Acción de Greenpeace en la finca Cuchuy, Salta, el 10 de enero de 2018. Foto: Greenpeace Argentina |
por Daniel Gutman
BUENOS AIRES, 11
ene 2018 (IPS) - Nunca en la historia parlamentaria de Argentina
había pasado algo parecido: un millón y medio de personas en 2007
firmaron para pedir al Senado que sancionara una ley para reducir la
deforestación. La norma fue rápidamente aprobada, y promulgada el
26 de diciembre de ese año. Pero 10 años después, el sabor es
agridulce.
Investigadores y
organizaciones ambientalistas admiten que la ley tuvo impactos
positivos y desaceleró la destrucción de los bosques nativos del
país, causada en su mayor medida por el avance de la frontera
agropecuaria.
Pero advierten
que continúa la deforestación en zonas donde se encuentra
prohibida, y que el gobierno nacional ha mostrado un marcado
desinterés en la aplicación de la ley, reflejado en la falta de los
fondos necesarios para financiar las políticas de conservación.
“Lo más
positivo de la ley fue que hizo visible la problemática de
comunidades indígenas y campesinas, y la sociedad comenzó a mirar
con ojos críticos la actividad agropecuaria, que siempre había sido
señalada como un factor positivo, siendo Argentina un país
agroexportador”, explicó a IPS el doctor en ciencias agropecuarias
José Volante.
“La expansión
de la frontera agropecuaria significa concentración de la producción
en pocas manos, tecnología avanzada, poca ocupación de mano de obra
y expulsión de pobladores rurales. La ley de bosques pretendió
frenar ese modelo y poner sobre la mesa otro que permita la
incorporación de más gente y sea social y ambientalmente amigable”,
agrega Volante, investigador del Instituto de Tecnología
Agropecuaria (INTA) en Salta.
Salta, en el
noroeste del país, es justamente una de las provincias críticas
desde el punto de vista de la deforestación. Una parte de su
territorio forma parte del Gran Chaco americano, un extenso bosque
subtropical que se extiende hacia Paraguay y Bolivia, y que en las
últimas décadas sufre la presión de un proceso llamado
“pampeanización”.
Pampeanización
es el nombre que se le da a la extensión de la agricultura y la
ganadería a zonas marginales desde las Pampas, tradicional región
de pastizales fértiles en el centro de Argentina y Uruguay, gracias
a los avances de la biotecnología y a los precios internacionales
favorables de las materias primas.
La superficie
sembrada de Argentina pasó de 15 millones de hectáreas a más del
doble en unos 30 años. Y el bosque chaqueño ha sido justamente la
principal víctima, ya que allí creció no sólo la agricultura sino
también la ganadería, muchas veces desplazada de zonas fértiles
para hacer lugar a los cultivos.
Más de la mitad
de esa superficie sembrada está ocupada actualmente por la soja
transgénica, resistente a herbicidas y cuya comercialización fue
autorizada por el gobierno en 1996. Desde entonces tuvo una explosión
que dejó en un segundo plano al trigo y al maíz, gracias a su mayor
rentabilidad.
Salta perdió
415.000 hectáreas de bosques nativos entre 2002 y 2006, según datos
oficiales, pero el proceso se aceleró en 2007, cuando era público
que el Congreso Nacional estaba cerca de aprobar la ley que pondría
severas restricciones a la posibilidad de los gobiernos provinciales
de autorizar desmontes.
Según la
organización ecologista Greenpeace, en 2007, Salta convocó a
audiencias públicas para autorizar desmontes en 425.958 hectáreas,
una cifra más de cinco veces superior a la del año anterior y que
superó ampliamente el promedio de deforestación anual de todo el
país.
“Justamente el
aluvión de permisos de deforestación que provincias como Salta
otorgaron durante 2007 es la mejor prueba de que la ley de bosques
fue vista como una herramienta de transformación de la realidad”,
explicó Juan Carlos Villalonga, diputado nacional de la alianza
oficialista Cambiemos, a IPS.
“Y en alguna
medida lo fue, porque aunque parecía imposible, el ritmo de la
deforestación en Argentina empezó a caer. Pasamos de un promedio
aproximado de 300.000 hectáreas anuales a 200.000 en 2016”,
agregó.
Villalonga saltó
a la política desde Greenpeace, una de las aproximadamente 30
organizaciones que en el segundo semestre de 2007, con una intensa
campaña publicitaria, lograron la proeza de recolectar un millón y
medio de firmas para pedirle al Senado que aprobara la ley de
protección de bosques.
En ese momento,
la ley ya contaba con media sanción de la Cámara de Diputados, pero
parecía empantanarse por la resistencia de senadores, que la veían
como un obstáculo al desarrollo productivo de sus provincias.
Con la presión
popular, a los senadores no les quedó más alternativa que aprobar
la norma, en un contexto en el cual la tasa de deforestación en
Argentina resultaba seis veces más alta que el promedio mundial,
según un informe de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales
(FARN).
Sin embargo, a
pesar de la entrada en vigencia de la ley, la Organización de las
Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ubicó a
Argentina entre los países con mayor área de bosques perdida entre
2010 y 2015. En la lista también figuran países de África y Asia y
tres de Sudamérica: Brasil, Bolivia y Paraguay.
La ley 26.631 fue
un caso extraordinario de participación de la sociedad civil en una
política pública, y resulta hoy una herramienta importante para
este país en el cumplimiento de los objetivos asumidos
internacionalmente, en el combate contra el cambio climático y a
favor de la conservación de la biodiversidad.
Su texto reconoce
los servicios ambientales que brindan los bosques e instruye a las
provincias a realizar un ordenamiento territorial de sus áreas
boscosas, de acuerdo a tres categorías, que replican las de un
semáforo.
Así, las áreas
rojas son las de alto valor de conservación que no deben
transformarse; las amarillas, las medianas que pueden destinarse a
actividades sostenibles; y las verdes, las de bajo valor de
conservación que pueden transformarse.
Las 23 provincias
argentinas ya realizaron sus ordenamientos territoriales, que
alcanzan en total a cerca de 54 millones de hectáreas de bosques,
aproximadamente 19 por ciento del total de la superficie nacional.
Frente a los
rumores que circularon hace poco en ámbitos ambientalistas de
Argentina, el director nacional de Bosques, Juan Pedro Cano, aseguró
a IPS que el gobierno no piensa impulsar cambios a la ley.
“Por el
contrario, la consideramos una ley muy positiva y estamos trabajando
para mejorar su implementación”, dijo el funcionario.
“Ya hemos
creado un fondo fiduciario para asegurar que los fondos del
Presupuesto Nacional asignados al Fondo que compensa a los dueños de
tierras que conserven sus bosques no puedan ser reasignados a otras
necesidades del Estado, como pasó otros años”, agregó Cano.
Ese fondo debe
recibir 0,3 por ciento del Presupuesto Nacional -dice la ley-, pero
siempre ha estado muy por debajo de esa referencia, con una
preocupante tendencia a la baja en los últimos años, advierte el
informe de FARN.
Editado por
Verónica Firme
Fuente:
Daniel Gutman, Argentina mira a sus bosques, pero aún no los cuida bien, 11/01/18, Inter Press Service.
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