sábado, 6 de mayo de 2017

”Esta violencia psíquica supuso para los militares que salvaron la vida un trauma y una humillación que tuvieron que soportar por disciplina militar”

Con el intenso trabajo de sus 23 miembros, la Comisión de investigación del accidente pudo aportar sus conclusiones en pocas semanas. Aquí los vemos revisando los restos de la cabina del B-52 a las 48 horas del suceso. De espaldas, con mono gris y pelo blanco vemos al experto en armamento nuclear de Los Álamos, Doug Evans mirando una pieza. Foto: B. Barton- cortesía B. Morán

José Herrera Plaza (Almería, 1955) cursó estudios de Economía en la Universidad de Valencia. Técnico Superior en Imagen y sonido, trabaja actualmente, como cámara operador, en Canal Sur TV. Desde 1985 ha seguido de cerca todo lo relacionado con el accidente nuclear de Palomares. En 2003 fue coautor y coorganizador del libro y exposición en el Centro Andaluz de Fotografía "Operación Flecha Rota. Accidente nuclear en Palomares". Posteriormente dirigió el largometraje documental homónimo (2007).

por Salvador López Arnal


JH.- La entrevista para el programa «El Intermedio» en la sala de la exposición «Operación Flecha Rota, 50º Aniversario» del Centro Andaluz de Fotografía, fue bastante agradable porque, según percibí, la empatía que genera el entrevistador Gonzo en la televisión es similar a la presencial. El reportaje se difundió en dos partes, junto con otras entrevistas en Palomares, en los días 23 y 27 de marzo pasado.

¿Alguna más en estos últimos días? ¿Alguna más en perspectiva?

JH.- La Sexta está preparando desde hace más de un año un monográfico sobre Palomares para el programa «El Objetivo» de Ana Pastor. A juzgar por los extraordinarios medios que están invirtiendo, parece que va a resultar muy interesante.

Estamos en el capítulo IX, el penúltimo. Empiezas así: "Tras el hallazgo de la 4ª bomba y la marcha de los norteamericanos a sus bases de origen, la vida en las pedanías afectadas comenzó a recobrar su cotidiano ambiente por primera vez en tres meses". Algunos vecinos, que fueron compensados, afirmas, emigraron. A Alemania y al cinturón industrial de Barcelona. ¿Con qué cantidades fueron compensados para hacernos alguna idea?

JH.- Carecemos de la lista de indemnizaciones finales concedidas por la USAF, a pesar de habérselas solicitado infructuosamente a quien disponía de ellas. Me figuro que tendrían sus motivos. Se conoce que, de los 170 millones de pesetas solicitados, se pagaron con extraña exactitud una cuarta parte (42 millones), como si respondiera a una secreta regla. El total de indemnizaciones otorgadas fue de 535. A grosso modo la media es de 78.600 ptas.; aproximadamente unos 11.600 euros actuales.

¿Has llegado a conocer a alguno de aquellos emigrantes al que se llamó cinturón rojo de Barcelona? ¿Qué tal les fue? ¿Han vuelto a su tierra?

JH.- Sí, cuando terminamos el documental tuve el privilegio de conocer alguno que aparecía en las filmaciones norteamericanas. Un porcentaje significativo de ellos mantienen sus vínculos con Palomares, con la compra o mantenimiento de sus casas familiares en la zona, a pesar de seguir viviendo en Cataluña, con hijos y nietos totalmente integrados.

Hablas de otros que emprendieron el camino de la emigración a la fuerza. ¿Por qué a la fuerza?

JH.- En un área agrícola donde lo habitual son unas irregulares precipitaciones anuales inferiores a los 200 l./m², la única solución para cultivar con cierta seguridad son los regadíos con aguas de los pozos. En 1966 la totalidad de estos presentaba una alta salinidad que se compensaba con productos agrícolas tolerantes. A finales de la década, la intrusión marina en los niveles freáticos superó lo admisible. Numerosos agricultores se vieron en la obligación de abandonar sus campos y emigrar. Únicamente en la década de los 60, uno de cada 10 habitantes de la prov. de Almería, como el padre de la ex Ministra Carmen Chacón, se vio obligado a emigrar a distintos destinos, con predominio de Cataluña, Francia y Alemania.

¿Qué pasó con la sobreexplotación de los acuíferos?

JH.- Una de las medidas de radioprotección emprendidas para paliar la resuspensión del plutonio y demás elementos radiactivos, fue la «Operación sin polvo», casi a los 10 días después del accidente. Consistía en mantener húmedas 115 hectáreas con regadío diario. Ello supuso un consumo total de 21.584 m³, solo en tales menesteres, sin contar otros consumos para las más de 1.000 personas que habitaron el campamento norteamericano durante 3 meses aproximadamente. Todo ello pudo condicionar unos acuíferos ya en crisis por la sobreexplotación y la consiguiente intrusión marina.

Citas en el primer apartado el caso del capitán Ivens Buchanan, un navegador por radar. ¿Qué pasó? ¿Llegó a ser torturado? ¿Por quién, por quiénes?

JH.- Para evitar la camaradería y el corporativismo entre tripulaciones de aeronaves militares siniestradas, la USAF utilizaba con ellos unos protocolos de entrevistas semejantes a los de los prisioneros de guerra. Incluían técnicas de saturación estimular con preguntas reiterativas en tono inquisitivo o sin sentido, frente a unos fuertes focos de luz para el deslumbramiento. Nadie de los que salvaron la vida en Palomares se libraron, ni siquiera el navegador, quien estaba gravemente herido con fractura de cervicales y quemaduras de 2º grado. Para aplicar bien el método se lo llevaron en cama a la habitación destinada para tales menesteres. Esta forma de violencia psíquica supuso para ellos un trauma y una humillación que tuvieron que soportar por disciplina militar.

¿Nos haces una síntesis del informe que la comisión investigadora pocos días después del accidente, el 8 de febrero? ¿Quiénes componían esa comisión?

JH.- La Comisión de investigación estaba compuesta por 23 miembros de la USAF, para poder llegar con brevedad a las conclusiones finales. Como en casi todos los accidentes de tierra, mar y aire, existe una causa primordial y otras contribuyentes. La principal recayó en el comandante, que ocupaba el asiento del copiloto y no evitó la colisión. La primera causa contribuyente fue para quien pilotaba en ese momento, Larry Messinger. La siguiente fue para la tripulación, que no dio la voz de alarma. El resto es por el incumplimiento de la estricta normativa que rigen los vuelos nucleares.

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