Thuy Linch padece una malformación genética, pertenece a la tercera generación de víctimas del agente naranja. Foto: Mathieu Asselin |
El daño que no cesa.
por Marjorie Cohn y
Jonathan Moore
Mirar la serie
documental The Vietnam War -en total, dura 18 horas-, de Ken
Burns y Lynn Novick, es una experiencia conmovedora. Es imposible que
quien la vea -ya sea que haya servido en las fuerzas armadas de
Estados Unidos durante el conflicto bélico, o que se haya
manifestado en la calle para acabar con esa guerra- no sea tocado
por este documental. Las escenas de combate son potentes, los relatos
de los veteranos estadounidenses y soldados vietnamitas que pelearon
en ambos lados son convincentes.
En términos
humanos, el saldo de víctimas mortales de la guerra es pasmoso.
Cerca de 58.000 estadounidenses y entre dos y tres millones de
vietnamitas, muchos de ellos civiles, murieron en el conflicto. El
número de heridos es incalculable. Muchos de los veteranos
estadounidenses sufren estrés post-traumático (PTSD, por sus siglas
en inglés). Se han suicidado más veteranos de Estados Unidos de la guerra de
Vietnam que los que han muerto en la guerra misma. Sin embargo, estas
cifras no bastan para contar toda la historia de la guerra.
Estados Unidos se
implica en la guerra química
Una de las más
graves omisiones de la serie es que desestima los estragos
ocasionados por las fuerzas armadas de Estados Unidos en gran parte
del territorio de Vietnam como consecuencia del rociado de herbicidas
químicos que contenían el veneno llamado dioxina; el más conocido
de ellos era el ‘Agente Naranja’ (AN, en adelante). Este es uno
de los más trágicos legados de la guerra de Vietnam. Aun así,
aparte de unas pocas y breves menciones, las víctimas del
AN/dioxina, tanto vietnamitas como estadounidenses, casi no aparecen
en al documental. Aun más importante, los daños todavía en curso
causados por esta guerra química no son mencionados.
El AN/dioxina era
un arma química de efecto defoliante elaborada por las empresas
estadounidenses Dow y Monsanto; fue rociado por las fuerzas armadas
de Estados Unidos entre 1961 y 1971. La dioxina es uno de los venenos
más tóxicos conocidos por el ser humano.
Unos tres
millones de vietnamitas y miles de soldados estadounidenses y aliados
estuvieron expuestos al AN/dioxina.
El gobierno de
Estados Unidos era conciente de que el empleo de venenos como arma de
guerra estaba prohibido por la ley internacional desde mucho tiempo
antes de que autorizara su utilización en Vietnam. De hecho, ese
mismo gobierno retiró de la circulación un informe de 1965 llamado
Bionetics study (Estudio de la bionética), que demostraba que la
dioxina provocaba muchas deformaciones fetales en animales de
laboratorio. Hasta que no se filtraron los resultados de ese estudio
el uso del AN/dioxina no se suspendió.
Horrorosas
deformaciones fetales
Es frecuente que
las personas expuestas al AN/dioxina tengan hijos y nietos con graves
enfermedades y minusvalías congénitas. En la comunidad científica
internacional, la opinión de que la exposición al AN/dioxina
provoca ciertos tipos de cáncer, anormalidades reproductivas,
deficiencias inmunológicas y endocrinas y daños en el sistema
nervioso es prácticamente unánime. En Vietnam, continúan naciendo
víctimas de segunda y tercera generación; lo mismo ocurre en
Estados Unidos con los veteranos del ejército de Estados Unidos y los
estadounidenses de origen vietnamita. Para muchos de ellos y su
progenie, el sufrimiento persiste.
Mai Giang Vu
sufrió exposición al AN mientras servia en el ejército de Vietnam
del Sur. Transportaba bidones con productos químicos que serían
rociados en la jungla. Sus hijos no podían andar ni moverse
normalmente. Poco a poco, sus extremidades se deformaban y solo
podían arrastrarse. Con 18 años, estaban postrados en cama; uno de
ellos murió a los 23 años de edad y el otro a los 25.
Nga Tran, una
mujer franco-vietnamita que era corresponsal de guerra en Vietnam,
estaba allí cuando las fuerzas armadas de Estados Unidos empezaron a rociar
defoliantes químicos. Una vez, la envolvió una gran nube de AN.
Poco después de nacer, la piel de su hija empezó a desprenderse; no
podía tener contacto físico con persona alguna. La niña no creció;
nunca superó los tres kilos –su peso al nacer–, hasta que murió
cuando tenía 17 meses. La segunda hija de Tran sufría talasemia
alfa, una anemia genética casi desconocida en Asia. Tran vio a una
mujer que dio a luz una “bola” sin forma humana. Muchos niños
nacen sin cerebro; otros emiten sonidos no humanos. Hay víctimas que
nunca han podido ponerse de pie; se arrastran y apenas pueden
levantar la cabeza.
Rosemarie Hohn
Mizo es la viuda de George Mizo, que combatió en Vietnam en las
filas del ejército de Estados Unidos. Después de que se negara a
hacer un tercer periodo de servicio, se le formó un consejo de
guerra, pasó dos años y medio en prisión, y fue dado de baja y
degradado. Antes de morir afectado de una enfermedad asociada con el
AN, Mizo colaboró en la fundación de la Ciudad de la Amistad, donde
las víctimas vietnamitas viven en un ambiente de apoyo.
La doctora Jeanne
Stellman, autora del fundamental artículo “Agent Orange”
publicado por la revista Nature, dijo, “Este es el mayor desastre
medioambiental [antinatural] del mundo”.
La doctora Jean
Grassman, del instituto Brooklyn de la Universidad de Nueva York
manifiesta que la dioxina es un potente modificador celular que
altera las secuencias de reacciones bioquímicas implicadas en los
procesos metabólicos y afecta los sistemas corporales. Dijo que los
niños son muy sensibles a la dioxina; la exposición intrauterina o
postnatal a la dioxina puede ocasionar alteraciones en el
funcionamiento inmunológico, neurológico y hormonal. La mujer pasa
a sus hijos los efectos de la exposición a la dioxina tanto dentro
del útero como con su leche al amamantar.
Estos son algunos
de los testimonios escuchados en el Tribunal Popular Internacional de
Conciencia en Apoyo de las Víctimas Vietnamitas del Agente Naranja,
realizado en 2009 en París.
Una hueca promesa
de indemnización
En 1973, en
ocasión de los Acuerdos de Paz de París, la administración Nixon
prometió que, acabada la guerra, contribuiría con 3.000 millones de
dólares para indemnizar y reconstruir Vietnam. Esa promesa todavía
no se ha cumplido.
En 2004, tanto
los veteranos estadounidenses como las víctimas vietnamitas
demandaron a las empresas químicas que fabricaron el Agente Naranja
y otros defoliantes a sabiendas de que contenían una innecesaria
cantidad letal de dioxina. Las víctimas fueron impedidas de entablar
juicio al gobierno de Estados Unidos sobre la base de la doctrina de
la inmunidad soberana. Pese a que en un pleito anterior se había
acordado indemnizar a los veteranos estadounidenses por algunas
enfermedades asociadas a la exposición al AN y otros herbicidas, el
gobierno de Estados Unidos y las empresas químicas sostuvieron ante los
tribunales -y continúan haciéndolo hoy- que no había
evidencias que confirmaran una conexión entre exposición y
dolencia.
Las acciones de
algunos grupos de veteranos y otros en favor del cuidado de quienes
habían combatido en Vietnam dieron como resultado un esquema de
indemnizaciones gestionado por la Administración de Veteranos. A
partir de este esquema, se pagan miles de millones de dólares cada
año a ex combatientes que pueden demostrar que estuvieron en una
zona contaminada de Vietnam y sufren una enfermedad asociada con la
exposición al AN.
Desgraciadamente,
los vietnamitas expuestos al mismo agente en una escala sin
precedentes en la guerra moderna fueron dejados a la intemperie. El
hecho de que no se incluyera esta parte de la historia en el
documental de Burns y Novick es moralmente inaceptable. Ciertamente,
se podría alegar que incluso la mención del AN en la serie
televisiva fue muy engañosa. Por ejemplo, en el último episodio, el
comentarista habla de la campaña de rociado de defoliante pero lo
hace sobre un verde telón de fondo de praderas y feraces cultivos.
Las acciones del
gobierno de Estados Unidos y los fabricantes estadounidenses del AN y
otros letales defoliantes constituyen un atentado moral. El gobierno
de Estados Unidos financió la limpieza del aeropuerto de Danang, apenas uno de
28 “puntos calientes” todavía contaminados con dioxina. Pero
estos trabajos ignoran el daño ocasionado a la gente que vive allí
y se alimentan de los vegetales, los animales y el pescado de la zona
circundante. Todos esos puntos calientes deben ser reparados.
Ley de ayuda a
las víctimas del agente naranja, de 2017
En 2017, la
diputada demócrata por California Barbara Lee presentó el proyecto
de ley H.R. 334, de “Ayuda a las víctimas del agente naranja”;
contaba con otros 23 proponentes. La ley conduciría a la limpieza de
la contaminación con dioxina y arsénico todavía presente en
Vietnam, proporcionaría ayuda al sistema de salud pública de
Vietnam en relación con los tres millones de vietnamitas afectados
por el AN. También ampliaría la ayuda a los hijos de los ex
combatientes varones que sufren el mismo conjunto de defectos
congénitos cubiertos en el caso de hijos de mujeres veteranas.
Habilitaría la investigación sobre el alcance de las dolencias
relacionadas con el AN en la comunidad vietnamo-estadounidense y le
proporcionaría asistencia. Por último, apoyaría la investigación
farmacológica y epidemiológica sobre los efectos del AN.
Marjorie Cohn es
profesora emérita en la Facultad de Derecho Thomas Jefferson y ex
presidenta del Colegio Nacional de Abogados. Escribe, da conferencias
y hace periodismo en relación con los derechos humanos y la política
internacional de Esatados Unidos. Su libro más reciente es Drones
and Targeted Killing: Legal, Moral, and Geopolitical Issues (Drones y
asesinatos selectivos; cuestiones legales, morales y geopolíticas
asociadas)
Jonathan Moore
fue uno de los abogados que entablaron una demanda para conseguir que
se indemnizara a los vietnamitas que sufrieron exposición al
AN/dioxina.
Fuente:
Marjorie Cohn, Jonathan Moore, Para las víctimas del "Agente Naranja", la guerra de Vietnam no es historia, 16/10/17, Counterpunch. Traducción del inglés para Rebelión de Carlos Riba García. Consultado 19/10/17.
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