En Goiânia, toda una ciudad se contaminó con Cesio 137 hace 30 años. Las víctimas sufren todavía hoy las consecuencias de aquel accidente radiactivo.
por Nádia Pontes
En la calle 57,
en el centro de la ciudad brasileña de Goiânia, destaca una parcela
olvidada y cerrada. En los terrenos vecinos se reforman casas, pero
los residentes mas jóvenes no saben por qué nadie construye en este
sitio. Aunque el trágico recuerdo de este lugar abandonado sigue
presente en el mundo digital. En Google Maps, la calle 57 lleva el
añadido de "Cesio 137”. En este mismo lugar, el 13 de
septiembre de 1987 se produjo el mayor accidente radiactivo jamás
ocurrido en Brasil.
"Supergau"
en lugar de ganga
Aquél día, dos
recolectores de basura, Wagner Pererira y Roberto Alves, entraron en
este lugar abandonado en busca de material del Instituto Goiano de
Radioterapia que pudiesen reutilizar. Con una carretilla consiguieron
transportar partes de un sistema de radioterapia que creían valioso.
A la sombra de un mango, ambos empezaron a desmontar la cabeza
radioactiva hasta que llegaron a una cápsula que, según la fiscalía
de Goiânia, contenía 19 gramos de Cesio 137. Ellos no sabían que
este material altamente soluble podía ser mortal. Y como no pudieron
desmontar completamente la unidad, terminaron vendiéndola al
comerciante de chatarra Devair Alves Ferreira.
Ferreira quedó
fascinado por este polvo luminoso que brillaba en la oscuridad.
Cuando recibía visita, repartía pruebas de este material
aparentemente tan valioso. Pronto, además de él y su familia, más
y más personas comenzaron a quejarse de dolores, nauseas, vómitos,
picores, pérdida de cabello y diarrea. Hasta que la esposa del
chatarrero comenzó a sospechar del polvo brillante. El 28 de
septiembre de 1987, María Gabriela Ferreira metió la cápsula
radiactiva en una bolsa, subió al autobús y la entregó a las
autoridades sanitarias.
Al día
siguiente, el físico Walter Mendes Ferreira llegó la ciudad para
hablar con algunos de los afectados. Sus sospechas de que se trataba
de síntomas a consecuencia de un accidente radiactivo se confirmaron
cuando midió los valores con un contador: la población de Goiânia
había estado expuesta al Cesio 137 durante 16 días. Según el
Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA), el caso de
Goiânia es el mayor accidente radiológico del mundo debido a su
alta contaminación, aunque también hubo casos similares en México
(1962), Argelia (1978), y otra vez en México (1983).
Víctimas
traumatizadas
30 años después
de este desastre nuclear de Goiânia, el recuerdo del accidente sigue
siendo incómodo para las víctimas. 6.500 personas estuvieron
expuestas a la radiación y 249 de ellas estaban tan contaminadas que
tuvieron permanecer en cuarentena. Al final, cuatro personas
murieron.
Entre los
supervivientes, 500 siguen sufriendo las secuelas. La mayoría de
ellos vive en Goiânia y muchos participaron como técnicos, médicos,
bomberos o policías en las labores de descontaminación. Entonces
sus superiores no les informaron sobre las consecuencias de las
radiaciones. En aquella época, en Brasil primaban las órdenes
militares y la ley del silencio.
Doña Lourdes,
una de las supervivientes y cuñada de la esposa del chatarrero,
reside hoy a pocos metros del lugar de la tragedia. Perdió a su
marido y a su hija que, a la edad de seis años, jugó con el
misterioso polvo y murió poco después. El otro hermano del
chatarrero sobrevivió y tiene ahora 63 años. En diciembre de 1987,
Odesson Alves Ferreira fundó la Asociación de las Víctimas del
Cesio 137. "Esa historia todavía pesa sobre nosotros”,
explica. Según él, en la familia hay 40 miembros contaminados y "30
años después, el gobierno brasileño no ha cumplido sus compromisos
con las víctimas”: "Es imposible obtener los medicamentos que
necesitamos. Además, nuestra pensión de 208 euros no llega ni
siquiera al salario mínimo de Brasil”.
Discriminación
de por vida
La pareja Luisa
Odet Mota dos Santos y Kardec Sebastiao también lucha contra las
devastadoras consecuencias de la contaminación. "Ninguna
escuela quería aceptar a nuestros hijos”, recuerda ella: "Nuestros
hijos evitan hablar del tema porque temen que sean discriminados”.
El trauma de las víctimas de Goiânia también fue comprobado por el
centro de Accidentes Radiológicos. En una encuesta realizada entre
48 pacientes, el 85 % todavía se consideraba víctima. "La
gente aún tiene miedo de nosotros, la exclusión nunca termina”,
se queja uno de los entrevistados.
Al contrario que
las víctimas, los verdaderos responsables de la catástrofe pudieron
evitar duras condenas. Los médicos y un físico, al que le
pertenecía el instituto de radioterapia, fueron acusados y
condenados por asesinato y negligencia. Cumplieron su condena en
régimen penitenciario abierto y fueron indultados en 1998.
Fuente:
Nádia Pontes, 30 aniversario de la catástrofe radiactiva de Goiânia, 13/09/17, Deutsche Welle.
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