Con la excusa del
combate a la polilla de la vid, Mendoza habilitó fumigaciones aéreas
inéditas con insecticidas que jamás se habían utilizado en ese
tipo de cultivos. El programa de pulverizaciones ostenta fondos por $
400 millones y beneficia a una sola empresa aplicadora. Destitución
de técnicos que se oponen a esta práctica.
por Patricio
Eleisegui
La excusa es el
combate a una plaga tan voraz como invisible.
Porque sí:
abundan los productores que hablan de la Lobesia botrana pero en lo
cotidiano, en el territorio, el grueso de las voces reconoce jamás
haber sufrido el problema de la polilla de la vid en sus cultivos. La
inmensa mayoría no puede siquiera describir cómo es el gusano. Se
teme a lo que no se ve pero que se presume está porque alguien lo
dijo.
En concreto, la
detección del flagelo por parte del Servicio Nacional de Sanidad y
Calidad Agroalimentaria (SENASA) hace más de tres años, con la
posterior declaración de emergencia decretada a principios de 2017
por el organismo y su par local Instituto de Sanidad y Calidad
Agropecuaria Mendoza (ISCAMEN), sirvió ahora de argumento para la
apertura en Mendoza de una venta de pesticidas millonaria atada a una
práctica tan peligrosa como inédita para la provincia: la
fumigación aérea.
Por voluntad del
SENASA y con fondeo del Ministerio de Agroindustria nacional, a fines
de octubre comenzó en la zona cuyana la aplicación de cientos y
cientos de litros del insecticida Coragen, un producto desarrollado
por la estadounidense DuPont nocivo si se inhala y letal para los
organismos acuáticos. No faltan las organizaciones que denuncian la
potente residualidad del químico, que sigue presente en los racimos
incluso hasta 30 días después de aplicado.
Si bien el
organismo jamás presentó un detalle de la evolución de la Lobesia
botrana, el ISCAMEN considera que, a través de sucesivas campañas
de aplicaciones fijadas de forma unilateral por el organismo y
notificadas prácticamente sin antelación, es necesario pulverizar
140.000 hectáreas de viñedos. Una campaña total si se toma en
cuenta que la provincia totaliza alrededor de 200.000 hectáreas de
uva.
En la hoja de
ruta de las fumigaciones además se indica el uso de Bacillus
Thuringiensis, una bacteria que también cumple funciones de
insecticida.
Las aplicaciones
en sí mismas están marcadas por irregularidades. Aunque el ISCAMEN
informó que establecería una zona “buffer” de protección de
zonas habitadas o cuerpos de agua de hasta 200 metros, en la práctica
las fumigaciones comenzaron a hacerse sin que se respete límite de
aplicación alguno.
Los mapas de
áreas a proteger que dio a conocer la dependencia, según
organizaciones como Crece desde el Pie, se caracterizan por la
ausencia de detalles en términos de casas ubicadas en los puntos a
fumigar, centros de salud cercanos, escuelas, o cursos hídricos.
Ya en lo que
representa un atropello a la legalidad, a fines de noviembre el
ISCAMEN incluso llevó a cabo pulverizaciones sobre plantaciones
ubicadas en San Carlos, el único departamento de la provincia de
Mendoza que mantiene vigente una ordenanza que prohíbe la aplicación
de agroquímicos con aeronaves.
Una muestra de la
acción, en este video:
Detrás del
pretendido combate a la plaga se agiganta la figura del negocio. Como
es habitual, concentrado en muy pocas manos. La implementación del
programa de aplicaciones aéreas contempla el desembolso de al menos
400 millones de pesos provenientes del presupuesto de Agroindustria.
Quiénes actúan
como proveedores oficiales de Coragen y Bacillus Thuringiensis es una
incógnita que ISCAMEN aún se esfuerza por sostener. Sí se sabe la
identidad de la primera gran beneficiaria de esta política
agropecuaria: AeroTec, la única compañía a la que se le asignó la
tarea de llevar a cabo todas las fumigaciones que se ordenen.
Para cumplir con
esto, la compañía se permitió invertir en la compra de 4 aviones.
Demasiado movimiento financiero para desarrollar una campaña que,
según el organismo mendocino, abarcará a lo sumo 3 etapa de
pulverizaciones y se detendrá ahí. A la vista queda que nada
ocurrirá de esta forma y que la intención en ese territorio es
perpetuar el mismo modo de producción atado a las lluvias de
pesticidas que ya es tan común sobre todo en las áreas sojeras y
maiceras de la Argentina.
AeroTec pertenece
a los Cardama, una familia que durante años se dedico a la cría y
comercialización de pollos y desde 1996 incursiona en el negocio
aéreo mendocino con indiscutible supremacía sobre otras empresas.
Sobre todo en la
última década, la firma se hizo con jugosos convenios con la
Gobernación cuyana -algunos, concernientes a las habituales campañas
antigranizo-, acuerdos de provisión de aparatos a la Fuerza Aérea,
además del favoritismo político y económico para llevar a cabo
festivales aéreos en Rivadavia, base de operaciones de AeroTec. En
sus instalaciones tuvo lugar, este año, la realización de Feri Agro
Industrial, la muestra en la que se presenta la nueva tecnología
para, precisamente, la actividad agropecuaria provincial.
Medida
injustificada
En cuanto se
profundiza en las particularidades de la campaña que impulsa
ISCAMEN, rápidamente queda a la vista lo irrelevante de medidas que
representan un aliciente sólo para quienes comercializan pesticidas
o tienen a su cargo la aplicación aérea de los químicos.
“La mayoría de
los técnicos están de acuerdo en que la pulverización de esa forma
no baja la presencia de la plaga. Para que sea efectivo, el producto
tiene que tocar el racimo y eso hoy es imposible desde el aire: están
tapados con hojas. La aplicación aérea es lo menos efectiva para
este problema. Se podría hacer terrestre pero para anular eso se
inventó que los productores no podrían implementar esa opción de
manera homogénea. Chile, que tiene más experiencia en esto,
descartó por completo la aplicación aérea. Incluso se recomienda
el uso de feromonas para confundir a la especie antes que hacer esto
con insecticidas”, explicó a Adelanto 24 Damián Moreno, referente
de Crece desde el Pie.
Para el también
productor, la autorización para las fumigaciones con Coragen y
Bacillus Thuringiensis desde aviones no son más que la confirmación
de que Mendoza va camino a sumarse al mapa nacional de distritos que
sólo hacen agricultura con el bidón de pesticida en la mano. En
definitiva, un área más que ingresa en la nómina de clientes de
los grandes fabricantes de plaguicidas.
“Hoy es el
Coragen, mañana seguirá el criterio para echar clorpirifos sobre
los frutales. Nunca antes se habían hecho este tipo de
pulverizaciones en Mendoza y ahora, por publicidad del Gobierno,
parece que fuera la única alternativa. En la vid jamás se usaron
insecticidas, siempre el inconveniente fueron los hongos a los que se
trató con azufre y cobre. Con anuencia de las grandes bodegas, esto
es el inicio del consumo de pesticidas por parte de los productores
mendocinos de uva”, sintetizó.
Otra pasada de
avión con pulverización directa sobre quienes denuncian:
Desde la Asamblea Por la Soberanía Alimentaria (APSA), la argumentación coincidió con lo dicho por Moreno. “Se está usando una metodología experimental para estos cultivos, prohibida en la Unión Europea y desaconsejada en Chile por sus efectos de deriva y baja eficiencia, donde las medidas de seguridad que reconoce ISCAMEN son prácticamente imposibles debido a la estructura rural de Mendoza (como lo demuestra la experiencia en estos días) pudiendo generarse un alto impacto en las poblaciones rurales y contaminación de las fuentes de alimentos de todos los mendocinos”, indicó la organización en un comunicado.
“Los
agrotóxicos usados, aprobados por el SENASA dentro de la categoría
menos tóxica (al igual que el glifosato), son de categoría mayor en
otros países y no cuentan con estudios sobre la salud del ambiente y
las personas a largo plazo, por lo que no sabemos si pueden
generarnos enfermedades crónicas o congénitas”, añade el texto.
Un detalle de
relevancia que debe adicionarse: en Mendoza, las pulverizaciones con
Coragen fueron habilitadas y comenzaron a desarrollarse sin la
realización de experiencias previas que indiquen cuál es el efecto
del pesticida sobre los organismos que no son considerados blanco.
Contaminación a
la vista
Los efectos
negativos de la estrategia que sostiene el ISCAMEN quedaron a la
vista muy pocos días después de concretada la primera fumigación
aérea sobre los viñedos mendocinos.
En ese sentido,
un estudio llevado a cabo por el Centro de Investigaciones del Medio
Ambiente (CIMA), dependiente de la Facultad de Ciencias Exactas de la
Universidad de La Plata, concluyó que las aguas en torno a las vides
ya están contaminadas con clorantranilipol, el principio activo del
Coragen.
“… se observa
que aún varios días posteriores a la fumigación el compuesto sigue
estando presente en los cuerpos de aguas. Al no contar con niveles
guías para aguas de consumo que regulen este compuesto en Argentina
se recomienda considerar los valores regulados para la Comunidad
Europea de 100 nanogramos/litro con lo que las muestras excederían
este valor regulatorio”, destaca el documento del CIMA surgido del
monitoreo en Cuyo.
En diálogo con
quien aquí escribe, Damián Marino, doctor en Química y
especialista del CIMA, comentó que el impacto de las pulverizaciones
que vienen haciéndose desde octubre “es evidente” en el
ecosistema, y que esto “aparece reflejado sobre todo en los
reservorios de agua”. El experto destacó, además, la falta de
precisiones oficiales en torno a las dosis que se están aplicando.
“Se tomaron
muestras de agua antes y después de las fumigaciones. Uno de los
casos comprende incluso estanques de productores. La deriva primaria
mostró concentraciones elevadas. Esto, claro, más allá de que se
estableció la aplicación de un insecticida que el mismo fabricante
en el marbete indica que no es recomendable para la uva”, explicó
el experto.
El último
aspecto que hay que sumar a este cóctel de despropósitos que hoy se
vienen acumulando en Mendoza corresponde a la persecución de
especialistas que han osado exponer lo nocivo del método propuesto.
En esa dirección,
durante la semana del 20 de noviembre tuvo lugar el apartamiento de
Laura Costella, hasta ese momento jefa de agencia de la
representación del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria
(INTA) en La Consulta, departamento de San Carlos.
El motivo de tal
acción lejos estuvo de guardar relación alguna con cuestiones
referidas a su desempeño laboral cotidiano: Costella fue separada de
su cargo por haber participado en calidad de oyente -y no como
integrante del INTA- de una de las sesiones en las que se trató la
posterior prohibición de efectuar fumigaciones aéreas sobre,
precisamente, San Carlos.
Las
organizaciones que pugnan por erradicar el uso de pesticidas en esa
zona de Mendoza aseguran que la destitución de la responsable
técnica resultó consecuencia de presiones ejercidas tanto por
Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) como por la filial de la
Sociedad Rural Argentina (SRA) en el Valle de Uco.
Fuente:
Patricio Eleisegui, Uva bañada en veneno, 29/11/17, adelanto24.com
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