El mar Aral fue el lago interior de agua salada más importante del mundo. El sistema soviético, que creía que a la naturaleza había que “domesticarla” para ponerla al “servicio del pueblo”, lo convirtió en lo que hoy es: un muestra de lo que no hay que hacer con el ambiente.
La tara del
progreso a costa de la naturaleza superó las ideologías y hasta la
cortina de hierro. "Cambiar la naturaleza no para beneficio
privado sino para el uso de todos", decía un teórico soviético
antes de justificar la propuesta de "transformar la geografía
al servicio de la humanidad". la tarea suponía trasladar ríos,
embalsarlos, hacerlos proveedores del riego para la agricultura
socialista. El resultado derivó en una de las catástrofes
ambientales más colosales de la humanidad: la desaparición del mar
Aral.
Durante siglos,
ese inmenso lago interior localizado en la frontera entre Kazajastán
y Uzbekistán, proveyó de agua y peces a millones de pobladores del
Asia Central. Llegó a ocupar una superficie de 70.000 kilómetros
cuadrados. No se veía la otra costa. Era, por lo tanto, un mar. El
desagüe natural y constante de los ríos Amu Daria y Sir Daria colmó
durante diez mil años la depresión que la geología formó en medio
de un gigantesco desierto. El mar Aral se llenó hasta convertirse en
uno de los cuatro lagos más grandes del planeta. El desierto de Asia
Central tenía su oasis.
La desaparición
del mar Aral es inevitable, pronosticó un ingeniero soviético en
1968, sin que supusiese una mala noticia. Esa extensión de agua
rodeada de un colosal desierto era un sinsentido. Había que remediar
ese "error" de la naturaleza.
Y lo remediaron.
A partir de la década del sesenta los ríos aportantes fueron
canalizados para convertir las desérticas tierras circundantes en
cultivos de arroz, cereales y algodón. La república de Uzbekistán
debía cumplir el destino asignado, ser el granero de la Unión
Soviética. El plan, si así puede decirse, tuvo éxito. Aún hoy
Uzbekistán es el principal productor de algodón de la zona.
El daño
colateral no suponía preocupación para los amantes del progreso en
forma de naturaleza transformada a favor del capricho de los
gobernantes. El mar Aral comenzó a secarse, su salinidad aumentó
hasta ser similar a la del océano, pese a que antes del desvarío su
agua era dulce. Hasta el clima local se alteró, dado que la ausencia
de humedad endureció las estaciones, con inviernos más fríos y
secos y veranos más tórridos.
La población,
ahora expuesta a costras salinas y sedimentos contaminados, pagó con
su salud y con la falta de agua potable para consumo familiar. Hoy el
mar Aral es apenas un recuerdo: ocupa un diez por ciento de su
superficie original. Y la foto del barco estacionado en la arena
sigue dando vueltas al mundo confirmando que no era la naturaleza la
que estaba equivocada.
Cicatrices es una
sección del programa Ambiente y Medio que se emite todos los sábados
a las 16 por la Televisión Pública Argentina.
Fuente:
La historia del mar que desapareció en el delirio del progreso, 19/05/17, Infobae. Consultado 21/05/17.
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