por Sergio
Federovisky
Que la Argentina
tiene un problema con la generación de energía no es ninguna
novedad. Que se ha desatado una crisis y que ha dejado al desnudo lo
arcaico de esa matriz energética, tampoco: en un mundo que proclama
la necesidad de frenar el cambio climático, siete de cada diez
kilovatios generados en nuestro territorio tienen origen en el gas o
el petróleo, es decir, contaminan. O sea, atrasan.
Pero que en esa
instancia se apele a gigantescas represas no convoca al futuro sino
que remite al pasado, a un tiempo propio de hace cincuenta años en
que domesticar ríos con faraónicos embalses suponía progreso. Los
países más consumidores de energía, en vez de seguir apostando a
esas "megaobras", las desmantelan. Y si esas represas están
proyectadas en un sitio escasamente impactado, con pocos pero
valiosos ríos y muchos y desaprovechados vientos, la idea suena más
extemporánea.
Hablamos de
embalses sobre el río Santa Cruz, en la todavía bastante poco
impactada meseta patagónica. Hablamos de las represas Cepernic y
Kirchner, antes Cóndor Cliff y Barrancosa, objeto de denuncias y
megalomanías, pero también portadoras de amenaza al ambiente. La
propia ley argentina de fomento de energías limpias califica de
sustentable un emprendimiento hidroeléctrico si no supera los 50
megavatios. Las proyectadas en la Patagonia planean tener 26 veces
ese tamaño.
También, y
aunque no parezca, el calentamiento global las desaconseja. No sólo
porque alteran localmente el clima (muchos recuerdan que Córdoba era
seca antes de la ristra de embalses que la atraviesan) sino porque
los grandes cuerpos de agua artificiales son enormes productores de
gases de invernadero. Y devastadores son los efectos sobre el
ambiente. El Paraná, por caso, ya no es un río sino una sucesión
de lagos, con un impacto sobre flora, fauna e inundaciones que
cualquier habitante del litoral podría atestiguar. Muchos recuerdan,
por ejemplo, a Yacyretá como monumento a la corrupción. Muchos más
le adosan el título de sepulcro al funcionamiento natural de un
ecosistema otrora riquísimo.
Se dirá que hace
falta electricidad. Podrá preguntarse, con apego a los tiempos que
vivimos, si con semejante inversión e impacto la energía eólica o
solar no son opciones más adecuadas.
Fuente:
Sergio Federovisky, La Argentina atrasa: las represas hidroeléctricas entendidas como sinónimo de progreso, 12/07/17, Infobae. Consultado 13/07/17.
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