
apareció uno en los alrededores de un barrio alambrado. Intentando
pasar activó las alarmas. Desde el centro de control, los guardias y
los guardaparques pudieron ver la escena a través de las cámaras.
Atrás del ciervo, desde los márgenes de Zárate, venían todos los
chicos de la zona, y los grandes, con palos. El ciervo de los
pantanos es un animal con mucha carne. Un ciervo de los pantanos es,
también, 40 kilos de comida.
* * *
- La Provincia
debería hacerse cargo, como aquella vez que se infectaron y murieron
las vacas.
Es otoño de 2016
en Mburucuyá, un año antes de la escena que abre este texto.
Marcela Orozco, mi hermana, veterinaria, le habla en confianza a Abel
Fleitas, nuestro anfitrión y aliado en este pueblo correntino. Abel
trabaja para el Parque Nacional Mburucuyá. Marcela es investigadora
de CONICET. Su tema son las mortandades del ciervo de los pantanos en
el Delta y en Corrientes. Abel se ocupa de la logística y la
promoción del parque. Conoce a todos los del pueblo y todos lo
conocen a él porque nació en Mburucuyá y nunca se fue.
Esta noche en
este bar en que el cantor del pueblo cantará canciones dedicadas a
la fauna correntina, Marcela le insistirá a Abel en que no puede ser
que a las muertes de los ciervos se las dé por sabidas o, a lo sumo,
se las considere muertes tristes. Acaso perderlos no significa nada
para la economía regional.
Abel se lo dirá
a otros, conseguirá notas en todas las radios para visibilizar un
acontecimiento que se repite cada año desde los 90, con diversas
variables y una multiplicidad de causas: muertes masivas de una
especie autóctona que, coinciden todos, es una de las más
deslumbrantes del patrimonio natural argentino.
Con la misma
determinación con la que acaba de hablarle a Abel, hace meses que
Marcela viene hablando con uno y con otro para organizar esta
capacitación que los convoca en Mburucuyá, dos jornadas sobre cómo
hacerle una autopsia a un ciervo muerto. Vinieron todos los
guardaparques de la zona: los nacionales, los provinciales y los
privados; además de investigadores de la fauna local. Debemos ser 60
personas.
La planta del
mburucuyá, voz guaraní para el maracuyá brasilero o la parchita
del Caribe, nombra a más de una cosa en Corrientes. Una enredadera
trepadora que da esas flores excéntricas de pétalos blancos y el
centro como una corona de puntas suaves en la gama de los azules y
los violetas. Su fruto parece un limón arrugado; en su interior un
cúmulo viscoso de semillas ácidas y una pulpa dulce. También le
dicen “la pasionaria”.
El lugar de
reunión, un local de la Municipalidad, al igual que los negocios,
las cantinas, el club y los estudios de radio locales, se decoran con
las flores del mburucuyá y pósters de los animales de la zona.
Algunos tienen un slogan: “Corrientes vuelve a ser Corrientes”.
El yaguareté, el yacaré de los esteros, los guacamayos rojos, el
fantasmal aguará guazú, protagonista de leyendas en la zona. Hasta
los anodinos carpinchos, que no escasean, aparecen en los afiches
asomando su nariz sobre el barrial. El ciervo de los pantanos no.
- Es el machismo
correntino -, dirá Pascual Pérez, paisano mburucuyeño, actual
encargado del nuevo Parque Nacional Iberá que se está fundando en
la Provincia. Hasta el año pasado, Pascual era jefe de los agentes
de conservación de la ONG The Conservation Land Trust (CLT) -hoy
Tompkins Conservation-, mentora de la campaña de reintroducción de
especies y dueña de las áreas que se encuentran en proceso de
donación para la creación del Parque.
- Por su forma de
ser, el correntino se identifica con los animales bravos. Fijate que
el logo del Parque tiene al yacaré. El Banco de Corrientes tiene al
pez Dorado, “el Tigre del Paraná”. ¿Quién quiere ser un Bambi?
- Nadie quiere
ser guampudo - acota otro hombre del pueblo.
Pero los ciervos
de los pantanos se mueren en masa todos los años cuando llega la
lluvia y aprieta el frío. Ese es el síntoma. Lo que hay que
descubrir es por qué. Para eso estamos reunidos.
* * *
Amanece y ya no
llueve como los días previos, pero el agua cortó los caminos y se
les complica salir del Parque, a 11 kilómetros del pueblo. Desde esa
extensión de 17 mil hectáreas llegaron, igual, a la capacitación
esta mañana los seis guardaparques que viven allí, desparramados en
las tierras que en 1991 donó a la provincia de Corrientes un
botánico danés, Troel Pedersen. El lugar solía ser su estancia
donde llegó a catalogar 30 mil hierbas diferentes, entre autóctonas
y exóticas.
Los guardaparques
nacionales tienen a su cargo el control y la vigilancia del Sistema
Nacional de Áreas Protegidas, en este caso el Parque Nacional
Mburucuyá. Esta, si bien es su tarea principal, se enlaza con muchas
otras: recibir a los visitantes, articular con la comunidad para la
educación ambiental, prevenir y combatir los incendios en el campo,
dar apoyo a las investigaciones científicas.
Ser guardaparque
nacional requiere varios años de estudio y tener algunos saberes
previos: poder montar a caballo, manejar vehículos grandes, saber
disparar un arma. Se forman en las capitales para llegar al
territorio profundo encarnando la custodia del Estado, muchas veces
tramitando el deseo de alejarse, por fin, de las ciudades. Por lo
general, el trabajo implica radicarse en parajes extensos y
desolados. Salvo en los casos de lugares como Iguazú o el Glaciar
Perito Moreno frecuentados por gran cantidad de turistas, el
transcurrir del guardaparque, y casi siempre su personalidad, es
retraída y algo salvaje.
Los guardaparques
provinciales suelen ser oriundos. Desempeñan las mismas tareas, pero
están mucho peor pagos en terrenos que se administran a nivel local.
Sin una ley que regule la especificidad de su trabajo, cobran y son
en los papeles, empleados administrativos, sin consideración de los
detalles que implica su quehacer: en ocasiones pasar en el campo días
enteros, adentrados en la naturaleza.
- Es loco que
estemos abriendo ciervos para salvarlos. Cuando era chico, los mataba
para comerlos o para pagarme los estudios-, me dice Alejandro Moreira
mirando el cadáver del chivo que se utiliza durante la capacitación
para la práctica de necropsia. Moreira, que es guardaparques
provincial, trabaja para la Dirección de Parques y Reservas de
Corrientes. Es la mañana del segundo día. Demasiado temprano para
ver tanta sangre.
Moreira está
apartado del grupo, pero sigue desde lejos el minucioso trabajo de
muestreo del animal mientras la mente se le retira a un momento del
pasado: su pubertad correntina pobre, su divagar buscándose la vida
por los mismos lugares por donde transita ahora como “guardián de
la naturaleza” y donde cada tanto se cruza con la disyuntiva moral
de llamarles la atención a pibes que son y hacen lo que él era y
hacía antes. La naturaleza como algo a conquistar en tanto
proveedora de recursos para la supervivencia en oposición a la
voluntad de preservar el medio ambiente que determinará el futuro.
Marcela conoce a
casi todos por su trabajo en Corrientes hace más de 10 años, con
distintas especies: primero el aguará guazú, después la
reintroducción de osos hormigueros, ahora los ciervos.
- Esta
capacitación es una suma de buenas voluntades-, se dice durante la
presentación. Los pasajes en micro de los veterinarios desde Buenos
Aires los pagó la Delegación NEA de Parques Nacionales y se
gestionaron por un contacto interesado en la problemática. Los
guardaparques de Mburucuyá se organizaron para asistir a pesar de la
anegación del camino, atentos al tema después de una mortandad
grande de ciervos que vivieron en 2014 dentro del mismo parque.
Pascual gestionó
el traslado de los agentes de conservación desde todos los puntos de
CLT, que también colaboró con dinero para el alojamiento y la
comida de los trabajadores de la Provincia. La administración local
de Parques Nacionales dio alojamiento en su sede y colaboró con la
logística en el pueblo: puso el lugar para las charlas, el café, el
predio donde se realizó la práctica.
El objetivo de
ambos días fue, en parte, actualizar los conocimientos acerca del
ciervo y su riesgo de muerte, pero sobre todo enseñar a los
interesados a realizar una necropsia de urgencia en el campo,
asegurarse la recolección de muestras en buen estado antes de que
los animales se pudran y conservarlas en condiciones para enviar a
Buenos Aires en el caso de que los veterinarios no puedan viajar.
Armar una red colaborativa.
Sobre el final
del encuentro se reparten los kits de trabajo que armamos la noche
anterior con insumos que reunieron los veterinarios a partir de
donaciones al laboratorio de Ciudad Universitaria. Cada uno contiene:
una guía de necropsia, una planilla de necropsia, lápiz negro,
barbijo, piolín, guantes, bolsas plásticas comunes para abomaso,
intestino delgado e intestino grueso, heces. Jeringa de 10 y 20
milímetros, agujas cono verde, agujas cono rosa, frasco para
garrapatas congeladas, tubo Eppendorf para garrapatas en alcohol,
tubo Eppendorf para pelo, tubo criovial para sangre entera, hoja de
bisturí, portaobjetos para frotis, falcon para orina, tubo para
hematología, tubo para suero y bolsas tipo Ziploc para: oreja,
lengua, baso, tracto digestivo, cerebro y cerebelo, tórax y abdómen.
* * *
El Parque
Nacional Mburucuyá es la más pequeña de las aéreas protegidas de
la provincia. El resto del territorio natural correntino -que
representa, en comparación a otras provincias argentinas, un
porcentaje alto del total de su extensión, e incluye a los Esteros
de Iberá- se divide en reservas provinciales y áreas protegidas que
se encuentran dentro de campos privados.
Una parte
importante de ese total son las 135.000 hectáreas que el magnate
estadounidense Douglas Tompkins compró en nombre de su empresa CLT,
por partes, a varios terrateniente locales, a fines de los años 90.
En el resto de la provincia hay, además, dos forestales grandes, más
de dos mil propietarios entre medianos y chicos, y la Reserva Natural
Provincial Iberá.
En aquel momento,
se dijo que Tompkins venía por el agua. Como parte del Acuífero
Guaraní, Iberá es una de las tres reservas de agua dulce más
grandes del planeta.
- No me quiero
meter en un terreno que yo no conozco, si te cuento algo es por lo
que dicen… - se excusa alguien de la zona.
La llegada
millonaria de Tompkins a los esteros agitó las voces y los
pensamientos. Naturalista moderno, escalador y kayakista de
competición durante su juventud, surfer en California y luego yuppie
de la industria textil, creó la marca de indumentaria outdoor The
North Face: para la inauguración de su primer local en San
Francisco, años 60, tocaron los Gratefull Dead, que todavía eran
una banda chica. Custodiaron la puerta algunos Hell’s Angels.
Años más tarde,
Doug vendió la marca y voló hasta la Patagonia, en un viaje
iniciático por los paisajes de Sudamérica del que ya no quiso
volver. Sin embargo, siguió un tiempo en la industria de la moda,
hasta que se sumergió de lleno en una filosofía nueva: la llamada
Deep Ecology, cuestionando incluso en las publicidades de su propia
marca el sistema de producción no sustentable.
Tompkins no solo
compró vastas extensiones en Corrientes, sino también en otros
lugares estratégicos de la Patagonia argentina y chilena. Su
objetivo final, que nadie creyó: restaurar los ecosistemas y fundar
parques nacionales.
En el Litoral,
algunas de sus tierras las dedicó a la explotación
agrícola-ganadera y otras al eco-turismo. Una porción similar a las
dos anteriores a mantener los espacios vírgenes y a reintroducir
especies: actualmente el territorio del Parque Nacional Iberá en
trámite burocrático de creación. La campaña “Iberá es de los
correntinos”, impulsada por la Fundación Iberá Patrimonio de los
correntinos fue pensada en repudio a su presencia y acción en la
zona.
Para quienes lo
cuestionan, el plan de Tompkins es un plan siniestro. Afirman que,
tras la fachada conservacionista, el parque nacional que intentan
fundar terminará dejando sin lugar a las personas que viven
circundando esos campos. Vecino al área se encuentra, incluso, el
pueblo de Yahaberé: el primer asentamiento indígena de la
provincia.
Tompkins siempre
tuvo claro que era un extraño. Que solo sería confiable, al menos
un poco, si su proyecto se materializaba.
- Lo más loco
que escuché fue que intentábamos reemplazar las vacas autóctonas
por bisontes estadounidenses - dijo en una entrevista para la
televisión chilena.
Se dijo también
que era un espía, que intentaba fundar un pueblo judío, que estaba
preparando el terreno para instalar una base militar. Con los
recursos del Tompkins se fundaron en Chile el Parque Nacional
Corcovado y el Parque Nacional Yendegaia. En Argentina, el Parque
Nacional Monte León, el futuro Iberá y, quizás, el Impenetrable
chaqueño.
- Cuando Tompkins
llega a Corrientes hay un montón de cosas controversiales, pero
sobre todo por la gente que manejaba sus recursos. Hay una figura,
unos de los antiguos dueños, que pasa a ser el administrador. Un
hombre muy autoritario, con eso del macho alfa correntino, que entró
en persecución a la gente.
Se dice que
empezaron a trabajar sin un sentido comunitario.
- Este señor no
es que iba a charlar porque no quería que haya vacas en los campos,
o para pedir que saquen a los chanchos o dejaran de cazar. Tenía
otros modos, más violentos. Eso cambia cuando este hombre se va y
CLT toma otras políticas. Se van apoderando de los lugares de una
buena manera. Y empiezan a tomar gente de acá para trabajar.
Uno de esos
locales fue Pascual Pérez, que había estudiado en Misiones para
guardaparque y se presentó por un aviso en el que pedían personas
con manejo del campo, que fueran jinetes y supieran hablar guaraní.
Fue a esa entrevista con su bombacha de campo, su camisa celeste, su
pañuelo rojo.
- Ahí me cuentan
su ambición de restaurar las tierras en cuanto a lo ecológico, cosa
que con los años se ha venido haciendo. Yo no me voy a sentir
moralmente bien siendo abogado defensor de una persona, lo que te
puedo contar es mi experiencia en cuanto al trabajo de conservación
- dice.
Por sugerencia
suya, CLT armó un equipo de lugareños y pobladores. La ONG terminó
siguiendo una estrategia que ya había utilizado la provincia. Cuando
se crea la Reserva Provincial Iberá, en el 83, la mayoría de los
cazadores pasaron a ser guardaparques.
- Lo que a mí me
enseñó este proyecto es a ver que todo estaba pensado para las
comunidades vecinas, no solo para la fauna silvestre. Los portales,
por ejemplo, nunca tuvieron accesos libres y gratuitos, hoy día
teniendo un parque estamos empujando para que se generen esos accesos
públicos a los esteros, que se despierten y desarrollen los pueblos
con base en el ecoturismo. Se pensó de los límites del alambrado
hacia fuera: ahora los mismos vecinos podrían ser los prestadores de
los servicios.
Pascual perdió a
varios amigos cuando empezó a trabajar para CLT. Dice que muchos no
quisieron entender los objetivos de estas compras.
- Está bastante
claro que eso que temían no pasó, con una donación de 70 mil
hectáreas ya en manos de Parque Nacionales.
Después de 10
años en CLT, Pascual pasó a trabajar como coordinador operativo de
Parque Nacionales dentro del territorio que está inmerso en Iberá,
como empleado estatal. Dice que nunca se detuvo a pensar
profundamente porqué Tompkins fue tan cuestionado.
- Viste que el
tiempo es tirano, y yo trabajo mucho –me evade.
Inmediatamente
después de la muerte accidental de Tompkins en 2015 –falleció por
una hipotermia al volcar el bote en el que hacía rafting por los
rápidos de un río del sur argentino–, comenzaron los trámites
para efectivizar la donación de sus terrenos.
El acto para
anunciarlo fue presidido por el Ministro de Ambiente y Desarrollo
Sustentable, el rabino Sergio Bergman, con el auspicio del Presidente
de la Nación, que también viajó varias veces a la provincia por
este asunto. En la conferencia de prensa, alguien preguntó por qué,
si las tierras serían donadas, el personal y las autoridades de CLT
se quedaban trabajando allí con incidencia en la zona.
El Rabino
respondió:
- Ellos tienen el
know how. Tenemos que hacerles un lugar para que puedan participar a
la par del Gobierno nacional y el provincial, aunque no sean
gobierno.
* * *
A lo lejos se ve
una canoa que atraviesa el agua y tres siluetas difusas: un timonel,
el dueño de casa, un animal pequeño. De este lado del canal Alem,
Marcela Orozco y Javier Pereira como integrantes del Comité
Científico-Técnico del Ciervo de los Pantanos, conversan mientras
la embarcación corta y desarma, delante de sus ojos, el paisaje.
- Va para
traslado. Lo esperan en Temaikén.
La casa del
hombre que carga al animal en brazos, como si fuera un niño, queda
en una zona alta del Delta. Ahí fueron a refugiarse los ciervos
frente a la gran inundación de 2016. Fue un tiempo inusual; no
inesperado, pero sí extremo. Una brusquedad que sucede, más, menos,
cada 20 años: la lluvia incansable y el río comiéndose la mayor
parte del continente. La última vez que las lluvias fueron así, en
1998, la población total del ciervo de los pantanos en el Delta casi
desaparece. La especie fue declarada Monumento Natural de la
Provincia de Buenos Aires y especie protegida, y comenzaron a tejerse
las redes que hoy reúnen a este poblador con los científicos.
- Dicen que
vieron 10 o más. Pero quedarán tres o cuatro. Y este ciervito.
El hombre conoce
bien al animal y también el comportamiento de las aguas. Dice haber
sido un cazador de los parajes isleños y ahora estar concientizado
de algún modo sobre la importancia de mantener a los ciervos vivos.
Cuando llamó al INTA, dijo que eran muchos en su campo y contó que
agarró al más pequeño para mostrárselo a sus hijos, algo no tan
poco común para la zona: querer domesticar a un animal salvaje.
Una vez en la
casa, el ciervito tomó tanta leche como le fue necesaria: 20 litros
en dos días, un presupuesto alto para una acotada economía
familiar. Entonces llamó al INTA para preguntar qué podía hacer
con el bicho y así dio con el Comité que organizó el rescate. Para
un ciervo de esa edad –en la categoría cría abandonada o
perdida–, el protocolo indica traslado –si el animal no se
alimenta, muere– y chequeo en lapsos de entre 6 y 12 horas del
primer hallazgo. Peso, Alzada, ¿Atento?, Ojos, Orejas, ¿Se deja
tocar?, Heridas, Moco-lagañas, Renguera, Diarrea, Posición del
cuerpo.
La foto del
rescate sale en los medios chicos. Él de jogging gris, botas altas
de goma, pulóver y gorro tejidos color blanco jaspeado, alzando al
ciervo que mira hacia el frente y tiene las orejitas erguidas. Lo
sostiene por las patas a la altura de su abdomen. Detrás, el timonel
y la canoa sobre el agua. Al costado, Javier Pereira que, con
Marcela, van a trasladar al animal al Centro de Rescate del bioparque
Temaiken, donde se hará la rehabilitación. El temporal lo agarra a
Javier en una etapa de relevamiento: puso radiocollares a varios
animales para estudiar sus movimientos. No saben aún si alguno de
los que vieron en el campo, de los que desaparecieron, era de los
suyos.
La información
acerca de ese parche de ciervos desterrados circuló rápidamente por
la zona. Es probable que hayan cazado a uno o a varios, que el resto
se haya dispersado como pudo. La caza furtiva es hoy la mayor amenaza
para la especie en el Delta: la población es muy chica. De la
totalidad de ciervos muertos en la zona este año, el 80 % fue por un
tiro.
Se supo hace poco
del caso de un ciervo que andaba mansito por un terreno privado en la
segunda sección y lo cazaron. El acusado dijo que lo habían
agarrado unos perros, que estaba malherido y que lo mató para que no
sufriera. Otros dijeron que el hombre escondió la carne cuando le
llegó el rumor de que lo estaban buscando. En tanto, el Comité
sugirió el diálogo: parte de su trabajo es concientizar en el
Delta.
- El Delta tiene
dos perfiles de cazadores. Por un lado, está el que vive en la zona
y cada tanto tira un tiro, se come un ciervo como parte de su
actividad de isleño puro, de su quehacer, de su estilo de vida.
Después está el cazador que viene de afuera y caza para vender:
gente con recursos para comprarse una lancha, tener balas suficientes
y armas buenas. A ese cazador no le importa si se extingue el ciervo,
porque es nada para él. Para un isleño es otra cosa, parte de su
vida y su paisaje. Tratamos de concientizar, pero también hay una
ley que está para cumplir. El personal de Fauna, la gente de
Prefectura, trabajan para eso -, detalla Pereira.
Una vez en
Temaikén, el ciervito va a crecer en aislamiento, en un recinto
solo. Los cuidadores le darán la comida sin que pueda verlos.
- Ya cuando está
bien, grandecito, que se pueda valer por sí mismo y no haya
inundación, se traslada a otro recinto, un corral de pre-suelta
donado por una forestal -explica Marcela.
Algunas empresas,
para contrarrestar su impacto sobre el ambiente, hacen su
contribución a la conservación cediendo espacios semi-vírgenes.
Para el animal es un lugar parecido a su libertad, donde todavía le
ofrecen comida, pero también puede conseguirla solo. Si todo marcha
bien, en pocas semanas volverá a perderse solitario.
* * *
El Iberá es más
salvaje que el Delta. Más abierto, extenso y virgen. El horizonte
hacia adelante se vislumbra bajo y agreste. El suelo desnudo se
interrumpe cada tanto por el bosque nativo. Verdes y ocres dominan el
atardecer sobre el terreno espejado cada tanto: los esteros. Ese día
hubo sol como los días pasados y los que vendrían, pero no como los
últimos tres meses, cuando una lluvia débil pero paciente,
ininterrumpida, levantó el agua que tapó la tierra y pudrió el
alimento de los animales: el ganado productivo, los carpinchos, los
ciervos. Por eso viajaron también este último invierno, en 2017.
- Si decís que
toda esta semana va a haber sol, está bien, vengan-, contestó
Pascual a Marcela el día que se hablaron para acordar la campaña.
Desde Buenos
Aires, se trasladó un equipo de tres personas: ella, otro
veterinario y un guardaparque joven, también fotógrafo, encargado
de volar un dron por sobre las extensiones inundadas, de tomar el
punto de GPS de cada cadáver y contabilizar los casos que no
llegaran a muestrear.
Ahora van
regresando al pueblo. Los acompañan Moreira y dos vaqueanos, Chuli y
Chopé. Adentro de la camioneta nadie habla. Todos tienen en sus
pensamientos la imagen del tendal de animales muertos. De a 10, de a
30. El olor de la podredumbre y las moscas. Algún ciervo parecía
polvo; indefinido, del mismo color que el barro secándose. La
mayoría de los animales estaban desintegrados, imposibles. De un
total de 300 pudieron hacer, apenas, 14 necropsias completas. Después
cortaron pedazos de oreja, sacaron un poco de sangre, o nada. Las
hembras estaban casi todas preñadas.
La inundación de
2013 a Marcela se la contó Pascual. Ese año hubo, también, muchos
ciervos y carpinchos muertos.
- La mayor
cantidad de los que encontramos ahora eran bichos nacidos después de
2013. Es decir que la zona se había reploblado. Y volvieron a morir.
Este año, la
alerta comenzó con el llamado de Alejandra Boloqui, dueña de un
casco de Turismo, que avisó Marcela que en sus campos, donde siempre
merodean los ciervos, cada vez los veía más flacos, perdiendo las
astas. Supo que pronto habría muertos. Fue quien hizo la primera
necropsia y envió las primeras muestras. Le pidió a Marcela que
vaya, pero dijo también que el lugar estaba inaccesible. El agua
había arruinado el camino.
Al tiempo
escribió Moreira. La inundación no lo había dejado entrar a San
Nicolás, su lugar de trabajo, y entonces había tenido que
instalarse en Concepción. Visitando a unos colegas en El Tránsito y
en Carambola se enteró de que por allí también había muertos.
Habló con su Director para ir a ver la situación. Cuando volvió,
también le pidió a Marcela que fueran.
- El agua era
mucha, no me acuerdo haber visto tanta nunca. Lo que yo vi en terreno
es que los animales se quedaron sin hábitat y por lo tanto sin
comida y sin lugar donde dormir. No nos olvidemos que el ciervo es un
rumiante, el bicho sí o sí a la noche tiene que postrarse para
digerir su comida. También hizo mucho frío.
En una semana
coordinaron todo entre Marcela, Moreira y Pascual, que también había
reportado muertes en su zona. Moreira se puso a cargo de la
logística, consiguió camioneta, lancha y a Chuly, el lanchero.
Pascual mandó a Chopé para guiarlos: como paisano de la zona puede
leer al dedillo lo que con la inundación nadie reconoce.
- Todos varones y
vos, Marcela.
- Siempre.
El trabajo de
campo comenzó sobre terrenos no consolidados y por eso, algo
peligrosos. Las llamadas “tapialeras”.
- Ahí hicimos
las primeras necropsias, íbamos rotando, nosotros y el instrumental,
porque el terreno va cediendo y si pisás mal, te hundís.
Fueron de las
jornadas físicamente más cansadoras y espiritualmente más
agobiantes, la lancha se chocaba en su andar con animales muertos
metidos en el agua. La esperanza: algunos ciervos vivos,
relativamente sanos, algo asustados.
Ahora que salió
el sol y el panorama comienza a escampar se acercan, curiosos, al
grupo de humanos que disecciona a sus congéneres.
* * *
Hace muchísimo
frío y más se siente en la orilla. Sostenemos vasos de café con
los dedos tiesos en la estación fluvial de Tigre mientras esperamos
que se hagan las 8, cuando sale la lancha que lleva a las maestras.
Es viernes y el Delta está movido, pero todavía no tiene el
completo afán del fin de semana. Ayer le avisaron a Marcela que
apareció un ciervo muerto cerca de Borches, al fondo y al norte de
la cuenca. Subiremos hacia Entre Ríos, virando en diagonal casi
hasta Uruguay, llegando a ver por las ventanillas la desembocadura en
el Río de la Plata detrás del horizonte blanco de este día
nublado, a punto de llover. Va a garuar sobre nuestros bártulos y el
instrumental, que es mucho y va en el techo, en varios tramos del
camino.
Viajamos sentadas
muy cerca, amontonadas. Somos, mayormente, mujeres y niños. Desde la
proa llega una cumbia bajita. Alguien haciendo señas pide yerba; una
de las chicas sostiene un espejito y un lápiz de labios, otras
apenas conversan. Todas nos miran porque nunca nos vieron. Marcela y
Yanina Berra, su compañera y asistente, charlan sobre el muestreo de
animales que están haciendo cerca de la Reserva Otamendi, también
en el Delta; miran en Google Maps a dónde queda y por dónde
estamos.
Las nenas y los
nenes de jardín llevan salvavidas con sus nombres escrito con
fibrón. Comen facturas y nosotras también. La mermelada de
membrillo nos saca a todos, despacito, del sopor de haber madrugado
tanto, de la humedad, del entumecimiento, del río, del tiempo que
tardaremos en llegar.
Navegaremos
cuatro horas. Por los vidrios empañados se perciben difusas las olas
que armamos a nuestro paso; cómo descubren y tapan la tierra
haciendo ondular a los juncos.
Al principio se
ven los muelles y las casas, muy cerca unas de las otras. Más
adelante empieza a dormir la vegetación. Nomás un tinglado cada
tanto, una construcción bien adentro. Quedamos solo nosotras y el
timonel cuando aparece en el fondo el destacamento de guardaparques,
un edificio que antes fue una escuela. Nos espera Juan. Él, que
nació en el Delta, estudió en esa escuela. Ayer trasladó al ciervo
desde el lecho del río hasta el quincho donde las veterinarias van a
hacerle la necropsia. Cuelga su cabeza por fuera de la carretilla,
con las orejas mordidas. Dice Juan que se las comieron los peces. La
helada salvó al cuerpo de pudrirse. Él, de que se lo llevara la
marea.
- ¿De qué
murió?
- Tuvo un pico de
estrés. Lo persiguieron los perros.
Marcela completa:
- El ciervo de
los pantanos es muy sensible a situaciones de estrés prolongado y
ejercicio muscular intenso, por eso nunca vas a tratar de atraparlo
sin anestesia. Hay que hacerlo con mucho cuidado porque ante la
situación el animal empieza a correr sin parar y se agita mucho. Si
lo persiguen los perros pasa lo mismo.
- ¿Un paro
cardíaco?
- Sí.
Imagino al ciervo
hace dos días moviéndose locamente, sufriente, entrando al río
aturdido por el ladrido de los perros salvajes, con el corazón
vibrando. Imagino el momento en que ese corazón se detiene y al
animal rompiendo el agua. Muerto pero de algún modo victorioso
porque los perros no van a alcanzarlo.
Marcela y Yanina
trabajan a velocidad con sus atuendos de bioseguridad, frascos con
formol, bisturís y una tijera de cortar pollo.
- Ahora hacemos
necropsias exprés -, bromean.
Tienen apenas 30
minutos, que es cuando la lancha, que espera en frente, vuelve para
el continente. Para una necropsia completa se tarda, usualmente, una
hora.
Abren al ciervo
con naturalidad y pericia, como lo que representa para ellas: el
animal número 401 que despiezan en los últimos 20 días. Les llama
la atención, en comparación a los 400 que encontraron muertos en
Iberá por la última inundación, la frescura de éste, sus órganos
de colores plenos, los bordes definidos. A mí me sorprende la
prolijidad de su vientre y todo lo que contiene. Era un animal sano.
Celeste Orozco
Periodista
Mirar el mundo,
tratar de describirlo y en eso esbozar alguna cosa sobre la
complejidad del ser humano; sus estancias, sus vínculos, la
naturaleza que habitamos. Se reconoce cronista desde esa intención,
incluso desde mucho antes de empezar la carrera de Comunicación.
Publica
habitualmente en la Revista THC con la voluntad de abrir a otros
mundos posibles. Sus notas también pueden leerse en los suplementos
Ni a palos (Diario Tiempo Argentino) y NO (Página/12), en Brando,
Hecho en Buenos Aires, Plan V, Veintitrés, La Biblioteca (Biblioteca
Nacional), JOY y El Planeta Urbano.
Enzo Rodríguez
Suárez
Ilustrador y
artista visual
Se formó en la
carrera de Licenciatura Comunicación Visual de la Facultad de
Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad Nacional del
Litoral (Santa Fe). Trabajó como reportero gráfico para periódicos
y editoriales. Actualmente, en una mixtura entre artes y oficios,
elabora una amplia producción de portadas de libros, libro arte,
piezas comerciales y revistas. Como artista visual, realiza muestras
individuales y grupales.
Integrante de
colectivos de arte, forma parte del equipo Ordenamientos ociosos
-obra en proceso- y Proyecto Deatr3s -proyecto de artistas y vecinos-
como montajista, fotógrafo y diseño de la gráfica. Cuenta con dos
publicaciones de fanzine y un foto libro de producción
independiente.
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