Estela Lemes es
la directora de la Escuela N° 55 de Costa Uruguay Sur, en las
afueras de Gualeguaychú. Un análisis detectó glifosato en su
sangre.
por Gastón
Rodríguez
Las denuncias de
Estela Lemes -55 años, 17 como directora de la Escuela Nº66
"Bartolito Mitre", de Costa Uruguay Sur, en las afueras de
Gualeguaychú– empezaron en 2010, cuando las avionetas cruzaban el
cielo en horario escolar, rociando los campos de alrededor con sus
peligrosos agrotóxicos. Recién en 2012, luego de que un "mosquito"
fumigara a las dos de la tarde, con los chicos en el aula, una
fiscalía de Entre Ríos le pidió ratificar sus dichos y una
comitiva de la Unidad Fiscal para la Investigación de Delitos Contra
el Medio Ambiente (UFIMA) viajó hasta el lugar. Sin embargo, la
causa quedó sin efecto: el juez interviniente consideró que no
había pruebas de perjuicio alguno.
"En 2014
-recuerda Estela- me invitaron al Congreso para que todos los
maestros de escuelas fumigadas diéramos testimonio. La Red de
Médicos de Pueblos Fumigados nos ofreció hacernos un análisis de
sangre voluntario. Unas 15 maestras viajamos a Mar del Plata, porque
el único lugar que hace ese estudio es el Instituto de Análisis
Fares Taie. De todas, sólo a mí me dio positivo de clorpirifos
etil, que es un insecticida que se usa para control de plagas".
Estela comprendió
ese día el origen de sus dolores y problemas musculares: era el
efecto del veneno que llevaba en la sangre. En paralelo, comenzó a
reclamar que la ART asumiera los gastos de su tratamiento, pero hasta
el día de hoy debe pagar los costos de su enfermedad. "Ahora
tengo una neuropatía, porque mi cuadro clínico afecta a las
neuronas y es irreversible. También tomo una medicación para no
llegar a tener una atrofia muscular. Aunque ya no tenga más el
insecticida en sangre, lo que dañó no se recupera más".
En 2016, la
docente repitió el análisis. Las noticias no fueron mejores: tenía
1.8 de glifosato en su cuerpo. "Es probable que también ya lo
haya eliminado, pero no puedo saber cuáles fueron los daños que me
produjo. Lo que sabemos es que el glifosato no ataca los músculos,
pero está relacionado con cosas más graves." Estela sabe que
cada vez más mamás deben viajar a Buenos Aires para tratar a sus
hijos diagnosticados con cáncer. "Es muy duro lo que pasa acá.
Muchos chicos han muerto y otros todavía están en tratamiento".
- Después de
tantas denuncias, ¿siguen fumigando alrededor de la escuela?
- Habían parado
un tiempo. En todo 2016 y hasta octubre de este año, no habían
fumigado con la misma frecuencia que antes, pero hace poco Berardo
Agropecuaria (una de las firmas más prósperas del sur entrerriano)
arrendó uno de los campos vecinos y volvieron a fumigar con los
mosquitos. A la escuela llegó el olor del veneno, y a uno de los
chicos tuvimos que llevarlo al hospital porque se sentía mal. Los
médicos dijeron que tenía una neumonía y que la fumigación había
apurado el proceso de la enfermedad. Al otro día, me llamó un
ingeniero del campo para pedirme disculpas y me prometió que no iban
a fumigar más en horario de clases. Yo le dije que aunque nosotros
no estemos, vive mucha gente en la zona y también se está
enfermando. Hay que ponerle un freno a la fumigación.
- ¿Cómo se le
pone un freno?
- Uniéndonos y
dejando la política de lado, porque la lucha es de todos. El
domingo, en la marcha de Stop Cáncer en Gualeguaychú, hubo mucha
gente, pero debieron ser más. Tenemos unos representantes que dejan
mucho que desear. Por ejemplo, (Alfredo) De Angeli era la voz del
campo, pero hoy se llena los bolsillos y no le importa que la gente
se muera. Es una vergüenza.
Ataques en una
charla organizada por Monsanto
Hace unos días,
en el Club Progreso de Urdinarrain, ante unas cien personas y en el
marco de una serie de charlas organizadas por la multinacional
Monsanto, el bioquímico cordobés Fernando Manera hizo lo esperable:
defender el uso del glifosato. Lo que llamó la atención del
auditorio fueron los cuestionamientos a Estela Lemes. "Esta
mujer -arremetió Manera- no tiene glifosato. Es muy difícil que
se detecte en el torrente sanguíneo porque no perdura en el tiempo,
debe estar dibujado. Desde el punto de vista científico y
bioquímico, eso es imposible". Manera también criticó el
trabajo de los campamentos sanitarios, aclarando que sólo conoce los
de la provincia de Córdoba: "Levantaron datos y armaron un lío
terrible allá, con datos dibujados que quieren generar pánico".
"A ese
bioquímico pagado por Monsanto –dice Lemes– yo le quiero
preguntar si él realmente piensa que con un sueldo de docente yo
puedo comprar un laboratorio, una historia clínica. Me dio mucha
bronca que me haya tratado de mentirosa".
Fuente:
Gastón Rodríguez, "Lo que los agrotóxicos me dañaron, ya no se recupera", 16/12/17, Tiempo Argentino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario