viernes, 17 de noviembre de 2017

COP23, un circo climático en Alemania

¿Realmente se decidirá el destino del mundo en Bonn en los próximos dos días? Por supuesto que no. Teniendo en cuenta los beneficios de la COP23, los costos son absolutamente desproporcionados, opina Felix Steiner.

Se ha convertido en un ritual en el calendario político anual: a mediados de noviembre o principios de diciembre se celebra la Conferencia de las Partes (COP), en la que se reúnen los signatarios del Acuerdo de las Naciones Unidos sobre el Cambio Climático. Estamos hablando de representantes de 196 países, así como de la Unión Europea. Incluso si cada signatario solo enviara a un representante, se necesitaría una gran sala de conferencias.

Pero, desde luego, la COP anual es mucho más que eso. La conferencia, que ahora se lleva a cabo por vigésimo tercera vez, se propuso nada menos que salvar el mundo. Por lo tanto, cada año, en estas fechas, aparece una serie de estudios científicos cada vez más alarmantes, destacando escenarios catastróficos: la Tierra se está calentando más rápido que nunca, las tormentas están empeorando, los glaciares de los polos se están derritiendo. Y esa es también la razón por la cual un número cada vez mayor de países insulares desaparecerá pronto en el océano.

Una conferencia para salvar el mundo
Por lo tanto, es lógico que uno de esos Estados insulares, en este caso Fiyi, lidere la conferencia de este año, a pesar de que se realice en Bonn, Alemania. Eso no es porque Fiyi esté en peligro de desaparecer bajo las olas del mar en las
próximas dos semanas: su punto más elevado se encuentra a 1.324 metros sobre el nivel del mar. La ciudad alemana de Bonn solo se encuentra a 60 metros sobre el nivel del mar. Eso hubiese sido, por lo tanto, una decisión algo ilógica. No, Fiyi simplemente no tiene la capacidad para albergar a los 25.000 invitados. Bonn, como sede de la Secretaría del Clima de la ONU, se mostró feliz de poder ayudar, y pulir a la vez su imagen como sede de la ONU. Y el contribuyente alemán también aportó felizmente más de 100 millones de euros.

La conferencia comenzó con una gran dosis de folclore fiyiano: hombres semidesnudos presentaron con orgullo sus tradiciones. El hecho de que algunos de ellos acabaran con un resfriado ciertamente se puede interpretar como una buena señal. El calentamiento global al menos aún no ha tenido un gran efecto en la nebulosa región del Rin.

Un evento de segunda categoría
La agenda de las negociaciones en Bonn no refleja la importancia de este evento: la conferencia multinacional más grande que se haya celebrado en Alemania. Dos años después de que se firmara el acuerdo internacional sobre el clima en París, la tarea de esta conferencia en Bonn es establecer quién debe hacer qué en la lucha contra el cambio climático y cómo se podrán medir los resultados. No se trata de medidas vinculantes, esas serán tratadas el próximo año, cuando los signatarios se reúnan una vez más, esta vez en Katowice, Polonia.

¿Y por qué la canciller alemana, Angela Merkel, el presidente francés, Emmanuel Macron, y otros 25.000 invitados asisten a un evento de segunda categoría? La presencia de los mandatarios de Alemania y Francia tiene un valor simbólico. El mensaje es: Trump se despide del acuerdo, pero para nosotros el tema es importante. Y los votantes, cada vez más convencidos de que se acerca el fin del mundo, se tranquilizan con esas señales simbólicas.

Una buena conciencia
La mayoría de los 25.000 participantes de la conferencia ni siquiera participan en las negociaciones. Junto con los periodistas, la mayoría de los asistentes proviene de organizaciones no gubernamentales: grupos ecologistas, científicos y empresas. Su presencia es una señal de transparencia, dicen los organizadores. También se podría agregar que la presencia de estos miembros de ONGs también ayuda a obtener nuevos subsidios con los cuales se puede financiar el próximo estudio sobre catástrofes naturales.

El hecho de que la enorme aldea de carpas construida para la conferencia es mucho más grande que el sitio donde negocian los gobiernos nacionales muestra la dimensión de la parte autorreferencial de este circo climático anual. Y para que los participantes no tengan tan mala conciencia porque su viaje a Alemania ya dañó gravemente el clima, la ciudad de Bonn fue muy ingenuosa: todos los autobuses eléctricos disponibles en Alemania fueron llevados a Bonn para proporcionar a los participantes un servicio de transporte ecológico.

Sería de mal gusto preguntar por la huella de carbón que deja esta conferencia, especialmente sabiendo que la mayor parte de la electricidad que se usa en Bonn proviene de plantas de carbón de la región. Pero eso ya sería demasiado para el estado de ánimo de quienes habitan este universo paralelo subvencionado por los contribuyentes.

Fuente:
Felix Steiner, Opinión: COP23, un circo climático en Alemania, 16/11/17, Deutsche Welle.

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