Por
qué hay 40 millones de hectáreas inundadas en once provincias del
país. Científicos
argentinos e internacionales consideran a la Argentina un campeón de
la tala de bosques nativos. La expansión de la soja decimó la
absorción de los suelos y cada vez se construye más en cauces
naturales.
Las
inundaciones en once provincias argentinas ya cubren cuarenta
millones de hectáreas, un fenómeno que los científicos adjudican
al monocultivo, el desmonte de bosques nativos y el uso inmobiliario
y rural de humedales. La situación, según el Conicet, expone a 32
ciudades y pueblos del país con un millón de residentes. El riesgo
de inundaciones afecta en particular a los más pobres y a los
asentamientos en tierras bajas en las periferias urbanas.
“Una
hectárea con bosques absorbe diez veces más precipitaciones que una
hectárea con soja”, aseguraron voceros de Greenpeace. Por su
parte, investigadores del Conicet estimaron que más de un millón de
personas está expuesta a riesgos de inundación en 32 ciudades. Las
proyecciones climáticas para los próximos días no son alentadoras:
indican que en muchas de las zonas afectadas seguirán las lluvias.
Unas
40 millones de hectáreas se encuentran anegadas actualmente en el
país, de las cuales casi la mitad pertenece a la Pampa Húmeda. El
director de Suelos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria
(INTA), Miguel Taboada, señaló que esta circunstancia se debe
principalmente a que durante el último cuarto de siglo se perdieron
más de doce millones de hectáreas de pasturas y pastizales, que
fueron reconvertidas en áreas sembradas. Según indicó Taboada,
“todavía falta destinar grandes esfuerzos y mayor responsabilidad
a la forma en que se manejan los suelos porque eso incide en la
gravedad, la velocidad y la duración de las inundaciones”.
En la
misma línea, un informe de la Organización de las Naciones Unidas
para la Alimentación y la Agricultura (FAO) elaboró un ranking de
los países que más desmontaron durante los últimos 25 años, y
Argentina se ubica entre los diez primeros. El estudio detalla que en
el período relevado se perdieron cerca de 7,6 millones de hectáreas
arboladas, una superficie similar a la de la provincia de Entre Ríos,
y con un promedio de 300 mil hectáreas por año.
La
legislación para enfrentar esta realidad y la postura del actual
gobierno están lejos de asumir la responsabilidad que merece el
tema. A fines de 2007, el Congreso Nacional aprobó la Ley 26.331 de
Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques
Nativos, que fue reglamentada recién en 2009, luego de insistentes
reclamos de organizaciones sociales y ambientalistas. Si bien el
objetivo de la norma es detener el desmonte, los fondos asignados en
2017 por el Presupuesto Nacional no alcanzan para su puesta en
práctica, según admitieron voceros del Ministerio de Ambiente y
Desarrollo Sustentable de la Nación, y todavía hay muchas
provincias que no completaron el ordenamiento territorial de sus
bosques. A esto se suma la demora en la sanción de la Ley de
Humedales, que fue aprobada en 2016 en el Senado, pero todavía no
avanzó en Diputados por “la fuerte presión de los sectores
agroindustriales”, según denunció el director de la Fundación
Ambiente y Recursos Naturales Andrés Nápoli. Los humedales son
reservorios de agua que evitan las inundaciones, pero cada vez los
hay en menos cantidad por el avance la urbanización sobre ellos.
Este
tipo de comportamiento de los productores que priorizan la
rentabilidad frente al cuidado del medio ambiente y a la calidad de
vida de la sociedad en general, es uno de los factores principales de
las inundaciones. En el libro “La Argentina y el Cambio Climático.
De la Física a la Política”, los investigadores del Conicet Inés
Camilloni y Vicente Barros, relataron cómo durante las inundaciones
de 2007 en las provincias de Santa Fe y Buenos Aires, se dieron
“situaciones anárquicas” en las que cada productor defendía sus
tierras con la construcción de diques o derivaciones de agua en
forma discrecional, y que incluso algunos representantes del Estado
sufrieron amenazas.
Camilloni
y Barros calcularon que actualmente más de un millón de personas
está expuesta a riesgos de inundación en 32 ciudades del país. Los
casos de mayor vulnerabilidad se dan en poblaciones en la Cuenca del
Plata, que abarca los valles naturales de inundación de los ríos
Pilcomayo, Paraguay, Paraná y Uruguay, y sus afluentes, ocupados por
sectores humildes o de clase media baja, como las zonas anegadizas
del Litoral. También se trata de los pueblos rurales de la región
pampeana y las comunidades del Noroeste, en Santiago del Estero,
Tucumán y Salta. Camilloni, que es titular de la Maestría en
Ciencias Ambientales de la Universidad de Buenos Aires e
investigadora del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera
de Conicet, aseguró que el “compromiso social” de los
científicos debe estar dirigido a la “alfabetización sobre cambio
climático”.
Distintos
organismos internacionales también alertaron sobre la situación del
desmonte en Argentina. En un informe del Banco Mundial publicado el
año pasado, figura que el país perdió un total del 12 por ciento
de sus zonas forestales entre 2001 y 2014. El estudio detalla que
“casi toda la deforestación ocurrió en el norte” del país y
que en Santiago del Estero se dieron “los mayores niveles de
desmonte en el mundo”. Entre los países que más desperdiciaron su
cubierta forestal, Argentina figura en el noveno puesto, y el informe
advirtió que la pérdida equivalía a la desaparición de “un
bosque del tamaño de una cancha de fútbol por minuto”. Por su
parte, los datos del Global Forest Watch revelaron que la
deforestación en el período mencionado significaba el 8 por ciento
del total deforestado en Sudamérica. Los especialistas del organismo
apuntaron a que el verdadero problema está en cómo los gobiernos,
los empresarios y la sociedad en general desoye algo que la
naturaleza está avisando hace siglos. A modo de conclusión
advirtieron que si se talan los bosques nativos, se destinan grandes
extensiones a monocultivo y se construye sobre humedales las lluvias
y el desborde de ríos seguirán incontenibles.
Fuente:
Desmonte, construcción en humedales, monocultivo, 11/06/17, Página/12. Consultado 12/06/17.
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