jueves, 10 de agosto de 2017

La vida en estado de cloaca

Los trabajadores denuncian, el Poder Judicial los investiga. La Municipalidad subestima el problema. Nación y Provincia emprenden obras que podrían magnificarlo. El río está muerto. Las poblaciones río abajo, en riesgo sanitario. La ciudad sigue produciendo materia fecal. Las aguas servidas corren al Suquía.

por Nayla Azzinnari

Alrededor del 50 % de la ciudad tiene conexión de cloacas, red que desemboca en la Estación Depuradora de Aguas Residuales (EDAR) Bajo Grande, al Este de la ciudad. “No es una plaza”, dice Daniel Bardagi, Director municipal de Redes Sanitarias, al preguntarle por qué ya no se puede ingresar. Ofrece dos razones: “La zona está en obra y la planta es insalubre, allí se tratan líquidos contaminados”.

La restricción fue firmada a principios de abril, tras el ingreso de periodistas y concejales que expusieron el calamitoso estado de Bajo Grande. Pese a negar la denuncia, días más tarde el intendente Ramón Mestre declaró a EDAR en emergencia ambiental.

Allí se tratan líquidos contaminados. Pero también contaminantes, incluso después del paso por la estación depuradora, asegura su jefe de laboratorio, Gustavo Ibarra. Tras describir detalladamente el circuito que recorren las aguas negras desde el ingreso a la planta hasta su vertido en el río Suquía, el Licenciado en bioquímica farmacéutica sentencia: “Yo certifico que estamos fuera de los límites permitidos en todo sentido. El río está totalmente contaminado y el riesgo sanitario y ambiental es muy alto”.

La planta, dependiente del Municipio capitalino, trata el 95 % de las aguas servidas de la ciudad de Córdoba: 10.000 metros cúbicos por hora que fluyen ininterrumpidamente. Opera hace más de tres décadas pero en 2011 fue reacondicionada -con muchos vicios ocultos, según Ibarra- con fondos de Nación. Ese mismo año, el gobierno de la Provincia la declaró insalubre. Desde entonces, afirman los trabajadores, la Municipalidad no ha invertido para que EDAR funcione correctamente. “En este momento, el 70 % de la planta no está en condiciones ideales de funcionamiento”, alerta Ibarra. Y agrega: “El líquido que ingresa a la planta tiene un tratamiento totalmente deficiente al casi no haber unidades en buenas condiciones”.

A modo de ejemplo, dice que no funciona ninguna de las 8 calderas que aclimatan los barros, que el 70 % de las operaciones que se hacen en digestores están desactivadas, que están inactivas las 72 playas de secado donde se tira el lodo teóricamente digerido, que de 6 percoladores funcionan 2 en condiciones defectuosas porque los canales de aireación están inundados. “El resultado es que los valores de ciertos parámetros de contaminación del líquido que sale de la planta, como la cantidad de bacterias coliformes fecales, es muy similar al líquido que ingresa”.

Lo que se puede
Debido a la rotura de varias unidades, el Jefe de Laboratorio de la planta asegura que un 30 % de líquido no ingresa a la fase de tratamiento sino que va directamente a cloración a través de un conducto llamado bypass. “Para que el clorado tenga efecto, el líquido tiene que tener ciertas condiciones. En el líquido crudo hay tanta materia orgánica que el cloro no hace nada, no actúa, no tiene efecto. El líquido sale sin tratamiento porque la cloración no es tratamiento. Y si así fuera, para qué necesitaríamos terrible planta”. Ibarra afirma que un conducto dispuesto para casos de excepción se está usando rutinariamente desde hace cinco años y que cada hora se vuelcan al río 3 millones de litros de líquidos cloacales sin tratar.

Al preguntarle por las condiciones de la planta, el titular de Redes Sanitarias es menos locuaz: “Hay que hacerle algunos arreglos para que funcione en su plena capacidad”.

- ¿Cuáles son esos arreglos?
- ¿Los arreglos que hay que hacerle?
- Sí, los arreglos que hay que hacerle, ¿cuáles son?
- Algún arreglo de mantenimiento. Es una planta que tiene más de 30 años, por supuesto que necesita mantenimiento, pero está funcionando.
- ¿Está funcionando bien?
- Está funcionando.
- ¿Bien?
- Se hace lo que se puede.
- ¿Entonces hay contaminación al río?
- Hay una denuncia por lo cual no puedo referirme al respecto.

En octubre de 2015, Bardagi denunció a los empleados de Bajo Grande por verter líquido crudo al río. La causa, elevada a juicio, investiga por contaminación dolosa a ocho empleados del sector de mantenimiento acusados de omitir la reparación de unidades que permitieran un correcto tratamiento del líquido. Ibarra, que también es delegado del Suoem, responde: “Los trabajadores no son responsables porque no tenían condiciones de llevar adelante el mantenimiento. Eso está documentado. El mantenimiento es constante, pero el tema es tener los insumos para poder hacerlo”.

Al lado del camino
Chacra de la Merced es el lugar de la ciudad que más padece el excremento capitalino. A lo largo del camino –continuación de la avenida 24 de Septiembre y Bajada de Piedra, al otro lado de la Circunvalación- viven 180 familias.

El kilómetro 3 se identifica por un canal de cloaca a cielo abierto que cruza campos y caminos y desemboca en el río. Viene desde el Mercado de Abasto. Los siguientes mil metros concentran distintas industrias reiteradamente clausuradas y vueltas a abrir con la facilidad con la que se rompe una faja de papel pegada en la puerta. “Desconocen al Estado municipal en su rol de control”, se indigna Alida Weht, habitante y referente del lugar. “Pero qué legalidad puede tener una orden estatal de clausura por contaminación proveniente del mismo que te está contaminando con una planta de tratamiento de líquidos cloacales que no funciona. Y que tampoco cumple las órdenes, porque hay una sentencia judicial firme que obliga a la Municipalidad a reparar la planta y remediar la zona. No lo hace. El juez debería estar interviniendo para ver que se ejecute su sentencia. Tampoco lo hace”.

En la esquina del kilómetro 4 y avenida de La Semillería, una tapa de alcantarilla deja escapar fuertes olores y visibles vapores justo en la parada del 68, único colectivo que llega a Chacra. Del otro lado del camino de tierra hay un cartel del gobierno de la Provincia que dice que las cloacas las hacemos entre todos.

Más adelante sobre el mismo camino -que tiene al Norte la ruta 19 y al Sur el Suquía-, se localiza EDAR. A su lado, Nación y Provincia financian la construcción de una segunda estación que duplicará la capacidad de procesamiento actual. Paralelamente, el proyecto de ampliación de la red cloacal pretende incorporar al circuito al 50 % de la ciudad que aún no cuenta con el servicio.

Para el biólogo Federico Kopta, presidente del Foro Ambiental Córdoba, la ampliación es un arma de doble filo. “Hay dos alternativas. Si se controla efectivamente la emisión a las cloacas que hacen las industrias y los comercios, la ampliación va a ser positiva. Pero si el material va a seguir ingresando, como ahora, en condiciones no reguladas y que superan la capacidad de tratamiento de la planta, toda la inversión solo va a servir para que el río se contamine el doble”.

Río cloacal
Weht vive frente a la escuela y el salón comunitario de Chacra de la Merced. Allí lidera Las Omas, ONG que reúne, contiene y capacita a mujeres y madres de la zona con el fin de sobreponerse a situaciones vulnerables. Además de lidiar con violencias, abandono, abuso y dependencia económica, la convivencia con líquidos cloacales es otro de los asuntos que la organización debe enfrentar.

Cuando fuimos con Fundeps (Fundación para el desarrollo de políticas sustentables) a hablar a la Municipalidad, la gente de Redes Sanitarias nos pidió prácticamente que cambiáramos nuestro objeto social y que eduquemos a la sociedad civil para aprender qué cosas puede tirar a la cloaca y qué no. Según ellos, el problema es de educación, de la población que tira mal”. El mismo énfasis hizo Bardagi con esta cronista. Lo paradójico es que en Chacra de la Merced no sólo no hay cloacas, sino que en muchas casas tampoco hay baños. Algunas familias tienen un retrete fuera de la vivienda. Otras, a los mismos fines, se alejan hasta la barranca.

Pocos kilómetros más adelante, sube hacia la izquierda el camino que llega a Villa La Merced, Parque 9 de Julio y Ciudad Mi Esperanza. Otras 800 familias pertenecientes a Chacra de la Merced. Ese acceso sigue hasta la avenida San Martín, calle principal de la ciudad de Malvinas Argentinas, al otro lado de la ruta 19. Baja por ahí mismo un río cloacal que brota desde una tapa mal emplazada. Parte del fluido verde se estanca en las irregularidades del camino de tierra. Otra porción cruza y forma un bañado. Pasa el colectivo y esta vez no levanta polvo.

El líquido proviene del barrio-ciudad Mi Esperanza, cuya planta depuradora -dependiente del gobierno provincial- está abandonada y desbordando hacia las sendas perimetrales del espacio verde donde fue instalada. Allí, la corriente fecal gana las calles, cruza los badenes de las esquinas y sigue fluyendo. Unos niños pasan en bicicletas. Las huellas serpentean por el asfalto.

Aguas abajo
La situación afecta a las poblaciones río abajo, desde Chacra de la Merced (perteneciente al éjido municipal) hasta la laguna Mar Chiquita, donde desemboca el Suquía. “El caudal del río en época seca es de 2,3 metros cúbicos por segundo. EDAR aporta la misma cantidad. Duplicamos el caudal. Entonces si el líquido no sale en condiciones, el río se contamina”. Ibarra es contundente: “Tenemos valores mil veces más altos de la carga orgánica permitida. El río es tan benévolo que tiene poder de autodepuración a lo largo de su curso, pero si se va cargando y modificando sus condiciones, se afecta todo el ecosistema del río y por supuesto también el aspecto sanitario de quienes estén en contacto con él”. En el mismo sentido opina Kopta: “El contacto con el río lamentablemente es una fuente de enfermedades. Sus aguas son una fuente de agentes patógenos de primera magnitud porque es una cloaca. Su estado es pésimo. Está muerto. Hacen falta varios kilómetros para que la situación mejore”. Un proyecto impulsado por el Foro Ambiental apuesta a que los alumnos de Chacra de la Merced conozcan la situación y sepan cómo reducir riesgos.

Con 30 años trabajando en Bajo Grande, Ibarra asume que es cuestión de tiempo: “Si sigue funcionando mal, la contaminación va a ir ganando terreno. Ya cerraron un balneario de Río Primero, a 60 kilómetros de la planta, por el grado de contaminación que tiene”.

Para Ibarra, las autoridades municipales no están a la altura de las circunstancias. Para Bardagi, el problema son los malos usuarios. Para Kopta, falta un involucramiento real de la Justicia. Para Weht, el cuadro general es de olvido y abandono. Visiones de un Estado que da la espalda y se expresa en su forma más inmunda.

Chacra-cantera-cloaca

por Alida Weht

Históricamente, los pobladores de Chacra de la Merced se dedicaron a la producción hortícola. Hasta que prohibieron la comercialización de sus productos porque estaban contaminados con bacterias coliformes y otras cosas que verduras y frutas no deberían tener. La estación depuradora de líquidos cloacales ya se había instalado.

Buscando mejor agua para riego, los lugareños intentaron excavaciones más profundas. En eso encontraron arena, tierra, granza y otros áridos para la construcción. La antigua chacra se convirtió en cantera. Los huecos de las canteras luego se transforman en lagunas. Llegó a haber 222 lagunas, de distintos tamaños, a lo largo del camino. Minería, que había autorizado las canteras, ordenó remediar. El resultado fue que muchos de esos huecos se rellenaron con residuos que supuestamente serían de la construcción, escombros. Pero vino cualquier cosa. Una vez agotada la cantera, la gente -que ya había aprendido a manejar la retroexcavadora- volvió a cambiar su medio de vida y comenzó a recibir residuos. Eso generó una nueva actividad: la recuperación de materiales. Incluso se ha llegado a cobrar entrada a vecinos para que cirujeen en estos nuevos basurales adonde no llegan solo particulares, también grandes empresas, hospitales privados y cadenas de supermercados vienen acá a deshacerse de sus sobrantes. Mucha gente come de ahí, rescatando comida vencida entre bolsas de residuos patógenos.

Muchos de los huecos, ya tapados a nivel del suelo, continúan acumulando desechos en montañas. Así se fue transformando la zona: de un vergel, un lugar hermoso donde te podías bañar en el río, en kilómetros de basural y cloaca a cielo abierto.

Fuente:
Nayla Azzinnari, La vida en estado de cloaca, agosto 2017, Matices La revista de Córdoba.

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