por Sergio
Federovisky
La irrupción del
calentamiento global en el escenario mundial, y la consiguiente
necesidad de reducir el consumo de combustibles fósiles, introdujo
un concepto hasta entonces en desuso: la eficiencia energética.
O el compromiso
por gastar menos electricidad en las actividades domésticas,
industriales, productivas y hasta en la burocracia estatal.
Algunos países,
como Alemania, España o los escandinavos, tradujeron dichos vocablos
en la puesta en práctica de mecanismos institucionales de ahorro de
la energía. Reemplazo de luminarias públicas, tarifas diferenciadas
por consumo, reconversión de métodos de producción, promoción de
la arquitectura sustentable, ahorro en la actividad estatal, un combo
de factores alimentados por la determinación política en
combinación con la incorporación de energías limpias y renovables.
Incluso en
Alemania, el 25 % de la electricidad que se consume se produce en
hogares con paneles solares que tienen la posibilidad de inyectar el
excedente en la red, y de ese modo amortizar la inversión. Es un
fenómeno sociocultural de generación propia de energía. Otros
países, como la Argentina, apenas echaron mano al discurso, como si
solo se tratara de modificar una conducta individual: sufrir un
poquito más de frío en invierno y padecer algo más el calor en
verano, siempre dentro de hogares no adaptados al ahorro energético.
Ser más
eficientes supone obtener el mismo resultado con menor costo. Las
casas, en la Argentina, son ineficientes. Su arquitectura no depende
del clima en que están insertas, ni tienen mecanismos de adaptación.
Entonces, poner el aire acondicionado en 24 o apagar la calefacción
por las noches resulta menos determinante que el ahorro que supondría
una construcción sustentable.
Pero el consumo
domiciliario supone sólo un tercio de la demanda total. ¿Alguien
conoce un programa para reducir el uso superfluo de los cientos de
organismos estatales iluminados a pleno en horas en las que los
edificios están vacíos? ¿Alguien ha escuchado de planes de
reconversión energética de industrias? ¿Alguien ha visto
iniciativas para disminuir la incidencia de ciudades iluminadas "a
giorno" solo para alimentar carteles de publicidad?
Ser más
eficientes supone, lógicamente, una tarea y un cambio de cultura de
la sociedad en su conjunto. Y eso, se sabe, lo consiguen las
políticas públicas y no las recomendaciones a favor de prácticas
individuales que, como corresponde a la electricidad, no mueven el
amperímetro.
Fuente:
Sergio Federovisky, Eficiencia energética: ¿esfuerzo individual o política de Estado?, 12/05/17, Infobae.
No hay comentarios:
Publicar un comentario