El reciclaje del
plástico no funciona y no es una solución sostenible. Es un montaje
que nos hace sentir bien y nos aleja de las soluciones verdaderas.
La triste
realidad es que cuando pones un plástico en un contenedor de
reciclaje nadie se responsabiliza de que vaya a ser empleado para
nada.
En realidad, las
posibilidades de que sea convertido en otro objeto de plástico
similar (es decir reciclado de verdad como el metal o el vidrio) son
mínimas por no decir que nulas.
Lo normal es que
los plásticos terminen en la basura o en el medio ambiente, con un
costo terrible para el planeta y la salud humana, no sólo ahora,
sino para muchas generaciones futuras.
El mal uso
intencionado de la palabra “reciclaje”
Poner un plástico
en un contenedor especial no es “reciclar”, ya que nadie
garantiza que se vaya emplear para nada, y mucho menos que vaya a ser
reciclado de verdad.
Por razones
técnicas y económicas el plástico es muy caro y complicado de
reciclar de verdad, es decir, en ciclo cerrado como el metal o el
vidrio.
Salvo algunas
excepciones, lo mejor que le puede pasar al plástico que ponemos en
un contenedor es que sea convertido en otros objetos no reciclables
(lo que se llama downcycling), plásticos de inferior calidad,
textiles… Es decir, que sólo estamos retrasando su llegada al
basurero.
Además, el
downcycling no frena la necesidad de fabricar millones de toneladas
de plástico nuevo para fabricar cada vez más objetos desechables. Y
en el supuesto de ciencia ficción de que consiguiéramos someter a
“downcycling” el 100 % de los plásticos que se fabrican, ¿qué
haríamos con los objetos generados? ¿Tapizar el mundo entero con
tejidos de forro polar?
La falacia de los
triángulos de reciclaje
Otra falacia
notable es los símbolos triangulares de “reciclaje” con flechas
que vemos dibujados o grabados en los plásticos y que llevan un
número dentro. Esos triángulos con flechitas en absoluto quieren
decir que ese plástico sea reciclable. Los números son una manera
de agrupar en 7 clases las más de 80.000 resinas plásticas que hay
en la actualidad, y las flechitas no quieren decir absolutamente
nada, simplemente están ahí para engañar al consumidor. Muchos
grupos llevan años pidiendo que esos símbolos engañosos sean
eliminados.
¿Sorprendido?
Los secretos sucios del “reciclaje” del plástico no acaban ahí
Los ciudadanos
ponemos plástico en los contenedores de reciclaje pensando que serán
reciclados en objetos similares. Sin embargo la mayor parte del
plástico que ponemos en los contenedores es arrojado al basurero,
incinerado, o exportado a países como China.
En 2011 la UE
exportó 3.4 millones de toneladas de basura de plástico, sobre todo
a China, para ser incinerada aprovechando que las normativas
ambientales son más laxas, o para que sea convertida en objetos no
reciclables (downcycling), todo ello en condiciones ambientales y de
salubridad deplorables. Canadá, Estados Unidos y otros países
ricos también exportan sus desechos plásticos a Asia.
En algunos de los
países con mayores tasas de “reciclaje” del mundo, Como
Alemania, más del 50 % del plástico que se recupera es quemado
directamente en incineradoras, con un terrible impacto en la salud de
las personas y en el medio ambiente.
Mirando todo
esto, poner plástico en contenedores especiales no debería llamarse
“reciclar”. Estamos más bien ante un negocio opaco y engañoso,
diseñado para que nos quedemos con la conciencia tranquila y sigamos
enganchados a los plásticos de usar y tirar, los cuales permiten
beneficios millonarios a unos pocos, a costa de la salud y del medio
ambiente de todos.
El falso “éxito”
del reciclaje en Europa
Años de
adoctrinamiento y de un enorme gasto de dinero público han dado
lugar a sofisticados sistemas de recuperación de algunos tipos de
plástico (como el PET) en varios países europeos.
La industria
menciona estos sistemas como ejemplos de que el reciclaje de
plásticos es una solución verdadera y sostenible y los gobiernos
les secundan en esta falacia para no tener que dar explicaciones ante
los ciudadanos por haberse convertido en basureros al servicio de una
de las industrias más poderosas del mundo. Veamos lo que ocurre en
realidad.
Según las
propias cifras de la industria, en Europa se recuperan sólo en torno
al 25 % de los plásticos que se producen. Dentro de ese 25 %, en
términos de residuos generados por los consumidores europeos, en
2011 se recuperaron 14.3 millones de toneladas, un 58%. Parece que
no está mal como cifra, pero ¿a dónde va todo este plástico
recuperado? Un 25 % de esa cantidad, 3.4 millones de toneladas, se
exportan, casi todo a China.
¿Y qué pasa con
el resto? En países como Alemania o los países nórdicos más de la
mitad es quemado en incineradoras. Osea que de cada cuatro plásticos
que el consumidor europeo pone en un contenedor “para reciclar”,
dos son quemados, y uno exportado a China (donde será quemado o
usado en downcycling sin garantías ambientales ni laborales). ¿Y
qué pasa con el 25% restante? Dependiendo del tipo de plástico
(¡hay miles!) y del lugar donde sea recuperado, pueden ocurrir tres
cosas: que vaya directamente al basurero (lo más normal), que sea
convertido en algo no reciclable (textiles, plásticos de baja
calidad, etc) o, lo más raro de todo, que efectivamente sea
convertido en un objeto parecido y que, que a su vez, sea reciclable
de nuevo. Este porcentaje mínimo residual sería la verdadera tasa
de reciclaje real de Europa. Una realidad muy diferente a lo que
quieren hacernos creer cuando nos animan a “reciclar”.
Esta es la
lamentable verdad del reciclaje que nadie, ni los gobiernos, ni la
industria, ni los que se lucran con todo esto quieren que sepamos.
¿Qué pasa en
los países en vías de desarrollo, donde vive el 85 % de la
población mundial?
En Estados Unidos
el porcentaje de plásticos recuperados (que no es lo mismo que
reciclados) frente a los producidos apenas supera el 7 %. En Europa
es de un 25 %. Ya hemos visto que dos tercios de estos plásticos se
exportan a países pobres o se incineran, y el resto, salvo una
pequeña parte, terminan en los basureros.
Imagina ahora
cuáles son los porcentajes de recuperación de plásticos en los
países en vías de desarrollo, donde vive el 85% de la población
mundial. Estos países se están ahogando en una marea de plástico
por carecer de medios para gestionar los desechos generados por la
cultura de “usar y tirar”. Además, Europa, Estados Unidos y
Canadá exportan millones de toneladas de sus desperdicios de
plástico a países más pobres.
Es hora de
despertar del espejismo del “reciclaje”
Poner cosas en
contenedores de colores nunca será “reciclar” en tanto no
existan mecanismos económicos o legales que garanticen un ciclo
cerrado para esos productos.
Es hora de tomar
decisiones basadas en la realidad de los hechos y en el impacto
intolerable de los plásticos sobre el medio ambiente y la salud.
Decisiones que también tengan en cuenta al 85% de la población
mundial que vive en países en vías de desarrollo y que se están
ahogando en residuos de plástico.
La verdadera
solución es usar el sentido común
Romper con
nuestra adicción a los plásticos de usar y tirar. Reducir tanto
embalaje redundante e inútil, diseñar productos sostenibles,
emplear envases reutilizables, y elegir materiales realmente
reciclables, como vidrio, metal y papel.
En lugar de
emplear dinero público para convertir a sociedades enteras en
gestores de basura al servicio de grandes corporaciones, los propios
fabricantes deberían ser los responsables legales del ciclo de vida
completo de cada producto, incluso tras la venta.
En la actualidad,
los fabricantes en general se lavan las manos una vez han vendido el
producto, y hacen a los ciudadanos y a los gobiernos responsables de
gestionar la ingente cantidad de residuos que generan con sus
decisiones insostenibles de embalaje y diseño, a costa de la salud y
del medioambiente de todos.
Si los
fabricantes fuesen responsables de pagar por los residuos que generan
veríamos cambios radicales en la manera que los productos se
diseñan, envasan y distribuyen.
En Febrero de
2013 un grupo internacional de científicos hizo una petición formal
a los gobernantes de todo el mundo para que el plástico sea
declarado residuo tóxico y peligroso.
Fuente:
El espejismo del 'reciclaje', 30/04/17, Ecositio. Consultado 06/05/17.
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