martes, 11 de octubre de 2016

Educación ambiental para el bien común

Entrevista a Antonio Elio Brailovsky.

por Esteban Knöbl

El medio ambiente es, sin duda, uno de los grandes temas de nuestro tiempo. Los índices alarmantes del calentamiento global y las advertencias de diversos científicos en todo el mundo ponen sobre la mesa la necesidad de un viraje en nuestro vínculo social con la naturaleza. Revista COLEGIO tuvo el agrado de conversar sobre estos temas con Antonio Brailovsky, economista, catedrático de la Universidad de Buenos Aires y especialista en medio ambiente.

En la carta encíclica Laudato Sí, el Papa Francisco se hacía eco de las palabras de San Francisco de Asís al recordarnos que “nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos”. Nos encomiaba a cambiar nuestra manera de relacionarnos con la naturaleza y el mundo, pero también con nosotros mismos, con el propósito de aliviar el daño que como sociedad causamos a este planeta. Rezaba la carta que “el clima es un bien común, de todos y para todos”.

Fue una sorpresa que uno de los líderes religiosos más importantes del mundo dedicara toda una publicación al tema del medio ambiente. La encíclica constituye un ejemplo -entre otros- de cómo los temas ambientales presentan una dimensión que los vuelve inasibles para una disciplina por sí sola.

Antonio Brailovsky subraya que, aún así, en el ámbito educativo los temas ambientales suelen abordarse casi exclusivamente desde la órbita de la las ciencias naturales, haciendo a un lado los múltiples conflictos sociales que los originan y sostienen en el tiempo. Su vocación por cambiar este estado de cosas dio forma al libro Educación Ambiental: La utopía en la escuela, en el que se presentan diversos modos de trabajar el conflicto y repensar los problemas ambientales desde una mirada transdisciplinaria.


En 2014 publicó el libro Educación Ambiental: La utopía en la escuela, en el que usted acerca el campo de la educación ambiental a las aulas. ¿De qué hablamos cuando hablamos de educación ambiental?

La idea del libro fue hacer una introducción a la educación ambiental desde una perspectiva transdisciplinaria. Es decir, sacarla del lugar en que la meten siempre los sistemas educativos, que son las ciencias naturales, y plantear la integración entre ciencias naturales y sociales. El motivo de esto es que el ambiente es sustancialmente conflicto, conflicto social. Por algo los perjudicados por situaciones ambientales desfavorables son siempre del mismo sector social. Cuando uno reduce el ambiente a las ciencias naturales, lo que hace es analizar muy cuidadosamente lo que le pasa a los seres vivos del río cuando uno tira un tóxico al agua. Pero las ciencias naturales no alcanzan para entender por qué nuestra sociedad tolera que alguien tire tóxicos al agua. El Huracán Katrina que destruyó Nueva Orleans en 2005 afectó principalmente a los pobres y a los negros. No hay ninguna razón meteorológica para comprender por qué un Huracán daña más a los pobres y a los negros. Esa es una situación social.

Plantea que la historia social y la historia ecológica van de la mano.

Van absolutamente de la mano. Cualquier reduccionismo a las ciencias naturales esconde que hay un conflicto social y que hay sectores sociales postergados, y que los sectores sociales que no tienen acceso a la salud, a la educación, a la vivienda, son los mismos sectores que no tienen acceso al agua potable, o que respiran gases tóxicos.

Institucionalmente, trabajar en educación ambiental requiere un abordaje que atraviese los distintos espacios de trabajo, sin quedar circunscripto a una materia.

Sí. La educación ambiental tiene que ser transversal. El tema es cómo el sistema educativo trata los temas transversales, si son de todos o no son de nadie. Y hay desde escuelas que integran al proyecto educativo el tema ambiental hasta escuelas que simplemente lo omiten. Si se lo integra y se lo toma desde distintos puntos de vista los resultados pueden ser importantes.

Usted destaca que el vínculo que mantenemos con la naturaleza es social. ¿Qué significa esto?

Significa que cada sociedad tiene una mirada sobre el medio natural que la soporta, una mirada y una manera de organizarse en relación a ella. Por ejemplo, el tema de qué recursos naturales se utilizan y cuáles no. ¿Utilizamos todos? En un mundo en el que hay por lo menos 25000 plantas comestibles, basta enviar a los alumnos a la verdulería de la esquina y que cuenten cuántas plantas comemos. Hay cientos de plantas comestibles en la región pampeana y no las usamos. Usamos una parte de la naturaleza. Otro ejemplo es la manera en que los distintos pueblos de México se las arreglaron para combatir las plagas del maíz. La principal plaga eran los grillos. Entonces, se comen a los grillos. Los famosos chapulines son grillos fritos, con picante. Y forman parte de la dieta. Es una estrategia de utilización de un recurso natural que otras culturas no usan. Cada uno tiene un vínculo.

¿El monocultivo y el boom de la soja en nuestro país configuran un aspecto problemático de nuestro propio vínculo con la naturaleza?

Es una forma de vincularse que yo creo que es suicida. Por lo siguiente: el modelo sojero está apuntando a despoblar el campo y a destruir la infraestructura rural. ¿Qué va a pasar cuando este modelo se agote? Yo seguí muy de cerca lo que me pareció una política suicida de apostar todo al petróleo en Venezuela. Con el petróleo rico Venezuela era rica, durante lo que ellos llamaban la Venezuela Saudita. Cuando el petróleo baja a la mitad o menos de la mitad del precio, se cae el país. Porque lo único que produce es petróleo e importa todo lo demás. Este es el riesgo de depender de una sola fuente, y además de un mercado altamente monopolizado, tan monopolizado como el del petróleo. Y con la soja sucede lo mismo. Aunque fuera mal negocio, yo conservaría la infraestructura agraria. Porque uno nunca sabe cuánto va a durar un modelo productivo. En la historia de todas las materias primas en el último siglo y medio se ve que para incentivar la producción, a veces minera y a veces agropecuaria, subieron los precios. Y una vez que el productor estaba enganchado los precios empezaron a bajar. No veo por qué va a ser distinto con la soja. Porque pasó con el algodón, el azúcar, el café, el cacao, el trigo.

¿El medio ambiente es uno de los temas clave de nuestro tiempo?

Yo creo que es un tema clave en todos los tiempos, lo que pasa es que ahora hay consciencia. En distintas épocas hubo etapas de mayor y menor consciencia. Un poco se fue fue perdiendo a partir de la revolución industrial con la idea de que la tecnología puede reemplazar cualquier cosa, o solucionar cualquier problema. Pero hace dos mil años atrás, durante la Roma imperial, que tenía un millón de habitantes, había un sistema de acueductos que traía agua potable, y una disponibilidad de agua potable mayor de la que ahora tiene cualquier ciudadano occidental. Mayor disponibilidad por habitante. Y había un sistema cloacal absolutamente eficiente que impedía las epidemias, que podían provocar enormes desastres. Pocas veces hubo una clase dominante tan despiadada como la oligarquía romana, y el trato a los esclavos es escalofriante, pero en la Roma imperial tanto los esclavos como el emperador bebían la misma agua. Porque tenían claro que si los pobres tenían agua de mala calidad, corrían riesgo de enfermarse y provocar una epidemia que iba a afectar también a los ricos.

A pesar de su importancia, la educación ambiental tiene poco lugar en la currícula oficial.

El tema ambiental es marginal. Cuando hablamos de un tema que se usa en una materia y responde al programa punto por punto es una cosa. Pero si es un tema que es de apoyo, transversal, es otra cosa.

¿Por qué es marginal?

Por un lado, porque pone en cuestión la epistemología, los bordes de las ciencias. ¿Dónde empieza la química y empieza el derecho? Para analizar la contaminación necesitamos derecho ambiental, economía, química, de todo. Necesitamos un paquete de ciencias interpenetradas, no una ciencia que empiece y termine, sino ciencias que se interincluyan. En suma, que haya transdisciplina. Nuestro modelo educativo contempla que una ciencia termina a las tres y cuarto y otra empieza a las tres y treinta. Y no tienen nada que ver, sus profesores que no se ven la cara, no sabe uno qué hace el otro. Todo esto la educación ambiental lo pone en cuestión. Y por otro lado, pone en cuestión los objetivos mismos de la educación, que buscan integrar a los alumnos a un sistema que existe y que se supone funciona bien. Porque la educación ambiental tiene que plantear que la generación de los docentes recibió un mundo en mejores condiciones que el mundo que les entrega a la generación de sus alumnos. Esto hay que estar dispuesto a decirlo. Y no es algo que el sistema educativo está en condiciones de hacer, o habituado a decir.

¿Qué resultados ha dado el trabajo en las aulas desde esta visión de la educación ambiental?

Los alumnos y docentes que participan en estos proyectos quedan fascinados. Porque son proyectos que tienen un componente importante de autogestión, y cuanta más autogestión uno le ponga más creativo es el rol del alumno, y más miedo tiene la institución de que se les escape el control. Pero más creativo el resultado e interesados todos los que están ahí.

El tema ambiental engancha tanto a los alumnos que eso los docentes lo descubren enseguida y los directivos con buen ojo también. Hay cosas que a los chicos los aburren pero el tema ambiental nunca. Y eso es una potencialidad. Ahora, ¿la institución es capaz de aprovechar que estamos en un tema que moviliza a los alumnos? Y en ese sentido, retomando un poco el tema de políticas educativas, en Ciudad de Buenos Aires y en muchas otras ciudades se ha hecho un reduccionismo de poner el eje en el tema residuos. Es decir, enseñar en las escuelas a que ponés esto en la bolsa negra, esto en la verde, y demás. Y yo creo que eso corresponde a los intereses de todos los municipios del mundo donde el principal componente de todos los presupuestos municipales es la recolección y tratamiento de la basura. Entonces, hay que poner las escuelas a que me ahorren, me disminuyan el gasto en residuos. Pero eso es sólo una parte de la visión sobre el problema ambiental. Pero he visto demasiados establecimientos en los que casi lo único que se hacía era separar residuos. Tanto que en un curso virtual que hicimos con la Universidad de San Andrés una directora se quejaba de que para ella educación ambiental era que le llenaran la escuela de botellas. Entonces, trabajemos lo conceptual primero. Y lo operativo después. Si lo operativo reemplaza a lo conceptual, uno junta tapitas, botellas, pone los papeles en una bolsa y las cáscaras de banana en otra y no entiende qué está pasando.

¿Cómo se trabaja el conflicto social?

El conflicto social aparece siempre que uno habla de ambiente. El tema es cómo se habla del conflicto social en los colegios. Por ejemplo, es distinto el tratamiento del tema en escuelas próximas a la zona del riachuelo que en escuelas de un country. He visto en jornadas sobre el agua, en universidades como la de Lanús o de la La Matanza, que iban alumnos y docentes de escuelas de la zona afectada por la cuenca matanza-riachuelo y hablaban muy duramente de los problemas que ellos sufrían. Hay escuelas donde los docentes y alumnos se enferman por emanaciones tóxicas, o donde la escuela se inunda con agua contaminada. En otras escuelas se tratan los temas con más moderación, con más distancia. Porque no es una problemática que afecte a los alumnos directamente y porque algunos padres se pueden irritar.

Entonces, yo creo que hay que reconocer que los conflictos existen. Pero esto va mucho más allá de la educación ambiental, va a la manera en que uno entiende la educación. Por eso costó mucho meter el tema de la educación sexual, costó mucho meter el tema de derechos humanos. Son temas en los que hay conflicto. Mientras tengamos unanimidad en cuanto a la suma del cuadrado de los catetos, ahí no hay drama. Pero qué pasa cuando hay puntos de vista distintos, intereses contrapuestos… necesitamos un modelo educativo que incorpore puntos de vista distintos, intereses distintos. Esto es lo que nos falta. En las escuelas públicas donde los padres de los alumnos no son clientes es más fácil. En una escuela en la que el directivo puede estar pensando “si yo digo esto, los padres se llevan los alumnos a otro lado”, es más difícil.

¿Qué valores cree que sería bueno cultivar en los chicos en relación al cuidado del medio ambiente?

En esto me remito a la encíclica de Bergoglio. Es decir, cuando Bergoglio plantea que tiene que haber lugar para todos en el mundo, que no puede ser que haya un mundo con gente descartable. Me interesa esa encíclica porque es un texto político durísimo. Tan duro que la mayor parte de los medios de comunicación lo ablandaron. Y que muchas escuelas católicas no lo leen. Justamente porque no pueden trabajar el conflicto. Y yo creo que son esos valores. Es un texto que puso el dedo en el conflicto. Y me parece que eso es lo que la educación tiene que hacer, tiene que decir acá hay un conflicto, acá hay problemas. No que queden afuera de la escuela, sino que se discutan y si discrepamos, discrepamos. ¿Qué tiene de espantoso? Pero necesitamos una escuela que permita discrepar, que permita incorporar los problemas y que permita trabajar los problemas graves como los que plantea Francisco en la encíclica. Discutir sobre políticas públicas en vez de dedicarnos a poner los huesitos de pollo en esta bolsa y el diario viejo en la otra.

¿Sirve cambiar hábitos de consumo a nivel individual?

Eso tiene una trampa y es que la gente crea que con eso soluciona algo. Es decir, un libro emblemático es 50 cosas que pueden hacer los niños para salvar la tierra, estilo apagá la luz, no dejes correr agua, adoptá una mascota, etcétera. Yo creo que sirve en la medida que ayuda a que la persona vea que existen problemas. Ahora, si la persona cree que los puede solucionar desde su casa, la estamos engañando. Las conductas individuales tienen un alcance limitado cuando se trata de cuestiones sociales, simplemente porque la sociedad es más que la suma de sus integrantes. Lo que se necesitan son políticas públicas.

Nota producida por Esteban Knöbl para Revista COLEGIO.

Fuente:
Esteban Knöbl, Educación Ambiental: La utopía en la escuela, 06/10/16, Revista COLEGIO. Consultado 11/10/16.

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