Miembros
del movimiento que reúne a los pequeños productores cordobeses
indican cómo el avance de la frontera agropecuaria afecta a la
economía y al estilo de vida de miles de personas.
El
debate por la nueva Ley de Bosques supera el análisis ecologista y
tiene también su arista en la forma de vida de quienes subsisten
gracias al monte. El avance de las topadoras que derriban miles de
hectáreas de árboles y arbustos atenta también contra su economía
y contra generaciones de familias que desarrollan diversas
actividades en el sector.
Alberto
Salas es un hachero cuya historia se hizo conocida durante el debate
por una carta que escribió al gobernador y los legisladores
provinciales, donde planteó su realidad. “Hace 15 años que
venimos reclamando la intervención en los desmontes indiscriminados
porque las consecuencias que tienen en nuestra zona de traslasierras
son terribles”, explicó Salas en diálogo con El Puntal de Río Cuarto.
El
hachero señaló que “cuando hay inundaciones se ven afectados
todos los pueblos más cercanos, hay grandes vientos y falta de agua,
incluso se da el desalojo de las familias campesinas de sus tierras,
porque donde hay desmonte hay pozos ilegales en los que sacan toda el
agua”. Sostuvo que muchos de sus compañeros “han tenido que
vender sus animales para irse a vivir a la ciudad porque quedaron sin
agua en sus pozos naturales”.
Salas
cuenta la historia de su vida: “Antes de cumplir el año mis padres
me trajeron al campo, y me crié en un rancho torito, con una vara y
dos puntales, tapado con tierra. Mi padre, abuelo y bisabuelo fueron
hacheros, siempre trabajando la leña, igual que mis hijos, y nunca
vimos que se acabara el monte”, dice. Comenta que este modo
ancestral de trabajar el monte “nos permite ponerlo de ejemplo para
que perdure en el tiempo, pero no hay forma de que la gente lo
entienda”, aunque asegura: “Como uno no tiene un título o no fue
a la escuela, la palabra de uno no tiene validez. Así es como se van
a buscar técnicos y científicos que digan lo que ellos quieran”.
- En
estos últimos tiempos, ¿cómo los ha afectado el desmonte?
- En
nuestro campo seguimos trabajando el monte, pero en los del lado sí
los ha afectado mucho. Sabemos que cuando se va una familia, el
espacio queda libre para que avance la frontera agropecuaria. Es lo
que ellos quieren, que no estemos más en el campo. Es una deuda
política que tiene el Gobierno de Córdoba, que había dicho que
esta zona era improductiva. La actividad aquí es muy intensa en el
monte, con las abejas, los animales, nos sirve todo el monte. Gracias
a esto hemos podido mandar a los chicos a la escuela, mantuvimos
familias, todo sin ayuda del Gobierno.
-
¿Sus hijos también trabajan en el monte?
- Mis
hijos de 30 y 24 años trabajan conmigo, aunque en verano afloja
mucho el trabajo con la leña, el fuerte es el invierno, cuando
picamos la leña. De todas formas, los 365 días del año trabajamos
con las vacas, los terneros, las chivas, las gallinas, todos los
animales de corral que tenemos. La leña es una ayuda más, son
diferentes ingresos con los que uno cuenta para poder vivir. No
apostamos a una sola producción, es por eso que a nosotros nos sirve
mucho el monte: el algarrobo, el chañar, todo.
- No
es una situación en la que se encuentra solamente su familia, sino
que están todos en las mismas condiciones.
- Es
una realidad de todas las familias, porque sabemos que el avance del
desmonte trae pozos que secan las napas, cambian el curso de la
tierra. Entendemos que cada uno hace con su plata lo que quiere, pero
también sabemos que si hay permiso para desmontar se van a comprar
campos grandes, eliminarán el monte y las pocas familias que
quedamos vamos a tener que vender para ir a la ciudad.
Trabajo
del movimiento
Carlos
Ramos es dirigente del Movimiento Campesino de Córdoba, organismo
compuesto por 6 centrales que abarcan todo el arco del noroeste de la
provincia. Comentó que la organización “participó activamente
cuando se formó la Comisión de Ordenamiento Territorial del Bosque
Nativo, creada luego de la ley nacional sobre presupuestos mínimos
en la que cada provincia debía hacer su mapa de ordenamiento y
definir una ley en su consecuencia”.
-
¿Cómo fue el aporte que realizó el Movimiento?
- Con
nuestros técnicos y los de otras organizaciones se hicieron
audiencias públicas, pero cuando se presentó el proyecto no se
respetó lo que habíamos planteado, y salió la vigente, la 9.814.
Se presentó un mapa con 1.900.000 hectáreas en rojo (espacios de
monte en los que solamente se pueden definir planes de conservación),
y otro tanto en amarillo (donde se permiten planes de conservación y
manejo). Por ley nacional se debía actualizar cada 5 años, a partir
de un principio de no regresividad, por lo que no se puede presentar
ahora un mapa con menos hectáreas rojas.
En
este sentido, Ramos comentó a El Puntal de Río Cuarto que desde el movimiento
realizaron planes de conservación de los bosques nativos,
“constituyéndonos como la organización que más alternativas
presentó, con 240 propuestas”, dijo, y agregó: “Esto porque
Córdoba fue a nivel nacional la provincia que presentó mapas con
más zonas rojas”.
-
¿Cómo afecta el desmonte a las familias campesinas en su estilo de
vida?
- El
proyecto que busca modificar la ley provincial afectará seriamente a
los campesinos porque, dentro de los planes de conservación,
recibían un dinero que era poco pero al menos ayudaba al pequeño
productor en su economía. Ahora se permitirá el rolado de las zonas
rojas y amarillas, en las que se encuentran futuros bosques, y la
pretensión de Cartez y Federación Agraria busca implantar pasturas
exóticas subtropicales. El rolado eliminaría el arbustal que de acá
a diez años podría ser un monte, y a la vez es la garantía de la
biodiversidad vegetal y de la fauna, relacionada directamente a la
producción de miel. Por otra parte, eliminaría los arbustos chicos
que por ahora no son emergentes; al meter la topadora, sube el precio
de la tierra y aumenta la presión sobre aquellas que tienen títulos
ancestrales. Allí comienzan los problemas de expulsión de los
campesinos, como ya ha pasado en Chaco, en Córdoba y en tantos otros
lugares.
Del
mismo modo, comienza a haber problemas con la producción caprina,
porque implantan pasturas y las cabras pasan los alambrados para
comer los pastizales, y empiezan a matarles las cabras. Es una
realidad que afecta el trabajo, la supervivencia y la posibilidad de
vivir en el campo, sin tener que trasladarse a los pueblos o los
grandes centros urbanos donde no tienen muchas posibilidades. El
campesino no tiene una producción para la subsistencia de su
familia, sino que también lo hace para sus vecinos y para los
pueblos próximos, de pollos, chanchos, cabritos, incluso algunos
tienen terneros, aunque son los menos.
-
¿Mantienen reuniones con los miembros del movimiento para debatir la
temática?
Sí,
lo hacemos de forma permanente, incluso fuimos invitados por el
Gobierno provincial a participar de una mesa de diálogo, que de
diálogo no tuvo nada, para el reordenamiento territorial, por las
propuestas que habíamos presentado. Allí nos dimos cuenta de que
las reuniones debían tener una mayor participación ciudadana,
porque el desmonte no sólo afecta al campesinado sino a toda la
población de Córdoba. Se planteó esta necesidad y nos trataron muy
mal, se burlaban de nuestra actividad como si fuéramos
“ambientalistas europeos”. Todo lo que demostramos es que no
había que tocar el rojo, pero fue algo que no era reconocido y nos
retiramos porque supimos que no iba a dar lugar a todo nuestro
trabajo. Al poco tiempo, disolvieron la mesa y se presentó ese
proyecto por el que buscan ahora consenso.
Fuente:
Luis Schlossberg, “Si tienen permiso, van a desmontar y nosotros nos quedaremos sin nada”, 05/02/17, El Puntal de Río Cuarto. Consultado 08/02/17.
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