La mayor sequía de la historia, la rápida urbanización y la corrupción podrían convertir a la urbe más austral de África en la primera del mundo actual en quedarse seca. En tres meses se cierran los grifos. Así está sufriendo la ciudad esta pesadilla.
por David Soler
Crespo
Hace 30 años,
diagnosticaron a Bridgetti un problema crónico en la espalda. Una
parte de su terapia consistía en darse una ducha muy caliente para
relajar los músculos, pero es un lujo que ya no puede permitirse.
Sus espasmos son cada vez peores y ya no puede conducir. Ahora se
lava tres días seguidos con una palangana para ahorrar agua. Al
cuarto día se permite una ducha de tan solo un par de minutos.
No lavar el
coche, llevar el pelo sucio o no tirar de la cadena se han convertido
en muestras de fortaleza en Ciudad del Cabo, la ciudad más austral
de África. Ahora, Bridgetti se dedica a liderar la resistencia desde
su chalé en Constantia Village, un suburbio de clase media. Desde
allí creó en marzo del año pasado la ONG Cape Town Water Crisis,
con la que emite vídeos en directo a través de Facebook en los que
entrevista a expertos. La finalidad es educar a la población acerca
de los problemas de abastecimiento que vive su ciudad. La página
cuenta con miles de seguidores y cada vez más capenses acuden a ella
preocupados para informarse sobre cómo sobrevivir a la catástrofe
natural que se les aproxima.
Los niveles de
agua en las presas de la región son críticos y el Gobierno
municipal lleva meses intentando controlar el consumo. Desde el 1 de
febrero, el límite es de 50 litros por persona al día. Si te pasas
o no cuentas con el medidor correspondiente en tu casa, la multa puede ser de hasta 700 euros.
Pero ni con esas se puede evitar ya el Día Cero: según las últimas previsiones, el
11 de mayo se cerrarán los grifos. Las presas estarán a un 13.5 % de
su capacidad y todas las personas tendrán que hacer fila en uno de
180 puntos de agua localizados por toda la ciudad para recibir su
ración de 25 litros de agua al día.
Tirar de la
cadena son nueve litros de agua y una ducha de dos minutos son 20
litros. A ello hay que añadir un mínimo de dos más para beber,
otros dos para cocinar para una persona y tres para la higiene
personal. “Una lavadora en modo económico gasta entre 60 y 70
litros al día. Si tu ración es de 50 o 25, ¿cómo vas a lavar tu
ropa?”, dice Bridgetti.
Los expertos
pronostican una ciudad caótica. “Se prevé que un cuarto de la
población local, un millón de personas, dejen la ciudad en las
próximas semanas. El Parlamento tendrá que cerrar, la economía
colapsará y el turismo huirá”, explica Benoit Le Roy, ingeniero
ambiental y director de la ONG Water Shortage South Africa. “No hay
ninguna ciudad moderna en el mundo que haya conseguido manejarse con
25 litros de agua por persona al día”.
Dúchense juntos
“Me gustaría
recordarles que estamos sufriendo una gran crisis de falta de agua.
Por favor, no malgasten, dúchense juntos”, comunica por el altavoz
del avión el capitán Steve Mahau al aterrizar. Ciudad del Cabo es
una ciudad eminentemente turística, con más de cinco millones de
visitantes cada año. Desde 2011 acoge una de las siete maravillas
naturales del mundo, la Montaña de La Mesa. A partir de 2018 se le
conocerá también como la primera ciudad del mundo que se queda sin
agua. Literalmente seca.
La metrópolis
vive la mayor sequía que jamás ha experimentado. Los últimos tres
años han sido los más secos desde que se tienen registros, y 2017
el peor con tan solo 153,5 milímetros de lluvia acumulada, según los datos del Climate System Analysis Group de la Universidad de Ciudad del Cabo. Hace años las primeras precipitaciones llegaban en
abril, pero el cambio climático ha retrasado y reducido la temporada
de lluvia, que comienza en junio y se reduce a los tres meses de
verano europeos.
Las opciones que
se plantean para solucionar este panorama son dos: invertir en
plantas de desalinización o extraer recursos de los acuíferos. El
Gobierno local ha optado por la segunda al ser más la económica a
corto plazo, pero ni aun juntando los tres acuíferos con los que
cuenta Ciudad del Cabo se solucionaría la crisis. “La ciudad
consume actualmente 600 millones de litros al día y entre todos los
acuíferos se podría extraer un máximo de 140 millones de litros de
agua. Puede ayudar, pero no nos va a salvar”, analiza Peter
Rosewarne, hidrogeólogo local.
Los sudafricanos
no solo miran al cielo, sino también a los despachos. “La
situación actual es una combinación de la sequía, la mala
planificación y la crecida de la población debido a la
urbanización”, asegura Rosewarne. En la misma dirección apunta Le
Roy: “La población se ha multiplicado por dos en las últimas tres
décadas y la urbanización ha pasado de un 30 % a un 60 %. En ese
tiempo no ha habido inversiones en infraestructuras y en las ciudades
las fugas son ya de casi el 40 % del agua”, lamenta.
La práctica
totalidad del agua se suministra desde seis presas que abastecen la
ciudad. Theewaterskloof es la más grande. Tiene una capacidad de
almacenamiento de 480 millones de metros cúbicos, tres veces más
que la siguiente. Llena podría abastecer a más de la mitad de la
población, pero está a un 12,5 % de capacidad y a días de quedarse
inutilizable, ya que con la maquinaria actual es imposible extraer el
último 10 % de las reservas
La falta de
inversión pública ha provocado una situación de no retorno. La celebrada Constitución sudafricana de 1996 establece que el Estado
debe garantizar un suficiente acceso a agua a sus ciudadanos, pero
las arcas del Estado están más secas que las presas. El presupuesto del Departamento de Agua y Saneamiento es de 15 billones de rands
sudafricanos este año (mil millones de euros al cambio). “Debería
invertirse alrededor de 80 billones de rands al año, seis veces
más”, critica Le Roy. “Se puede intentar de todo, pero aún así
nos llevaría unos diez años volver a una situación normal, algo
impensable hoy en día porque el país está en bancarrota”, dice
el ingeniero ambiental.
Dos motivos
sobresalen para explicar la sequía monetaria: la corrupción y el
alto nivel de pobreza. “No hay dinero para invertir simplemente
porque ha sido robado por nuestro presidente y una red criminal muy
sofisticada”, asegura Anthony Thurton, científico y profesor en el
Center for Environmental Management de la University of Free State.
El presidente de
Sudáfrica es Jacob Zuma, quien se enfrenta a 783 cargos por corrupción, fraude y crimen organizado. Durante su periplo la
economía del país se ha estancado y actualmente un 55 % de la población vive en la pobreza, o lo que es lo mismo, más de 30
millones de sudafricanos viven con menos de 66 euros al mes. “La
pobreza extrema hace que sólo tengamos 6 millones de contribuyentes
y casi 18 millones de personas recibiendo beneficios: no hay dinero
para invertir en infraestructura”, relata Le Roy.
El Día Cero,
realidad inevitable
“Soy una
afortunada por vivir en Johannesburgo. Al menos puedo disfrutar de
una ducha de 15 minutos”, comenta Khensani, taxista. Sin embargo,
la crisis del agua no es ajena al resto de Sudáfrica. Hace dos años,
la ciudad costera de Durban sufrió una grave falta de abastecimiento
de la que aún se recupera, y en Gauteng, donde se encuentran
Johannesburgo y la capital, Pretoria, se esperan serios problemas si
no reducen el consumo. “En Gauteng nos quedaremos sin agua en 2022
al cien por cien. Los proyectos de renovación se han ido retrasando
y, aunque empezasen mañana, no acabarían hasta 2025”, espeta Le
Roy.
Los capenses ya
se preparan para el día en el que no salga agua del grifo. La fecha
concreta baila días arribas o abajo, pero la situación es
irreversible. “La única manera de salvar esta catástrofe sería
con otra catástrofe”, asegura Rosewarne. “Tendría que caer un
diluvio histórico, una inundación histórica que sería una
tragedia porque se llevaría por delante muchos asentamientos”. La
última previsión del Día Cero se ha retrasado 20 días, ahora data
del 11 de mayo gracias a la aportación de agua de los agricultores
desde sus reservas de agua privadas.
Salvar agua es
clave. La ONG Water Shortage South Africa, que dirige Le Roy, lleva
semanas encargándose de llevar botellas a los barrios más pobres:
“Queremos intentar mantener a los más vulnerables hidratados para
cuando llegue el Día Cero”, dice. La solidaridad aflora en estos
momentos duros. Compañías nacionales de agua están donando
productos y otras de transporte se ofrecen a llevarla hasta Ciudad
del Cabo. Pero no solo son empresas, sino también cientos de
ciudadanos sudafricanos se han ofrecido a donar y transportar agua
hasta la ciudad. A estos ya se les conoce como “ángeles del agua”.
La incertidumbre
de cómo será la vida a partir del Día Cero es alta. Cada uno de
los 180 puntos de distribución albergará a más de 20.000 personas
cada día esperando sus 25 litros por persona. “No sé cómo lo van
a hacer. Imagina que trabajas a las ocho de la mañana, ¿cuántas
horas tendrás que esperar en una cola?”, se pregunta Rosewarne. A
dos meses vista surgen muchas dudas sobre el método. Por el momento,
el Gobierno ya ha movilizado al Ejército. “Se dice que puede haber
distribución a domicilio para ancianos y personas con movilidad
reducida e, incluso, que podrías ir a recoger tu parte en coche,
pero son todo rumores ya que no hay aún directrices oficiales”,
critica el hidrogeólogo.
Bridgetti coloca
una palangana bajo de la ducha, un bol debajo del grifo de la pila y
coloca el tubo que recogerá el agua de dentro de la lavadora. Acto
seguido sale al jardín a colgar la ropa usada al sol para que se
airee el sudor. En su casa ya no se lava la ropa tras cada puesta,
sino que la estiran todo lo que pueden hasta pasar por la lavadora.
Hasta en el retrete ahorra. Si lo que cae es amarillo no tiran de la
cadena, pero si es marrón no les queda otro remedio. Aun así han
empezado a probar un váter seco con arena. En casa de Bridgetti ya
se preparan para dejar de utilizar agua. Del todo.
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Fuente:
David Soler Crespo, Ciudad del Cabo, la agonía de quedarse sin agua, 11/02/18, El País. Consultado 13/02/18.
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