Una zona sensible
de California sufre 200 terremotos en una semana y dispara la alarma
ante un posible seísmo devastador.
por Pablo Ximénez de
Sandoval
Los terremotos en
el sur de California no deberían ser noticia. Esta zona del mundo
registra alrededor de 10.000 temblores al año, la mayoría
imperceptibles. Pero si se producen todos en una semana y en el mismo
sitio, los expertos se ponen alerta. Eso sucedió la semana pasada
cuando se registraron más de 200 sismos en el Salton Sea, un lago en
el extremo sur de California, en el valle de Coachella, cerca de la
frontera con México. Se trata de la mayor actividad registrada en el
lugar desde que hay sensores y ha provocado una alerta inquietante
que ha durado una semana.
La zona del
Salton Sea está justo al final de la falla de San Andrés. Los
movimientos en esa zona hacen cosquillas a la gran falla, por así
decirlo. Entre los temblores que comenzaron el lunes pasado hubo tres
que superaron la magnitud 4. El pasado día 27, la oficina de Emergencias del gobernador emitía un comunicado pidiendo a todas las
instituciones y californianos que estuvieran alerta ante la
posibilidad de un gran terremoto, algo que no ha pasado en esa zona
de la falla en 300 años. El Ayuntamiento de San Bernardino, por
ejemplo, decidió cerrar sus instalaciones.
Con el paso de
las horas y los días, han ido decreciendo las posibilidades de que
esa actividad provoque un movimiento en la falla que desate un gran
terremoto en Los Ángeles. La alerta fue levantada este martes por la
mañana. Pero los datos han puesto una vez más de relieve la
fragilidad de la zona y, sobre todo, la evidencia de que ese gran
terremoto tiene que pasar en algún momento.
Una de las
primeras cosas que se aprenden al mudarse al sur de California es
que, según la sabiduría popular, Los Ángeles sufre un gran terremoto con víctimas cada 20 años. Y el último fue hace 22. La
posibilidad de un gran terremoto, el llamado ‘Big one’, con
origen en la falla de San Andrés y consecuencias devastadoras para
los valles que forman Los Ángeles, es una constante en la vida de
los angelinos y una estupenda fuente de entretenimiento para
Hollywood. Tener un equipo de supervivencia y un plan para terremotos
(por ejemplo, tener ya hablado con tu familia dónde te vas a
encontrar) es habitual en casas y en colegios.
“No es una
cuestión de si pasará, sino de cuándo pasará”. Esta frase la
dice hasta el alcalde de la ciudad. No hay nada que se pueda hacer.
Cada uno de esos pequeños sismos tiene un impacto en la falla de San
Andrés, hasta que un día se mueva. El año pasado, el Ayuntamiento
publicó un informe aterrador sobre las consecuencias que el
terremoto tendría para la ciudad y urgió a los ciudadanos a revisar
las casas más antiguas e invertir en arreglos para hacerlas más
resistentes.
El inicio de esta
campaña municipal de concienciación coincidía con el 20
aniversario del terremoto de Northridge, en enero de 1994. Murieron
alrededor de 60 personas en el Valle de San Fernando al caerse
estructuras débiles de edificios de apartamentos. Dos de las
autopistas que cruzan la ciudad fueron cerradas por daños y Los
Ángeles vivió días de caos. La experta sismóloga Lucy Jones, que
lideró el equipo que redactó el informe, advertía en conferencias
por toda la ciudad de que aquello fue en una época sin móviles y
sin Internet. No sabemos las consecuencias de un terremoto como aquel
para una economía dependiente de las telecomunicaciones. No ha
pasado aún. El terremoto de Northridge fue de 6,7 y duró 10
segundos. El ‘Big one’ más plausible podría ser de 7,8 y durar
alrededor de un minuto.
La falla de San
Andrés no es una línea continua, sino un sistema de fallas que se
extiende a lo largo de 1.200 kilómetros. Empieza en el Salton Sea,
en la frontera con México, donde han sido los sismos de esta semana.
Después abraza Los Ángeles por el este y el norte de la ciudad y
continúa paralelo a la costa. Atraviesa la bahía de San Francisco y
llega hasta Eureka, en el norte del California. Todo el Estado está
en riesgo si se activa la falla.
Justo la semana
pasada, el gobernador de California, Jerry Brown, aprobó una ley que
establece la estructura administrativa para que haya un sistema de
alertas de terremotos en el Estado. El sistema lo formarán unos
sensores que detectarán las primeras ondas de un terremoto y lo
enviarán a un centro de emergencias que a su vez enviará una alerta
a móviles. El terremoto llega de todas maneras. Pero, por ejemplo,
si el terremoto empieza en la frontera con México, los habitantes de
Los Ángeles tendrían unos pocos segundos de aviso antes de que
llegara, que son determinantes para salvar vidas.
Fuente:
Pablo Ximénez de Sandoval, ¿Nos está avisando del ‘Big one’ la falla de San Andrés?, 06/10/16, El País. Consultado 07/10/16.
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