Un hombre camina en los escombros del mercado de pirotecnia de Tultepec después de la explosión de este martes. Foto: Eduardo Verdugo/ El País |
Una detonación en un mercado pirotécnico del Estado de México causa al menos 31 muertos, 72 heridos y 100 desaparecidos.
por David Marcial
Pérez
No fumar. Los
letreros de advertencia rodean todo el recinto del parque de
pirotecnia de San Pablito Tultepec, una explanada del tamaño de dos campos de fútbol. Dentro, el escenario es postnuclear. Vigas de
metal negras y retorcidas en cascada, muros de cemento derretidos,
grúas separando escombros como si fueran carbón. 300 toneladas de
explosivos estallaron en este pequeño pueblo del Estado de México
el martes por la tarde, cuatro días antes de Navidad. Una de las
pocas fachadas que aún aguanta en pie se llama El Trineo. En el
rótulo, antes rojo y ahora negro, se distingue a Santa Claus orondo
con las mejillas sonrojadas.
Diana Angélica y
su familia acababan de llegar cuando empezó la detonación.
“Escuchamos tronar los primeros cohetes y echamos a correr por el
pasillo. Había mucha gente. Agarré a mi niña de 11 meses y
entonces 'bum', se sintió una explosión muy fuerte en la espalda,
como una pipa de gas”. La deflagración los levantó del suelo y
los empujó contra la valla. “Nos caímos entre la gente pero
conseguimos salir fuera”. Eran alrededor de las 15:00 y la combustión en cadena duraría más de una hora pintando el cielo de
humo blanco.
Cuatro
helicópteros del Ejército y un destacamento de la policía estatal
y federal participaron en el rescate. Durante toda la tarde, tres
tiendas de campaña improvisadas atendían a familiares y amigos de
las víctimas. El marido y el hijo mayor de Diana se encuentran entre
los 100 desparecidos. 31 personas han muerto y 72 están heridas,
según las cifras oficiales comunicadas por la noche. Las autoridades
han facilitado un teléfono para agilizar la identificación de las
víctimas. Han pedido a los familiares que aporten pruebas de sangre
para llevar a cabo identificaciones genéticas. Algunos cuerpos están
calcinados. Los heridos han sido repartidos por los hospitales de la zona.
El mercado de pirotecnia de San Pablito, como es conocido en la zona, es uno de los
más grandes de México. No es la primera vez que hay accidentes. En
2005 y 2006, detonaciones en la explanada, con más de 300 puestos,
dejaron decenas de heridos. Este mismo año, tres personas murieron y
13 resultaron heridas por explosiones de cohetes. El Instituto
Mexicano de Pirotecnia ha salido al paso tras el suceso. “Los
locales están perfectamente diseñados y con espacio suficiente para
que no se dé una conflagración en cadena en caso de chispazo”.
Martín Patiño
es uno de los bomberos de Tultepec que estuvo regando agua durante
más de una hora. “Ha sido muy complicado controlar el fuego. Lo
peor es la onda expansiva, la reacción en cadena de tanta pólvora y
tanto aluminio. Hasta que no se consume no puedes hacer nada”,
cuenta con la cara aún tiznada. El bombero está de acuerdo con que
el lugar cumplía con las normas de seguridad. Los pasillos, ahora
imperceptibles, son anchos y cubiertos de tezontle, una roca
vernácula e ignífuga, y además de carteles prohibiendo fumar,
también hay otros que dicen: no calar. “Los comerciantes tienen
prohibido hacer pruebas de los materiales. Hay gente que lo pide
porque quiere ver que la mecha funciona. No siempre les dicen que
no”. Aún no hay confirmación oficial del origen de la explosión.
La pirotecnia es
negocio y tradición en Tultepec, un pueblito de 50.000 habitantes.
Juan Carlos Amado es la tercera generación de vendedores de fuegos
artificiales. Este martes no había ido a trabajar. La cuarta
generación sí. Su hijo Saúl, de 15 años, empezó la jornada a las
8 de la mañana y su padre le esperaba de vuelta a las 8 de la tarde.
Pero la pista de Saúl se perdió entre el incendio.
Tultepec, una
tragedia anunciada
Este mismo año
tres personas murieron y trece personas resultaron heridas por dos
explosiones con cohetes en el municipio mexicano.
por Pablo Ferri
Los accidentes
por explosión de cohetes son relativamente frecuentes en la cuna
mexicana de la pirotecnia. En marzo de este año, tres personas
murieron y otras diez resultaron heridas en una detonación en un
almacén de petardos en Tultepec. En octubre, otro accidente en una
fábrica causó tres heridos. En ambos casos, la Procuraduría
General de Justicia del Estado de México envió a agentes para
investigar lo sucedido. De momento no ha trascendido resultado alguno
de las pesquisas.
El mercado de San
Pablito en Tultepec, donde este martes un polvorín explotó, es
conocido por ser el sitio con venta legal de pirotecnia más grande
de México. Unos 300 locales están aislados del resto de la
población, algo que según las autoridades locales hacía de este
centro "el más seguro de América Latina". En 2005, una
explosión similar, durante la venta del día de la Independencia,
dejó 129 heridos. La reconstrucción tomó meses, pero al final el
mercado volvió a abrir bajo el amparo de las autoridades. Para esta
Navidad, el centro tenía prevista la venta de 100 toneladas de
explosivos.
Pero no es solo
Tultepec. Hace apenas nueve días, cuatro personas resultaron heridas
en una iglesia en Ecatepec, también en el Estado de México, por una
explosión de pólvora. Era una celebración y el pirotécnico se
preparaba para prender una bomba, un artefacto de medio kilo de
pólvora. Algo salió mal y explotó. También este año, una
explosión en un puesto de pirotecnia en Chalco dejó heridos. Chalco
figura igualmente en el Estado de México.
Hace tres años,
la explosión de una pirotecnia en Tlaxcala dejó 23 fallecidos y 131
heridos. 25 personas necesitaron cirugía. Ese mismo año, otra
explosión en el mismo estado mató a un menor y dejó 37 heridos. Y
en enero, otra más causó 40 heridos más en Tultitlán, muy cerca
de Tultepec, en el Estado de México.
La mayoría de
explosiones de los últimos años se han dado en la zona
metropolitana de la capital mexicana o en la misma ciudad. En 2010,
un nuevo accidente en un taller clandestino de cohetes dejaba siete
muertos y un reguero de heridos. El año anterior, en un pueblo del
conurbano, Cuajimalpa, unos petardos explotaron en una iglesia y
causaron 30 heridos.
Aunque para
encontrar un evento de la magnitud de lo que ha pasado este martes en
Tultepec, hay que remontarse a 2003, en Veracruz, cuando una
explosión en un mercado del puerto acabó con la vida de una
treintena de personas. Antes, en 1988, un mercado de dulces y fuegos
artificiales ardió en el centro de la capital, causando la muerte de
52 personas.
No solo es una
tragedia, es una vergüenza
Es la hora de
pedir responsabilidades por la catástrofe.
por Luis Prados
La explosión del
mercado de pirotecnia de Tultepec con sus decenas de muertos, heridos
y desaparecidos no solo es una tragedia, es una vergüenza nacional,
reveladora de un estado de cosas en México que, por sabidas, no
deben de dejar de escandalizarnos. Un mercado de fuegos artificiales
del tamaño de dos campos de fútbol en plenas navidades se convirtió
en cuestión de segundos en un infierno de cuerpos carbonizados.
Ya había
ocurrido antes, en 2005 y el año pasado. Más aún: en agosto el
municipio inauguraba la temporada alta de venta de juguetería
pirotécnica donde se preveía la venta de 100 toneladas de material
a todo el país. En la nota oficial, el alcalde de Tultepec agradecía
al gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila, que se brindase
atención médica a quien sufriese algún accidente porque, según el
propio regidor, “anteriormente cuando ocurría algún incidente,
los afectados y sus familias peregrinaban en busca de atención
médica y difícilmente eran aceptados en hospitales como el Rubén
Leñero, el de Magdalena de las Salinas…” La nota añadía que el
director general del Instituto Mexiquense de la Pirotecnia aseguraba
que “el tianguis de pirotecnia de San Pablito era el más seguro en
Latinoamérica”. ¿Qué dirá hoy? ¿Qué pensará el alcalde? Lo
que piensa y ha dicho el gobernador ya lo sabemos: que la Fiscalía
se hará cargo de la investigación. Y cualquier mexicano entiende
qué significa eso en realidad: no habrá culpables
Pero la
catástrofe de Tultepec no puede ser pura rutina, otra desgracia más
que se abate sobre la raza, otra tragedia más sobre los pobres, los
jodidos de México, curada con las lágrimas, la soledad y la
resignación de quienes hace siglos que no esperan nada. ¿Quiénes
son los responsables de la desgracia? ¿Quiénes son los que
permitieron la acumulación de esa cantidad de explosivos? ¿Quiénes
velaban por la seguridad del recinto? ¿Cuántos tianguis existen en
la República con esa posibilidad, mejor dicho, probabilidad de
riesgo? ¿Qué medidas van a tomar las autoridades para que no haya
otro Tultepec?
México lleva
demasiado tiempo aceptando la anormalidad como normalidad, asumiendo
que la tragedia cotidiana, un secuestro, una extorsión, un
asesinato, un atropello en las calles, una estafa de las
instituciones públicas o privadas, un soborno o un accidente con
decenas de víctimas causado por la incuria criminal de sus
responsables es un hecho de la vida cotidiana, refugiándose en la
impotencia y el conformismo cuando no, y aún peor, en el cinismo y
la sumisión.
Es la hora de las
responsabilidades, es la hora de pedir de verdad la tan gastada
rendición de cuentas, es la hora de que México empiece a cambiar.
Horas de angustia
en la Cruz Roja
Los familiares se enfrentan a un mar de confusión en la búsqueda de los heridos en la explosión de Tultepec.
por Elías Camhaji
El humo lo cubrió
todo después de la explosión. Rodrigo Contreras y su madre, Leonor
García Rojas, habían terminado de comprar juegos pirotécnicos como
cada año en el mercado de San Pablito, en Tultepec, en las afueras
de la Ciudad de México. De pronto, se escuchó un estruendo.
Contreras la buscó por todas partes, pero la perdió de vista. Entre
el pánico y decenas de personas calcinadas, la encontró tendida en
el suelo, con el pie fracturado. "Sólo pensaba en rescatarla",
relata con lágrimas en los ojos. Lo más difícil vino después del
fuego.
Contreras cargó
a su madre hasta la carretera, donde había menos humo. "Los
primeros auxilios tardaron mucho en llegar, al menos 30 minutos",
cuenta indignado. No podía llevarla por sí mismo; su coche había
quedado completamente destruido. Los paramédicos transladaron a
García a un hospital y después fue llevada en helicóptero. "Me
dijeron que iban a dejarla en la Cruz Roja, quise acompañarla, pero
me dijeron que tenía que llegar por mis propios medios",
comenta.
A partir de ese
momento todo fue incertidumbre. Contreras recibió el apoyo de la
familia de su esposa y acudió a la sede nacional de la Cruz Roja, en
el barrio de Polanco de la capital. Ha esperado más de una hora y
media y no ha recibido ninguna información de ella. La lista de los
nueve heridos que han recibido atención ahí no incluye el nombre de
Leonor García. "Pensábamos que se habían confundido con otra
víctima que aparece en la lista con un nombre similar, Erlinda
Rojas, pero no es ella... Estamos completamente perdidos",
lamenta.
Los familiares de
Erlinda Rojas tampoco la han visto. El personal de urgencias les ha
dicho que ella y su hijo Miguel Ángel Urban Rojas permanecen
internados, pero estables. "Se han atendido a nueve heridos, no
presentan complicaciones y recibirán el alta entre hoy y mañana",
afirma Isaac Oxenhaut, quien coordina el despliegue para atender a
los supervivientes.
"No tengo
palabras para describir lo que pasó, había habido otras dos
explosiones, pero ninguna como esta", comenta Arturo Solano,
yerno de Rojas y comerciante del mercado desde hace 20 años. Solano
reconoce que es una profesión de alto riesgo, pero asegura que los
vendedores no tienen otra forma de ganarse la vida.
El comerciante
señala que el Gobierno lo ha decepcionado por la falta de apoyo
antes y después de la tragedia de este martes en Tultepec. Solano y
otros familiares de los heridos se reúnen a las afueras del recinto,
un representante de las autoridades estatales les ha prometido que
asumirán los gastos de la hospitalización. "Somos gente
humilde, necesitamos que el Gobierno cubra ese dinero", explica.
Unos metros atrás
Contreras se funde en un abrazo con sus acompañantes. "La
encontramos". Leonor García está en el hospital Adolfo López
Mateos de Toluca, a unos 60 kilómetros de ahí. "No importa
todo este sufrimiento, sólo queremos confirmar que ella está bien",
zanja su hijo ocho horas después de la tragedia y seis horas después
de no saber dónde ni cómo estaba.
Fuentes:
David Marcial Pérez, “La explosión en Tultepec nos levantó del suelo”, 21/12/16, El País. Consultado 21/12/16.
Pablo Ferri, Tultepec, una tragedia anunciada, 21/12/16, El País. Consultado 21/12/16.
Luis Prados, No solo es una tragedia, es una vergüenza, 21/12/16, El País. Consultado 21/12/16.
Elías Camhaji, Horas de angustia en la Cruz Roja, 21/12/16, El País. Consultado 21/12/16.
El polvorín de Tultepec, 21/12/16, El País. Consultado 21/12/16.
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