miércoles, 27 de septiembre de 2017

Cada lluvia, un huracán

por Martín Lassalle

Un huracán es una catástrofe natural que arrasa con todo lo que está a su paso. Destruye viviendas, el alumbrado público y hasta arrasa árboles. Los mares y los ríos pueden desbordarse y las lluvias, inundar ciudades enteras. Ocurre cada determinado período y en ese momento las cámaras del mundo se posan sobre esas ciudades y la solidaridad de todos los pueblos se extiende hacia ellas. Pero ¿qué pasa si esa catástrofe ocurre con cada lluvia? ¿Cómo deberíamos reaccionar como sociedad? ¿Cómo viven quienes se encuentran bajo la constante amenaza de que cada lluvia pueda convertirse en un huracán?

Unos dos millones de personas viven hoy en 1352 asentamientos informales de la provincia de Buenos Aires. Familias que cada vez que en el pronóstico se anuncia una jornada de fuertes lluvias temen por sus casas, que en su mayoría no son de material. Temen que se destruyan, y perder la ropa de sus hijos, los colchones, los electrodomésticos. También, que las calles del barrio, que en general son de tierra, se vuelvan pantanos imposibles de transitar. Temen sufrir un accidente a raíz de la falta de conexiones formales a los servicios básicos, como la luz. Temen, en suma, volver a vivir la situación extrema de que Defensa Civil tenga que venir a rescatarlos en botes y tener que dejar a alguien de la familia solo, cuidando lo poco que les quedó. Y eso mientras los demás tienen que refugiarse con los más chicos en las escuelas y esperar las donaciones de comida y productos de limpieza.

¿Las escuelas convertidas en refugios? Sí. ¿Por catástrofes naturales feroces? No, por lluvias fuertes. Aún hoy, en la provincia de Buenos Aires las lluvias fuertes hacen que las escuelas se conviertan en centros de evacuados. Lamentablemente, ésta es una escena que los vecinos de los asentamientos ven repetirse año tras año. Según nuestro último relevamiento, el 60 % de los asentamientos se inunda cada vez que llueve.

La naturaleza en muchos aspectos aún es incontrolable para la humanidad. Pero la desigualdad social, la falta de oportunidades y la diferencia que supone en la calidad de vida que un barrio esté urbanizado y otro no no son naturales. Son problemas sociales. Y en las desigualdades sociales se puede ir la vida de chicos y chicas que en ocasiones son arrastrados por las inundaciones. O corren el peligro de recibir una descarga eléctrica mientras caminan descalzos entre los charcos y el barro para salir de su casa.

Son muchos los que pelean a diario por salir adelante para progresar, y una lluvia fuerte les vuelve a tirar todo abajo.

Desde Techo creemos que es indispensable poner este tema en la agenda pública y política para que vivir en un asentamiento no sea una catástrofe diaria.

Las lluvias no se miden en grados del 1 al 5, pero sí podemos medirlas en la falta de obras de infraestructura, en la cantidad de ríos que se siguen desbordando, en las conexiones informales a los servicios básicos y la falta de regulación en el crecimiento de las ciudades.

Los distintos sectores de la sociedad, tanto el público como el privado, tienen todas las capacidades para subsanarlos y deben generar soluciones a largo plazo. El Estado, nacional, provincial y municipal, tiene la responsabilidad de garantizar ciudades más igualitarias y sustentables para todos.

Director regional de Techo

Fuente:
Martín Lassalle, Cada lluvia, un huracán, 25/09/17, La Nación. Consultado 27/09/17.

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