por Fernando
Colautti
El dique Los
Molinos debe ser mirado en el espejo de su hermano San Roque: desde
hace años, es el embalse con mayor deterioro ambiental después del
de Punilla, cuyo mal estado ya impide hasta su uso para los bañistas
(en el sitio de mayor concentración de turistas de Córdoba). Ambos
son, además, la fuente de provisión de agua potable para la
Capital, que representa el 40 por ciento de la población cordobesa.
El proceso de
eutrofización (envejecimiento y pérdida de calidad del agua) de Los
Molinos viene en avance. La presencia excesiva de algas es el
síntoma. Y los nutrientes que aportan las cloacas sin tratar (sobre
todo el fósforo) son indicados como la causa principal, aunque no
única.
Hacia 2006, la
principal fuente de ingreso de fósforo a Los Molinos estaba
constituida por las actividades agrícolas y ganaderas en esa cuenca,
según una investigación de Laura Borgnino, para la UNC. “Desde
2006, se puede observar un notorio incremento de loteos y viviendas
en el perilago, en particular al oeste y norte, que se ha acelerado
en forma exponencial en los últimos cinco años”, advirtió ese
trabajo.
Para quien
recorrió la zona hace 15 años y regresa hoy, el asombro por ese
crecimiento salta a la vista. Y está claro que no puede ser sin
impacto, sobre todo si se da de un modo no planificado y
descontrolado, como en este caso. Córdoba registra un atraso en
materia de infraestructura cloacal, pero es más notorio (y grave) en
las zonas serranas que rodean a los diques, claves para el agua que
sostiene a la provincia.
Fuente:
Fernando Colautti, Un crecimiento descontrolado, 26/12/17, La Voz del Interior. Consultado 26/12/17.
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