Vista del sitio de construcción de la presa Belo Monte, sobre el río Xingú, Brasil, el 13 de marzo de 2014 |
El Gobierno de Temer y la bancada ruralista del Congreso se empeñan en transformar la mayor selva tropical del mundo en la propiedad privada de unos pocos.
por Eliane Brum
La movilización
que llevó a Michel Temer, del Partido del Movimiento Democrático
Brasileño (PMDB), a echarse atrás en su decisión de permitir que
empresas mineras explotasen la RENCA (Reserva Nacional de Cobre y
Asociados) muestra que la Amazonia sigue teniendo un fuerte poder
simbólico en el imaginario de los brasileños. Temer también ha
sido duramente criticado en el exterior por la deforestación de la
Amazonia y ha tropezado con los números, cometiendo una metedura de
pata tras otra. Es bastante significativo que las principales
derrotas simbólicas del grupo que ocupa hoy el poder ejecutivo y
domina el legislativo en Brasil estén relacionadas con la Amazonia.
Pero es fundamental darse cuenta de que ninguno de estos momentos
vergonzosos, dentro o fuera del país, ha estancado el proceso
acelerado de privatización de las tierras en la mayor selva tropical
del planeta, ni ha frenado la creciente violencia contra campesinos y
pueblos tradicionales. Para entender lo que sucede hoy en la
Amazonia, es necesario no solo el famoso follow the money (seguir el
dinero), sino también otro movimiento: seguir la sangre.
Desde que Dilma
Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), fue destituida sin
base legal de su puesto de presidenta del país, 76 personas han sido
asesinadas en la Amazonia por conflictos de tierra. La violencia en
la región ya era alta durante el Gobierno de Rousseff y ha empeorado
mucho y a un ritmo acelerado durante el Gobierno de Temer. En 2016,
hubo 48 homicidios: 19 en el Gobierno de Rousseff y 29 en el Gobierno
de Temer. En 2017, ya van 47 asesinatos en la Amazonia y 59 en todo
el país. Este año, el estado de Pará lidera el ránking de muertos
por conflictos de tierra, con 18 asesinatos, seguido del Estado de
Rondonia, con 15. Desde que Temer asumió el poder, cada seis días
se produce un asesinato por disputa de tierras en la Amazonia. Y la
tendencia es que aumente. Las cifras son del Atlas de Conflictos en
la Amazonia, que acaba de ser publicado por la Comisión Pastoral de
la Tierra (CPT) y la Red Eclesial Panamazónica (REPAM).
Para quien actúa
en la Amazonia, la tensión es algo que casi se puede tocar. El
momento se parece mucho al que se vivió al inicio de los años 2000,
cuando varios líderes fueron ejecutados en lo que se denomina en la
región el "consorcio de la muerte", que culminó con el
asesinato de la misionera Dorothy Stang, en 2005. Es importante tener
muy claro que, cuando Brasilia emite señales de que la bancada
ruralista domina el Gobierno, el crecimiento de la violencia es
inmediato en la Amazonia.
En el sudoeste de
Pará, la apropiación ilegal de tierras públicas avanza sobre el
corredor de áreas protegidas de las orillas de los ríos Xingú y
Tapajós, incluyendo las reservas extractivas [tierras protegidas
donde recolectores del bosque emplean prácticas sostenibles] de la
Terra do Meio. Los avisos de los líderes, de que el "consorcio
de la muerte" se organiza y actúa con cada vez más
desenvoltura, llegan de todos lados. Y los órganos que deberían
reprimirlo, como la Policía Federal y el IBAMA (Instituto Brasileño
del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables), dan
respuestas lentas o no dan ninguna, haciendo que los más frágiles
estén todavía más desprotegidos. La situación es cada vez más
explosiva. Y que nadie finja que no lo sabe en un futuro próximo.
Si las muertes de
los campesinos, indígenas, quilombolas y ribereños les suenan
lejanas a los que viven en el centro-sur del país, hay que entender
que las razones por las que se ejecuta a las personas son muy
cercanas. Y la fuerza tanto de su resistencia como el hecho de que
las hagan desaparecer concierne a todos. Y no solo en Brasil, sino en
el planeta. Hay que entender que estas muertes están directamente
relacionadas con algo grave y determinante para el futuro: la
transformación de la selva amazónica en propiedad privada.
Aunque la
transformación de tierras públicas en privadas sucede en la
Amazonia desde el siglo XIX, el proceso se sofisticó a finales de la
primera década de los años 2000 y, en este momento, avanza a una
velocidad apabullante. Para entenderlo, vale la pena adentrarse en un
libro publicado este año y disponible en Internet: “Dono é quem
desmata” – conexões entre grilagem e desmatamento no sudoeste
paraense ["Quien deforesta es el dueño": conexiones entre
la apropiación ilegal y la deforestación en el sudoeste de Pará].
Los autores Mauricio Torres, Juan Doblas y Daniela Fernandes Alarcon
muestran como la "ilegalidad" se ha convertido en
"irregularidad". Y así, la "lucha contra la
apropiación ilegal" se ha convertido en esfuerzo para
"regularizar las tierras", lo que casi mató de alegría a
los grandes ladrones de tierras públicas de la Amazonia, actores
influyentes en Brasilia.
El proceso es
sofisticado, el cambio de palabras es sutil. La apropiación
fraudulenta de tierras públicas por parte de individuos o empresas
privadas es un crimen. Lo que pertenece a Brasil lo toma, en general
por la fuerza, un individuo o un grupo de individuos o una empresa.
Históricamente, el robo de tierras públicas se regularizaba con
títulos de propiedad falsos, obtenidos en una intrincada cadena en
la que estaban implicados también dueños de notarías. Hoy en día,
eso casi ya no es necesario. Como muestran los investigadores, las
ilegalidades crean leyes, que, a su vez, crean otras ilegalidades. La
acumulación de crímenes ambientales genera amnistías, que
incentivan nuevos actos ilícitos, con la seguridad de que contarán
con nuevas amnistías.
Y hay muchos más
proyectos de ley para legalizar el crimen que esperan ser tramitados
en el Congreso, dominado por la llamada "bancada ruralista".
Siempre vale la pena repetirlo: cuando se menciona a la "bancada
ruralista", no se trata de los productores rurales que ponen
comida en la mesa de la población ni del agronegocio que utiliza la
tecnología para mejorar la productividad, sino de las viejas
oligarquías que definen la historia de Brasil, aquellas que solo
saben amasar fortunas expandiéndose y apropiándose de lo que es
público. Los productores rurales serios, conectados con los avances
tecnológicos y preocupados con los efectos del cambio climático
sobre la producción, no forman parte de este grupo.
Hay una conexión
directa entre la apropiación ilegal, la deforestación y las muertes
por conflictos de tierra en la Amazonia. Del mismo modo, donde hay
apropiación ilegal y deforestación hay trabajo esclavo. Este es el
Brasil que se extiende por la Amazonia en este momento. El más
atrasado, el que funciona a base de motosierra, bala y esclavitud.
Este es el "puente hacia el futuro" del que hablaban los
grupos que llevaron a Brasil a los días actuales.
"Quien
deforesta es el dueño", el título del libro, hace referencia a
la declaración de un ladrón de tierras públicas de Novo Progresso,
una de las regiones del Estado de Pará con más conflictos. Y él
sabe lo que dice. El estudio muestra que la tierra deforestada llega
a valer 20 veces más que otra equivalente cubierta de vegetación. Y
ese es un valor medio. Los autores encontraron casos en que la tierra
se había revalorizado hasta 200 veces. Apropiarse y deforestar y
vender es un gran negocio. "No concuerdo con el hecho de que la
soja o el ganado generan la deforestación. La genera la
apropiación", afirma Mauricio Torres, doctor en Geografía
Humana por la Universidad de São Paulo (USP) y uno de los mayores
conocedores de los conflictos de tierra en el Estado de Pará,
durante un evento para discutir la degradación de la selva realizado
en Altamira el 29 de septiembre. "Quien deforesta, en general,
no tiene reses, ni nunca ha criado un ternero o ha plantado un grano
de soja. La tierra servirá para eso después. La deforestación y el
precio de la tierra van de la mano".
La transformación
de lo "ilegal" en "irregular" se intensificó
durante el Gobierno Lula, cuando empezaron a quedar claras las
alianzas con la bancada ruralista, que se volvieron todavía más
íntimas durante el Gobierno de Dilma Rousseff y continuaron con
Michel Temer. Algunos miembros del PT, que hoy vociferan contra la
venta de la Amazonia, fueron hasta ayer muy activos en este proceso.
Pero siempre se puede contar con la amnesia colectiva del país de la
desmemoria. O con aquellos que piensan que nunca es el momento
adecuado de criticar el PT. Estos también se olvidan rápidamente de
los que mueren por acción o inacción. Deberían explicar por qué
no es el momento adecuado a los familiares de los muertos.
Los autores citan
el programa Tierra Legal, de 2009, durante el Gobierno Lula, como
hito en el proceso de legalización de la apropiación en la
Amazonia. Se instituyó con la Medida Provisional 458, que se
sancionó como ley 11.952. Entre otras cosas, regularizaba todas las
fincas que tuvieran hasta 1.500 hectáreas de tierras públicas en la
Amazonia Legal y que hubieran sido ocupadas antes de diciembre de
2004. En teoría, el programa serviría para regularizar la situación
de los pequeños ocupantes, aquellos que vivían en la tierra y de la
tierra. En la práctica, el programa sirvió -y los autores
defienden que se creó para eso- para regularizar la apropiación
ilegal que practicaban los grandes. En aquella época, se bautizó
como "MP de la apropiación" y, después, como "Ley de
la apropiación".
Los números
ayudan a ver mejor los objetivos: los pequeños eran casi el 90% de
los beneficiarios, pero ocupaban menos del 19% del territorio; los
grandes eran menos del 6%, pero ocupaban el 63% del territorio. Los
pequeños conseguían resolver su situación y corregir las
injusticias con la ley que ya existía. No hacía falta crear nada
nuevo. Por eso, afirma Torres, el programa Tierra Legal se pensó
para legalizar la apropiación. Ariovaldo Umbelino de Oliveira,
profesor de la Universidad de São Paulo y uno de los principales
estudiosos de la cuestión agraria en Brasil, afirmó, refiriéndose
a la ley: "El 2009 pasará a la historia del origen de la
propiedad privada capitalista de la tierra en Brasil de la misma
forma que entró la ley de tierras de 1850".
Como ejemplo de
la situación de aquel momento, el investigador Mauricio Torres
relata: "En 2009, el municipio de São Félix do Xingu, en Pará,
que tiene una extensión de 8,4 millones de hectáreas, contaba con
registros de títulos que sumaban más de 28,5 millones de hectáreas
de propiedades. Según esa cuenta, São Félix do Xingu tendría tres
‘pisos’. Un edificio modesto, si tenemos en cuenta la existencia
de casos mucho peores, como el de Vitória do Xingu, también en
Pará, donde los títulos de propiedad registrados sumaban centenas
de veces la extensión del municipio".
El investigador
hace una comparación para explicar el impacto del programa Tierra
Legal: "Si tienes un coche sin documentación, estás cometiendo
una irregularidad, pero el coche es tuyo. Pero si tienes un coche
robado, es ilegal, no puedes regularizar un coche robado". Con
la excusa de regularizar a los pequeños, los que realmente estaban
irregulares, el Tierra Legal habría legalizado el crimen que
practicaban los grandes. Si la historia de Brasil es también una
sucesión de iniciativas para regularizar la apropiación, el Tierra
Legal inaugura una serie de legislaciones que volvieron este proceso
mucho más sofisticado e insidioso. Básicamente, consuma una
perversión también en el lenguaje: lo que era "ilegal" se
vuelve "irregular", lo cual lo cambia todo.
A partir de aquí,
el falsificador de títulos "va tejiendo relaciones legítimas a
partir de algo ilegítimo". Ya no le hace falta cometer más
crímenes, como producir documentos falsos para legitimar la tierra
pillada. Se puede hacer todo dentro de la ley. Los documentos ahora
son "legales". El nuevo y controvertido Código Forestal,
de 2012, cuya constitucionalidad será juzgada en breve por el
Supremo Tribunal Federal, ha perfeccionado todavía más la
producción de legalidad donde antes había crimen.
Los autores
critican con contundencia el Registro Ambiental Rural, instituido por
el nuevo Código Forestal, contrariando a muchos que lo ven como un
instrumento importante de gestión ambiental. El registro, según
Torres, tendría la intención de integrar a la finca la información
referente a los parámetros ambientales, dividiendo en zonas las
áreas de preservación permanente, las reservas legales, etc. Pero,
de la manera como se hace, el registro se habría convertido en un
instrumento de apropiación ilegal de tierras. Al ser un documento
declarativo, en el que la información que se ofrece inicialmente es
de responsabilidad del supuesto propietario, el registro se ha
utilizado como instrumento para comprobar una posesión, y se ha
convertido así en otra herramienta de la apropiación ilegal.
El cruce de datos
sobre la deforestación, el Tierra Legal y el Registro Ambiental
Rural, sumados a los datos obtenidos en campo, según el
investigador, indican el fallo de esos mecanismos también en la
cuestión ambiental. En la Operación Castañera, coordinada por la
Fiscalía, la Policía Federal, el IBAMA y Hacienda en 2014, se
divulgó la grabación de una llamada telefónica autorizada por la
justicia. En el diálogo entre un ladrón de tierras públicas y una
persona interesada en comprar tierras, el Registro Ambiental Rural
aparece como la respuesta a la demanda de documentación de la
tierra: "- Y la documentación, ¿cómo funciona? ¿Hay una
escritura o todo se basa en un contrato? - La mayoría no tiene
escritura. Hay una serie de documentos. Existe el Registro Ambiental
Rural, para que puedas meter ganado, para tener la guía de tráfico
de animales y tal. Y después podrás pedir el título de la tierra.
Espera un poco, que el documento sale".
Para ejemplificar
como el Tierra Legal y el Registro Ambiental Rural impactan en la
realidad cotidiana de la Amazonia Legal, los investigadores
reproducen un anuncio en internet de 2016, en el que se ofrece una
hacienda de 100.000 hectáreas en el municipio de Jacareacanga, en el
estado de Pará. El vendedor ofrece tierras públicas con un tamaño
50 veces mayor que el límite constitucional para adquirir tierras de
la Unión sin autorización del Congreso Nacional. Y lo hace de la
siguiente manera: "Es un área ocupada tranquila y pacífica y
se está haciendo la Geo (georreferenciación) para después
registrarla en el Registro Ambiental Rural, solicitar el título
definitivo y consiguiente escritura definitiva. Se está haciendo la
desmembración del área de hasta 1.500 hectáreas en el proyecto
Tierra Legal".
Con Michel Temer
y el que posiblemente es el Congreso más corrupto de la historia
reciente de Brasil, el proceso se ha perfeccionado y acelerado. La
ley 13.465/17, nacida de la Medida Provisional 759, fue sancionada en
julio de este año por el presidente que ha sido denunciado dos veces
por corrupción. Se conoce como "Ley de la Apropiación"
porque es exactamente lo que es. Con la excusa de "regularizar"
la situación de personas que muchos años atrás ocuparon áreas
públicas "de buena fe" para vivir en ellas, la ley permite
que los que ocuparon tierras públicas hasta 2011 -o sea, ayer-
sabiendo que eran públicas puedan "regularizar" sus
apropiaciones de hasta 2.500 hectáreas, un área equivalente a 57
Vaticanos. Solo hace falta expandir los testaferros para legalizar
apropiaciones de 2.500 en 2.500 hectáreas. Mediante este acto
"legal", Temer y el Congreso han amnistiado a los
falsificadores de títulos. No solo los han amnistiado, sino que han
convertido a criminales en "ciudadanos de bien", totalmente
dentro de la ley.
Lo curioso es que
la ley de 2009 se conocía como la "Ley de la Apropiación",
y la ley de 2017 también se conoce como la "Ley de la
Apropiación". El PT estaba en el poder cuando la primera, y hoy
el PT denuncia judicialmente la segunda. Pero lo que hace la Ley de
la Apropiación número 2 es abrir todavía más la puerta de lo que
la abrió la Ley de la Apropiación número 1: ha pasado de 1.500 a
2.500 el número de hectáreas que se pueden regularizar y ha
extendido de 2004 a 2011 el año de "ocupación". No es que
Brasil tenga problemas solo con la memoria pasada. El país sufre
pérdida de memoria reciente.
En la política
para la Amazonia, lo que se ve tras la destitución de Dilma Rousseff
es continuidad y no rompimiento, al contrario de otros sectores, como
los de la salud y la educación. Continuidad con mucho menos pudor y
de forma mucho más acelerada, pero aun así continuidad. Es
importante darse cuenta también de que los proyectos de ley que
legalizan la apropiación corren rápido, prácticamente vuelan,
mientras que las demarcaciones de tierras indígenas y la creación
de unidades de conservación están paralizadas o retroceden.
Se está
fortaleciendo la apropiación y el latifundio, y se está
fragilizando a los pueblos tradicionales, justamente los que no ven
la tierra como propiedad sino como reproducción de la vida.
Obviamente, esto es la decisión política de un proyecto que no ha
sido elegido, con graves consecuencias para todos. Y no solo es una
decisión política, sino que principalmente es el dibujo de un país.
Lo que se dibuja en este momento con trazos rápidos es un Brasil
todavía más injusto y predatorio.
¿Cómo resuena
esto en la Amazonia, escenario donde suceden todos los crímenes, muy
lejos de las capitales? Como una autorización total e ilimitada para
robar tierras públicas y después deforestarlas. Y a los que estén
en medio, como los pequeños, los que supuestamente deberían
beneficiarse de la ley, se les expulsa, se les incendia las casas y
los cultivos y, como ya se ha visto, a muchos se los mata. Si el
Estado promueve la legalización del crimen, ¿quién los defiende?
Con la posible
legalización de las actividades de los que los ordenan, los
asesinatos a sueldo están en alza. En este contexto suceden las
masacres como la del municipio de Colniza, en el noroeste del estado
de Mato Grosso: nueve trabajadores rurales fueron ejecutados el 19 de
abril, después de sufrir durante más de una década la violencia de
los ladrones de tierras, sin que pudieran hacer nada. También es
este el contexto de la masacre de Pau D’Arco, en el sudeste del
estado de Pará, en la que policías torturaron y ejecutaron a diez
trabajadores rurales, el 24 de mayo. ¿Y dónde está la justicia?
¿Los
falsificadores y la bancada ruralista están satisfechos con la
transformación de la ilegalidad en irregularidad y, después, en
regularización? Claro que no. Por su naturaleza, siempre quieren
más.
De esta forma, es
importante entender otro hecho. Desde que se crearon, aprobaron y
sancionaron leyes que legalizan el robo de tierras públicas, los
falsificadores solo no consiguen legalizar las apropiaciones de
tierras en unidades de conservación, aunque existan solo en el
papel. Para esas tierras (todavía) no se pueden producir documentos.
Esta es una de las razones de la presión, cada vez mayor, para
reducir las unidades de conservación o desprotegerlas. Una de las
estrategias es ocuparlas y deforestarlas y, a continuación,
presionar para que, ya que están ocupadas y deforestadas, dejen de
ser unidades de conservación y se abran a la explotación legal.
Entre las varias
presiones para reducir las unidades de conservación y retroceder en
la demarcación de las tierras indígenas, el caso de la Floresta
Nacional del Jamanxim, en el estado de Pará, es casi un powerpoint
sobre la operación para fragilizar la Amazonia. Primero, Michel
Temer intentó desproteger centenas de miles de hectáreas con una
medida provisional. La reacción dentro y fuera del país lo obligó
a retroceder. Pero como para mantenerse en el Palacio del Planalto,
no necesariamente en el poder, ya es rehén de la bancada ruralista,
envió al Congreso un proyecto de ley todavía peor, en el que
354.000 hectáreas dejan de ser Floresta Nacional, una categoría
legal más protegida, para convertirse en Área de Protección
Ambiental.
El nombre es
bonito, pero en la práctica significa que 354.000 hectáreas de
selva amazónica serían legalmente aptas para actividades como la
agricultura y la ganadería. La medida beneficia a los grandes
ladrones de tierras, por lo menos dos de ellos alcaldes de municipios
de la región, como mostró el reportaje del diario O Globo, que se
apropiaron de por lo menos 44.000 hectáreas, un área mayor que la
de la ciudad de Curitiba. Y ocuparon el área después de que se
creara la Floresta Nacional del Jamanxim: o sea, sabiendo
perfectamente que estaban cometiendo crímenes, pero siempre contando
con sus amigos en el poder ejecutivo y en el Congreso, que, como
sabemos, nunca los decepcionan. Pero el proyecto de ley, obviamente,
se justifica como una acción para regularizar la situación de
pequeños ocupantes de buena fe y blablablá.
Recapitulando.
¿Es una molestia arriesgarse a que lo detengan a uno en algún
momento y comprar o utilizar una serie de personas para falsificar
los títulos de tierras? No pasa nada. Los amigos del Ejecutivo y del
Congreso hacen las leyes para legalizar el crimen. ¿Aun así las
unidades de conservación y las tierras indígenas no se pueden
robar? Pues las ocupamos, las deforestamos y ponemos unos sicarios,
teniendo en vista que la pandilla del gobierno y del Congreso va a
quitar la protección a las unidades de conservación o impedirá
nuevas demarcaciones de tierras indígenas y todo resuelto. Dentro de
la ley. Y es verdad. Todo está sucediendo siguiendo los famosos
"ritos de la ley". Esta es la perversión máxima.
Siempre se ha
dicho que el problema de la Amazonia era la ausencia del Estado. Lo
que se identifica hoy es que no se trata solo de la ausencia del
Estado, sino de la forma como el Estado se hace presente, cuando se
hace presente. Y no se trata solo de no hacer cumplir la ley, sino de
que la ley promueve la injusticia. Lo que vivimos en la Amazonia,
gracias a Brasilia, es la descripción exacta de la frase del
antropólogo estadounidense James Holston, autor de Insurgent
Citizenship (Ciudadanía insurgente): "No solo la ley produce
ilegalidad e injusticia, sino también la ilegalidad y la injusticia
producen la ley".
Cuando el actual
proceso de legalización de la apropiación se inició en el gobierno
de Lula, se hizo con el silencio de antagonistas históricos del
latifundio y de la apropiación. "Las principales centrales
sindicales, los principales movimientos socioterritoriales y la
mayoría absoluta de los intelectuales están en silencio, por lo
tanto, en connivencia", escribió el profesor Ariovaldo Umbelino
de Oliveira al analizar el proceso. Al convertirse en gobierno, los
movimientos sociales y también los sindicatos se callaron, como el
propio MST (Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra). Esta
también es parte de la explicación de cómo se impuso la
hidroeléctrica Belo Monte en el Xingú tras décadas de resistencia
en las que los movimientos sociales de la región de Altamira
tuvieron un papel decisivo.
Pero lo que
sucedió en la región de Altamira, donde la mayoría de los
movimientos sociales fueron reclutados por el gobierno y los que no
lo fueron tardaron en creer lo que estaba pasando y, por lo tanto,
tardaron en actuar, se repite en toda la Amazonia (y posiblemente en
todo Brasil). Cuando Temer y su pandilla, que incluye parte del
Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), tomaron el poder,
se encontraron con un territorio más que propicio: la resistencia en
las regiones con más conflictos de la Amazonia estaba desorganizada
y dividida. El proyecto de conciliación de Lula también tuvo el
efecto de minar la resistencia a la apropiación y al latifundio en
la Amazonia Legal y de convertir la "reforma agraria" en
casi una palabrota. La reforma agraria, como señalan los autores de
"Quien deforesta es el dueño", fue sustituida por
"regularización de tierras". Y, en este punto, ya podemos
entender qué significa hoy "regularización de tierras".
Como señaló
Cândido Neto da Cunha, ingeniero agrónomo y perito agrario del
INCRA (Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria) en el
oeste del estado de Pará desde 2006, en la presentación del libro,
"las grandes obras de infraestructura vendrían acompañadas de
pretendidas preocupaciones sociales y ambientales, y deberían contar
con diálogo y participación, implicar a actores antagónicos en
planes de compensación, mitigación y desarrollo". Se
estableció una dinámica que, en Belo Monte, por ejemplo, se vuelve
explícita: la de confundir a propósito derechos con privilegios y,
especialmente, confundir políticas públicas con favores al
emprendedor, en este caso, la Norte Energia, concesionaria de la
hidroeléctrica. "El ideario de que el acceso a los derechos
básicos y a las políticas públicas estaban exclusivamente
vinculados a la ejecución de las empresas estuvo presente durante
ese momento político, en el que se practicó, exhaustivamente, la
conciliación de intereses hasta entonces vistos como
irreconciliables", afirma Cunha.
En el camino de
ese proceso, que merece la construcción de un nuevo concepto de
perversión, hay muy pocos personajes que resisten de hecho y luchan
por la selva amazónica: los indígenas, ribereños, quilombolas y
campesinos. Hay socioambientalistas, investigadores, periodistas,
militantes de movimientos sociales y, a veces, defensores públicos,
agentes de la Fiscalía y funcionarios que todavía mantienen la
dignidad en órganos cada vez más desprestigiados y/o reducidos,
como FUNAI (Fundación Nacional del Indígena), IBAMA, INCRA e ICMBio
(Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad). Hay
artistas y activistas que se movilizan en los momentos en que la
tensión ultrapasa los límites de la selva y consigue alcanzar los
medios de comunicación nacionales, a veces más difíciles de
escalar que el Everest.
Pero los que
están en la línea de frente, los que están en la línea de muerte,
son los más frágiles. La mayoría de las veces, están allí solo
con su cuerpo. Y acaba lleno de balas. Son ellos los que defienden
hoy la mayor selva tropical del planeta en tiempos de cambio
climático producido por la acción del ser humano. Y la defienden
casi solos. Y es evidente que no pueden continuar solos defendiendo
algo que es patrimonio de todos, y que se vuelve cada vez más
esencial para la supervivencia de la propia especie humana.
La vuelta atrás
de Temer y su pandilla con relación a la RENCA es una pequeña
victoria, posiblemente provisional. Pero si los brasileños quieren
luchar de hecho por la Amazonia, tienen que hacer mucho más. Las
lágrimas de Gisele Bündchen tiene que sumarse a las lágrimas
invisibilizadas de los familiares de aquellos que pierden la vida
defendiendo la selva. Los que mueren uno a uno. Hay que producir
memoria sobre cada uno de los que mueren y volver más viva su lucha
para que no mueran más. Con cada uno de ellos muere un trozo de
selva. Es uno menos. Es un mundo menos en el mundo.
La Amazonia
moviliza todo el imaginario de Brasil. En un momento de tantas
disoluciones, en que la propia ciudad de Río de Janeiro, con toda su
simbología de ciudad maravillosa, se ha convertido en el retrato más
explícito de las penurias actuales y de los conflictos históricos
del país, la Amazonia como imaginario de potencia sea quizá todo lo
que queda de una idea de Brasil que gira en falso hace mucho más
tiempo.
En los tiempos de
chovinismo de la dictadura civil y militar, el grito "¡La
Amazonia es nuestra!" sirvió para legitimar la invasión de
tierras indígenas y el genocidio indígena. Hasta hoy este grito se
manipula siempre que les conviene a aquellos que quieren convertir la
Amazonia no en nuestra, sino en suya. Para ello, inventan una
supuesta amenaza extranjera, mientras entregan la selva a grandes
empresas mineras. Como la canadiense Belo Sun, que hoy está
instalada en la Vuelta Grande del Xingú para lo que se presenta como
la mayor extracción de oro de la historia, amenazando todo el
ecosistema, a los ribereños y a los pueblos indígenas de una región
ya extremamente impactada por la hidroeléctrica Belo Monte. Aquellos
que manejan los hilos de Belo Sun apuestan que las acciones
judiciales en curso no le impedirán que se transforme en hecho
consumado, como sucedió con Belo Monte y otros grandes
emprendimientos en la Amazonia.
En este momento,
la mayor selva tropical del mundo se convierte de forma acelerada en
propiedad privada de criminales legalizados por aquellos que
constituyen el gobierno y el Congreso posiblemente más corruptos de
la historia reciente. Y quien la defiende son justamente los pueblos
para quienes la selva no es propiedad, sino vida.
Y esta no es una
frase de efecto, sino una diferencia profunda. Lo que se está
disputando nos acompaña desde la fundación de lo que se llama
Brasil, donde que la propiedad privada se sacraliza y el ladrón de
tierras se ve como un "explorador". Lo que se está
disputando es como mirar la selva: como propiedad privada de pocos o
como vida para todos, humanos y no humanos. La sangre nos indica qué
lado está perdiendo. Falta saber de qué lado está cada uno.
Eliane Brum es
escritora, reportera y documentalista. Autora de los libros de no
ficción Coluna Prestes - O Avesso da Lenda, A Vida que Ninguém vê,
O Olho da Rua, A Menina Quebrada, Meus Desacontecimentos, y de la
novela Uma Duas. Web: desacontecimentos.com. E-mail:
elianebrum.coluna@gmail.com. Twitter: @brumelianebrum. Facebook:
@brumelianebrum.
Fuente:
Eliane Brum, La Amazonia no es nuestra, 04/10/17, El País.
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