El Gobierno y los
grandes medios anuncian con entusiasmo la llegada de "alimentos
larga vida" y celebran que un pedazo de carne pueda mantenerse
fuera de la heladera durante meses. ¿Cuáles son los verdaderos
riesgos de la radiación de la comida?
De pronto Clarín
y La Nación nos cuentan la buena nueva: la llegada a las góndolas
de “los alimentos larga vida”. Así, como si nada, se nos informa
que la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y
Tecnología Médica (ANMAT) modificó el Código Alimentario
Argentino y ahora se permitirá la irradiación de alimentos, lo que
para el lector es una excelente noticia: porque ahora, por ejemplo,
podrá comprar un pedazo de carne, guardarlo en el ropero junto a las
camisas, y comerlo en un par de meses, sin necesidad de usar la
heladera.
En letras negras,
la nota de Clarín asegura que una fuente del ANMAT (¿quién?)
define el proceso como "un método físico más de conservación
que se emplea con un propósito tecnológico o sanitario" y que
desde ese organismo “dan por probado que la comida irradiada no le
hace ningún daño a la salud y garantizan que mantiene el aspecto,
el sabor y los nutrientes originales”.
Pero nosotros,
que nos quemamos con leche mediática a diario, desconfiamos. Y si
vemos una vaca, queremos saber qué pasa antes de que llegue a la
mesa. Por eso fuimos a buscar otras voces, para saber si realmente es
seguro comer alimentos irradiados.
“No, el proceso
no transforma al alimento en elemento radiactivo, sí provoca
ionización de sus átomos generando radicales libres que destruyen
antioxidantes naturales y son potencialmente tóxicos. Además se
generan unos compuestos químicos específicos de la degradación de
los ácidos grasos que son indicadores del proceso. No hay evidencia
suficiente que no sean perjudiciales para la salud a largo plazo, aún
en dosis bajas. Por eso rige el principio precautorio”. Adriana
Contarini es Licenciada en Tecnología de Alimentos y pide hacer
hincapié en que “no se pueden liberar a la irradiación categorías
de alimentos porque cada uno tiene una sensibilidad particular que es
diferente al resto. No es lo mismo irradiar limones o uvas que
mandarinas. Y, según lo publicado, pertenecen a la misma categoría”.
Las plantas
generan residuos radioactivos y otro problema es el transporte de
esas sustancias radiactivas. La disposición final es complicada y
nunca totalmente segura. Se aíslan en cámara de hormigón muy
grueso y se entierra. Si se hace acá o lo trasladan no se sabe,
nadie lo informa.
Además,
Contarini, basándose en estudios previos que acá se omiten a la
hora de publicitar este tipo de alimentos, advierte que "la
irradiación no remueve heces, orina, pus, vómito y tumores que
suelen quedar sobre carnes vacunas y de pollo, luego de su
procesamiento en lugares sucios y degradados. Estas condiciones se
empeoran con la aplicación de la irradiación final, ya que los
productores confían en que sus malas prácticas higiénicas serán
subsanadas por la irradiación. Es probable que se diga que las
Buenas Prácticas de Manufactura eliminan este inconveniente, pero es
sabido que hasta en los países con mayores controles de inocuidad de
alimentos, ha habido episodios de intoxicaciones masivas por falta de
buenas prácticas”.
En el destacado
de la nota de La Nación, en letras más grandes, se lee que “este
procedimiento además beneficia a los productores ya que podrían
comercializar la mercadería en plazas más alejadas del punto de
origen”. Sin embargo, en un documento que por estas horas están
discutiendo diferentes especialistas de la Cátedra Libre de
Soberanía Alimentaria (CALISA) de la UBA, se expone que “la
irradiación fomenta la concentración de la producción y
procesamiento de alimentos en las grandes empresas que tienen la
capacidad de invertir en esta tecnología. Los pequeños productores
y pequeñas industrias no pueden alcanzar esta herramienta. Por otra
parte, la irradiación prolonga la vida útil de frutas, verduras y
carnes. Este hecho alienta la importación de alimentos provenientes
de mercados lejanos que así pueden soportar los tiempos de
transporte y almacenamiento. Esta importación perjudicaría a
productores e industrias locales; y al propio comensal que se vería
frente a alimentos menos nutritivos, con propiedades sensoriales
alteradas y conteniendo productos potencialmente dañinos”.
De a poco
empezamos a entender por qué, ya desde antes de llegar a las
góndolas, los medios nos “venden” estos productos. Y también,
ya nos empieza a dar miedo. Por eso vamos a seguir preguntando.
¿Hay plantas que
realicen este proceso en nuestro país?¿Son peligrosas?
Sí, las plantas
son peligrosas. En nuestro país existen dos plantas privadas: PISI,
en Ezeiza (procesa el 10 % de la producción) y IONICS, en Tigre
(procesa el 90 %) además de la Comisión Nacional de Energía
Atómica. Esta última investiga sobre qué dosis es conveniente
aplicar a cada producto para lograr el objetivo deseado. Las plantas
generan residuos radioactivos y otro problema es el transporte de
esas sustancias radiactivas. La disposición final es complicada y
nunca totalmente segura. Se aíslan en cámara de hormigón muy
grueso y se entierra. Si se hace acá o lo trasladan no se sabe,
nadie lo informa.
¿Por qué otros
países lo permiten?
Porque hay mucha
inversión inicial y el proceso es relativamente barato una vez en
funcionamiento la planta. Eso no garantiza alimentos baratos ni
seguros. Requiere mucha capacitación del personal que opera el
proceso. Más que nada, beneficia a las empresas más grandes.
En el documento
que, en unas horas harán público desde CALISA, la escuela de
Nutrición dependiente de la Universidad de Buenos Aires, se repasan
diferentes trabajos científicos de todo el mundo sobre los alimentos
irradiados. Estas son algunas de las conclusiones que no vas a leer
en los medios que, cuando el negocio está detrás, suelen tirar
fruta, decir cualquier verdura o venderte carne podrida.
* “La
irradiación puede generar cepas de Escherichia Coli y/o Salmonella
resistentes a la radiación, lo que conduciría a que este método de
conservación de alimentos sea, no solamente potencialmente
inefectivo, sino hasta peligroso por generar cepas resistentes de
microorganismos patógenos”.
* “La
irradiación destruye vitaminas, principalmente la vitamina B1
(tiamina) y también Vitamina C. Esto ha sido demostrado en carne de
cerdo irradiada, en avena y espinaca y en frutas. La Vitamina E
también se suele reducir. Otros procesos de conservación conllevan
una pérdida de vitaminas pero no tan drástica. No siempre es
posible la suplementación”.
Fuentes:
Alimentos irradiados: "No hay evidencia de que no sean perjudiciales para la salud", 11/07/17, Revista Crítica.
La obra de arte que acompaña esta entrega es "El Alquimista", de Joseph Wrigth of Derby, pintada en 1771. Acerca de la misma el historiador ambiental Antonio Elio Brailovsky explicó que: “Muestra el momento en que el alquimista Henning Brandt descubre el fósforo y su propiedad de brillar en la oscuridad. Esa luminosidad lo lleva a arrodillarse y rezar. Una actitud de tanta convicción religiosa, como la que nosotros mismos tuvimos al creer, sin una revisión crítica, en la promesa nuclear”.
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