Cientos
de agricultores reclaman a la compañía por los daños causados en
sus cultivos por el uso en fincas vecinas del llamado 'asesino de
malezas'.
Como
cada mes de agosto, los agricultores del Medio Oeste norteamericano
iniciaron la cosecha de sus inmensos campos de soja y maíz. Pero
este año, comprobaron con estupor que las plantas mostraban
pronunciadas arrugas y atrofias diversas. Estas anomalías en los
cultivos se detectaron principalmente en Arkansas y Misuri, pero
también en otra decena de estados.
Según
sostienen los expertos, la respuesta a tan extraño fenómeno se
encuentra en la aplicación un polémico herbicida llamado Dicamba,
producido por las multinacionales químicas BASF y Monsanto. Ésta
última lleva años desarrollando un nuevo tipo de semillas
genéticamente modificadas para hacerlas resistentes al potente
herbicida, bautizado popularmente como el asesino de malezas. Las
nuevas semillas han sido objeto de uno de los mayores lanzamientos
comerciales de la historia de la gigantesca compañía
biotecnológica, bajo el nombre de Xtend.
En
contra de lo que sostienen los representantes de Monsanto, los
denunciantes aseguran que diferentes cultivos de la región fueron
rociados este verano con Dicamba y el producto fue transportado por
el aire a otras fincas cuyas plantas no transgénicas resultaron
dañadas por no poder soportar los efectos del potente agroquímico.
Como consecuencia de ello, los tribunales han recibido un aluvión de
demandas contra la compañía, principalmente en Arkansas y Misuri.
Si
bien es cierto que el Dicamba cuenta con la aprobación de la Agencia
de Protección Ambiental (EPA por sus siglas en inglés), después de
los incidentes de este verano el organismo federal está considerando
aprobar unas nuevas reglas más estrictas en el uso del herbicida. El
7 de julio, Misuri se sumó a Arkansas en la prohibición temporal
del uso y aplicación del químico agrícola debido al aumento de las
quejas de productores afectados.
Multas
de hasta 25.000 dólares
Chris
Chinn, directora en funciones del Departamento de Agricultura de
Misuri, anunció en un comunicado que la administración estatal
apretaría "el botón de pausa para todos los productos de
Dicamba", tras haber recibido este año más de 130 denuncias
por el desplazamiento del agrotóxico. Por su parte, el Departamento
de Agricultura de Arkansas prohibió cautelarmente durante 120 días
el uso de Dicamba y aprobó el aumento de las multas por esta
contaminación de los 1.000 dólares (859 euros) hasta los 25.000
(21.487 euros) a partir del 1 de agosto.
Con
el objetivo de evitar nuevas restricciones en la utilización del
Dicamba -y especialmente aquellas que pueda determinar la EPA- y
que las mismas afecten a sus ventas, Monsanto organizó una cumbre el
pasado 27 de septiembre en la que invitó a científicos y asesores
especializados en plagas herbáceas, algunos de los cuales declinaron
asistir.
Monsanto
pretendía aprovechar la reunión para presentar datos que
demostrarían que los incidentes del verano se debieron a errores de
los usuarios. Estos datos iban supuestamente a contradecir los de los
académicos expertos en la materia que apuntan a que el polémico
herbicida podría haberse evaporado y desplazado del foco de
aplicación del producto debido a un proceso de volatilización.
A
media hora de coche
Un
estudio desarrollado por desde la Universidad de Arkansas por los
investigadores Jason Norsworthy, Tom Barber y Bob Scott sostiene que
el Dicamba sigue siendo volátil hasta 36 horas después de su
aplicación. Eso haría posible que el potente herbicida se pudiera
desplazar desde el lugar aplicación hasta otros cultivos y
especialmente los de soja no transgénica, que no muestra por tanto
tolerancia al producto.
Tom
Barber afirma que "aunque en las nuevas formulaciones -de
Dicamba- se reduce la volatilidad, ésta no es cero". "No
sabemos el nivel de volatilidad que se requiere para dañar la soja.
La soja es tan sensible que a niveles muy bajos ya puede resultar
lesionada", apunta.
Norsworthy
examinó plantas de soja de un campo situado a 30 minutos de
distancia del foco de aplicación de Dicamba después de transcurrido
un periodo de entre 24 y 36 horas desde la pulverización del
herbicida. Para su sorpresa, esas plantas, que se hallaban en un
invernadero, “nunca fueron expuestas al herbicida y, sin embargo,
presentaban una tremenda cantidad de daño foliar o sintomatología
de la Dicamba”. El investigador concluyó que “el número de
hectáreas dañadas por Dicamba está directamente relacionado con la
cantidad aplicada en un área concreta”.
Soja
y algodón
Otro
de los hallazgos de la investigación es que el Dicamba puede
desplazarse sobre las partículas de polvo en las carreteras que
atraviesan los campos tratados, causando lesiones a plantas no
tolerantes al herbicida sobre las que este se deposita.
A
mediados de agosto se estimaba que un 35 % de los 3,5 millones de
acres (141.000 kilómetros cuadrados) de cultivos de soja y cerca de
300.000 acres (unos 1.200 kilómetros cuadrados) de los 400.000
sembrados de algodón del estado de Arkansas estaban sembrados con
variedades modificadas genéticamente para resistir el herbicida.
Pero,
¿qué es el Dicamba? Es un potente herbicida diseñado por la
compañía Monsanto que mata de manera selectiva malas hierbas de
hoja ancha. No es un producto nuevo de la compañía, ya hace décadas
que existe, pero lo que sí es novedoso es el momento de aplicación
del producto, ya que normalmente se utilizaba en los campos antes de
la siembra de los cultivos.
¿Cuál
es la novedad? El año pasado Monsanto lanzó al mercado un nuevo
prototipo de semillas de algodón y soja tolerantes al Dicamba bajo
la marca Monsanto Xtend. Y a finales del año empezó a comercializar
una versión de Dicamba que legalmente pudiera ser utilizado sin los
riesgos de alta volatilidad que presentaban las versiones anteriores.
Así, la versión supuestamente menos volátil fue aprobada por la
EPA para la fumigación resistente a la deriva para la campaña de
2017.
No
cubierto por los seguros
El
problema para el resto de cultivos se produce cuando el Dicamba
aterriza en un campo en el que no se plantaron semillas de Monsanto
transgénicas y por tanto resistentes. En ese caso, sus efectos
pueden resultar devastadores ya que las plantas crecen de manera
atrofiada y con las hojas arrugadas. Y además los agricultores
afectados no pueden acudir a los respectivos seguros para cubrir los
daños causados ya que las coberturas sólo les amparan en el caso de
desastres naturales como inundaciones e incendios.
Desde
Monsanto se mantiene que el Dicamba es acusado injustamente. Para el
responsable del departamento de Sistemas de Protección de Cultivos
de América del Norte de la compañía, Ty Witten, "otros
herbicidas pueden enmascararse o confundirse con el Dicamba".
El
pasado 13 de octubre la EPA emitió un comunicado en el que informaba
de que había llegado “a un acuerdo con Monsanto, BASF y DuPont
sobre medidas para minimizar aún más el potencial para dañar
cultivos vecinos por el uso de formulaciones de Dicamba usadas para
controlar malezas en algodón y soja genéticamente modificados”.
A lo
que añadía: “Los nuevos requisitos para el uso de Dicamba over
the top (aplicación a las plantas en crecimiento) permitirán a los
agricultores tomar decisiones informadas para la compra de semillas
para la temporada de crecimiento 2018”, lo que incluiría tanto a
los productos genéricos como a los modificados Xtendimax de
Monsanto, Engenia de Basf y Fexapan de DuPont.
Malas
hierbas adaptadas
Hace
dos décadas, Monsanto introdujo el RoundUp -un herbicida que
contiene como ingrediente principal el glifosato- para eliminar las
hierbas en los cultivos transgénicos. En su momento se garantizó
que las malas hierbas no se harían resistentes al glifosato, lo que
finalmente sí ha acabado sucediendo.
El
Dicamba se está utilizando ahora como alternativa al problema de la
maleza resistente al glifosato. Ford Denison, investigador del
Instituto de Ciencias Biológicas de la Universidad de Minnesota,
sostiene que “el desarrollo de cultivos tolerantes al Dicamba es
una solución de corto plazo para afrontar el problema de las malezas
resistentes a glifosato, porque no sabemos si aquellas plantas que ya
son resistentes al glifosato no van volverse también resistentes al
Dicamba”.
En
Europa, las administraciones públicas están abogando por prohibir
definitivamente el uso del glifosato a partir de 2022. El Parlamento
Europeo aprobó el 24 de octubre vetar el polémico herbicida en todo
el territorio de la Unión Europea además de no renovar el permiso
para otros 10 años a este herbicida, que expira el próximo 15 de
diciembre, como propone la Comisión Europea a los estados miembros.
Tanto
la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, en sus siglas en
inglés) como la Agencia Europea de Productos Químicos (ECHA) han
descartado que el glifosato cause cáncer en seres humanos. Por
contra, la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer
(IARC), organismo dependiente de la Organización Mundial de la Salud, cree que el glifosato es "probablemente cancerígeno para
los humanos".
La
resolución del Parlamento Europeo destaca que los llamados papeles
de Monsanto desvelan que la compañía podría haber ocultado los efectos adversos del Roundup, cuya sustancia activa principal es el
glifosato. El pasado 16 de marzo, la justicia estadounidense
desclasificó más de 250 páginas de correspondencia interna de la
empresa agroquímica en las que se demostraba una severa preocupación
en 1999 por el potencial mutágeno (capaz de alterar el ADN de
organismos) del Roundup.
Los
documentos fueron reclamados como consecuencia de una demanda
colectiva interpuesta en el Tribunal Federal de California por parte
de cientos de trabajadores del campo afectados por un linfoma no
Hodgkin (cáncer en la sangre). Según la IARC, la enfermedad podría
atribuirse a un contacto prolongado con el herbicida de Monsanto.
Fuente:
Lluvia de demandas contra Monsanto por el Dicamba, 30/10/17, Ecoavant.
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