Los trabajadores
denuncian, el Poder Judicial los investiga. La Municipalidad
subestima el problema. Nación y Provincia emprenden obras que
podrían magnificarlo. El río está muerto. Las poblaciones río
abajo, en riesgo sanitario. La ciudad sigue produciendo materia
fecal. Las aguas servidas corren al Suquía.
por Nayla
Azzinnari
Alrededor del 50 %
de la ciudad tiene conexión de cloacas, red que desemboca en la
Estación Depuradora de Aguas Residuales (EDAR) Bajo Grande, al Este
de la ciudad. “No es una plaza”, dice Daniel Bardagi, Director
municipal de Redes Sanitarias, al preguntarle por qué ya no se puede
ingresar. Ofrece dos razones: “La zona está en obra y la planta es
insalubre, allí se tratan líquidos contaminados”.
La restricción
fue firmada a principios de abril, tras el ingreso de periodistas y
concejales que expusieron el calamitoso estado de Bajo Grande. Pese a
negar la denuncia, días más tarde el intendente Ramón Mestre
declaró a EDAR en emergencia ambiental.
Allí se tratan
líquidos contaminados. Pero también contaminantes, incluso después
del paso por la estación depuradora, asegura su jefe de laboratorio,
Gustavo Ibarra. Tras describir detalladamente el circuito que
recorren las aguas negras desde el ingreso a la planta hasta su
vertido en el río Suquía, el Licenciado en bioquímica farmacéutica
sentencia: “Yo certifico que estamos fuera de los límites
permitidos en todo sentido. El río está totalmente contaminado y el
riesgo sanitario y ambiental es muy alto”.
La planta,
dependiente del Municipio capitalino, trata el 95 % de las aguas
servidas de la ciudad de Córdoba: 10.000 metros cúbicos por hora
que fluyen ininterrumpidamente. Opera hace más de tres décadas pero
en 2011 fue reacondicionada -con muchos vicios ocultos, según
Ibarra- con fondos de Nación. Ese mismo año, el gobierno de la
Provincia la declaró insalubre. Desde entonces, afirman los
trabajadores, la Municipalidad no ha invertido para que EDAR funcione
correctamente. “En este momento, el 70 % de la planta no está en
condiciones ideales de funcionamiento”, alerta Ibarra. Y agrega:
“El líquido que ingresa a la planta tiene un tratamiento
totalmente deficiente al casi no haber unidades en buenas
condiciones”.
A modo de
ejemplo, dice que no funciona ninguna de las 8 calderas que aclimatan
los barros, que el 70 % de las operaciones que se hacen en digestores
están desactivadas, que están inactivas las 72 playas de secado
donde se tira el lodo teóricamente digerido, que de 6 percoladores
funcionan 2 en condiciones defectuosas porque los canales de
aireación están inundados. “El resultado es que los valores de
ciertos parámetros de contaminación del líquido que sale de la
planta, como la cantidad de bacterias coliformes fecales, es muy
similar al líquido que ingresa”.
Lo que se puede
Debido a la
rotura de varias unidades, el Jefe de Laboratorio de la planta
asegura que un 30 % de líquido no ingresa a la fase de tratamiento
sino que va directamente a cloración a través de un conducto
llamado bypass. “Para que el clorado tenga efecto, el líquido
tiene que tener ciertas condiciones. En el líquido crudo hay tanta
materia orgánica que el cloro no hace nada, no actúa, no tiene
efecto. El líquido sale sin tratamiento porque la cloración no es
tratamiento. Y si así fuera, para qué necesitaríamos terrible
planta”. Ibarra afirma que un conducto dispuesto para casos de
excepción se está usando rutinariamente desde hace cinco años y
que cada hora se vuelcan al río 3 millones de litros de líquidos
cloacales sin tratar.
Al preguntarle
por las condiciones de la planta, el titular de Redes Sanitarias es
menos locuaz: “Hay que hacerle algunos arreglos para que funcione
en su plena capacidad”.
- ¿Cuáles son
esos arreglos?
- ¿Los arreglos
que hay que hacerle?
- Sí, los
arreglos que hay que hacerle, ¿cuáles son?
- Algún arreglo
de mantenimiento. Es una planta que tiene más de 30 años, por
supuesto que necesita mantenimiento, pero está funcionando.
- ¿Está
funcionando bien?
- Está
funcionando.
- ¿Bien?
- Se hace lo que
se puede.
- ¿Entonces hay
contaminación al río?
- Hay una
denuncia por lo cual no puedo referirme al respecto.
En octubre de
2015, Bardagi denunció a los empleados de Bajo Grande por verter
líquido crudo al río. La causa, elevada a juicio, investiga por
contaminación dolosa a ocho empleados del sector de mantenimiento
acusados de omitir la reparación de unidades que permitieran un
correcto tratamiento del líquido. Ibarra, que también es delegado
del Suoem, responde: “Los trabajadores no son responsables porque
no tenían condiciones de llevar adelante el mantenimiento. Eso está
documentado. El mantenimiento es constante, pero el tema es tener los
insumos para poder hacerlo”.
Al lado del
camino
Chacra de la
Merced es el lugar de la ciudad que más padece el excremento
capitalino. A lo largo del camino –continuación de la avenida 24
de Septiembre y Bajada de Piedra, al otro lado de la Circunvalación-
viven 180 familias.
El kilómetro 3
se identifica por un canal de cloaca a cielo abierto que cruza campos
y caminos y desemboca en el río. Viene desde el Mercado de Abasto.
Los siguientes mil metros concentran distintas industrias
reiteradamente clausuradas y vueltas a abrir con la facilidad con la
que se rompe una faja de papel pegada en la puerta. “Desconocen al
Estado municipal en su rol de control”, se indigna Alida Weht,
habitante y referente del lugar. “Pero qué legalidad puede tener
una orden estatal de clausura por contaminación proveniente del
mismo que te está contaminando con una planta de tratamiento de
líquidos cloacales que no funciona. Y que tampoco cumple las
órdenes, porque hay una sentencia judicial firme que obliga a la
Municipalidad a reparar la planta y remediar la zona. No lo hace. El
juez debería estar interviniendo para ver que se ejecute su
sentencia. Tampoco lo hace”.
En la esquina del
kilómetro 4 y avenida de La Semillería, una tapa de alcantarilla
deja escapar fuertes olores y visibles vapores justo en la parada del
68, único colectivo que llega a Chacra. Del otro lado del camino de
tierra hay un cartel del gobierno de la Provincia que dice que las
cloacas las hacemos entre todos.
Más adelante
sobre el mismo camino -que tiene al Norte la ruta 19 y al Sur el
Suquía-, se localiza EDAR. A su lado, Nación y Provincia financian
la construcción de una segunda estación que duplicará la capacidad
de procesamiento actual. Paralelamente, el proyecto de ampliación de
la red cloacal pretende incorporar al circuito al 50 % de la ciudad
que aún no cuenta con el servicio.
Para el biólogo
Federico Kopta, presidente del Foro Ambiental Córdoba, la ampliación
es un arma de doble filo. “Hay dos alternativas. Si se controla
efectivamente la emisión a las cloacas que hacen las industrias y
los comercios, la ampliación va a ser positiva. Pero si el material
va a seguir ingresando, como ahora, en condiciones no reguladas y que
superan la capacidad de tratamiento de la planta, toda la inversión
solo va a servir para que el río se contamine el doble”.
Río cloacal
Weht vive frente
a la escuela y el salón comunitario de Chacra de la Merced. Allí
lidera Las Omas, ONG que reúne, contiene y capacita a mujeres y
madres de la zona con el fin de sobreponerse a situaciones
vulnerables. Además de lidiar con violencias, abandono, abuso y
dependencia económica, la convivencia con líquidos cloacales es
otro de los asuntos que la organización debe enfrentar.
“Cuando fuimos
con Fundeps (Fundación para el desarrollo de políticas
sustentables) a hablar a la Municipalidad, la gente de Redes
Sanitarias nos pidió prácticamente que cambiáramos nuestro objeto
social y que eduquemos a la sociedad civil para aprender qué cosas
puede tirar a la cloaca y qué no. Según ellos, el problema es de
educación, de la población que tira mal”. El mismo énfasis hizo
Bardagi con esta cronista. Lo paradójico es que en Chacra de la
Merced no sólo no hay cloacas, sino que en muchas casas tampoco hay
baños. Algunas familias tienen un retrete fuera de la vivienda.
Otras, a los mismos fines, se alejan hasta la barranca.
Pocos kilómetros
más adelante, sube hacia la izquierda el camino que llega a Villa La
Merced, Parque 9 de Julio y Ciudad Mi Esperanza. Otras 800 familias
pertenecientes a Chacra de la Merced. Ese acceso sigue hasta la
avenida San Martín, calle principal de la ciudad de Malvinas
Argentinas, al otro lado de la ruta 19. Baja por ahí mismo un río
cloacal que brota desde una tapa mal emplazada. Parte del fluido
verde se estanca en las irregularidades del camino de tierra. Otra
porción cruza y forma un bañado. Pasa el colectivo y esta vez no
levanta polvo.
El líquido
proviene del barrio-ciudad Mi Esperanza, cuya planta depuradora -dependiente del gobierno provincial- está abandonada y
desbordando hacia las sendas perimetrales del espacio verde donde fue
instalada. Allí, la corriente fecal gana las calles, cruza los
badenes de las esquinas y sigue fluyendo. Unos niños pasan en
bicicletas. Las huellas serpentean por el asfalto.
Aguas abajo
La situación
afecta a las poblaciones río abajo, desde Chacra de la Merced
(perteneciente al éjido municipal) hasta la laguna Mar Chiquita,
donde desemboca el Suquía. “El caudal del río en época seca es
de 2,3 metros cúbicos por segundo. EDAR aporta la misma cantidad.
Duplicamos el caudal. Entonces si el líquido no sale en condiciones,
el río se contamina”. Ibarra es contundente: “Tenemos valores
mil veces más altos de la carga orgánica permitida. El río es tan
benévolo que tiene poder de autodepuración a lo largo de su curso,
pero si se va cargando y modificando sus condiciones, se afecta todo
el ecosistema del río y por supuesto también el aspecto sanitario
de quienes estén en contacto con él”. En el mismo sentido opina
Kopta: “El contacto con el río lamentablemente es una fuente de
enfermedades. Sus aguas son una fuente de agentes patógenos de
primera magnitud porque es una cloaca. Su estado es pésimo. Está
muerto. Hacen falta varios kilómetros para que la situación
mejore”. Un proyecto impulsado por el Foro Ambiental apuesta a que
los alumnos de Chacra de la Merced conozcan la situación y sepan
cómo reducir riesgos.
Con 30 años
trabajando en Bajo Grande, Ibarra asume que es cuestión de tiempo:
“Si sigue funcionando mal, la contaminación va a ir ganando
terreno. Ya cerraron un balneario de Río Primero, a 60 kilómetros
de la planta, por el grado de contaminación que tiene”.
Para Ibarra, las
autoridades municipales no están a la altura de las circunstancias.
Para Bardagi, el problema son los malos usuarios. Para Kopta, falta
un involucramiento real de la Justicia. Para Weht, el cuadro general
es de olvido y abandono. Visiones de un Estado que da la espalda y se
expresa en su forma más inmunda.
Chacra-cantera-cloaca
por Alida Weht
Históricamente,
los pobladores de Chacra de la Merced se dedicaron a la producción
hortícola. Hasta que prohibieron la comercialización de sus
productos porque estaban contaminados con bacterias coliformes y
otras cosas que verduras y frutas no deberían tener. La estación
depuradora de líquidos cloacales ya se había instalado.
Buscando mejor
agua para riego, los lugareños intentaron excavaciones más
profundas. En eso encontraron arena, tierra, granza y otros áridos
para la construcción. La antigua chacra se convirtió en cantera.
Los huecos de las canteras luego se transforman en lagunas. Llegó a
haber 222 lagunas, de distintos tamaños, a lo largo del camino.
Minería, que había autorizado las canteras, ordenó remediar. El
resultado fue que muchos de esos huecos se rellenaron con residuos
que supuestamente serían de la construcción, escombros. Pero vino
cualquier cosa. Una vez agotada la cantera, la gente -que ya había
aprendido a manejar la retroexcavadora- volvió a cambiar su medio de
vida y comenzó a recibir residuos. Eso generó una nueva actividad:
la recuperación de materiales. Incluso se ha llegado a cobrar
entrada a vecinos para que cirujeen en estos nuevos basurales adonde
no llegan solo particulares, también grandes empresas, hospitales
privados y cadenas de supermercados vienen acá a deshacerse de sus
sobrantes. Mucha gente come de ahí, rescatando comida vencida entre
bolsas de residuos patógenos.
Muchos de los
huecos, ya tapados a nivel del suelo, continúan acumulando desechos
en montañas. Así se fue transformando la zona: de un vergel, un
lugar hermoso donde te podías bañar en el río, en kilómetros de
basural y cloaca a cielo abierto.
Fuente:
Nayla Azzinnari, La vida en estado de cloaca, agosto 2017, Matices La revista de Córdoba.
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