Varias personas subidas en un tractor cruzan el río Zana de la ciudad de Chiclayo, Perú, el 19 de marzo de 2017. Foto: Julio Reano/ AFP |
El país tiene el reto de la reconstrucción tras las lluvias torrenciales que afectaron a un millón de personas el pasado marzo.
por Pablo Linde
Las inundacionesque arrasaron el norte de Perú el pasado marzo se llevaron consigo
decenas de puentes, que sucumbieron a la potencia de las riadas.
Algunos, de pocos años, cayeron mientras, a no muchos metros, otros
con siglos de antigüedad permanecían en pie. “No es que nuestros
abuelos supieran construir mejor que nosotros”, ironiza Tomás del
Carril, ingeniero experto en esta infraestructura. “Sucede
simplemente que no se planearon bien”.
De la tragedia,
que afectó a casi un millón de personas, también se sacan
enseñanzas. Es lo que pusieron ayer en común una veintena de
expertos en el foro Un nuevo norte: experiencias internacionales para
la reconstrucción, que organizó este jueves el Banco Interamericano
de Desarrollo (BID) en Lima.
Pablo de la Flor,
director ejecutivo de la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios, que es como se llama el organismo estatal que pilota los
trabajos para volver a la normalidad en las zonas afectadas, hizo un
repaso del proceso que ha de afrontar, teniendo en mente que “la
tragedia no fue natural, sino una falla en la capacidad de
planeamiento”. “Debemos reconstruir fortaleciendo la resiliencia
y la infraestructura que vamos a montar. Había poblaciones en los
cauces de los ríos, en quebradas activables; necesitamos una nueva
mirada a todo esto en la reconstrucción”, subrayó.
Algunos de los
retos que encontrará en este camino, según sus propias palabras,
son los de colocar al ciudadano en el centro del proceso para
restituir su bienestar, coordinar los tres niveles administrativos
del Estado para que trabajen como uno solo y luchar contra la
corrupción, que ha sido otra de las grandes tragedias del país en
los últimos años y que sobrevuela cualquier gran inversión de
dinero.
Por eso, la
reconstrucción del país necesita ser especialmente transparente y
creíble. Con la asistencia técnica del BID, se pondrá en marcha un
portal de transparencia para que los 20.000 millones de soles (unos
5.400 millones de euros) que se van a invertir en los próximos tres
años puedan ser auditados por todo el que lo desee con un
rendimiento de cuentas de cada documento y cada proceso que se
inicie.
Se necesitarán
todos estos recursos para reconstruir 2.000 kilómetros de vías,
rehabilitar 1.500 colegios, reconstruir otros 500, además de 900
centros médicos, y sistemas de riego destrozados por un fenómeno
conocido como el Niño costero, que se produce por un inusual
calentamiento del océano Pacífico: el agua se evapora en grandes
cantidades y se condensa al llegar a la sierra, ocasionando las
lluvias que terminan por desbordar ríos y arroyos.
En este propósito
de salir reforzados del desastre es clave no reasentar a estas
personas en zonas de riesgo, algo “de una dificultad extrema”, en
palabras de Agustín Aguirre, gerente de infraestructura del BID. Lo
sencillo, en su opinión, es reconstruir, pero hay una parte social
mucho más complicada. El ejemplo lo puso Iván Lira, director de
gestión de Riesgos de México: “En mi país hay una relación
directa entre población indígena y lugares de mayor peligro. Tiene
un apego a su tierra muy especial, por lo que nos cuesta mucho mover
a las personas a otros lugares sin desapropiarlos de su identidad.
Estamos intentando aprovechar estos momentos de resiliencia para ir
ordenando un territorio que no lo estaba”.
Para hacerlo con
éxito es necesario integrar en la toma de decisiones a la sociedad
civil, a las empresas y al propio estado, según María Ignacia
Arrasate, investigadora del programa Zofnass para infraestructura sostenible de la Universidad de Harvard. “No es fácil. Requiere
gran transparencia, comunicación, flexibilizar procesos y trabas
administrativas. Y tener en cuenta que no solo se trata de
reconstruir lo físico, sino integrar gestión de riesgo en la
planificación de obras; no solo mitigar, sino afrontar lo que causó
el desastre: los problemas socioeconómicos, la mala ubicación, lo
que lleva a que nuestras ciudades sean vulnerables”, reflexionó.
Porque detrás de
las infraestructuras débiles hay normalmente sistemas de protección
social débiles, desigualdades y pobreza. Para evitar que se caiga un
puente con una riada, basta con -según el experto- que sus
fundaciones estén bien profundas, en suelo firme. Mejorar los
cimientos sociales que están en el fondo del problema es más
complicado.
Fuentes:
Pablo Linde, Las lecciones de las inundaciones de Perú, 07/07/17, El País. Consultado 07/07/17.
Las inundaciones en Perú, en imágenes, 21/03/17, El País. Consultado 07/07/17.
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