El Colectivo de Arqueología para la Memoria y la Identidad de Tucumán lleva 105 identificaciones de víctimas de la última dictadura cívico-militar. En junio se reconocieron 19 casos de desaparecidos, que sacudieron a la sociedad tucumana.
por Maby
Sosa
Donde
antes había un frondoso cañaveral hoy hay una larga avenida que
parecen dirigirse a los cerros tucumanos. Pero no. En el final, la
extensa calle se encuentra con una construcción pequeña con techo
de chapa en el medio de un terreno inmenso rodeado de varios árboles
en crecimiento, todos con una foto al lado. "Pozo de Vargas"
dice el cartel de entrada, pero es más que eso. Es la herida
abierta, profunda y dolorosa que dejó a los tucumanos la última
dictadura militar.
Desde
mediados de los '80 la zona, por ese entonces inaccesible, suponía
un espacio prohibido que guardaba, según los vecinos, alguna
vinculación con los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la
última dictadura cívico-militar. "Dicen que en la finca de
Vargas tiraban los cuerpos de los desaparecidos", se escuchaba
en el barrio de Villa Muñecas y Los Pocitos (ubicados en ese límite
entre San Miguel de Tucumán y Tafí Viejo) y donde está el pozo de
agua donde hoy ya se reconocieron restos óseos de 105 víctimas. El
Pozo de Vargas no era un mito barrial, era un espacio de inhumación
clandestina. La pelea de organismos de Derechos Humanos y familiares
de desaparecidos, junto con abogados ocupados en crímenes de lesa
humanidad, finalmente tuvo respuesta a finales de la década del '90
cuando a través de la Universidad Nacional de Tucumán se convocó a
la Facultad de Ciencias Naturales y Arqueología para que formara un
equipo que pudiera investigar en ese lugar. Así surgió el Colectivo
de Arqueología Memoria e Identidad de Tucumán (CAMIT) que este año
cumple 15 de formación y cuyos integrantes hace apenas unas semanas
declararon durante más de una hora frente al tribunal que lleva
adelante el juicio por la megacausa del Operativo Independencia.
"Recién
en 2002 pudimos empezar a cavar", explica Ruy Zurita perito y
miembro del CAMIT desde sus inicios. "Tardamos apenas dos
semanas para encontrarnos con el pozo. Y a mediados de ese año
hallamos las napas de agua de donde pudimos extraer la primera prueba
física. En ese diámetro de tres metros metimos un caño de hierro
para tomar muestras de sedimentos y comprobar la profundidad del
pozo. En ese entonces ya extrajimos restos óseos de tres personas”,
explica.
Los
primeros fragmentos extraídos, una vez que se comprobó que eran
restos humanos, permitieron que la Justicia libere el dinero
suficiente para seguir con las excavaciones que hoy se frenan
nuevamente por falta de dinero.
- ¿Qué
cambió desde la llegada del equipo, hace 15 años, a la actualidad?
- Cuando
llegamos era una zona rural. Ahora parece una ciudad, pero no había
asfalto ni luz, la trajimos nosotros porque la necesitábamos para
realizar algunas tareas. La dinámica cambió muchísimo, gente que
había antes y ya no está más, que fue erradicada y gente nueva
que se acercó y se sintieron parte del trabajo en el pozo. Vinieron
con los años también los comentarios y testimonios. Recién ahora
hay gente que empieza a contar, entre el año pasado y estos días me
enteré de un montón de cosas. Cuando llegamos, en ese momento,
salimos a recorrer la zona y entrevistar a los vecinos pero no
sacamos muchas cosas. Cuando se empezó a conocer que efectivamente
era así, se acercaron a contar lo que sabían. Esto sucedió porque
no hubo un trabajo de difusión de este lugar o lo que significa este
lugar para la población común, solo los familiares dimensionaron la
importancia de esto. Una vez que el equipo de CAMIT encuentra los
restos óseos, se envía el material al Equipo Argentino de
Antropología Forense (EAAF) para que cotejen los datos. Todo esto se
remite vía judicial con una cadena de custodia y una vez que se
realizan las investigaciones, se informa a los familiares.
- Además
de los restos óseos, ¿qué otro material hay en el pozo?
- La
gente fue arrojada al interior del pozo vestida, con objetos
personales, pero también con elementos de tortura: vendas, esposas,
frazadas... Todo ese material que fue utilizado para maniatar los
cuerpos aparece en el fondo del pozo. El pozo tuvo un alto grado de
conservación del material asociado a una persona. Entre esas cosas
también aparece material cultural de consumo, por ejemplo, bolsas de
arroz, un tarro de dulce de leche... Todas esas cosas tienen fecha,
entonces, su estudio permite saber en qué año fue usado el pozo.
Ese material nos dio como dato el uso entre 1975 y 1979. De las 105
personas, hay 19 que forman parte del período del Operativo
Independencia que empezó antes de la dictadura.
- ¿Qué
significaron como equipo estos hallazgos?
- Es
la confirmación de una hipótesis. Como grupo, fue la confirmación
de que no estábamos equivocados en nuestro trabajo, en algún punto
hay cierta satisfacción de poder aportar a la Justicia este tipo de
evidencias, de mostrar lo que fue el terrorismo de Estado. Estos
aportes también los hacemos a la sociedad, desde el punto de vista
científico y usando un método que en forma tradicional usa la
ciencia para hacer arqueología tradicional, nosotros lo convertimos
en arqueología forense. Buscamos la mejor forma de descubrir más,
de estudiar mejor los materiales y sobre todo hacerles más
preguntas; para nosotros, obtener respuestas que a su vez se las
damos a los familiares. Tratamos de armar el contexto y la estructura
social que se perdió. A su vez, le sirve a la Justicia a la hora de
determinar la condena. Estos hallazgos comienzan a aportar pruebas
físicas reales e indubitables a las causas que se están armando y
que se van a armar.
- ¿Cómo
llevan adelante el trabajo con los familiares?
- Los
familiares han convertido al pozo en un lugar que es un espacio de
memoria. Vienen el Día del Padre o los domingos a visitar ese
arbolito que está plantado y que es un poco la imagen del pariente
que perdieron. Este lugar ha trascendido y se convirtió en un
espacio de uso social de los familiares.
- ¿Desde
lo económico, ¿qué se perdió en el último año?
- Se
perdió la disponibilidad de recursos. Hay una disminución de
recursos en las causas, hay más empleos judiciales pero no hay
recursos para las investigaciones y sobre todo para este tipo de
causas. Pasa en todo el país. En este sentido, Argentina está más
atrás que el resto de Latinoamérica, acá el Estado no invierte en
tecnología. Es paradójico, dado que ya tiene el capital humano
formado y que dio más de una respuesta desde lo profesional.
- ¿Cuál
es el valor simbólico del Pozo de Vargas?
- El
pozo es la evidencia física y material de algo que pasó y la gente
lo niega. Hoy hay gente que sigue diciendo que esto era mentira o era
irreal, pero yo creo que esa negación pasa por lo brutal de lo que
refleja el pozo. Han sido años, en lo que fue del Operativo
Independencia hasta el gobierno del kirchnerismo, en los que en el
léxico de la política tucumana –como un reflejo de la población
a la que representa– estaban los términos "guerrillero",
"subversivo", "extremista". Bussi en su gobierno
invirtió dinero en los medios para que se use ese léxico y eso fue
una construcción social. Se inculcó ese pensamiento; por eso, al
común del tucumano le cuesta procesar ese tipo de cosas. Se vendió
una teoría que la sociedad creyó. Por otro lado están las personas
que fueron víctimas. Dentro de la familia se crea esa dualidad en
muchos casos: tenés adentro la víctima pero te genera rechazo la
misma víctima. Eso tiene que ver con una construcción, lo podés
chequear en los diarios. Eso viene de una práctica social
implementada por un sistema represivo
Un
duelo que no termina
Josefina
Molina es la hija del ex vicegobernador Dardo Molina, que fue
secuestrado en diciembre de 1976 luego de que en marzo de ese año
fuera destituido del cargo que ejercía durante el gobierno de Amado
Juri. En 2014, el equipo del Colectivo de Arqueología para la
Memoria y la Identidad de Tucumán encontró algunos restos que
fueron enviados para el análisis posterior del Equipo Argentino de
Antropología Forense.
"En
2014 me notifican por un cotejo de ADN de un molar un canino y un
fragmento de cúbito que fue hallado en el Pozo de Vargas. Un año
después me notificaron del coxal derecho e izquierdo, pero yo como
querellante pude pedir la ampliación que se hace por asociación
teniendo en cuenta el lugar donde lo encontraron y los restos que
están alrededor, y ahí se reconocen los omóplatos, las vértebras
y las costillas. En julio de 2016 se reconocieron ambos fémures y
cúbito; en esa época también empezamos a encontrar sus prendas, el
pantalón de mi papá y la camisa que tenía manchas de sangre que no
eran de él, mientras que el pantalón tenía orificios de bala
impactados desde afuera. Yo insisto: todo esto pasa porque creo que
hay que recuperar lo que más se pueda de nuestros desaparecidos",
expresa Molina. "Fijate lo que generó el golpe cívico-militar,
no sólo que lo secuestran a mi papá, sino que lo arrojan en un
lugar y tenés que esperar que aparezca huesito por huesito. Cuando
apareció ese primer diente de mi papá planté un árbol, no sabía
qué hacer, luego encontraron los coxales dos metros más en
profundidad que los primeros hallazgos. Es muy terrible, vas haciendo
un velorio con un fragmento y después cuando te encontrás con los
otros, ¿qué pasa? ¿Cómo hacés para explicarte siete duelos?",
agrega.
Molina
hizo un seguimiento del paso de su padre por los diferentes centros
clandestinos y supo a través de una declaración que su papá fue
llevado con otros dos secuestrados del galpón de Arsenales. Esa
misma declarante dijo que escuchó tres disparos y que esas personas
no volvieron al galpón. En 1993, se acercó un amigo a comentarme
que un conocido suyo se había emborrachado y confesó que él, que
era conscripto en esa época, lo llevó en el baúl a mi papá junto
a otros cuerpos y que lo había tirado detrás de unos cañaverales
yendo a Tafí Viejo. Nunca logré que esa persona testifique, él
dijo que jamás iba a abrir la boca. Hay gente que no habla por miedo
o trauma, pero yo hoy puedo cruzarme con él en la calle y de hecho
me lo cruzo todos los días, mirarlo a los ojos y decirle que
encontré en ese lugar a mi papá".
La
evidencia del horror
Romualdo
Ricardo Abad, Leopoldo Navarro, María del Carmen Clodomira, Roberto
Vega, David Costilla, Marcos Antonio Pérez, Samuel Gerónimo Romero,
Santiago Vicente, Francisco Díaz, Segundo Bonifacio Arias, Nilda
Zelarayan, Miguel Ángel González, Gustavo Focchi, Justina Carrizo,
Esther Moreti, Miguel Antonio Ibarra y Luis Alejandro Lezcano fueron
víctimas del Operativo Independencia y se encontraron en el Pozo de
Vargas. Por eso, Ruy Zurita declaró como responsable del CAMIT en el
juicio que se está llevando a cabo en Tucumán desde el año pasado:
"Desde el punto de vista de la Justicia estos procesos
judiciales tenían una gran complejidad porque no estaban las
pruebas. Ahora pasa que las pruebas están. Para una persona común
es un horror.
Nosotros
lo mostramos, decimos 'acá está en este resto óseo que fue el ADN
de este material, y que fue encontrado en esta profundidad, y que
tenía alambres alrededor y tenía huecos de proyectiles. Esta
persona, que estaba quebrada y en este estado, era fulano de tal y lo
sacamos de tal profundidad, en tal lugar. Esto es indubitable. Llevar
eso a los distintos juicios va a cambiar la mente de los jueces a la
hora de decidir una prisión domiciliaria, una pena baja, una
eximición".
Fuente:
Maby Sosa, Pozode Vargas, la prueba irrefutable del terrorismo de Estado, 15/07/17, Tiempo Argentino. Consultado 16/07/17.
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